El Sur de Navarra

Iñigo Campo, responsable de la Ribera, insta a abrir un debate sobre el modelo de producción y consumo

En la punta de Euskal Herria, a 100 kilómetros de Pamplona y en la muga con Aragón, se encuentra Tudela, la capital de la Ribera. Tierra de frutas y hortalizas, precisamente el enorme peso del sector primario y de la industria agroalimentaria surgida a su alrededor es una de las especificidades de esta tierra fronteriza. Un sector primario en el que prima la precariedad y el trabajo estacional. Otra especificidad de esta zona es la existencia de una población emigrante superior a la media de Euskal Herria porque estos trabajos precarios y precarizados son realizado, en gran parte, por esas personas emigrantes. Tal como explica Iñigo Campo, responsable de ELA en la comarca, estas dos características tiran a la baja las condiciones laborales de esos sectores, pero también del resto, y condicionan la lucha y el hacer sindical. “Hay un ejército de personas dispuestas a trabajar, incluso en las condiciones más precarias”.

No es casualidad, por ello, que la Ribera siempre esté a la cabeza de Navarra cuando se hacen públicos los indicadores de paro o pobreza severa. Es la zona más deprimida, el Sur de Navarra, a todos los niveles.

Este sindicalista explica el gran desarrollo que están experimentando las empresas transformadoras del producto del campo y las contradicciones que eso plantea. “Están surgiendo numerosas empresas que elaboran y embolsan el producto aquí, en Navarra, y lo envían al resto del mundo. Si analizamos el tema desde la filosofía del kilómetro 0, tiene poco de ecológico producir una lechuga, embolsarla en plástico y enviarla a cientos o miles de kilómetros. Hay personas que solo ven que eso crea empleo, pero en plena crisis climática es evidente la necesidad de abrir un debate sobre este modelo de producción y consumo”, indica.

Polémico es, también, el tema de las macrogranjas, como la de Caparroso, que ha pedido una ampliación para llegar a tener 7.200 vacas, con los problemas de contaminación, tanto de aguas como del suelo, por los reiterados vertidos ilegales, que eso supone. Es, además, un modelo totalmente contrario al bienestar animal y con dañinas consecuencias sobre la economía de las personas que trabajan en la agricultura y la ganadería en un modelo sostenible social y medioambientalmente. “A pesar de ello, este último año se están justificando proyectos sin sentido en nombre de la transición ecológica, tanto en el Pacto Verde Europeo como en los Fondos Europeos. Un greenwashing en toda regla”, denuncia, para añadir, a continuación, que “no todo lo que crea empleo vale. Y más si analizamos de qué calidad son los empleos que se está creando. Son, sin duda, asuntos que constituyen un reto para el sindicalismo”.

“Erriberan pertsona etsitu asko dago, eta enpresak horretaz baliatzen dira lan-baldintzak jaisteko. Eskaintza eta eskariaren legea da, merkatuarena, baina hemen produktuak izena eta abizena, generoa eta nazionalitatea ditu”.

Con label vasco

Y en un territorio supuestamente hostil para un sindicato vasco, ELA ha llegado a tener un 23% de representatividad, algo que, hace no demasiado tiempo, parecía un sueño.

Este responsable de ELA explica que “históricamente la Ribera ha tenido un componente de dificultad añadida para todo lo que huele a vasco. Sin embargo, creo que cada vez es más cosa del pasado. Cuando hablamos de derechos laborales, de las cosas del comer, la gente es más práctica, y ven qué sindicato está plantando cara a la patronal, qué sindicato no se vende ni defrauda; cada vez estamos en más empresas y con más representatividad. Muchos de nuestros delegados, de hecho, nos han llegado de otros sindicatos, decepcionados, buscando un sindicalismo alternativo, y lo han encontrado. Pelear es difícil aquí, en la Ribera, y en cualquier otro rincón”.

Campo añade, además, que ese acercarse a ELA por su acción sindical está provocando una corriente de empatía hacia su ideología. “Gente que cuando llegó al sindicato se mostraba recelosa ante el euskera, por ejemplo, ahora es más tolerante y respetuosa. Y quizás no de el paso de aprenderlo, pero lo empieza a ver como algo cercano cuando no propio”, explica.

Haciendo sociedad

Y si ELA ha tenido que superar prejuicios y mala prensa para expandirse en la Ribera, lo mismo puede decirse de ese casi 25% de población de origen emigrante que reside en Tudela. Tan es así que Iñigo Campo se muestra francamente preocupado por el auge de la xenofobia y el racismo en la zona. “Percibo una involución social que puede derivar en problemas de convivencia en un futuro no muy lejano si no se ataja desde ahora. El discurso de que “los emigrantes nos quitan el trabajo” está calando, aunque sea falso. Mucha gente ha empezado a verbalizar frases ofensivas y xenófobas sin ningún tipo de pudor. Es peligroso porque va contra la convivencia y la diversidad de esta comarca”.

Finalmente, Iñigo destaca el papel que el sindicato está haciendo en favor de la integración. “Estamos trabajando por el conocimiento mutuo y por incorporar emigrantes al mundo sindical. El equipo de Uvesa es un ejemplo de convivencia. Así se hace sociedad y país”, rubrica.