Paternalismo industrial

En la década de los 70, cuando entre las naiperas comenzaba a emerger la conciencia obrera, Heraclio Fournier puso coto a la identidad colectiva recién construida. Para ello, puso en marcha lo que el autor, Aritza Sáenz del Castillo Velasco, ha denominado ‘paternalismo industrial’. “El patrón se comportaba como un padre. Se ocupaba, incluso, de la ‘educación’ de las naiperas, siempre en beneficio propio, en un claro intento de controlar el tiempo que iba más allá del puesto de trabajo”.

Así, se crearon grupos para ir al monte, grupos de teatro, biblioteca de la empresa… En esa misma línea, también fue pionero en las prestaciones sociales. Entre otras cosas, en Vitoria, la de Heraclio Fournier fue la primera empresa que fijó la jornada de ocho horas, creando así una cohesión social e identidad en torno a la fábrica.

“Todo ello demuestra una responsabilidad hacia las trabajadoras, pero no era algo gratuito, claro. El paternalismo industrial fue muy eficaz a la hora de evitar las reivindicaciones y las huelgas”. Así las cosas, las convocatorias de huelga de estos tiempos tuvieron poco peso entre las naiperas. La llamada a la movilización de los sindicatos el Primero de Mayo de 1905 no tuvo éxito. Tampoco participaron en la importante huelga convocada a nivel estatal en 1916 para protestar contra el encarecimiento de la vida y por la crisis del trabajo, “por considerar que no tenían nada que reivindicar y que estaban satisfechas con sus salarios”.

Sin embargo, la impermeabilidad de `la honrada familia´ sufrió algunas grietas. “Este modelo de familia no siempre fue tan idílico como se pensaba. Las trabajadoras consideradas ‘traviesas’ sufrieron la represión y fueron despedidas”.

Las luchas y reivindicaciones se sucedieron en la Segunda República, y aunque en 1931 se declaró que las naiperas trabajaron con total normalidad en la huelga de 5 días apoyada por los anarquistas y socialistas de Vitoria, algunas fueron acusadas de infringir la norma y de presionar a otros compañeros a la huelga. “Esto puso de manifiesto un cierto acercamiento al asociacionismo obrero y a la clase trabajadora”.

Poco después de proclamarse la II República, las expectativas que surgieron entre los anarquistas y entre los socialistas y UGT no se cumplieron, y en diciembre se convocó una huelga general. Tuvo repercusión en varios sectores de Vitoria, no así en Heraclio. Sin embargo, algunas naiperas permanecieron en la puerta de la fábrica haciendo proselitismo a favor de la huelga, lo que derivó en acoso por parte de la empresa. Fueron identificadas, y cuando comenzó el franquismo, algunas fueron detenidas y encarceladas acusadas de delitos de rebelión y pasaron hasta 4 años en prisión.

“Ahí se ve claro el interés de la empresa: las trabajadoras son sus hijas, sí, siempre y cuando sean católicas y de derechas”, concluye el autor del libro.