“El pensamiento de occidente es excluyente”
Pablo Sapag M. (Madrid, 1969) es profesor titular de Historia de la Propaganda y Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid. De origen sirio, parte de su familia sigue viviendo allí. Gran conocedor de la región, destaca la importancia de ampliar el foco a la hora de hablar del conflicto palestino para entender las claves de lo que hoy está sucediendo.
Estamos ante un conflicto local, pero que tiene una lógica regional y global. ¿Se puede entender lo que pasa en Palestina sin mirar a la región?
Hay que poner en contexto lo que pasa ahora en Palestina, pero también lo que viene pasando desde antes de la partición de 1947. Lo que vemos es un expansionismo muy fuerte de las potencias de Europa, Francia y Reino Unido en esa región que nosotros llamamos Bilad al-Sham, la Siria histórica o la Siria natural, de la cual forman parte Palestina, Siria, Líbano, Jordania, una parte de Egipto e Irak, incluso Chipre.
Ese proceso de expansión de Francia y Reino Unido supuso una tragedia para los pueblos de la región. Si bien estaban sometidos al imperio turco-otomano se funcionaba con ciertos códigos y equilibrios desde el punto de vista étnico-religioso. La entrada de los europeos supuso una auténtica tragedia. Lo que los europeos hicieron fue introducir criterios que tienen que ver con la confesionalización, con la cantonalización y con la división de la región por cuestiones no solamente religiosas, sino también étnicas.
En ese marco entra el sionismo. El sionismo es una construcción occidental de judíos europeos que casa perfectamente con el proyecto que Francia y el Reino Unido tenían para esa región. Es decir, lo que ellos llaman la acción civilizatoria. Si uno repasa la historia de la región desde el último tercio del siglo XIX, verá que prácticamente no ha habido ningún periodo, aunque sea corto, de paz y de estabilidad. Por lo tanto, la conclusión que uno obtiene es que hay una acción deliberada para fragmentar la región para poder controlarla, gobernarla y dirigirla.
Cuando uno amplía el foco y no lo reduce solo a la cuestión palestina, se da cuenta que el sufrimiento es permanente para el conjunto de las poblaciones árabes, sean árabes cristianos, musulmanes, judíos o de otro tipo. Y esto creo que responde a un intento de controlar la región desde fuera que comenzaron franceses y británicos con los acuerdos de Sykes-Picot de 1916 o con la Declaración Balfour de 1917, que es la que origina todo el problema en Palestina. Esto supuso una serie de políticas que luego, una vez convertida en potencia hegemónica, la ha seguido los Estados Unidos.
Israel no solo tiene ocupada Palestina, también tiene tensiones en la frontera norte con el Líbano, tiene ocupada una parte de Siria como son los Altos del Golan...
El proyecto sionista, y digamos que la creación del Estado de Israel, es un proyecto occidental que tiene un pilar demográfico y un pilar territorial. Y ambos se alimentan. La penetración demográfica en la Siria histórica por parte del movimiento sionista necesita de territorios. A su vez, en la medida que el sionismo va ocupando territorios, necesita poblarlos. Primero despoblarlos de su población originaria y luego poblarlos.
Dentro de esa premisa, encontramos no solo la ocupación de Palestina. También está la ocupación de los Altos del Golan sirios o de las granjas de Shebaa, en el sur del Líbano. Y, a eso, hay que añadirle la desestabilización completa de la región. El proyecto sionista encaja perfectamente con ese antiguo proyecto original de las potencias europea y occidentales que querían dividir la Siria histórica por razones que tenían que ver con sus propios intereses imperiales, pero también con cuestiones que tienen que ver con un cierto complejo psicológico. Cuando el expansionismo europeo occidental llega a la región de la Siria histórica y se presenta bajo el eslogan de la ‘misión civilizatoria’, revela que lo que les molesta son los principios de la civilización siria. La civilización siria es una civilización cuya premisa fundamental es la multiconfesionalidad y el carácter multiétnico de la sociedad. Y eso los europeos no lo toleran, porque no lo tienen. Y como no lo tienen, lo han intentado destruir.
Luego está el tema económico. Si esa región del mundo, -llámalo como quieras, Siria histórica, Oriente Próximo, Asia Occidental…- estuviera estable, tendría un enorme potencial económico. Si no se hubieran producido procesos de emigración forzada por la presión de los estados europeos, sería una región que económicamente superaría con creces a la Unión Europea. Lo digo, por ejemplo, por sus características y por poseer ciertos recursos que otros no poseen, como el petróleo. Por eso hay un intento de destruir la región o, al menos, de evitar que sea estable y prospere.
Creo que hay una animadversión profunda de los europeos a los árabes medio-orientales también por cuestiones que tienen que ver con ciertos complejos psicológicos. Por ejemplo, el no entender el pensamiento holístico que hay en los países árabes y que no existe en el mundo occidental, que se basa en un pensamiento binario: tesis-antítesis, unos y doses, blancos y negros… El pensamiento occidental tiene muy poca capacidad de integrar, es un pensamiento muy excluyente: o es esto o es lo otro, pero las dos cosas no pueden ser. El pensamiento holístico en la Siria histórica choca con ese pensamiento occidental.
¿Crees que el conflicto de Gaza tendrá una derivada más regional?
No lo creo, por varias razones. Históricamente todos los conflictos en la región han tenido como denominador común el factor sorpresa. Y el factor sorpresa ha desaparecido, el factor sorpresa fue el 7 de octubre. El resto de actores regionales están todos alerta, empezando por el Estado de Israel. El 7 de octubre no estuvo alerta, pero ahora está en extrema alerta. Eso, en el corto plazo, hace inviable que se pueda extender el conflicto.
Los actores más próximos que podrían actuar de manera más directa, Líbano o Siria, ahora mismo no están en condiciones de afrontar un conflicto largo que puede ser devastador. Siria viene saliendo de una década larga de un conflicto armado que se le impuso, con miles y miles de muertos, con la destrucción casi total de su sistema económico… Si Siria se ve atacada se defenderá, pero no la veo en una posición de ofensiva.
En Líbano ocurre algo parecido, con algunas variables. Líbano el estado es muy débil y precario. En Líbano hay una fuerza política y militar que es Hezbolá, que es un partido milicia que podemos definir como chií, pero esta definición se queda corta, porque esencialmente es un movimiento nacionalista libanés. Y Hezbolá hoy está en el máximo de su credibilidad a nivel interno. No solamente desde el punto de vista chií, sino desde el de toda la población del Líbano. Esto es así por dos razones. La primera, porque en 2006 le ganó un conflicto armado a Israel. Y se lo ganó bien. Eso ha supuesto que desde entonces Israel no hayan vuelto a entrar en el Líbano. Eso le granjeó una enorme popularidad transversal en Líbano, no solamente entre los chiíes. En segundo lugar, Líbano vivió una terrible crisis económica en octubre del 2019, con una devaluación de la moneda como no se había visto nunca en ningún país según los índices del Banco Mundial. La economía colapsó y comenzaron a registrarse carencias absolutas en cosas básicas como la energía, combustibles o medicinas. Quien de alguna manera palió las carencias de un estado fallido como es Líbano en muchos aspectos fue Hezbolá, que consiguió combustible a través de Irán. Hezbolá tiene que pensar mucho si le merece exponer todo este capital político.
Has hablado de dos países como Líbano o Siria que hacen frontera con Israel. También hay otros actores en la región, como Irán.
Irán es una doble potencia regional; actúa en Oriente Medio, pero también en Asia Central. Tiene que calcular muy bien los costos. Si por defender militarmente a los palestinos puede suponer perder su proyección al Mediterráneo a través del Líbano, se lo tiene que pensar. Hay muchos elementos que hacen pensar en que no intervendrá, salvo que haya una escalada mayor, que se produzca un error, que alguien no cumpla con las líneas rojas preestablecidas…
Pasados casi dos meses del 7 de octubre, es un poco difícil una escalada regional. No creo que esto se plantee como un conflicto largo. Viendo el nivel de destrucción creo que poco queda por destruir en Gaza. Hablamos de una franja muy pequeña. Dicho lo cual, estos sucesos suponen un sismo mayor en la región donde habrá alineamientos interesantes como los que hemos visto desde el punto de vista diplomático, posiciones como las de Egipto y Jordania, que en otras crisis habían sido mucho más moderadas frente a Israel.
Por último, también tenemos actores globales con intereses en la región.
Oriente Próximo, desde la antigüedad hasta ahora, es clave, porque es la bisagra entre distintas zonas comerciales, marcos civilizatorios etcétera. La región, independientemente de sus lógicas internas, tiene que atender a la lógica global. Y me refiero a los Estados Unidos, Rusia y China. Para estos tres actores, paradójicamente, la desestabilización de la región es conveniente, hasta cierto punto, siempre y cuando no se vaya de las manos. Porque, en realidad, son los únicos que podrían imponer una solución al problema de fondo en caso de Palestina.
¿Por qué les interesa a Estados Unidos, Rusia y China un cierto grado de desestabilización?
Porque les permite ganar posiciones en un tablero que es global para ellos, no solo regional. La potencia global que ahora consiga, por ejemplo, un alto el fuego elevará su posición de cara a otras zonas del mundo donde están disputando sus hegemonías.
Pensemos en Rusia, que tiene excelentes relaciones con Siria, pero también con Israel. Por lo tanto, la posición que tiene que adoptar Rusia en este conflicto es una decisión muy medida. Imaginemos que Rusia tuviera una posición dura y terriblemente contundente contra Israel e impusiera en el Consejo de Seguridad de la ONU, por ejemplo, una solución militar, incluso por una fuerza de interposición. Israel inmediatamente empezaría a vender o regalar armas a Ucrania. Cuando Rusia actúa en la región tiene que medir eso. ¿Por qué Israel ataca cada 10-15 días a Siria dentro de un marco de líneas rojas que están trazadas? El espacio aéreo Sirio está controlado por dos fuerzas, Siria y Rusia. Rusia lo sabe perfectamente, pero hay líneas rojas que están muy claras, y mientras no se pasen Rusia no le dirá nada a Israel.
Pensemos en China. La estrategia de China en la región es sobre todo comercial. Por lo tanto, a China le interesa tener relaciones buenas con la mayoría de los actores. Cuando la región es débil, para China es mucho más fácil negociar, por ejemplo, los acuerdos de la famosa Ruta de la Seda, con todos los puertos, aeropuertos, tramos de ferrocarril… Así, China puede negociar a la bajar porque aquellos con quienes va a negociar le necesitan.
Con Estados Unidos, lo mismo. Saben que a medio-largo plazo su gran problema es con China, por lo que no quiere perder posiciones. Quiere mantener aliados, aunque no le interese mayormente la región, porque no tiene para ellos el interés que tenía en los 70-80-90 desde el punto de vista petrolero, debido a la reconversión del tema energético con, por ejemplo, la difusión del fracking en los Estados Unidos.
A Rusia, China y los Estados Unidos la desestabilización permanente de la región les es muy útil por razones geopolíticas, para que no haya rivales económicos, para que la región no pueda desarrollar sus tecnologías y sea dependiente en este aspecto… No se puede esperar que esas potencias globales vayan mucho más allá de conseguir treguas parciales o que esto de Gaza termine en un momento dado, pero sin buscar una solución permanente. E Israel es una herramienta más para lograr la desestabilización regional.