La especulación mata
Hace más de 10 años que el suicidio de Amaia Egaña copaba las portadas de los medios de comunicación de Euskal Herria. Pero parece que la frase “la vida antes que el capital” no la tenemos tatuada en la frente, o al menos tenemos claro que no ha llegado a los políticos de turno.
El de Amaia o el de las dos hermanas en Barcelona no son casos aislados se llaman capitalismo. Se llaman especulación, turisticación y encarecimiento de la vida. Pero también se llama ineficacia e insuficiencia política. Hace aproximadamente un año las compañeras del Gabinete de Estudios de ELA deducían lo siguiente: “Las leyes y las políticas públicas de vivienda no son capaces de dar una solución real. Y es que todas las medidas públicas se enmarcan en una lógica de mercado, en vez de tener una perspectiva de derecho universal. Por mucho que se hable de derecho subjetivo en las leyes de HEH, la realidad nos muestra que esto no es así”.
Mi amigo Aitor suele decir que no hay nada más trágico que perder la vida en el trabajo, yo añadiría que no hay nada más trágico que pasarte la vida trabajando para poder pagar el alquiler o la hipoteca y finalmente ser desahuciada. Esta semana la Plataforma de Afectados por la Hipoteca de Vallecas denunciaba que el profesor de Ciencias Políticas de la Universidad Complutense de Madrid y militante de Partido Comunista de España, Fernando Harto de Vera, desahuciaba a una familia monomarental de una infravivienda, la cual no tendría cédula de habitabilidad.
Es cierto, los actos individuales de una persona no pueden juzgar al colectivo, pero ¿qué nos queda cuando la izquierda compra el marco del mercado?, ¿qué nos queda cuando normalizamos los desahucios?
Hace décadas la filósofa política Hannah Arendt acuñaba el término banalidad del mal para referirse a los actos que realizaban algunos individuos dentro de las normas del sistema, actos que podrán ser dudosamente morales pero que a ojos del sistema son legales y por tanto para muchas, poco cuestionables. Ya sabrás Jesús Mari que lo legal no siempre está relacionando con lo legítimo o con la moral, y desahuciar a una familia vulnerable y no otorgarle una alternativa habitacional por mucho que sea legal pocas veces o casi ninguna de ellas, podrá ser moral.
Hoy no quiero únicamente poner el foco en Fernando Harto de Vera o el Ayuntamiento de Jaume Collboni, hoy también quiero recordar que el Ayuntamiento de Basauri en el nombre de la especulación pretende desahuciar a las vecinas de San Fausto y que a pesar de haber prometido una alternativa habitacional, esta sigue sin cumplirse. No son casos aislados.
Como diría mi abuela, lo que está más claro que el agua es que ni la ley de vivienda, ni el escudo social, ni los servicios sociales son capaces de poner freno a esta barbarie que se lleva las vidas de la clase trabajadora. Paremos estos asesinatos, tomemos medidas eficaces sin medías cintas, paralicemos los desahucios, acabemos con la mercantilización de los derechos.