Decepcionando a Virginia Woolf

2023/10/19
Hace unas semanas reflexionaba junto con mis psicólogas particulares (también conocidas como mis amigas del barrio) sobre la idiosincrasia de las reuniones de vecinos. Escribo vecino en masculino, porque estas asambleas, usualmente anuales, suelen estar repletas de hombres blancos de mediana edad. Al compartir experiencias nos dimos cuenta de dos cosas: por un lado, éramos las personas más jóvenes de esas asambleas, y por otro, la participación del sexo femenino en esos organismos suele ser escasa e incluso aveces, inexistente.

Ese hecho no tenía pinta de ser una particularidad ligada a las mujeres jóvenes de la zona sur de Gasteiz, por lo que me dispuse a buscar información al respecto. El primer artículo que encontré se titulaba: solo una de cada cuatro mujeres dispone de ingresos para acceder a su primera vivienda. La verdad que como feminista empedernida el comienzo fue algo desalentador, pero indagando en los datos el resultado fue aún más amargo. Dicho esto, en el artículo publicado por el Diario de Noticias de Gipuzkoa, se narraba lo siguiente: “las mujeres jóvenes deberían destinar el 57% de sus ingresos medios para poder acceder a precio medio de una vivienda libre” o “ para independizarse deberían dedicar el 55,1% de sus ingresos”.

Puedo resultar algo pedante, pero la verdad es que lo primero que me vino a la cabeza fue que habíamos decepcionado a la gran Virginia Woolf. Hace casi 100 años la escritora feminista inglesa a través de su obra “Una habitación propia” señalaba lo siguiente: “una mujer necesita dinero y una habitación propia para dedicarse a la literatura”. Mediante esta novela la autora alegaba que la emancipación de la mujer pasaba por la independencia económica y con ello por una habitación propia.

Han pasado más de 9 décadas desde entonces y observando tanto los datos como los relatos, parece ser que emanciparse sigue teniendo más vínculo con el género de ciencia ficción que con la narrativa histórica.

Es cierto que la teoría de Woolf ha recibido varias críticas desde el seno del movimiento obrero comunitario, y que comparar tener una habitación propia con adquirir una vivienda puede ser una hipérbole. Pero que la emancipación de las mujeres siga estando ligada a la precariedad, a los contratos basura y la división sexual del trabajo es un hecho más que corroborado.

Con la intención de seguir con el análisis biográfico y las buenas noticias, hace unas semanas un estudio inglés publicado por la revista “Journal of Epidemiology and Community Health” señalaba que los inquilinos que sobreviven con alquiler privado envejecen antes que los que poseen una vivienda en propiedad. Asimismo, la investigación publicaba que este factor afectaba más al envejecimiento que el estar desempleado o ser una persona fumadora. Hablando de clásicos, aquí podemos mencionar al filósofo francés Foucault y el biopoder, dado que esta tesis constata que las decisiones políticas (como no regular los precios del alquiler, la especulación o la abrasiva turistificación) afectan directamente a los cuerpos de las personas.

Por tanto, realizando una breve y simple síntesis podemos deducir que las mujeres pertenecientes a la clase trabajadora no solo tendremos menos posibilidades de adquirir una vivienda o una habitación propia y que por si fuera poco, envejeceremos antes. Pero bueno, que no cunda el pánico, siempre tendremos las cremas (valga la ironía).