Brecha salarial de género: lo más legal del mundo

Kultura Iván Giménez

La brecha salarial de género está pensada para que no se vea. De entrada, no se nota, hay que fijarse. O mejor dicho, te la tienen que señalar y explicar, porque responde de forma tan exacta a la lógica del sistema capitalista que se da por buena de forma natural, como si se tratara de un fenómeno meteorológico o de una verdad tan indiscutible como que el Urumea pasa por Donostia.
“La brecha salarial no existe; en esta empresa, se paga igual por el mismo trabajo”.
“Aquí no hay dos tablas salariales, una para hombres y otra para mujeres”.
“En este departamento no se discrimina a nadie; se promociona por méritos propios, independientemente de si eres hombre o mujer”.
Y un largo etcétera de discursos tajantes que pretenden zanjar el asunto: “Aquí ya hemos alcanzado la igualdad de género”.
Por todas esas razones, debe emerger la parte oculta del iceberg, que es la importante, la que permite flotar al monstruo: es decir, la que sostiene al sistema capitalista.
El 24% menos, de media
En Euskal Herria, las mujeres deberían cobrar -de media- el 24% más para equipararse al salario de los hombres, unos 7.500 euros anuales, solo comparando trabajos de valor equivalente. ¿Cómo es posible?
Pensemos en los trabajos de limpieza, ya sea en la calle (viaria) o en interiores (edificios y locales). Descontando el plus de penosidad de trabajar al aire libre (así recogido en muchos convenios), se trata de tareas equivalentes, solo que una ejercida por hombres y otra por mujeres. Por una se cobra 23.183 euros anuales, y por la otra, apenas 17.789 (datos de 2019). Es decir, casi un 28% de diferencia. ¿Cuál es cuál? Hay preguntas que no hace falta responder.
Es un ejemplo muy concreto (ambos convenios de referencia son los sectoriales de Gipuzkoa), pero el patrón se repite con cifras similares y superiores en todos los sitios. Se cumple el convenio, es legal, nadie discrimina personalmente a nadie… Todo muy limpio. Al fin y al cabo, la brecha salarial de género, como la precariedad, es perfectamente legal. Solo se puede combatir con la acción sindical, tal y como hicieron, entre otras muchas, las limpiadoras de las comisarías y juzgados de Gipuzkoa, que tras nueve meses de huelga lograron reducir la brecha en un 70%.
Y aquí no hemos hablado de otras realidades discriminatorias que también forman parte del paisaje: ¿Por qué son siempre hombres los encargados o las personas a jornada completa en empresas donde el 90% son mujeres? ¿Por qué a ellas siempre les toca la jornada parcial y los horarios imposibles? ¿Por qué quienes promocionan en las empresas son hombres? ¿Acaso tiene que ver la exigencia de disponibilidad horaria y geográfica, que se vende como compromiso con el proyecto? Acaso también tiene que ver con el nulo valor (de hecho, se hacían gratis…) que históricamente han tenido las tareas feminizadas (limpieza, cuidados…).
Para cerrar la brecha, primero hay que verla.