“La izquierda debe salir de esa cárcel conceptual en la que está metida”

Elkarrizketa Gorka Quevedo

La Unión Europea se encuentra en una coyuntura de crisis estructural. En plena globalización neoliberal, este proyecto ha desembocado en una institución antidemocrática al servicio del capital y las élites empresariales, siempre a costa de la mayorías populares. Y, mientras la izquierda es incapaz de ofrecer una alternativa real, la ultraderecha sigue creciendo. Hasta su despido en enero de La Vanguardia, Rafael Poch-de-Feliu (Barcelona, 1956) fue veinte años corresponsal de ese diario en Moscú y Pekín, nueve en Berlín y en la Europa del Este, y tres en París. Fue corresponsal de Die Tageszeitung, colaborador de Le Monde Diplomatique y de la revista Du Shu de Pekín. Autor de varios libros sobre Rusia, China y la UE, entre los que destaca La gran transición Rusia, 1985-2002 –editado en ruso, chino y portugués–, actualmente mantiene el blog semanal rafaelpoch.com, donde analiza diferentes aspectos de la actualidad mundial. En esta entrevista, Rafael Poch-de-Feliu nos explica su visión de la actual coyuntura mundial y el papel de la Unión Europea.

¿En qué situación se encuentra la Unión Europea en esta coyuntura mundial de 'cambio' y 'desorden'? ¿Qué papel juega en este tránsito tras la Guerra Fría de un mundo unipolar -con una potencia hegemónica- a otro multipolar?

-La crisis que parece desintegradora de la UE, la sensación de que cada vez está más dividida entre los intereses y tendencias del Norte y del Sur, del Este y del Oeste, de Francia y Alemania, así como de algunas regiones, con el resultado de una parálisis fenomenal, ejemplariza, precisamente, ese desorden más general y forma parte de él. En esas condiciones se está mostrando completamente incapaz de configurarse como actor autónomo, como uno de esos actores de ese ‘mundo multipolar’, con varios centros de decisión que teóricamente sería la alternativa al hegemonismo de una sola potencia que se resiste a morir.

La UE cada vez sale menos en la foto del mundo de mañana. Hasta ahora solo la hemos visto en el papel del ayudante del sheriff. Su vasallaje de Estados Unidos no tiene precedentes. Recordemos la guerra de Vietnam; ni siquiera el Reino Unido envió allí tropas. Algunos gobiernos –el de Olof Palme en Suecia– se enfrentaron a Washington y toda Europa era un mar de crítica. Ahora, todos están en Afganistán, una guerra criminal y sin sentido imposible de ganar, casi todos han pasado por Irak y nadie levanta la voz…

Con la segunda guerra de Irak hubo aquel pequeño plante de Francia y Alemania en 2003, pero más allá de eso hubo, como ahora se sabe, una plena cooperación a nivel de servicios secretos y demás. En Libia la iniciativa fue francesa, seguramente para borrar los rastros de la financiación de la campaña de Sarkozy. Luego hemos tenido el caso del espionaje de la NSA a sus aliados y a todo el mundo. En Berlín el teléfono de Merkel se espía desde la embajada de Estados Unidos, a menos de un kilómetro de la cancillería. En París la embajada es el edificio contiguo al Elíseo…

Todo esto es de dominio público, ha generado documentos gracias a los Snowden y Assange, los héroes de nuestro tiempo que diría Lérmontov, y no ha pasado nada. Ahora Trump, el presidente broncas, está trabajando activamente para emancipar a la UE de esas tutelas. Todo está resquebrajado y Trump aun lo tritura más; el G-7, la OMC, la OTAN, la OPEP. Hay que darle las gracias a Trump por ello, pero no parece que la UE esté en posición de sacar provecho. Así que la Unión Europea, a la que se daba como seguro poder ascendente, está sumida en una seria y paralizante crisis desintegradora pero no es el único aspirante a un papel en el mundo multipolar que se encuentra en esa situación.

Ezkerrak, orokorrean, ez zuen zalantzan jarri Europar Batasuneko integrazio prozesua, eta, ondorioz, bere markoan harrapatuta geratu da, hau da, ‘made in USA’ ereduko tokiko globalizazio kapitalista neoliberalean. Orain, ikusten ari gara ezarritako marko honen kontrako haserrearen gehiengoa eskuin muturra bereganatzen ari dela. Ezkerrak sartuta dagoen kartzela kontzeptual horri ostiko bat eman beharko lioke.

¿Y el resto de esos aspirantes?

-Los avances de América Latina sacudiéndose gran parte del tradicional tutelaje del vecino del norte conocen inquietantes reacciones en países clave como Brasil, Argentina y la caótica Venezuela chavista, que cometió, a diferencia de la Rusia de Putin, el imperdonable delito de repartir entre los pobres renta petrolera. Es cierto que un país tan importante como México ha conocido un cambio con la holgada victoria de López Obrador, pero el nuevo presidente no parece tener propósitos de encabezar un liderazgo hacia la soberanía continental semejante a los de Lula y Chávez en la década anterior.

Oriente Medio está más desorganizado y tenso que nunca, con la novedad de que ninguna potencia externa –y desde luego tampoco Estados Unidos, gran factor de caos allá– es capaz de intervenir con eficacia determinando el curso de los acontecimientos.

Rusia se ha restablecido militarmente, pero en todo lo demás, en su estructura económica y en su régimen político, sigue siendo un país atrasado.

Y en Asia, más allá de la evidencia del ascenso chino, son fundadas las dudas de que ese paquidermo llamado Organización de Cooperación de Shanghai pueda llegar a bailar un vals y ser verdaderamente operativo en la esfera internacional… Así que podemos concluir que la tendencia mundial, la evolución de la correlación de fuerzas entre potencias y regiones, erosiona ciertamente al hegemonismo, pero, que al mismo tiempo, los aspirantes al relevo multipolar, quizá con la excepción de China, están bastante averiados.

-La Unión Europea se ha convertido en una construcción oligárquica y antidemocrática que poco o nada tiene que ver con los teóricos principios fundacionales...

-Aclaremos primero eso de los ‘principios fundacionales’. La integración europea fue, sin duda, un producto de la guerra fría. Como explicaba Eric Hobsbawm, el proyecto evidenciaba la fuerza del miedo que mantenía unida a la alianza antisoviética: miedo a la URSS, pero también miedo de Francia a Alemania, de Alemania a una condena eterna a la falta de soberanía, y miedo de ambos a Estados Unidos, a la certeza de que Washington ponía siempre su propia agenda por delante de los intereses de sus aliados europeos.

En cualquier caso, todo venía cosido por (y no habría sido posible sin) la convicción de Estados Unidos de que una Europa (lo mismo vale para Japón) económicamente fuerte e integrada, era la mejor estrategia para la contención contra la URSS. En ese marco, lo único que les quedaba a los franceses era vincularse con Alemania en un cuadro superior de integración que imposibilitara el conflicto. De ahí sale el proyecto francés de Unión Europea.

Ese impulso de paz continental es positivo y hay que cuidarlo, pero sin idealizar todo eso del “continente de paz”, porque no se puede olvidar la guerra incesante que esa Europa ha venido practicando en el mundo no europeo y colonial después de la Segunda Guerra Mundial, por no hablar de la desintegración inducida de Yugoslavia, del actual conflicto en Ucrania, ambos con claras responsabilidades de la UE, y del papel de ayudante del sheriff. Ese es el continente de paz realmente existente.

Dicho esto, particularmente desde Maastricht, ésta UE ha sido, ciertamente, la autopista de la globalización oligárquica y neoliberal en esta parte del mundo.

Globalizazio neoliberal kapitalistak kaltetutako gehiengo sozialak eredu hau inposatu dutenei muturrean ukabilkada bat eman arte ez dira larrituko. Iraultzari eta ezegonkortasunari zegoen beldurrak eragin zuen Bigarren Mundu Gerraren osteko shock-aren ostean Europan estatu soziala ezartzea.

-¿Cómo hemos llegado hasta aquí?

-Pues sin la menor democracia: se ha ido construyendo un corsé de tratados e instituciones a cargo de funcionarios y organismos al servicio del interés empresarial, con gran peso de la economía exportadora alemana, que ha encerrado a los estados y a las ciudadanías en una especie de cárcel.

-Cuando en la Unión Europea la gente ha votado sobre diferentes aspectos en referéndum, los postulados del establishment han sido derrotados, desde el Brexit a Grecia, pasando por la ratificación/rechazo de los diferentes Tratados de la Unión. ¿Tiene futuro una Unión que se construye en contra de la opinión mayoritaria de la gente?

-Todo menos el Brexit ha sido ignorado. Los marcos de la soberanía y de la democracia son estatales. La ciudadanía es estatal, no existe el ‘pueblo europeo’, sino la suma de los pueblos español (multinacional), francés, alemán, polaco, etc. Sin embargo todo se decide en instancias tecnocráticas que están por encima de la soberanía y de la democracia, inalcanzables para la ciudadanía. “No hay democracia fuera de los tratados europeos”, dijo Jean-Claude Juncker hace año y medio. ¿Tiene futuro esto? Yo creo que depende de la gente, de su acción en los estados nacionales. No creo en una rebelión europea a la Varufakis, sino en la suma de transformaciones en los estados, porque es en ellos donde está el marco ciudadano.

-Con alguna excepción, la izquierda europea es incapaz de ofrecer una alternativa real que haga frente al actual status quo. ¿Qué responsabilidad tiene la izquierda en esta situación?

-En general la izquierda en Europa no cuestionó la integración europea, cultivó el mito del ‘continente de paz’ por miedo al nacionalismo y quedó prisionera de su marco, es decir, de la versión local de la globalización capitalista neoliberal made in USA. Ahora asiste al espectáculo de que el grueso de la rebelión contra el orden establecido lo capitaliza la extrema derecha. Supongo que la izquierda debería dar una patada a la puerta de esa cárcel conceptual en la que está metida y debería reivindicar el soberanismo para cambiar las cosas en cada país y luego en la Unión Europea.

Algo de eso está pasando en Francia con la France Insoumise de Jean-Luc Melenchon y en Alemania con el recién creado movimiento Aufstehen, iniciativa de Oskar Lafontaine, el político europeo de izquierdas más sólido, desgraciadamente en vías de retiro… En España estamos retrasados en ese debate. En Catalunya en lugar de desembocar en la extrema derecha el descontento ha desembocado en la payasada del ‘procés’ y se ha perdido gran parte del positivo impulso del 15-M.

-¿Por qué se siguen aplicando recetas capitalistas neoliberales que no funcionan y que tienen graves consecuencias para la mayoría de la gente? ¿Hay condiciones objetivas para construir una alternativa real de izquierdas que haga de contrapeso a estas políticas?

-Esas recetas funcionan perfectamente para lo que fueron diseñadas: engordar a los ricos, maximizar el beneficio e incrementar la explotación vía deslocalización, privatización, desregularización y emigración de mano de obra. Hasta que la mayoría social perjudicada no les dé un puñetazo en el morro no se inmutarán. Fue el miedo a la insurrección y a la inestabilidad lo que impuso el estado social en Europa tras el shock de la Segunda Guerra Mundial.

Claro, el adversario soviético y su tan poco atractivo modelo, también influyó. Desde el hundimiento del bloque del este se sienten más fuertes y además con la integración de todo aquello en la economía mundial y el ingreso de India y China en ella, se ha duplicado el número de obreros en el mundo, añadiendo unos 1400 millones más. La correlación de fuerzas entre capital y trabajo ha cambiado en beneficio del primero. ¿Cómo modificar todo esto en un sentido de mayor justicia social? ¿Cómo crear una fuerza que asuste tanto que obligue a imponer reformas sociales? Son preguntas enormes cuya respuesta está en la historia de la humanidad.

-Llevas tiempo denunciando la deriva militarista de la Unión Europea y su estrategia de búsqueda de culpables para explicar su fracaso. Rusia es un claro ejemplo. ¿Estamos ante una nueva 'Guerra Fría?

-Durante 25 años, Occidente estuvo metiéndole el dedo en el ojo al oso ruso. La cosa funcionó mientras la clase dirigente rusa se dedicó a la gran juerga de privatizar y enriquecerse, pero pasado eso, a partir de 2008, el oso lanza zarpazos cuando le atosigan y además se ha crecido militarmente.

El problema es que occidente no acepta la recuperación del oso y así hemos llegado a esta segunda guerra fría sin justificación ideológica, pues ya no hay diferencias ni enfrentamientos entre sistemas socioeconómicos. En esta dialéctica la UE, en crisis desintegradora, encuentra un enemigo hacia el que dirigir su fracaso, mientras que Rusia asume grandes riesgos porque si vuelve a ser humillada su régimen podría hundirse como un castillo de naipes.

La situación es particularmente peligrosa porque Estados Unidos fue destruyendo y retirándose de los acuerdos que ordenaban y prevenían desastres nucleares durante la guerra fría y hoy apenas hay canales. Eso hace más imprevisibles posibles incidentes, en el Báltico, Ucrania o Siria, que impliquen a los ejércitos de las potencias nucleares que allí están en contacto. Una solución sería volver a los documentos de 1990 (La Carta de París de la OSCE) sobre seguridad en Europa, que prometían un esquema de seguridad integrado, sin perjuicio de la seguridad del otro, en el continente. La OTAN violó aquello. Todo lo demás, incluida la actual chulería militar rusa, es consecuencia.

-La extrema derecha está creciendo en los diferentes procesos electorales. ¿Cuáles son los motivos? ¿Hasta qué punto influyen la inmigración o la gestión que se está haciendo de este tema?

-Desde finales del siglo XX, una creciente desigualdad territorial y social, crisis y conflictos, así como la circulación de la información que estimula la comparación y las ganas de irse, aceleraron y mundializaron las emigraciones. Una encuesta realizada en 2014 por la OIT en 150 países, sugiere que más de una cuarta parte de los jóvenes de la mayoría de las regiones del mundo quiere residir permanentemente en otro país. Nada más comprensible en un planeta en el que 1.200 millones de personas viven en la extrema pobreza y donde a una quinta parte de la población le corresponde sólo el 2% del ingreso global, mientras el 20% más rico concentra el 74% de los ingresos.