No hacer nada también es hacer

Iritzia Jon Las Heras, profesor de economía política en la UPV

Una puede que tenga un mal día y dude, y se haga alguna pregunta que suele generar cierto malestar y escozor como: ¿Tiene realmente sentido lo que hago? ¿Tiene sentido el que me esfuerce, y que dedique energía e ilusión al cambio de una realidad que cada vez pinta, más bien, oscura y lúgubre? ¿No es mejor vivir el aquí y el ahora (menos lúgubre) y dedicarme a lo que realmente me gusta, a la satisfacción de aquellos placeres a los que todavía tengo acceso, en vez de estar horas discutiendo conmigo misma y otras compañeras de si esta reunión o aquélla han valido para algo, si presentar una candidatura a las elecciones sindicales puede ser ejemplar para el resto, si pedir a la directora de Recursos Humanos que no cambie el calendario y retribuciones a su medida vaya a ponerme en la lista negra, o incluso si amenazarla con defender mis derechos judicialmente va a suponer mi despido? ¿Para qué tantas lecturas de periódico o artículos sindicales, atender a reuniones, manifestaciones y llenar mis bolsillos de panfletos y pegatinas? ¿Quizás tengan razón aquéllas que me juzgan y me dicen, que por mucho que una se esfuerce la sociedad pasará por encima de nosotras como una apisonadora? A este tipo de preguntas, muy legítimas todas ellas, por cierto, hoy creo que les respondería con un: “No hacer también es hacer, pero te lleva hacia un lugar que no deseas”. Me explico.

“Nahiz eta batzuetan pentsatu zure ekintza sindikala ez dela garrantzitsua, egia esan, bai. Izan ere, batek ez badu erabakiak hartzeko moduan esku hartzen, ondo hartzen dituen pertsonak ahaztu egingo du zuk esandako zerbait, eta, beraz, ez du indarrik eta legitimitaterik izango. Ez egiteak gauza bera egiten jarraitzea dakar”

Allá por 2015, cuando empecé con las entrevistas durante mi doctorado a sindicalistas trabajando en empresas de automoción en Euskal
Herria y Catalunya, tenía una idea preconcebida de lo que debía ser un sindicalismo efectivo, un sindicalismo que empoderara a la clase trabajadora ante la vorágine neoliberal y la globalización capitalista: “La solidaridad tiene que ser internacional, si no, no existe realmente una solidaridad entre trabajadoras”. Esta idea venía de mi experiencia griega durante las crisis de 2010-2015, donde el resto de Europa prefirió ver cómo se hundía ese país a darle una mano para sacarlo de la creciente miseria. Si las trabajadoras alemanas, francesas, italianas o danesas no estaban dispuestas a proporcionar una solidaridad activa con respecto a sus compañeras griegas, ¿qué podíamos esperar de la Comisión Europea, el Banco Central Europeo, y los respectivos estados nacionales?

Y lo mismo pensé para el sindicalismo u organizaciones obreras que están cada vez más desbordadas por el poder de empresas multinacionales. Empresas que fácilmente ponen a unas trabajadoras contra otras, y sobre la mesa de negociación se ponderan reducciones salariales, via dobles  escalas salariales, por ejemplo, con la posibilidad de obtener inversiones y recursos para la sostenibilidad de la planta.

Sigo pensando que la solidaridad debeserinternacional,porque las empresas pueden fácilmente someter a la planta más organizada si el resto de fábricas hermanas no se organizan; una apisonadora global que todo lo iguala, pero hacia abajo.

CAMBIO DE PERSPECTIVA

De todas formas, y muy inesperadamente, en un marco donde aparentemente todo pintaba negro, di con algo que cambió mi forma de entender el problema. Después de entrevistar a más de 90 delegadas y liberadas de las cuatro centrales sindicales más representativas, me encontré con dos lecturas diferentes del problema. Por un lado, había ciertos sindicatos que sí que hablaban de la (relativa) importancia que suponía tejer una hermandad entre pueblos, de los Comités de Empresa Europeos, de la Confederación de Sindicatos Europeos, así como de las prestigiosas reuniones que tenían con sindicatos alemanes etc. Por otro lado, había otros sindicatos muy escépticos con la utilidad de esos niveles de negociación, me decían que “la verdadera lucha se encuentra en el centro de trabajo o, si somos muy aventureras, en la posibilidad de coordinarnos con otras empresas proveedoras para mejorar las condiciones de aquellas trabajadoras más precarias”.

Lo curioso me pareció que aquellos sindicatos que apostaban por la esfera internacional dejaban de lado fortalecer la solidaridad
en la empresa y adyacentes, y que aquellos que apostaban por estar organizados en la empresa y comarca, eran muy escépticos de la solidaridad que podían recibir de otros sindicatos extranjeros posiblemente no tan combativos.

SINDICALISMO DE CONTRAPODER

La pregunta pertinente, quizás, es si podemos comparar esas dos estrategias con la creciente distinción entre el sindicalismo de concertación y el sindicalismo de contrapoder.

Desde que en 1977 Comisiones Obreras aceptara con mayor o menor desagrado el modelo que la UGT estaba forjando con el apoyo del PSOE y la social democracia alemana, el sindicalismo en España -y, por injerencia directa, en Euskal Herria- apostó por la firma de grandes pactos y dinámicas de negociación colectiva donde no fuera necesaria la intervención de las bases. “Ante grandes males, grandes soluciones”, pensaron. Por consiguiente, concienzudamente, reprodujeron la lógica del capital: “El individualismo es un principio humano y también de nuestras trabajadoras; por lo tanto, la cohesión social únicamente se puede conseguir con un marco general donde se busque un equilibrio pactado en beneficio de todas”. Y así, en el no hacer de las trabajadoras, sí se hizo un hacer sindical que des-empoderaba a las mismas.

Por eso, aunque a veces pienses que tu acción sindical no es importante, en realidad, sí que lo es. Porque si una no interviene en la forma en la
que se toman las decisiones, aquella persona que las tome bien se olvidará de algo que tú hubieras dicho y, entonces, carezca de vigor y legitimidad. No hacer implica seguir haciendo lo mismo, eso mismo que te ha llevado a cuestionarte tu forma de actuar.

Luchando se hace historia, y estando organizadas las diferencias pueden desaparecer en una única voz: porque la gama de colores es mucho
más rica y, quizás así, la acción sindical tome un cariz deseado por todas. Habrá, por suerte, compañeras que te tiendan la mano y quieran escuchar tus necesidades y deseos, que se quieran organizar contigo para multiplicar vuestras fuerzas. Tú decides.

 

Borrokatuz historia egiten da, eta, antolatuta egonda, desberdintasunak ahots bakarrean desager daitezke: kolore sorta askoz aberatsagoa delako eta, agian, ekintza sindikalak denek nahi duten kutsua hartzen duelako. Zorionez, eskua luzatuko dizuten eta zure beharrak eta nahiak entzun nahi dituzten lagunak egongo dira zurekin antolatu nahi direnak zuen indarrak biderkatzeko. Zeuk erabaki.