Olor a cloaca

2022/03/10
A la par que vamos haciéndole frente a la fatiga que ha dejado la sexta ola de la pandemia, estas últimas semanas hemos asistido a un doble espectáculo protagonizado por políticos de primera fila que dan la medida de los alejados que están algunos dirigentes de los intereses de la ciudadanía.

De una parte, vimos cómo se aprobaba in extremis una pequeña corrección de la lesiva reforma laboral impulsada en 2.012 por M. Rajoy. Reforma que, en su momento, se redactó a la medida de la patronal y que supuso la pérdida de derechos para todas las personas que vivimos de un trabajo por cuenta ajena. Unos derechos arrebatados que, siendo ahora la izquierda la que gobierna en las instituciones, no han sido restituidos y que nos deja la conclusión clara de que una vez que te quitan un derecho, es muy complicado volver a recuperarlo.

Pues bien, al hilo de la votación de esa reforma en el congreso de los diputados, vimos como los diputados de UPN dieron la espalda a su propio partido en un ejercicio claro de transfuguismo político, a un congresista del PP que dijo que se equivocó al votar, a los diputados de Vox aullando como lobos rabiosos, o el triste vodevil que protagonizó la incombustible Maite Esporrín, salvándole los presupuestos y la cara a Enrique Maya en el Ayuntamiento de Pamplona-Iruñea. Todo ello ante el desconcierto de los partidos que conforman el bloque de investidura y la tristeza de ver como PSOE y Podemos, ahora que son los dueños del Boletín Oficial del Estado, han perdido la oportunidad de liderar una verdadera reforma laboral que realmente beneficiara a las clases populares.

De otra parte, hemos comprobado algo que ya sospechábamos firmemente, pero que no terminaba de aflorar; Madrid es una ciénaga llena de corrupción en la que, a la vez que se van vaciando de contenido los servicios públicos, los entornos de los dirigentes políticos se forran sin ningún tipo de escrúpulo. No hay más que ver como los parientes y allegados de Isabel Díaz Ayuso cobran jugosas comisiones, aprovechando descaradamente su posición de privilegio institucional para enriquecerse ilícitamente.  Nada nuevo bajo el Sol pero no por ello deberíamos de bajar nuestro umbral de indignación ante ese pillaje al bien común.

Me gustaría creer que los partidos políticos de izquierda están realizando un diagnóstico honesto de este tipo de situaciones, para empezar a forjar un discurso y una práctica que vuelva a seducir a los votantes en lo que queda de legislatura porque, de lo contrario, ahí está, agazapada pero muy atenta, esa ultra-derecha mafiosa y autoritaria, que se mueve muy bien en este tipo de escenarios en el que nadie es capaz de ofrecer certezas.