Anomalías varias
Para empezar, Pradera demuestra una notable ignorancia al equiparar la afiliación sindical con los patrones de voto en las elecciones políticas. Esta correlación simplista no solo carece de base empírica, sino que contradice las pocas encuestas sociológicas que existen sobre el tema. Los procesos electorales y los esquemas de representación sindical no están alineados como él sugiere; de hecho, el mapa sindical en Hego Euskal Herria ha demostrado una notable resistencia a los vaivenes que caracterizan a las elecciones políticas.
En segundo lugar, Pradera, desde su posición como ex-diputado general, se arroga una autoridad que no le corresponde. En democracia, el movimiento sindical y social tiene plena soberanía y capacidad para definir sus estrategias. Puede criticar esas estrategias, pero su intento de intervenir en la configuración del sindicalismo vasco, sugiriendo que un sindicato corporativo debería trascender sus límites para convertirse en un sindicato de la función pública, e incluso en uno de carácter general, es profundamente preocupante. Esta postura atenta directamente contra la autonomía de las organizaciones sindicales y refleja una falta de respeto por la pluralidad y la diversidad que caracterizan al movimiento sindical.
Además, Pradera lanza una insinuación malintencionada sobre la transparencia de nuestra Caja de Resistencia, sugiriendo que debería ser investigada: «Igual tenemos que pedir transparencia para la caja de resistencia y ver dónde está y cuánto es». Es importante recordar que fue precisamente la Diputación Foral de Bizkaia, seguida por las de Gipuzkoa y Araba, la que exigió que los pagos provenientes de nuestra Caja de Resistencia fueran fiscalizados por la Hacienda Foral y considerados como rentas de trabajo. Desde entonces, ELA cumple puntualmente con esta obligación, así como nuestros afiliados y afiliadas. Cabe destacar que este tipo de fiscalización no tiene parangón en ningún país democrático, lo que demuestra un control desproporcionado sobre nuestra actividad sindical, algo que el señor Pradera, cuyo partido preside esas instituciones, conoce perfectamente.
En cuarto lugar, el artículo de Pradera también alimenta la confusión. Firma como ex-diputado general de Bizkaia, sin mencionar que es empresario (actividad que, de hecho, le ha ocupado muchísimos más años que la diputación general). Según la fuente Empresia, acumula seis cargos directivos y ha ocupado puestos en al menos 17 empresas a lo largo del tiempo. No es sorprendente que un empresario como él lamente el absentismo y las huelgas, pero ocultar su actual posición en el sector empresarial es, cuanto menos, deshonesto con los lectores y con la sociedad vasca.
Parece que Pradera ha decidido frecuentar los medios de comunicación, y su discurso político es inequívoco. El pasado 16 de junio, publicó en El Correo otro artículo titulado «La Reputación del PNV», en el que criticaba la estrategia del partido tras sus últimos resultados electorales, atribuyendo la abstención a su alineamiento con los «progresistas». También sugería el retorno de Iñigo Urkullu a la presidencia del EBB. Sobre los sentimientos que ELA provoca en el exlehendakari, no necesitamos recordar nada: baste decir que jamás recibió al actual secretario general de nuestro sindicato. Seguro que Pradera estaba a favor.