Mas Lenin y menos Homero

2018/03/26
Comencé a leer con interés el artículo de Edu Apodaka (“Ezkerreko haurkeria gure artean“, publicado en Gara el pasado jueves: https://www.naiz.eus/eu/hemeroteca/gara/editions/2018-03-23/hemeroteca_articles/ezkerreko-haurkeria-gure-artean). También por una cierta obligación, lo confieso, entre otras cosas, porque el artículo citaba a mi sindicato hacia el final.

Admito que me ha costado leerlo. Nunca fui un brillante alumno de filosofía y teología, a pesar de haberle dedicado seis años de mi vida. Pero me acerqué a Lenin, y también a Homero, en aquellos tiempos, y decidí que merecía dedicar unos minutos a reflexionar sobre el infantilismo (que hace referencia a la magnífica obra de Lenin “La enfermedad infantil del izquierdismo”) y los “cantos de sirena” que Apodaka denunciaba.

Al final de la lectura me vino a la memoria una reflexión que nuestro profesor de Metodología Teológica solía repetir, no sin cierta sorna. Existen tres maneras, decía, de acercarse a los clásicos. La primera es profundizar en el contexto vital (político, social, intelectual…) del autor, el llamado Sitz im Lebem, y tratar de escrutar lo que quiso decir en aquel contexto para después, en un siguiente paso, tratar de proyectar qué es lo que aquel genio diría hoy si estuviera entre nosotros, la llamada hermenéutica, creo recordar. Esta es, se entendía, la manera correcta de acercarse al clásico: respetándolo en su contexto y exprimiendo su genio para el presente y el futuro, que es precisamente lo que le convierte en un clásico. Una segunda manera de utilizar a los clásicos es establecer una tesis, la que se me ocurra, y a partir de ahí buscar en los clásicos y en las fuentes aquellas citas que abonan la tesis, con nulo respeto al clásico y a la realidad. Y una tercera manera, aún peor, es citar a los clásicos simplemente para subrayar mi autoridad intelectual y conocimiento frente a la mayoría ignorante.

Me acerqué, como decía, con interés, al artículo también porque de mis precarias lecturas de Lenin recordaba lo fino que fue capaz de hilar sobre la relación entre el partido revolucionario y el movimiento sindical y las masas (proletarias y no proletarias). Y me maravilló la manera con que Lenin abordó temas que siguen siendo bien actuales, como la relación entre partidos y sindicatos, o de cómo el partido tiene que aprender de la experiencia acumulada en la lucha sindical. Creí que el artículo de Apodaka trataría algo de esto. Pero la conclusión me resultó decepcionante: para el sindicato, el autor no propone a Lenin sino a Homero, de tal manera el partido no debe escuchar “los cantos de sirena” que el sindicato, en este caso ELA, le hace.

El de Apodaka es uno más de una serie de artículos que abundan últimamente en la prensa nacional y que están construyendo un género literario sui generis. Me refiero a un tipo de artículos de opinión firmados por académicos que comienzan, como es el caso, con una disertación sobre autores de mayor o menor autoridad o por los propios clásicos, para finalmente verter alguna conclusión de tipo político-práctico que las organizaciones sociales o partidos deberíamos incorporar.

Como sindicalista no tengo mucho que reprochar a la academia. Y desde luego no estoy a su altura, ni mucho menos. Pero debo confesar mi desconcierto. Mi experiencia cotidiana tiene que ver con la formación y la movilización de la militancia del sindicato, con la confluencia con movimientos sociales, con los miles de expedientes jurídicos que peleamos cada mes, con las huelgas y los conflictos que gente auténtica está protagonizando… Hablo de un sindicato, el mío, que es el único sindicato histórico -y mayoritario en su ámbito- de toda Europa que ha tomado una decisión política singular, como la de retirarse de la estrategia sindical mayoritaria de la concertación social (y ello con costes, económicos y políticos, enormes). Un sindicato que tiene otra particularidad, que es la de ser de una nación sin estado (como otros bien pocos en el mundo). Y un sindicato que ha incorporado, a diferencia del sindicalismo mayoritario del entorno, y lógicamente con no pocas contradicciones, una auténtica agenda altermundialista, climática, ambiental y de promoción y apoyo a proyectos de economía social y solidaria. Precariamente, limitadamente, contradictoriamente…sí, pero efectivamente.

El autor podría investigar si esa peculiaridad es una cuestión a tener en cuenta, o simplemente es una expresión sindical demasiado “puntual” como para ser digna de ser tenida en cuenta. Podría por lo menos comenzar haciéndose alguna pregunta. Pero no. El autor se ventila en una línea la experiencia histórica acumulada por una organización, y lo hace ¿citando a quién?… pues no a Lenin, sino a Homero: el partido no debe escuchar los cantos de sirena del sindicato. Le propone la misma prevención que la diosa Circe le sugirio a Odiseo para cuando se encontrase con las sirenas: “en las orejas de tus compañeros pon tapones de cera melosa para que ninguno de ellas las oiga”.

Podía haber seguido con Lenin y la obra citada. En ella aprendí, y sobre todo en la práctica, que la suerte de la clase obrera no tiene futuro en ningún país si no es por medio de los sindicatos y por su acción conjunta con los partidos de izquierda. Yo creí además que lo del infantilismo, en esa obra de Lenin, se refería precisamente al error que supone separar la vanguardia política de las masas. Aunque hablo de memoria y puede que recuerde mal. Pero vamos, que no entiendo nada…

Eso sí, qué fácil es citar a los clásicos. Hasta yo puedo hacerlo.