“Reino Unido, Francia y Alemania son potencias secundarias en el mundo de hoy”

El sistema internacional está en plena transformación. ¿Pero, hacia dónde se está transformando?
Esta transformación del sistema geopolítico parte de la base de que la globalización no funciona. Por consiguiente, no funciona la última estructura que había encontrado el capitalismo para relanzarse a partir de 1979-1980. Eso se agotó. Sobre todo se vio en la crisis financiera del 2008, crisis de la que el sistema no se ha repuesto.
La configuración sobre la que funciona el capitalismo hoy no es satisfactoria. No es satisfactoria para las sociedades y no es satisfactoria para los gobiernos que pilotan la globalización. Y en particular, no es satisfactoria para los Estados Unidos, quien constata que con la globalización ya no controla el mundo.
Por otra parte, el foro geopolítico dominante, que son las Naciones Unidas, la estructura de la ONU, tampoco funciona. Y sabemos que no funciona porque hay muchos problemas en el mundo. Y no hablo solo de los dos grandes conflictos, Ucrania y Gaza, también hablo de otros conflictos como los de Sudán, el Congo, etc.
El mundo ha cambiado mucho estás décadas, pero la estructura de la ONU sigue siendo casi la misma desde su creación.
Las Naciones Unidas no consigue resolver estos conflictos por su propia estructura. Quien manda en las Naciones Unidas son cinco estados que tienen la Membresía de miembros permanentes del Consejo de Seguridad, donde tienen derecho a veto. Esos cinco miembros son las naciones que eran importantes en 1945, hace 80 años, pero hoy no lo son del mismo modo.
Por eso se han creado, por ejemplo, los BRICS, donde están los grandes países de hoy, países que están en el sur global: Brasil, Rusia, la India, China o África del Sur, por no hablar de otros países que se han añadido con los años. Entonces, obviamente, desde el punto de vista económico la globalización no funciona, y desde el punto de vista geopolítico, tampoco.
Y también, si quieres, con la COVID se vio a nivel internacional que el sistema humanitario tampoco funcionó. Los países se encerraron entre sí y hubo una gran dificultad para repartir las vacunas cuando éstas estuvieron a punto. No voy a entrar en detalles, pero se vio que eso no funcionaba.
Y por último, destacaría la dimensión ecológica. Por muchas cumbres que se celebren no hay un acuerdo internacional real para detener el cambio climático. No hay acuerdos reales para tomar medidas que eviten que nuestro planeta se siga recalentando.
¿En qué ha ‘ayudado’ la llegada de Donald Trump a este proceso de transformación?
Como hemos visto, en realidad nada funciona, ni la dimensión geopolítica, ni la económica, ni la humanitaria, ni la ecológica. Es el momento de repartir las cartas, y la administración Trump está tomando las iniciativas que están obligando a repensar la inscripción de muchos países en el sistema. Eso puede sorprender, porque es un gobierno evidentemente populista, nacional populista, un gobierno conservador, muy atraído por las extremas derechas a nivel internacional. Pero, la realidad es que de alguna manera la administración Trump es quien ha dicho que el rey está desnudo.
A Trump Europa, la Unión Europea le importa bien poco. Su mirada se dirige más hacia Rusia y, sobre todo, hacia China. Decías la metáfora de que se están repartiendo las cartas en esta nueva partida. ¿En qué lugar queda Europa y más en concreto la Unión Europea? ¿Qué cartas tiene?
Europa es quien más está sufriendo en este nuevo reparto de cartas. Hay países en Europa que hasta ahora creían que seguían teniendo el rol que han tenido los últimos 200 años. El último gran movimiento internacional antes del final de la Segunda Guerra Mundial fue en 1815, cuando Napoleón fue derrotado y el Reino Unido pasó a ser la primera potencia dominante. Y lo fue prácticamente durante siglo y medio. El Reino Unido, pero también Francia y Alemania, incluso en alguna medida Italia, pensaban que seguían siendo las potencias mundiales que han sido los últimos 200 años.
Esto es lo que está cambiando en este momento. El realismo político, el pragmatismo político de la administración Trump, reduce a estas tres grandes potencias europeas –Reino Unido, Francia y Alemania–, a lo que son: potencias secundarias en el mundo de hoy. En la primavera del 2025, ni Francia, ni Reino Unido, ni Alemania pesan como puede pesar China, o como pesa India, o como pesa Nigeria, o como pesa Brasil, o como pesa México, etcétera. Y eso sin hablar de Rusia u otras potencias. Y, evidentemente, digamos que intelectualmente, psicológicamente, políticamente, las élites de esos países no estaban preparadas para recibir ese baño de realidad.
¿Por qué?
Estos tres países estaban asociados a los Estados Unidos en todos los aspectos. Recuerda que estos países son los que se autodefinen como la sociedad mundial. Piensan que cuando en el mundo se habla de ‘comunidad internacional’ nos referimos a Estados Unidos y a la Unión Europea, y, en el seno de la Unión Europea, estas tres potencias en particular, aunque desde el Brexit el Reino Unido se haya salido de la UE.
Es decir, Reino Unido, Francia y Alemania siguen pensando que, asociadas a los Estados Unidos, son ellas quienes pilotan el mundo. Sin embargo, en realidad lo que está pasando es que la administración Trump, o el equipo que rodea a Trump, ha tomado conciencia de que Estados Unidos no pueden seguir con la ilusión de que controlan el mundo, porque no lo controlan. No lo controlan y, por consiguiente, están viendo de qué otra manera pueden hacerlo para poder controlarlo.
En primer lugar, porque les cuesta muy caro controlarlo. Como ellos dicen asegurar la seguridad del mundo es muy cara. La seguridad de Europa es muy cara. Asumir la moneda mundial, el dólar, cuesta muy caro. Y los Estados Unidos ya no tienen los recursos para eso. Y la sociedad estadounidense sufre muchísimo. Evidentemente las estructuras económicas, tecnológicas o financieras siguen siendo tremendamente poderosas, pero la sociedad, la gente en los Estados Unidos, sufre terriblemente. Una gran parte de la sociedad americana, digamos el 20%, está marginada, está compuesta por personas que viven en la calle, que viven expuestos a graves problemas y carencias, que viven mal, que tienen salarios que no alcanzan ni para sobrevivir...
El país se ha desindustrializado de una manera brutal. Es cierto que la economía del país, en particular la Bolsa de Nueva York, sigue siendo la primera del mundo. Y sí, todos aquellos que apuestan por la Bolsa de Nueva York y sus finanzas, siguen teniendo grandes recursos. Pero quienes viven de su salario, han sufrido enormemente en Estados Unidos.
Has dicho que Estados Unidos no quiere gastar más en la defensa de Europa. Aquí, en la Unión Europea, sufrimos un bombardeo constante de quienes defienden la necesidad de rearmarse y aumentar el gasto militar. ¿Si hay que armarse, contra quién hay que armarse? ¿Y por qué?
Hay una especie de enigma en esta fiebre del rearme que se ha revelado últimamente. No es un misterio saber que Europa o, si quieres, muchos países europeos en principio no tenían interés en seguir la política estadounidense en lo que concierne a Ucrania.
No vamos a entrar aquí en un análisis de la cuestión ucraniana o en una controversia sobre la cuestión ucraniana. Estados Unidos ha tenido un rol muy importante en la política de ampliar la OTAN cuando ya no había el peligro que podía haber en la Guerra Fría, porque ya había desaparecido la Unión Soviética y había desaparecido el pacto de Varsovia. Rusia, por muchas vueltas que se le dé, es un país capitalista, con economía de mercado. Es un país mayoritariamente ortodoxo cristiano. Es decir, no es un país extraño y no tiene, digamos, un proyecto político diferente del proyecto político de cualquier país de Europa. Tiene una economía de mercado, una política oficialmente de libertad de oportunidades, etc.
Pero hay una cuestión, el nacionalismo, que no estaba resuelta. Estados Unidos, con aquellos acontecimientos que fue considerado el golpe de Maidán, creó o favoreció un gobierno muy de derechas en Ucrania. Un gobierno muy hostil a Rusia y muy hostil a las regiones más allá del Dnieper, las regiones del este de Ucrania, que son regiones rusófonas y que históricamente siempre pertenecieron a la nación rusa o rusófona.
Sin entrar en esto y, obviamente, sin justificar la invasión de Putin, estos países europeos o, probablemente muchos de ellos, habrían preferido que hubiese habido una negociación. Ahí está el ejemplo de Alemania, que tenía acuerdos muy importantes con Rusia, en particular en términos de energía. Rusia era el mejor cliente de la industria alemana. Alemania no tenía ningún interés objetivo económico para enemistarse con Rusia.
Pero Estados Unidos finalmente adoptó una posición muy radical contra Putin, y la invasión fue el error definitivo de Putin. En cierta medida algunos analistas dicen no, que los estadounidenses empujaron a Putin al error, a que cometiera ese error, porque entonces esa invasión iba a ser una guerra larga en la que toda Europa iba a participar, en la se iba a ayudar a Ucrania. Y que, en ese contexto, eso iba a permitir el desangre lento de Rusia, que de esa manera no sería un aliado de China. Porque esa será la verdadera confrontación del siglo XXI, la confrontación entre Washington y Pekín.
La guerra no era del interés de Europa, pero bueno, los europeos dependen y obedecen a Washington. Incluso cuando Washington cambia como una veleta ellos también tienen que cambiar. Ahora ha llegado una administración que les dice, curiosamente, de repente, que esa guerra se arregla con un acuerdo y que hay que hacer concesiones. Y ahora los Europeos son ahora más pro-ucranianos que los americanos, cuando al principio, repito, no tenían ningún interés en ir a la Guerra de Ucrania, como hemos visto en el caso de Alemania.
Ahora Alemania es el país que parece más motivado en el rearme europeo. Entonces la pregunta quizá no sea solo de tipo geopolítico, sino que quizá Europa lo que está buscando es un plan. Un plan económico, un plan a cinco años para relanzar la economía europea, porque todo el mundo sabe que la economía europea está fatigada. Crece muy poco, en torno al 1 %. Incluso en algunos países crecer un punto y medio por ciento se considera un éxito. Incluso algunos países están en recesión. Mira Alemania.
¿Qué está buscando la Unión Europea en esta nueva situación?
Estados Unidos les está diciendo a los países europeos que tienen que destinar el 5 % del PIB al gasto en defensa. España, por poner un ejemplo, destina un 2 %, más o menos. ¿De dónde va a sacar el dinero para llegar al 5 %? Pues del gasto social, del presupuesto para cultura, del presupuesto para obras públicas, del presupuesto de los servicios públicos. Solo así logrará ese 3 % más para llegar al gasto que le exigen. En este contexto, la pregunta es obvia. ¿Para qué va a servir ese armamento? ¿Qué pasará cuando se gaste el 5 % en defensa y estemos super armados?
Analiza lo que gasta en defensa la Unión Europea, y hablamos de 26 estados, sin contar con el Reino Unido. La suma del gasto de esos 26 países es muy superior a lo que gasta Rusia. Analiza el número de soldados. Los efectivos militares que tiene ya la Unión Europea es prácticamente semejante al que tiene Rusia. Analiza el número de armas. El armamento que tiene la Unión Europea en términos de aviones, tanques, navíos de guerra o submarinos es muy muy superior al de Rusia.
Entonces, ¿para qué es este rearme? Y, además, ¿este rearme qué es? Es sobre todo financiamiento, pero las industrias no existen. Las industrias aún no están produciendo esas armas. Hay que crear las industrias que van a producir los nuevos tanques. ¿En cuántos años se hará eso? Eso necesita tiempo. Lo que va a ocurrir en este primer momento es que se va a dotar con dinero nuevo al gasto en defensa. Los nuevos presupuestos en los países van a tener dotaciones para comprar armas, que habrá que comprarlas a quien ya las fabrica en este momento. ¿Y quién fabrica más armas en este mundo? Pues Estados Unidos.
El aumento del gasto en defensa es una manera de ayudar a la industria estadounidense, que es lo que quiere Trump, pero en un primer momento no sirve para ayudar a la industria europea. Quizá en un segundo tiempo puede ser, pero ahora, no.
Estados Unidos ha cambiado su política respecto a Rusia. ¿Por qué Washington ahora parece optar por vías diplomáticas?
Porque hay otras cosas que hacer con Rusia que pueden ser más interesantes. Primero porque evitan la guerra; segundo porque daría mucho más beneficio. Rusia tiene el mayor territorio del mundo. Es el país más extenso del mundo y una población relativamente reducida, apenas 147 millones de habitantes. Hay riquezas infinitas en el infinito territorio ruso que están por explotar. Vale más hacer una alianza con Rusia para explotar en común esas riquezas y permitir el desarrollo, si quieres el co -desarrollo de Rusia y Europa. Esto es lo que Trump está pensando en este momento para Rusia.
Si Europa quiere invertir solo en armamento y en confrontación, eso significará que en el futuro tengamos una frontera militar separada con Rusia con vallas de seguridad, murallas de seguridad, centenares de miles de hombres y mujeres en armas. No creo que a la juventud europea todo este contexto de decadencia, de crepúsculo, le genere mucho entusiasmo, en la medida en que Europa ya no pilota el mundo.
En lugar de ser tan arrogante, de seguir creyendo que son las potencias que eran al final del siglo XIX, Europa debería pensar en asociarse con los BRICS, por ejemplo. Desde el punto de vista geopolítico está surgiendo otro mundo al lado de Europa.
Cada vez son más los gobiernos de derecha y de extrema derecha que gobiernan en la Unión Europea. ¿Por qué está tan desconectada gran parte de la clase trabajadora de las políticas en general? Hace poco en una conferencia decías que el Frente Nacional es el partido que más militantes o más gente de clase trabajadora tiene en sus filas en Francia.
Hay una paradoja que se ha ido confirmando a lo largo de los últimos años. Las izquierdas, en general, a la vez que conquistaban el poder en diferentes países, hablo de los años, 70, 80 ó 90, perdían a la clase trabajadora. Cuando las izquierdas se convirtieron al neoliberalismo y gobernaron, empezaron a perder a la clase trabajadora.
Cuando esos años gobernaron las izquierdas, al no haber contradicción en el modelo económico entre la derecha y la izquierda, tampoco hubo una oposición radical por parte de poderes fácticos a que las izquierdas llegaran al poder y gobernaran, porque no iban a cambiar nada. No iban a cambiar la economía del mercado, no iban a cambiar el poder del sector financiero, que es quien hace la riqueza en el marco de la globalización. Solo iba a haber diferencias en algunos temas sociales, temas como el divorcio o medidas en torno a determinados derechos humanos. Ojo, y estos son muy importantes, está claro, pero no eran decisivos en el modelo económico.
La globalización es un sistema que ha puesto el poder en manos del poder financiero por encima del capital industrial. Mientras tanto, los capitales se desplazaban hacia los territorios donde la mano de obra era la más barata. De esa manera se desindustrializaron la mayoría de los países europeos.
La izquierda jugó un papel de Cruz Roja social, diciendo que iba a hacer un plan de ayuda para los centenares de miles de trabajadores que habían salido de las minas, de las fábricas siderúrgicas, de la industria textil. Lo que hizo fue poner ayudas, pero la desindustrialización fue una realidad.
Por otra parte, para sorpresa de muchas clases trabajadoras, se abrieron espacios de trabajo mal remunerados. Esto funcionaba como una atracción para millones de inmigrantes que venían del exterior y que trabajaban en los sectores desocupados por una clase trabajadora que, por otra parte, tenía bastantes ventajas de tipo social o de nivel de salario.
Cuando hay un grupo social ‘extraño’ que llega, muchas veces se produce un rechazo e, incluso, un roce, en la medida en que se ‘disputan’ los puestos de trabajo. Esto hace que se culpe a los a inmigrantes de que, de una manera u otra, los salarios no suban como deberían subir.
Estas dos temáticas, desindustrialización y despidos masivos, sucedieron en muchas zonas de Europa. Hablo de Bélgica, de los Países Bajos, del norte de Italia, de España… En el País Vasco también, por supuesto. Curiosamente Alemania, gracias a este acuerdo que había establecido con Rusia y que le permitió mantener su industrialización, no vivió ese momento, pero quizá lo esté viviendo ahora, lo que va a ser mucho más peligroso.
Y, por otra parte, se creó, surgió o se desarrolló este racismo, esta xenofobia hacia los extranjeros, de una manera o de otra. Las izquierdas no han sabido gestionar esta situación, hay que decirlo objetivamente. No han sabido gestionar el desclasamiento de las clases medias, que es un fenómeno masivo sociológico.
Las clases medias están desapareciendo, por no decir que han desaparecido de Europa. Lo que llamábamos clases medias en Europa son los pobres de hoy. Esto produce que mucha gente viva sin perspectivas, sin perspectivas para ellos, sin perspectivas para sus hijos y sus hijas.
Y, por otra parte, tampoco ha sabido gestionar el racismo, qué hacer, qué discurso tener con los extranjeros. Evidentemente la izquierda, por su historia, no puede tener un discurso que no sea antirracista, que no sea anti-xenófobo, cosa que la extrema derecha sí ha podido tener, porque forma parte de su cultura política. Esta es, como lo veo, la trampa en la que se ha encontrado la izquierda, que por otra parte, además hay que decirlo también, no ha desarrollado una teoría para este momento. No ha habido pensadores, pensadoras que hayan desarrollado una teoría para este momento que están viviendo las izquierdas en Europa.
En este contexto has hablado de la palabra globalización ¿Estamos ante el fin de la globalización tal y como la conocemos?
Sí, la globalización tal y como la conocemos se terminó. La prueba es que estamos hablando de los aranceles. Eso es lo que se llama en economía el proteccionismo, el aislacionismo. Y el proteccionismo es lo contrario del liberalismo, es lo contrario del liberalismo, de la globalización.
Paradójicamente, hoy, China es uno de los países que más defiende la globalización. China quiere que los mercados estén abiertos, es el mayor defensor del libre cambio. Mientras tanto, Trump y su equipo son partidarios de cerrar, de bloquear, de autobloquear a Estados Unidos, con el objetivo de que se desarrolle una industria propia en el seno del país.
Evidentemente es una visión un poco primaria, porque la industrialización de hoy no puede ser como la del siglo XIX. No sabemos muy bien el equipo de Trump qué concepto tiene de la globalización. Además, hay contradicciones. Elon Musk, por ejemplo, no es favorable a este proteccionismo. Musk es un fabricante de Tesla. Prácticamente todas las piezas de Tesla se fabrican en las factorías del este de Asia. Luego se importan a Estados Unidos y se ensamblan, pero fabricarlas se fabrican donde la mano de obra es más barata. El ejemplo de Tesla vale para el iPhone. La prueba es que Trump ha tenido que dar marcha atrás y ha dicho que en todo lo referido al ámbito tecnológico no habría aranceles. Porque, si no, un teléfono americano como es iPhone costaría mucho más. Ahora puedes comprar un iPhone por mil euros, más o menos; con los aranceles igual te costaría dos mil o tres mil euros. Evidentemente, eso sería un fracaso y una quiebra desde el punto de vista económico y comercial.
¿Cómo crees que van a ser los próximos años, por dónde crees que se van a ir el mundo?
Esta administración de Trump seguirá su curso. Conociendo la historia de Estados Unidos un atentado con un presidente siempre es posible. Incluso ha sucedido. La última campaña hubo un atentado contra Trump que estuvo a milímetros de costarle la vida. El rol de Trump es muy importante, pero, si desaparece Trump, ¿esto seguirá? Mi respuesta es que sí. Si matan a Trump automáticamente el vicepresidente asume la presidencia. Y el vicepresidente, JD Vance, es más trumpista que Trump. Desde ese punto de vista, la actual línea va a seguir.
También puede haber una protesta social muy importante. Las últimas semanas hemos visto ya lo que podríamos definir como los embriones de una protesta social. Es posible que la política de Trump en un primer tiempo provoque muchos sobresaltos, muchas sacudidas. Hablo de esta política de los aranceles, la política de expulsión masiva de los inmigrantes, la política del despido masivo de centenares de miles de funcionarios del Estado Federal... Todo esto puede provocar una protesta social, una rebelión social. La sociedad americana, como cualquier otra sociedad, no está inmunizada contra una protesta social. Pero si no ocurre esta rebelión social y si sigue la administración Trump hasta su término, las cosas van a cambiar en el mundo radicalmente, como lo estamos viendo.
Desde Europa se mira con incertidumbre esta coyuntura que describes...
En lo que concierne a la Unión Europea hay mucha incertidumbre sobre algunos temas. No sabemos, por ejemplo, si la OTAN va a seguir o no, no sabemos que perspectiva de futuro hay para la OTAN. ¿Va a recrear la UE una OTAN sin Estados Unidos? ¿Y si lo hiciera, para qué?
Porque, siguiendo con la pregunta anterior, hay preguntas que nos tenemos que hacer. ¿Conseguirá Trump establecer un acuerdo de paz, por ejemplo, con Irán, sin que Israel se oponga a ello o sin que Israel lo sabotee? En este momento hay negociaciones que se van a prolongar en las próximas semanas.
¿Se terminará la guerra de Ucrania? ¿Qué es lo que va a seguir a la guerra de Ucrania? ¿Estados Unidos logrará acuerdos con Rusia mientras Europa se queda enemistada con Rusia en una reedición de la Guerra Fría que no tiene perspectiva? No lo sabemos tampoco, pero evidentemente podemos adivinarlo.
No cabe duda que los más desconcertados de esta situación internacional son los europeos. Su estatus se degrada y, por otra parte, su principal aliado desaparece o, por lo menos, no es fiable. Es más, no solo diría que no es fiable, diría que es alguien de quien hay que desconfiar desde el punto de vista geopolítico.
¿Qué pasará si Trump prosigue como parece que quiere hacerlo y como probablemente lo hará con su intención de tomar el control de Groenlandia? ¿Qué va a hacer Dinamarca? ¿Qué van a hacer los países europeos? ¿Solidarizarse con Dinamarca o seguir siendo aliados de Estados Unidos? ¿Y qué pasará si Estados Unidos prosigue su ofensiva sobre la sociedad canadiense para obtener que los propios canadienses pidan asociarse a Estados Unidos? ¿Qué pasará? ¿Qué hará el Reino Unido? ¿Va a seguir siendo aliado de Estados Unidos? La fuerza nuclear británica depende de Estados Unidos.
Son muchas preguntas sin una respuesta clara...
Todo esto es un terremoto como el mundo no lo ha conocido desde después de una gran guerra. Por ejemplo, como en 1815, en 1945, o, si quieres, como en 1640 después de la Guerra de los 30 Años. La diferencia es que este terremoto está ocurriendo en tiempos de paz, sin que haya habido la Tercera Guerra Mundial. Pero desde el punto de vista del traumatismo conceptual en términos de geopolítica o de geoeconomía, estamos en una situación de ese nivel.