En respuesta al artículo de Joxemari Olarra, «Zer gara gu, nor gara gu»
Olarra introduce la idea de «contradicción principal«, un concepto que evoca el pensamiento de Mao. Según éste (Sobre la contradicción, 1937) la contradicción “fundamental” (no la principal) en cualquier sociedad define su estructura. En una sociedad capitalista como la nuestra, esta contradicción fundamental es la que se da entre la burguesía y la clase trabajadora. Mao también hablaba en aquella obra de la contradicción “principal”, que puede cambiar dependiendo de las circunstancias históricas y sociales. En momentos de conflicto específico, como una guerra patriótica (como fue el caso chino) la contradicción principal puede no coincidir con la contradicción fundamental.
En el caso de Euskal Herria, mientras la contradicción fundamental sigue siendo la que establece el sistema capitalista, Olarra sugiere que la contradicción “principal” es la cuestión nacional. Y dicho eso, y para mi sorpresa, ventila la complejidad de las luchas sociales hoy activas en nuestro país llamándolas “contradicciones secundarias” y, más adelante, “sectoriales”. Dos calificativos no presentes, creo, ni en la teorización marxista ni maoista.
Admito que la cuestión nacional pueda ser considerada, en un determinado análisis, como contradicción principal hoy en Euskal Herria. Pero creo que somos muchos, también en Euskal Herria, los que pensamos que dentro de esa contradicción principal, el “aspecto principal de la contradicción” (en términos de Mao) es precisamente la lucha contra el proyecto neoliberal y autonomista, y ello por una evidencia política y práctica: el hecho innegable de que neoliberalismo y autonomismo, en nuestro país, van de la mano. Dicho a modo de pregunta: ¿es que Olarra cree que es posible avanzar en la emancipación nacional de la mano de la derecha vasca neoliberal y autonomista, algo que el artículo parece querer defender con un tono patriótico y hasta poético?
El enfoque de Olarra hace algo además que es del todo innecesario: subestimar las luchas que se desarrollan en nuestro país. Las luchas sindicales, feministas, de los pensionistas o las de los jóvenes comunistas no son, yo creo, ni secundarias, ni sectoriales, ni periféricas: son esenciales. Porque estas luchas no solo representan demandas concretas, necesarias y urgentes de personas que están siendo discriminadas, precarizadas y empobrecidas, y que no cuentan para el proyecto autonomista-estatalista-neoliberal. Esas luchas también informan, tanto desde el punto de vista material como de los valores, el proceso de construcción nacional. Ignorar o subestimar estas luchas no solo es injusto, sino que también debilita la cohesión y la efectividad del movimiento emancipatorio. Son luchas, siguiendo con la jerga propuesta, perfectamente encarnadas en el aspecto principal de la contradicción.
Declarar el carácter secundario de estas luchas supone además ignorar cómo estas mismas luchas pueden contribuir a la emancipación nacional. Muchas personas se politizan y movilizan a través de estas luchas concretas, y es a través de ellas que han conectado a lo largo de nuestra historia y pueden conectar en el futuro con la lucha por la emancipación nacional. Conectar estas luchas con la lucha por la autodeterminación de Euskal Herria es lo que podemos llamar un soberanismo social. Este enfoque no solo busca la independencia política, sino también y al mismo tiempo la justicia social en su sentido más amplio.
Mucho me temo que Olarra, postulando una alianza con la derecha vasca (que creo que es el objeto último de este artículo) acaba obviando la orientación neoliberal de las políticas que esa derecha ha liderado y seguirá intentando liderar junto al PSE en la CAPV. Esto no es sorprendente si tenemos en cuenta que EH-Bildu sitúa ya al PNV en un pretendido “bloque progresista”, y coincide con la propuesta reciente de su secretario general de una lista conjunta con la derecha vasca para las elecciones. Es coherente también con el repetido apoyo de EH-Bildu a los presupuestos de Nafarroa del PSN, que fin año tras año algo tan importante como la reforma fiscal progresista a un futuro que nunca llega. Defender la alianza con la derecha vasca es legítimo, pero para hacerlo no se debería ni obviar los costes, ni menospreciar a quienes, no estando de acuerdo, siguen con su lucha.