El coche eléctrico puede venderse pero, ¿se quiere vender?

2021/04/09
Urdax Bañuelos, responsable de Industria eta Eraikuntza en Araba

En un encuentro organizado por la autodenominada Asociación para el Progreso de la Dirección, Emilio Titos, director de la planta de Mercedes de Gasteiz, intervino para, entre otras cosas, señalar que los coches eléctricos se fabrican pero no se venden. En un primer análisis esta afirmación supondría un problema para la propia empresa, pero nada más lejos de la realidad. La realidad es que a día de hoy toda la producción actual de coches eléctricos está vendida casi de antemano. Los datos de ventas evidencian que el único segmento que crece ante la caída continuada de las ventas a nivel mundial es el coche eléctrico.

En todo caso, los coches eléctricos son rentables incluso si no se venden. ¿Por qué? Porque tal y como comentaba Titos, la fabricación de los eléctricos sirve para situarse dentro de los parámetros. Hecha la ley, hecha la trampa. Cuantos más eléctricos, más posibilidad de producir unidades convencionales y, de momento, los coches de combustión interna siguen siendo el primer negocio. Por no hablar de que una marca que se precie debe tener en su catálogo una gama de vehículos eléctricos. Cuestión de marca.

Esta cuestión nos lleva irremediablemente al nudo gordiano de la problemática. ¿Están las grandes compañías, como Daimler, interesadas en hacer un esfuerzo para provocar ese necesario cambio profundo? La respuesta es no. Demasiado riesgo. A pesar de que el eléctrico gana posiciones, todavía este mercado está en mantillas, mientras no se resuelvan cuestiones claves como el precio, la autonomía (la duración de las baterías) o los puntos de carga.

Dinero público, beneficio privado

Ciertamente, a pesar de lo que se nos quiere hacer creer, en la coyuntura actual no existe una apuesta real por la transformación ecológica. Más allá de la contaminación generada por la fabricación de las baterías, del transporte del coche y demás procesos (también imputables a un coche de gasolina, por supuesto), no podemos olvidar que un coche eléctrico contamina en función de cómo se haya generado la electricidad que usa (renovable, nuclear o térmica). Y ese debate no se está realizando, ya que existen poderosas multinacionales vinculadas al negocio del petróleo que lo impiden.

Así las cosas, podemos sostener que en la transición al coche eléctrico no se están siguiendo los principios de la sostenibilidad ambiental. Ni mucho menos. Todo este proceso está siendo guiado por el mercado capitalista, en una lógica de acumulación del capital y empeoramiento de las condiciones laborales. Ejemplo de ello lo tenemos también en la planta de Mercedes de Gasteiz, donde en las negociaciones para un nuevo convenio para la planta la dirección de la empresa está utilizando la excusa de pelear por el nuevo modelo eléctrico de la compañía para recortar en derechos y condiciones laborables. Para situarnos, en la primera propuesta negociadora de la empresa se pretenden congelar salarios, eliminar pluses y aumentar horas y flexibilidad para abaratar costes.

El coche eléctrico es una apuesta de futuro. La cuestión es cuándo se va a producir el cambio de tendencia y cómo se va a llevar a cabo. Hasta ahora lo poco que tenemos claro es que, por lo menos en nuestro caso de Mercedes, la financiación va a ser pública y vendrá de Europa y sus fondos Next Generation. Según datos del Gobierno Vasco se concederá una ayuda por  16.6 millones de euros de los 30 millones que se estima que costará renovar y actualizar la planta de Gasteiz.

Desde ELA apostamos por una transición hacia un modelo de movilidad responsable con nuestro planeta. Esa transformación se debe de realizar respetando los puestos de trabajo y las condiciones laborales. El dinero público lo aportará la sociedad. ¿Qué aportarán empresas como Mercedes?