La gran estafa

2021/09/24
Siempre me han gustado las películas de timadores en las que, normalmente, los protagonistas suelen ser personas decentes que se dedican a dar certeros golpes a bancos y millonarios sin escrúpulos, contribuyendo así a un reparto más justo de la riqueza. Cada vez que veo El Golpe, Ocean’s Eleven o Nueve Reinas me dejan un dulce sabor de boca por el componente de justicia poética que destilan todas ellas. Sin embargo, la realidad suele ser más prosaica que el cine y este verano los estafados hemos sido, otra vez más, todos nosotros.

Desde mediados de julio soportamos un encarecimiento diario de la luz y hoy en día, nos cuesta poner la lavadora o hacernos un huevo frito el doble de lo que nos costaba el año pasado, para solaz de las eléctricas que se frotan las manos a la par que nos roban la cartera. Naturgy, Endesa o Iberdrola, que son las que dominan completamente el sistema de fijación de precios y que operan con la impunidad que tienen los gánsteres que se saben protegidos por las instituciones, nos han encarecido un bien básico de primera necesidad para seguir engordando sus ya de por si ostentosos beneficios.

A través de un modelo de factura hecho para que no lo entiendan ni los ingenieros de telecomunicaciones más avezados, y que por lo tanto facilita que nos cobren lo que les parezca más oportuno, nuestros bolsillos son esquilmados con un descaro e impunidad que demuestra a las claras quiénes son los que marcan las reglas del juego.

No hay más que ver cómo exministros y altos cargos de PP y PSOE, copan los consejos de administración de esas compañías para deducir que cuando estaban en el poder legislaron en favor de éstas y ahora, a través del perverso mecanismo de las puertas giratorias, son agasajados por haberles consolidado sus intocables beneficios promulgando leyes y decretos que les otorgan cobertura legal para timarnos a plena luz del día.

Las instituciones, en toda esta carrera alcista de los precios, únicamente han sido capaces de poner parches paliativos a través de la reducción de los impuestos de la factura, sin plantearse siquiera pone coto a los privilegios abusivos de estas empresas que conforman el oligopolio energético. No deberían olvidar que la energía es un bien estratégico y la electricidad un bien común y por tanto la intervención del poder público para para poner en su sitio a las eléctricas no solo debe de ser una hipótesis sino una línea de actuación inmediata.

Así que deberemos ser conscientes de que, a diferencia de lo que ocurre en el cine, Robin Hood y sus amigos del bosque de Sherwhood no van a venir a solucionarnos nuestros problemas de ahí que debamos poner en valor las movilizaciones contra los abusos de las grandes compañías eléctricas o las preciosas luchas vecinales que se han desarrollado contra la pobreza energética en unos barrios que han demostrado que siguen teniendo un corazón rojo que, cuando se le necesita, palpita con fuerza.