Alba Sidera Gallart: “La indiferencia permite que el fascismo gane terreno”
La periodista Alba Sidera Gallart nació en Girona (Catalunya) en 1979. Sin embargo, desde 2008 vive en Roma, Italia. Su primera Nochevieja allí la pasó en una fiesta organizada por una pareja que había conocido en Italia y que hacían de anfitriones. Allí, hablando con quienes consideraba sus nuevos amigos, le confesaron abiertamente sus simpatías fascistas. Sin ningún tipo de complejo. Eran personas cultas; ella era maestra y él músico. Personas con las que compartía gustos musicales y artísticos. Ese episodio le motivó a estudiar el fascismo en Italia y los motivos de su cada vez mayor presencia política y social. Fruto de ese trabajo publicó, en 2019, Feixisme persistent, en catalán. Ahora, CTXT ha publicado una nueva versión del libro en castellano, actualizado por la propia autora. Una obra imprescindible para conocer cómo 78 años después en la Italia que colgó al dictador fascista Benito Mussolini gobierna otra fascista, Georgia Meloni.
Comienzas el libro analizando a Silvio Berlusconi. ‘Quien controla los medios, controla el relato’, afirmas. Berlusconi fue el gran magnate de los medios de comunicación. ¿Qué importancia han tenido éstos en que personas como Berlusconi o Meloni hayan llegado a presidir el Consejo de Ministros? ¿Cómo han contribuido a blanquear al fascismo?
Cuando llegué a Italia, hace casi 20 años, lo que más me chocó era lo normalizado que estaba el fascismo. Gente que aparentemente entraba dentro de mi entorno me hablaba de cómo sentían simpatías por el fascismo.
Los medios de comunicación siempre han tenido un papel muy importante. Una de las principales consecuencias del gran cambio sociológico que supuso Berlusconi ha sido el blanqueo del fascismo. Cuando llegó al poder en 1994 lo hizo para escabullirse de sus problemas judiciales, incluida su vinculación con la mafia. Entró en política aprovechándose de la crisis que había de los partidos políticos, y se propuso como adalid ante la corrupción. Berlusconi creó un monopolio informativo en el que él y los suyos controlaban el relato de los medios públicos y privados. Aquí empezó un cambio de paradigma en la sociedad italiana.
Berlusconi llegó al poder con dos muletas. Una era Fratelli d’ Italia, antes Alianza Nazionale. La otra, la Lega Nord, ahora la Lega de Salvini. Fue la primera vez que llevó a los fascistas al gobierno después de que Italia venciera al fascismo. En aquel momento esto fue un escándalo muy grande. Si repasamos las crónicas de entonces había bastante escándalo sobre cómo el país que derrotó al fascismo lo había llevado de nuevo al poder.
Enseguida Berlusconi y sus medios afines suavizaron todo este discurso e hicieron que fuera una cosa supernormal. Para ello comenzaron a hacer algo que ahora nos parece normal y que pasa también en el Estado español: incluir tertulianos muy de derechas que defienden sin tapujos posiciones fascistas. Se hizo una folclorización del fascismo, utilizando incluso a la nieta de Mussolini, que hacía de vedette en los shows del corazón defendiendo a su abuelo. El propio Berlusconi en sus discursos decía que Mussolini había hecho muchas cosas buenas. Antes de la llegada de Berlusconi la derecha italiana callaba este discurso, pero desde entonces ha sido hegemónico.
Hoy vivimos situaciones esperpénticas. En julio Giorgia Meloni participó en un mitin de VOX en Valencia. Los medios italianos se escandalizaron. Dijeron que cómo la Primera Ministra podía participar en un mitin de un partido que es neofranquista, racista, homófobo… Esos adjetivos que los grandes medios dedicaron a VOX no se los dedican a Meloni. Aquí se ha normalizado un discurso que ha blanqueado de una manera tan bestia al fascismo que se considera normal que Meloni sea una política que hace bromas con el fascismo, incluso se la considera ‘moderada’.
¿Cómo hemos llegado hasta aquí? El libro recoge un amplio análisis de la no-transición italiana.
En el Estado español, donde Franco murió en la cama y hubo un paripé de transición, se ha idealizado bastante el antifascismo italiano. Es verdad que en Italia hubo una resistencia ciudadana muy fuerte, no quiero deslegitimar el antifascismo italiano y la lucha de los partisanos. Lo que pasa es que quizá la épica de la derrota del fascismo ocultó un poco que la Transición Italiana tuvo más puntos en común con la española de lo que quisimos creer. Muchos jueces, policías o altos funcionarios del Estado pasaron de un día para otro de ser fascistas a ser demócratas. En Italia no se juzgó al fascismo, no se hizo justicia. Se permitió que la gente pudiera cambiar de chaqueta.
El proceso de la vuelta del fascismo al poder duró varias décadas, porque una de las cosas buenas que diferencia a Italia del Estado español es que en Italia sí hubo una derecha antifascista. La Constitución antifascista la hicieron desde los comunistas hasta la derecha de la Democracia Cristiana, que también luchó y tuvo partisanos democratacristianos. Había este pacto antifascista, un consenso social: fascismo fuera. La propia Constitución en su preámbulo prohibe la refundación del partido fascista, algo que luego hemos visto que los jueces no lo aplican, porque hay cantidad de partidos fascistas.
Berlusconi quebró este consenso y empezó a legitimar el discurso fascista. Cuando llegó al poder no nacieron más fascistas de golpe, lo que pasa es que ya no tenían por qué esconderse. Lo que antes decían en voz baja ahora lo decían en voz alta. Se empezó a legitimar aquello de que Mussolini también hizo cosas buenas o de que los malos eran los alemanes, que el malo era Hitler, que hubo un fascismo bueno hasta que Hitler engañó a Mussolini e hizo las leyes raciales. Es un discurso que es totalmente mentira, porque Mussolini es el responsable de la leyes raciales. Hay un componente de racismo muy fuerte en el fascismo italiano, que desde la derecha a la extrema derecha siempre se ha negado, y se ha culpado a los alemanes.
Casi ocho décadas después una fascista preside el Consejo de Ministros en Italia. ¿Quién es Georgia Meloni?
Meloni es una militante fascista de base, a diferencia de Salvini, que es más un oportunista que se ha sumado al carro de la opción de extrema derecha que más le ha convenido. Meloni viene de currarse la militancia. En Roma la gente sabe que Meloni ha estado en todas las manifestaciones fascistas desde que tenía 15-16 años. Ella misma se encargaba de repartir los folletos. Es una militante fascista de piedra picada. Tiene unas convicciones muy arraigadas.
Meloni ha hecho una carrera de fondo. En las elecciones del 2018 Steve Bannon estuvo presente en la sede de la Lega. Esas elecciones las ganó el Movimiento 5 Estrellas (M5E). Luego quedó el Partido Demócrata, y tercero la Lega. Bannon fue uno de quienes presionó para que se hiciera el pacto entre el M5E y la Lega que llevó a Salvini al poder. Bannon también quería que Meloni se sumara al pacto, pero ella se negó. No tenía prisa para llegar al poder, solo quería llegar con la extrema derecha al poder, no quería pactar con ninguna fuerza que pudiera rebajar sus ideales. El propio Bannon la definió como la cara razonable de la revolución populista de derechas, de ese movimiento de extrema derecha que él mismo estaba ideando.
Durante la última campaña Meloni hizo un doble discurso. Hubo un discurso más mainstream para llegar a todos los públicos y otro más destinado a la base social fascista de toda la vida. En un mitin, por ejemplo, dijo: ‘cuando lleguemos al gobierno ya no tendréis que esconderos más, podréis ir con la cabeza alta. Ya no seréis despedidos del trabajo por vuestras ideas’. Esto lo dijo en un mitin donde había gente con camisetas con símbolos fascistas como, por ejemplo, las SS nazis. Meloni ha hecho equilibrismo entre mantener su base y hacer un discurso típico de la nueva extrema derecha populista que pretende abarcar un electorado más amplio.
Esto ya lo hacía el fascismo histórico, que intentaba hacer un discurso que se dirigía a las y los trabajadores cuando, en realidad, lo que hacía era favorecer a las clases dirigentes. El fascismo de los años 20 y 30 era muleta del poder económico, y el de hoy lo sigue siendo, aunque la retórica de la nueva extrema derecha quiera venderse como lo contrario. Esto también lo hace, por ejemplo, Marine Le Pen en Francia. Hay una gran diferencia en la extrema derecha entre la retórica que vende de estar del lado de las y los trabajadores y lo que hace cuando gobierna.
Defines al Gobierno de extrema derecha de Italia con un lema: fuertes con los débiles y dóciles con los poderosos. ¿En qué políticas se materializa esta idea?
Lo primero que hizo el Gobierno de Meloni y Salvini fue bajar los impuestos a los ricos; una reforma laboral anunciada el Primero de Mayo y que enfadó mucho a los sindicatos; anunciar que desmantelaba la Renta de Ciudadanía, un subsidio imprescindible para muchas familias… Cuando está en los gobiernos la extrema derecha siempre favorece a los más ricos y poderosos. Esto también explica el apoyo que ha tenido. Si a las personas que controlan los grandes medios y las grandes empresas italianas no les hubiera apetecido que gobernara la extrema derecha lo hubieran tenido muy difícil para llegar al poder.
Ha sido un cambio progresivo. Mucha gente piensa que no cambia tanto cuando llega la extrema derecha al poder. Sin embargo, cuando la extrema derecha tiene espacio comunicativo y fuerza, la gente tiene menos pudor en expresar sus opiniones racistas u homófobas. En 2018, siendo Salvini ministro del Interior, definía a los inmigrantes como ‘carne humana’. Incluso propuso hacer un censo de personas gitanas para ver a cuántas podía expulsar. Este tipo de comentarios, hechos desde el poder, legitiman discursos de odio y discriminaciones que tienen como resultado el aumento de las agresiones. Las personas de origen inmigrante, incluso quienes se les parecen, no van tan tranquilas por la calle como iban hace años. Todos estos discursos del odio han legitimado que la gente tenga actitudes racistas y homófobas. Las agresiones homófobas, tanto verbales como físicas, están creciendo como consecuencia de los discursos de odio de los políticos.
¿Qué papel ha jugado la izquierda política en la llegada de la extrema derecha al poder?
Aquí hay dos planos. Uno el general, que ha afectado a la izquierda en general. En 2008, con la crisis económica y financiera, había muchos partidos de centro-izquierda en el poder que aplicaron recortes y no estuvieron a la altura de las expectativas de las y los trabajadores. Hubo una crisis de la socialdemocracia de la que no se ha recuperado. Desde entonces gran parte de la clase trabajadora se siente huérfana de representación política.
Luego está el plano de cada país. En Italia el centro-izquierda ha ido, desde un punto de vista de la izquierda, cada vez a peor. Cada vez que había alguna fusión o refundación política en ese espectro ideológico era cada vez menos izquierdista. Mateo Renzi, del Partido Demócrata (PD), cuando presidía el Consejo de Ministros hizo una reforma laboral que era una copia de la de Mariano Rajoy. Renzi era el líder del centro-izquierda que tenía que combatir a la extrema derecha, pero decía que el fascismo no era ningún problema, que no le gustaba la palabra izquierda porque la consideraba anticuada… Piensa, su referente en España era Albert Rivera, de Ciudadanos. Quienes estaban a la izquierda en el PD se fueron.
Renzi dejo un panorama político tremendo en la izquierda. Ahora el PD está tratando de recuperarse, y la nueva secretaria general es del ala más izquierdista, pero siempre dentro de la socialdemocracia. Sería, por hacer una comparación, el ala izquierda del PSOE. Lo que pasa es que viendo el panorama de Italia esto ya es mucho. La izquierda italiana tiene muy idealizada el centro-izquierda español, piensan que Pedro Sánchez es un tipo Che Guevara. Esto sucede porque la izquierda en Italia está muy atrás. Meloni hoy no tiene competencia, no tiene una oposición fuerte.
¿Qué debemos hacer para luchar contra la extrema derecha? ¿Cómo tenemos que enfrentarnos a ella?
Me gusta destacar la figura de Giacomo Matteotti, periodista y político socialista asesinado en 1924 por las cuadrillas fascistas de Mussolini por denunciar el fascismo y sus consecuencias. Matteotti fue uno de los primeros que se atrevió a decir que el fascismo no era una ideología, que el fascismo era un crimen y que no debería tener presencia en el espacio público. A Matteotti se le opusieron los liberales, liberales que hoy también defienden que todas las ideas tienen que tener un espacio. Camuflan con la libertad de expresión dar espacio a personas que defienden posturas que son indefendibles.
Hay que tener claro que hay un límite, los Derechos Humanos. Los medios de comunicación no deberían dar espacio a personas que defienden ideas que van en contra de los Derechos Humanos. Es mentira que todas las opiniones sean respetables. No es lo mismo defender el racismo que defender el antifascismo, o estas milongas de que los extremos se tocan. Estas cosas que a veces se defienden desde el periodismo son las que permiten que los discursos fascistas o de extrema derecha tengan legitimidad. Si escuchas ideas de extrema derecha, por ejemplo, en el programa de la mañana tranquilamente mientras estás limpiando la casa, al final te va pareciendo que todo esto es normal.
¿Somos conscientes de la gravedad que supone este aumento de la extrema derecha tanto en Italia como en gran parte de Europa?
No, creo que no lo somos. En el Estado español se ha banalizado al fascismo. Por ejemplo en Catalunya a los independentistas se les llamaban lacis, un juego de palabras para equiparlos con los nazis. Se está tan acostumbrado a llamar fascista cuando no toca que realmente cuando los herederos literales del partido fascista están en el poder piensas que estamos ante otra exageración. De esto tiene gran culpa la banalización que se ha hecho del nazismo y del fascismo.
Creo que, en general no somos conscientes porque no nos afecta, o, mejor dicho, creemos que no nos afecta. En Italia todo esto también parecía una exageración, pero ahora los fascistas están en el Gobierno. En Italia las personas LGTBI ya no pueden adoptar. Ni dos mujeres lesbianas pueden tener un hijo por reproducción asistida, para tener un hijo por reproducción asistida tienes que ser una pareja compuesta por un hombre y una mujer y estar casado.
En Italia en muchas cosas partíamos de una situación peor, pero ahora nos estamos cuestionando derechos como que las parejas LGTBI puedan ser parejas de hecho, que es lo que quiere hacer el Gobierno. O, por ejemplo, el tema del aborto, donde plantean dificultar el derecho al aborto. Derechos que ya los dábamos por garantizados se están cuestionando de nuevo. Esto forma parte de una ofensiva a nivel mundial, con mensajes que están penetrando en las redes sociales. Por ejemplo, muchos jóvenes consideran que la violencia machista no existe. Se está produciendo un cambio de mentalidad que está llegando también al Estado español.
La extrema derecha ha ido mutando y adaptándose a los nuevos tiempos: ya no son cabezas rapadas con el brazo en alto y esvásticas. ¿Cómo podemos identificar este nuevo fascismo?
Vine a Italia cuando tenía poco más de 20 años. La imagen que tenía de los fascistas era la de quienes me hacían la vida imposible en el instituto. Personas con las cabezas rapadas y esvásticas. Esas personas que eran las que veía en las contramanifestaciones y que las identificaba muy fácilmente. O, por ejemplo, las señoras con abrigos de piel o los señores con bigotillo.
Cuando llegué a Italia conocí a gente que se definía como fascista y que luego compartíamos muchos referentes musicales o culturales. Escuchaban a Fabrizio de André, leían a Pasolini y eran fascistas. Esto me derrumbó los esquemas y me hizo darme cuenta de mis propios prejuicios. Por eso me gusta recordar que es mentira aquello de que el fascismo se cura leyendo o viajando. Detrás de esta frase hay clasismo. ¿Para viajar y leer mucho qué necesitas? Dinero. No se puede achacar el fascismo a la ignorancia. Hay quien dice que parte de la clase trabajadora vota a los fascistas porque son ignorantes, y creen que una intelectualidad de izquierdas le iluminará y les llevará por el buen camino. No es así. Uno de los ideólogos de esta nueva extrema derecha es el francés Alain de Benoist. A finales de los años 60 se dio cuenta que los valores de la derecha eran percibidos como anticuados por parte de la juventud. Alain de Benoist inició esta reconversión o lavado de cara de la extrema derecha. Comenzó a leer a referentes de la izquierda como Antonio Gramsci y a trabajar en conceptos suyos como la hegemonía cultural. Alain de Benoist se dio cuenta de que no era tan importante llegar al gobierno como penetrar en la sociedad, y comenzó con toda esta estrategia que ha llegado hasta hoy. Digo esto porque Alain de Benoist tiene una de las librerías más impresionantes de Europa, y él es un fascista. Estaría muy bien que el fascismo se combatiera leyendo, pero no. Evidentemente la cultura es un instrumento de lucha contra el fascismo, pero no se puede reducir el antifascismo a la cultura, porque se cae en el clasismo.
La extrema derecha está muy fuerte en Italia. ¿Cómo está la izquierda?
La izquierda en Italia está pasando un momento bastante malo. Tiene que hacer autocrítica, no hay un movimiento muy organizado. Ni siquiera con la llegada de Meloni ha habido un gran terremoto en la izquierda. Hay organizaciones de barrio en los centros sociales, organizaciones antiracistas. Está el movimiento feminista. Políticamente está Potere al Popolo, que lo podríamos equiparar con las CUP pero que hoy no tiene representación parlamentaria por sus malos resultados electorales, aunque a nivel organizativo tiene bastante fuerza en lugares como Nápoles o Bolonia. También hay referentes que aprecio mucho como la Asociación de Partisanos de Italia. Cuando Meloni anunció la reforma laboral los sindicatos protestaron, la CGIL es bastante fuerte. Los sindicatos son actores que sí le hacen cierto pulso al Gobierno. En cierto punto ha tomado el lugar que políticamente debería tomar el centro-izquierda. Cuando Renzi estaba al frente del centro-izquierda quienes defendían a las y los trabajadores eran los sindicatos. Me gustaría ser optimista en este tema, pero me cuesta.
Liliana Segri, italiana de origen judío que sobrevivió a Auschwitz, cuenta que percibe similitudes con cuando ella era pequeña y el fascismo estaba naciendo. Y dice que la mayor similitud es la indiferencia, que es lo que más le duele, porque dice que la indiferencia es condición necesaria para el fascismo. No podemos ser indiferentes ante las injusticias, porque es lo que permite que el fascismo gane terreno.