En 2020, la vida y la tecnología se miraron de frente

 

“Kapitalismo berdea ekonomiaren antolakunde bat da, eta bere helburua argia da: ekosistemak eta komunitateak suntsitzea, gero begiramenik gabeko bakan batzuei suntsitakoa konpontzeko negozioa emateko”.

 

2020 pasará a la historia, y no solo por una pandemia. Este año la masa de objetos artificiales ha superado por primera vez el peso total de la biomasa del propio planeta. La estimación es, en ambos casos, 1,1 teratones o teratoneladas (Tt): 1,1x1012 t. El análisis es de un grupo de investigadores del Instituto de Ciencia Weizmann (Israel). Los objetos fabricados por el ser humano son, principalmente: hormigón, sus agregados (incluidas arena y grava), ladrillos, asfalto, metales y “otros materiales” que incluyen plásticos, madera tratada para la construcción, papel y vidrio. Un producto que apenas tiene un siglo de recorrido, el hormigón armado, es el mayor responsable.
En el otro lado de la balanza, la inmensa mayoría de la materia viva es verde, un 90% es vegetal, seguido de bacterias, hongos, arqueas y protistas; el resto de los animales, los cultivos y el ganado criado para alimentación, suponemos apenas un 10% de la biomasa de la Tierra.
Desde la primera revolución agrícola, hace 12.000 años, los seres humanos hemos reducido la biomasa global casi a la mitad. Cada vez se usa más territorio para cultivar, pero la biomasa total se ve reducida por la deforestación y otros cambios que han reducido drásticamente “lo verde”; los mayores impactos son la caza, la sobrepesca y las macrogranjas.
La biomasa se ha ido reduciendo desde 1900 mientras aumentamos drásticamente la producción industrial; esta vuelta a la tortilla ha durado un 1% del tiempo (120 años) desde la primera revolución agrícola. Los objetos producidos por humanos eran sólo un 3% de la biomasa global al inicio del siglo XX; tras la 2ª Guerra Mundial añadimos unas 30 gigatoneladas al año. Cada semana implantamos objetos, edificios, carreteras, presas o fábricas... Si pudiéramos continuar el ritmo, para 2040 la relación materia viva/objetos sería de 1/3.


Todo desarrollo y todo crecimiento tienen límites
En los últimos tiempos, no solo el progreso o el desarrollo industrial y tecnológico han abierto nuevos campos, sino que vinieron de la mano de otro concepto que nadie puso en entredicho: “el crecimiento” en un contexto concreto: la ciudad capitalista de hormigón, cuerpos humanos, objetos y asfalto. No hay acusación más grave que la de “estar en contra” o ser “enemigo del progreso”.
Esta acusación ha venido utilizándose reiteradamente contra quienes se oponen a sus beneficios y objetivos cortoplacistas. La idea de desarrollo-progreso-crecimiento ha venido acompañada de las de globalización, emprendimiento, competitividad, urbanismo, infraestructuras, expansión, complejidad, destrucción de la vida… ¿Qué pasaría si alguno de los factores que definen nuestra sagrada tríada fuera vulnerable o fallase?
Una de las cualidades de la ciencia es la capacidad de señalar los límites, pero la ciencia no crea esos límites ni es responsable de ellos. Sin embargo, se sigue matando al mensajero en vez de prestar atención a su mensaje.

 

Bazirudien jasangarritasuna zela krisi sistemikorako irtenbide bakarra; hemen dena ongi zihoan beste lurralde, beste gorputz eta beste bizitza batzuen kontura. Eta EB azkenean dagoen arazoaren larritasunaz jabetu da, eta behintzat kalte gutxieneko ibilbide bakarra aukeratu du. Hala ere, akats bera egin dugu, itzuli beharrik gabeko diru-laguntzak emango zaizkie orain berdez jantzitako enpresa handiei, herritar guztien kontura. Beste finantza-etxe batzuek diru-mordoa inbertituko dute baita ere, baina gobernuek bermatutako itzulkin edo erretornu handi eta mamitsuekin (beti ere herritarren kontura).


¿Y si la era del crecimiento económico infinito ha terminado ya?
Desde 2006 vivimos en un declive de recursos. Desde 2008 se acelera el problema, aunque se maquille el PIB con deuda, armas, prostitución o droga, y aunque se rescaten bancos e infraestructuras ruinosas. Desde 2010 nos agarramos a clavos ardiendo creando burbujas que explotan: agrocombustibles, arenas asfálticas, fracking, renovables… Desde 2015 ya no podemos extraer cada vez más recursos si a su vez no gastamos más energía en esa extracción... A partir de 2017 el declive es imparable. En 2018 se alcanzó un máximo total y, en 2020, con ayuda de un virus, la contracción se acerca al 10%.
Desde 2010 más de la mitad de la población mundial comenzamos a vivir en ciudades; la ciudad se erigió en una nueva unidad estructural planetaria consumidora de recursos y generadora de desechos como nunca. El número de habitantes urbanos aumenta en 65 millones al año: unas 21 nuevas Madrid, 40 Barcelonas, 185 Bilbaos ó 325 Pamplonas.
Pero el hormigón se fatiga, se debilita, se degrada, falla y se fractura. El calor, el frío, el viento, los terremotos, los terrenos inestables, los productos químicos, la sal o la humedad atacan esa roca artificial aparentemente sólida, la debilitan y la rompen, desde fuera y desde dentro.
No tuvimos en cuenta lo más importante: el calentamiento global. El cambio climático está alterando los entornos urbanos, acelerando un deterioro que afectará a la seguridad de las infraestructuras de hormigón, la pieza fundamental de nuestra civilización.
Los países que primero iniciaron el gran desarrollo, como EEUU, ya viven la batalla del mantenimiento: una buena parte de sus infraestructuras deben ser mantenidas a precios inasumibles, las conducciones de agua fallan, cerca de 60.000 puentes han superado su vida útil... Las estructuras de hormigón no contaron con el aumento de la temperatura, la fusión del permafrost (25% de la tierra emergida), la humedad y los iones en movimiento, y se deterioran más rápidamente de lo planeado. Todo ello nos obliga a incluir un modelo integral de diseño y mantenimiento para mitigar el calentamiento global y minimizar el impacto del cambio climático en las estructuras.
Parecía que la llamada sostenibilidad era la única salida posible a la crisis sistémica; todo iba bien aquí a costa de otros territorios, de otros cuerpos, otras vidas. Y aunque la UE por fin se ha dado cuenta del gravísimo problema, al menos se ha elegido el único itinerario factible para salir lo menos perjudicados posible. Sin embargo, caemos en el mismo error: la ciudadanía subvencionará a fondo perdido las inversiones a las grandes empresas, ahora pintadas de verde. Otras financieras invertirán mucho dinero también, pero con grandes y jugosos retornos garantizados por los gobiernos (a costa de la ciudadanía).
Ésta es la definición de capitalismo verde: una organización económica que necesita la destrucción de la vida, los ecosistemas y las comunidades para que unos pocos desalmados puedan hacer negocio con su reparación.