“Antes del accidente llevaba 25 años en precario”

Antonio Escandón, trabajador herido en las obras de remodelación del Estadio de Anoeta en 2019

Antonio Escandón difícilmente olvidará el 17 de julio de 2019. Ese día sufrió una aparatosa caída desde una altura de 20 metros cuando instalaba la cubierta del estadio de Anoeta. Estuvo tres semanas en la UCI y a punto de perder una pierna pero, tres años después, camina por su propio pie y se muestra deseoso de regresar a Donostia a visitar a su amigo Igor San José, responsable de Construcción de ELA, y a todas aquellas personas que han contribuido a que su historia no tuviera un final trágico.


-Antonio, ¿cómo te encuentras?
Me falta coger fuerza todavía en la pierna, pero bastante bien. Peor estoy con el dolor de las costillas pero, la verdad, no puedo quejarme.
-No todo el mundo sufre una caída de 20 metros de altura y vive para contarlo.
Así es. Gracias a Dios hoy estamos hablando tú y yo.
-¿Qué recuerdos tienes del accidente?
No me acuerdo de nada. Ni del día del accidente ni de los dos meses que estuve ingresado en Donostia. El primer recuerdo que me viene a la cabeza es de la ambulancia trasladándome a Valencia. No tengo imágenes siquiera de todos los profesionales sanitarios que me atendieron y me encantaría hacerles llegar mi más sentido agradecimiento por cómo me trataron y atendieron, a mí y a mi familia.
-Me imagino que, ya en Valencia, el golpe emocional sería tremendo cuando te comunicaron que había que amputarte la pierna.
Yo tengo 5 hijos. Estaba con el segundo más jóven cuando el doctor me dijo que había que amputar. Nos quedamos hundidos. Lo primero que hizo el chaval fue llamar a su hermana mayor, a Arantxa, e informarle de lo que estaba pasando. Y ella, a su vez, a Igor (ELA).
-¿De dónde saca uno la fuerza en esos momentos para cuestionar una decisión médica?
El mérito fue de mi hija y de Igor. En este tema, como en el resto, ellos han sido los que han peleado hasta el final por mi bienestar.
En Valencia tiene consulta el doctor Cavadas, una eminencia a nivel mundial. Ellos se pusieron en contacto con su secretaria, le explicaron el caso y le pidieron una segunda opinión. Su respuesta fue clara: ¿Y a este hombre por qué hay que cortarle la pierna? Mi hija e Igor se empeñaron y consiguieron que me operaran la pierna donde Cavadas. A día de hoy tengo mis dos piernas y camino por mi propio pie. No puedo estar más agradecido por ello.
-El médico que te atendía apremiaba para la amputación pero, así y todo, os arriesgásteis.
Nos arriesgamos porque teníamos el aval de un médico de primera categoría que desde el minuto cero se mostró sorprendido del diagnóstico que me habían dado. Cavadas le dijo a mi hija: “Yo te aseguro que tu padre sale andando”. Y así fue.
-Conseguir que te costearan la operación (empresas, Mutua, Seguros) fue una auténtica odisea.
Así es. Igor y mi hija me han relatado que fueron casi 48 horas de reuniones interminables, llamadas telefónicas a varias bandas... Y mientras, el médico, aquí, en Valencia, presionaba para amputar, decía que corría mucha prisa. También hubo problemas para conseguir que enviaran mi historial médico a Cavadas... Una pelea a contrareloj, pero ELA lo consiguió.
-¿Cómo se ha portado la empresa contigo, antes, durante y después del accidente?
Antes del accidente, teniéndome 25 años en precario, con contratos de obra, y sin aplicarme el convenio correspondiente cuando hacíamos obras en territorios con convenio propio, como en el caso de Gipuzkoa, ni cotizar por las miles de horas realizadas. Durante el accidente, pues es evidente que les preocupaba más el dinero que mi salud. Sólo así se entiende su empecinamiento en no querer enviarme donde Cavadas. Y, actualmente, la empresa no hace más que recurrir todas las sentencias que está ganando ELA a mi favor, dilatando artificialmente aún más un proceso que está durando demasiado.

ELAgatik ez balitz, 700 euroko pentsioa izango luke orain, eta hanka bat gutxiago.


-La vida continúa. ¿Qué planes tienes ahora?
La verdad es que ahora, con el calor (esta entrevista se realiza en julio, en plena ola de calor) apenas salgo de casa y ando un tanto bajo de moral, pero soy consciente de que tengo que tirar para adelante.
Estoy cansado de tantas reclamaciones y papeleo. Quiero empezar a disfrutar de esta nueva vida.
-¿Para cuando de nuevo en Gipuzkoa?
En cuanto pueda. Me encanta Gipuzkoa. Estuve casi tres años viviendo allí hace 25 años, haciendo el campo de futbol y la plaza de Toros. De hecho, mi hija mayor, Arantxa, se llama así porque me encantó el nombre. Ya tenía conocidos y amigos de esa época, pero después del accidente he hecho muchos más.
Precisamente mi hija Arantxa, a raíz de mi estancia en el hospital y los viajes posteriores que hemos realizado, se ha enamorado de la ciudad.
Por supuesto que volveré a Gipuzkoa. Siempre que pueda. Me gustaría agradecer en persona a toda la agente que ha ayudado a mi recuperación.
-En mayo, Aperribay os invitó al palco a presenciar un partido entre la Real y el Cádiz, el equipo de tu tierra. ¿Cómo fue ese día?
Volver al estadio de Anoeta fue sentir que estaba vivo, que lo había conseguido. La última vez que estuve en ese campo salí entre la vida y la muerte, y he vuelto enterito tras dos años y pico de lucha. Fue muy emocionante. Me había hecho la promesa de volver a San Sebastián por mi propio pie y comerme un chuletón. Y lo hice en mayo. El presidente de la Real nos invitó a mí a mi familia a ver el partido desde el palco, estuvimos con los jugadores, nos trataron estupendamente. Además, durante mi rehabilitación también se interesó por mí en alguna ocasión. Estoy agradecido.
-Para finalizar, ¿qué ha supuesto, en medio de este drama, encontrar a Igor y, por ende, a ELA?
Doy gracias a Dios y al cielo porque hay personas como Igor y sindicatos como ELA. Mi familia y yo les estaremos eternamente agradecidos. Ha estado ahí para nosotros siempre y para todo, más allá de lo estrictamente laboral o sindical. Si no fuera por Igor, por ELA, en definitiva, ahora estaría con una pensión de 700 euros y sin una pierna.
Dentro de la desgracia he tenido una suerte inmensa.