Chaleco amarillo o verde, la misma pelea

El gobierno francés querría dividir o asistir al enfrentamiento de la gente “fin de mes”, los llamados chalecos amarillos, y la del “fin del mundo”, los ecologistas, que luchan contra su política. Sin embargo, no caeremos en esa trampa por dos buenas razones.
La primera, que somos simultáneamente unos y otras. Verdes y amarillos somos víctimas de este sistema que despoja a las personas más pobres para dar a las más ricas mientras saquea el planeta.
La segunda, que este gobierno no aporta ninguna solución real ni a nuestros problemas individuales de fin de mes ni a nuestro problema colectivo del fin del mundo. El desempleo masivo sigue ahí, las desigualdades sociales estallan y al mismo tiempo la biodiversidad se reduce y las emisiones de gases de efecto invernadero que causan el trastorno climático han aumentado en 2017 en un 3,2% ¡en el país de la COP21!
En resumen, se pronuncian muchos bonitos discursos pero las políticas concretas son, con demasiada frecuencia, justo lo contrario.
¡Y estamos hartos y hartas! No soportamos más esa sensación de una clase política que se ríe de la gente, y que en lugar de servir al interés general el poder público lo sacrifica en beneficio de una minoría ya demasiado rica, demasiado poderosa y con comportamientos social y ecológicamente devastadores.
Decenios de políticas neoliberales han degradado nuestras sociedades, llegando a amenazar seriamente la democracia y la convivencia, erosionando nuestras libertades, la igualdad y la fraternidad. Al mismo tiempo, el capitalismo y la religión del crecimiento a todo precio han hecho que se desestabilicen las condiciones que posibilitan nuestra vida sobre la tierra, por la peligrosa perturbación de la biodiversidad, los grandes equilibrios ecológicos y del propio clima.
Científicos y científicas alertan de ello: quedan muy pocos años para actuar a fondo si queremos evitar lo peor para nuestra descendencia.
Moratoria antisocial
Verdes y amarillos sufrimos los mismos males, aunque no siempre demandemos las mismas soluciones. Sufrimos la caída de nuestro poder adquisitivo, la injusticia social y fiscal, la exclusión y el desempleo, el desmantelamiento de los servicios públicos o de los trenes nocturnos, nuestra dependencia del coche individual, la degradación de nuestro medio ambiente, la contaminación de nuestro aire y alimentos, la desestabilización del clima.
Cuando el primer ministro francés anunció una moratoria sobre el aumento de la tasa de carbono, los chalecos amarillos y numerosos/as militantes climáticos estuvimos de acuerdo en considerarla socialmente injusta y ecológicamente ineficaz.
Injusta, desde el punto de vista social, porque tras la supresión del impuesto sobre las fortunas y los múltiples regalos fiscales que se han hecho a la gente más rica era inaceptable para las personas más pobres que se les exigieran más impuestos y sacrificios. También ineficaz, en cuanto a la vertiente ecológica, porque sus ingresos, lejos de dedicarse integralmente a la transición ecológica, financiaban el presupuesto general e, indirectamente, también a las empresas contaminantes.
La moratoria anunciada debe ser la oportunidad para hacer una revisión total de la fiscalidad en Francia, para lograr cuanto antes —es urgente— una reforma fiscal global con dos objetivos fundamentales: la justicia social y la transición ecológica. Nuestras movilizaciones deben seguir hasta ganar este punto esencial.
Tasa social sobre el carbono
Estas son las propuestas que el movimiento urgencia climática y justicia social Bizi! ha planteado, para intentar avanzar en el debate y la reflexión común con toda la gente que lucha en este momento: Queremos una tasa sobre el carbono que se aplique, sin excepción alguna (keroseno, plantas industriales sometidas al mercado europeo de carbono, etc.), a todos los combustibles, medios de calefacción, y las diferentes producciones provenientes de las energías fósiles. La tasa será ambiciosa, lo que permitirá obtener ingresos cada vez más importantes que servirán, en su integridad, para financiar dos grandes cuestiones.
En primer lugar, la transición energética, mediante el aislamiento de viviendas, cambio de los sistemas de calefacción, reordenamiento del territorio, desarrollo de transportes públicos de proximidad en ciudades y campo, teletrabajo, infraestructuras ciclables y una indemnización kilométrica obligatoria para la bici, transporte ferroviario, marítimo y fluvial reconversión de la agricultura industrial, desarrollo de energías renovables; todo ello creará una gran cantidad de empleos y será positivo para nuestro poder adquisitivo porque nos permitirá gastar menos dinero en calefacción, desplazamientos, y nos protegerá de las inevitables y grandes subidas del petróleo y el gas en los próximos años.
En segundo lugar, la justicia social, con un fondo de solidaridad para las familias menos acomodadas o que residen en zonas provisionalmente mal cubiertas por el transporte público. Este fondo permitirá, mediante cheques, compensar el sobrecoste mensual causado a estos sectores de la población por la tasa sobre el carbono, acceso a verdaderas alternativas de desplazamiento, permitirá que las viviendas se aíslen y doten de otros sistemas de calefacción...
El objetivo es que la tasa sobre el carbono sirva para compensar al 50% menos rico de la población, y que el 20% más pobre gane, incluso, con la puesta en marcha de este sistema. Este fondo servirá, también, para contribuir a la financiación de los esfuerzos de reducción de emisiones de gas de efecto invernadero y de adaptación a las consecuencias del cambio climático en los países del Sur.
Hagamos todo lo posible para encontrarnos
Esta tasa sobre el carbono se integraría en una reforma global de la fiscalidad en Francia (con objeto de lograr que el 20% más rico de la población haga un esfuerzo suplementario por la transición social y ecológica. Recordemos que hay más de dos millones de millonarios en Francia) y deberá ir acompañada de un plan europeo de financiación de la transición.
El 8 de diciembre se convocaron más de 140 movilizaciones en Francia para dar la alarma de la urgencia climática. Ese día hubo un gran número de chalecos amarillos en numerosos lugares. Es importante que verdes y amarillos hagamos todo lo posible para encontrarnos, movilizarnos juntos o, al menos, dialogar. Es importante que construyamos propuestas conjuntas. Luchemos al mismo tiempo contra la injusticia social y la precarización de nuestra vida, y por conservar un mundo en el que puedan vivir nuestros hijos e hijas.
Juntos y juntas somos una fuerza inmensa, y podemos cambiar el sistema antes de que sea demasiado tarde.