De los aplausos a los abucheos

Trabajadoras del Ambulatorio de Repelaga (Portugalete) reivindican más medios humanos y materiales.

Las tres auxiliares administrativas del Ambulatorio de Repelega, en Portugalete, están hartas. Hartas de trabajo a destajo, miedo, desinformación, caos e incomprensión.
El ambulatorio de Repelega es un ambulatorio grande, y como todos los centros de atención primaria sigue desbordado tras dos años de pandemia. Más tranquilas, porque la curva de contagios ha bajado (esta entrevista se realiza el 7 de febrero), estas trabajadoras relatan el calvario que han sufrido durante este tiempo. “El principal problema es que no sustituyen a los médicos que faltan, sea por baja, jubilación, vacaciones… y esto afecta a todo el sistema, ya tensionado. Nuestro trabajo es dar citas, si faltan médicos tenemos que repartir las citas entre los que sí están. Eso supone que, por un lado, presionamos más a los médicos, que tienen unas cargas de trabajo enorme y, por otro, tenemos que dar citas a largo plazo o, incluso, no darlas, provocando el enfado de los/as usuarios/as”. “El covid nos ha colapsado, y mucha gente ha optado por ir a urgencias hospitalarias, también a tope. Para nuestra sorpresa, compañeros/as del propio hospital nos culpan, como si desde la atención primaria no estuviéramos dando el callo y no hiciéramos nuestro trabajo. Lo que es injusto y falso”, defienden.
“De 14 médicos que hay en el ambulatorio, no hace mucho hemos llegado a estar con 7 médicos ausentes, y solo 2 sustitutos. El personal médico, enfermería -con todas las pruebas covid y toda la vacunación-, auxiliares administrativos… hemos estado al pie del cañón intentando atender lo mejor posible a la población”, afirman. A ellas, como auxiliares administrativas, les ha tocado realizar funciones que no les corresponden y para las que no se sienten capacitadas: “Antes dábamos las citas que el paciente nos pedía, sin indagar más; ahora, para lidiar con agendas saturadas, nos toca valorar la urgencia de la llamada, cuando no somos sanitarias. Si no damos la cita urgentemente, el paciente se enfada. Y si la forzamos y realmente no es algo urgente, es el médico el que se queja”.
De los aplausos a los abucheos
Han pasado de los aplausos a los abucheos. “Yo creo que se nota el hartazgo y el nerviosismo tras dos años de pandemia. En este ambulatorio, en todo momento hay 3 ó 4 personas cogiendo el teléfono sin parar. Aun así, tenemos que oír constantemente que no cogemos el teléfono.No es cierto. Lo que ocurre es que el volumen de llamadas ha subido muchísimo y, además, resolver cada una nos lleva más tiempo: tenemos que filtrarlas haciendo una serie de preguntas para valorar la urgencia y no dejar a nadie con necesidad real sin asistencia”.
Esta situación de estrés está haciendo mella psicológica en el colectivo. “Lo quieras o no, claro que afecta, y mucho, la actitud de la gente hacia nosotras: el enfado, la falta de valoración del esfuerzo que estamos haciendo todos los profesionales de la primaria, que no vean que no damos más de sí...”. Tampoco ha ayudado a esta situación la falta de información y los cambios continuos de protocolos. “Sin duda, la organización y la comunicación interna han fallado. En cuanto dan una información en las noticias nos sobrevienen multitud de llamadas al respecto. Pero no basta con que aparezca en el periódico. Los protocolos no se cambian hasta que, días después, nos llega la información de manera oficial”, explican.
La vacunación de toda la población, los pasaportes covid, las frecuentes bajas tras las dosis de las vacunas covid... han supuesto una sobrecarga de trabajo enorme en la primaria. Aunque también ha habido aciertos, en su opinión, como la reciente gestión de bajas por covid de manera individual por internet. “Se dan errores que luego tenemos que subsanar pero, en general nos ha liberado para realizar otras funciones sanitarias”, comentan.

“Susmoa dugu lehen arreta kendu nahi dutela pribatizazioak justifikatzeko, baina Covid-ak erakutsi du behar dena hain justu kontrakoa dela: lehen arreta indartu egin behar da”.

Valorar más lo público
Al ser cuestionadas sobre si creen que la situación vivida hará que la población valore más la sanidad pública, muestran sus dudas. Afirman que, a veces, no se valora lo que es “gratis” y se hace un mal uso. “Si se cobrara 1 euro por cada cita, a devolver cuando se realizara, seguro que se evitaba la escandalosa inasistencia de pacientes a las consultas, privando a otros de ser atendidos”, sugieren. “Entiendo que se exija profesionalidad a los trabajadores del sistema sanitario, pero también hay que pedir responsabilidad personal de cada uno o una con sus consultas y con su salud. Que tras dos años de pandemia haya personas que llamen pidiendo una cita urgente con el médico tras dar positivo, sin síntomas apenas, porque no saben lo que hay que hacer, me preocupa. Y ésas son muchas de las llamadas que tenemos que gestionar y colapsan la centralita,” relatan.
La pandemia no ha terminado, pero estas trabajadoras del ambulatorio de Repelega miran al futuro y reivindican más recursos humanos y materiales para la atención primaria. “Si realmente se quiere apostar por la sanidad pública hay que potenciar la atención primaria. Hacen falta más profesionales, sobre todo, médicos, en una sociedad cada vez más envejecida y con mayor demanda de servicios sanitarios. Nuestros/as compañeros/as médicos/as de familia nos comentan que su especialidad está desprestigiada, con sobrecarga de trabajo, y peor valorada económicamente. Es habitual la fuga de médicos de familia a los servicios de urgencias de los hospitales. Pues alguien tendrá que repensar qué hacer para potenciar esta especialidad tan necesaria para el buen vivir de las personas”, sugieren.
Los sindicatos de Osakidetza llevan años denunciando el abandono que estaba sufriendo la atención primaria y exigiendo recursos. Estas trabajadoras coinciden con estas reivindicaciones .“Hace años que veníamos notando que la oferta sanitaria empeoraba y había un aumento de la carga de trabajo; y el covid ha sido la puntilla”, explican. La sensación que tenemos en el sector es que se quiere acabar con la primaria para justificar privatizaciones; pero el covid ha demostrado que es necesario todo lo contrario: hay que reforzarla”, concluyen, al tiempo que se despiden con un “y nosotras somos fijas. ¡Lo que podría contar cualquier trabajadora temporal que cada dos semanas está en un ambulatorio diferente”… !
Y es que la enorme precariedad laboral es otra de las patas rotas de Osakidetza.