El impacto de la digitalización en la salud laboral

Iritzia Henar Álvarez Cuesta, Catedrática de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social, Universidad de León

La industria 4.0 y los procesos a ella asociados (robotización, digitalización, automatización, inteligencia artificial, realidad virtual o fabricación aditiva) están transformando de forma transversal el conjunto de sectores productivos. No cabe duda que estas tecnologías crean nuevos empleos, pero están destruyendo al mismo tiempo ocupaciones y tareas; hacen irrelevante las coordenadas de lugar y tiempo de trabajo (amplían hasta el infinito el concepto tiempo de trabajo, con independencia de dónde se esté físicamente); y permiten un mayor control de la persona trabajadora. Como consecuencia, se ha intensificado el trabajo, cada vez se acumulan más tareas, las cargas de trabajo son mayores, se precarizan los puestos de trabajo, y la flexibilidad que permite la tecnología se convierte en perpetua disponibilidad para las personas trabajadoras. La tecnología ha propiciado una sociedad del rendimiento que está mutando en una sociedad del cansancio. La situación descrita desencadena riesgos laborales, unos de sobra conocidos y otros emergentes.

Con todo, los mayores riesgos que conlleva la tecnología son aquellos denominados psicosociales, tantas veces olvidados debido a que los fatales resultados no son tan llamativos ni inminentes como sucede con otras contingencias profesionales causadas por una acción súbita, violenta y externa; tampoco forman parte de la lista de enfermedades profesionales; su desarrollo es más larvado; difícilmente son calificados como accidentes de trabajo al no manifestarse muchas veces en tiempo y lugar de trabajo; y, al final, quienes los padecen son invisibles a la hora de la evaluación y prevención de riesgos laborales. Sin embargo, no dejan de crecer las cifras que advierten del grave problema de salud mental que sufren un número cada vez mayor de personas trabajadoras.

El origen de los distintos riesgos psicosociales cabe localizarlo en las condiciones laborales y en la organización de trabajo. Así, la monitorización constante, la evaluación del desempeño por parte de los clientes, la falta de formación en las nuevas tecnologías implantadas, los ritmos de trabajo, la acumulación de tareas, la disponibilidad perpetua (incluso en tiempos de descanso) pueden acabar provocando estrés, ansiedad, carga mental, agotamiento, depresión o adicciones.

Dibujado el panorama laboral que está generando la digitalización y la automatización, conviene destacar cuáles son sus consecuencias respecto a la salud laboral:

1.-En primer lugar, aparece el estrés como una de las principales causas de incapacidad temporal, entendido como la tensión física y psicológica generada por el desequilibrio entre las altas exigencias laborales y la imposibilidad de cumplirlas. A continuación, la inmediatez, las exigencias sin fin y la hiperconectividad asociadas a la tecnología generan tecnoestrés; tecnopresión; tecnofatiga; tecnofrustación (muchas veces porque la propia tecnología utilizada no es suficientemente rápida, sufre averías o se producen pérdidas de información); cibercansancio o fatiga informativa, otras veces denominada infoobesidad, por la sobrecarga de datos y estímulos; o, por no seguir, locura multitarea o el data smog.

2.-En segundo término, la utilización habitual en los distintos puestos de trabajo de dispositivos tecnológicos y los permanentes e ininterrumpidos requerimientos empresariales a ellos asociados pueden provocar tecnoadicción y/o nomofobia (la necesidad de tener acceso a un dispositivo tecnológico conectado a la red), como una muestra o síntoma de la adicción al trabajo. Desde la perspectiva opuesta, la conexión perpetua o los cambios sinfín de aplicaciones, procedimientos técnicos o herramientas tecnológicas en el puesto de trabajo acarrean tecnofobia, causada por las dificultades que la persona trabajadora tiene para adaptarse, aprender y manejar cada nuevo cambio y seguir el ritmo que imponen las demandas de las propias máquinas.

El tradicional acoso, bien sea laboral, bien sea por motivos discriminatorios, como el acoso sexual o por razón de sexo, adquiere una nueva dimensión debido a la tecnología, surgiendo así el ciberacoso. Esta modalidad que utiliza la tecnología como herramienta o medio para acosar presenta unas características en parte distintas al acoso tradicional: así, favorece el anonimato de la persona agresora; supone una amenaza constante y difusa para la víctima, pues no sabe de quién, cómo o cuándo va a ser hostigada; resulta sumamente fácil y visceral llevar a cabo una actuación en tal sentido; y el ciberacoso se puede viralizar y permanecer en el tiempo. La OIT prohíbe y ordena prevenir el acoso laboral no solo en tiempo y lugar de trabajo, sino también aquel llevado a cabo en el marco de las comunicaciones que estén relacionadas con el trabajo, incluidas las realizadas por medio de tecnologías de la información y de la comunicación, y se utilicen o no los medios tecnológicos de la empresa o los privados de las personas trabajadoras.

3.-El síndrome de burn out (o estar quemado) supone tanto una respuesta prolongada a la exposición a riesgos psicosociales como los descritos, como una situación de estrés crónico no solucionado de forma conveniente, que puede acarrear dolor de cabeza, insomnio, infartos, adicciones, agotamiento emocional y una larga lista de enfermedades mentales.

Por último, la inteligencia artificial está siendo empleada para organizar el trabajo, y dirigir y controlar a las personas trabajadoras mediante el uso de algoritmos alimentados por los datos de quienes prestan servicios y de las valoraciones, muchas veces sesgadas, de los clientes. El sometimiento a esa vigilancia intensiva en el puesto de trabajo no cabe duda que genera estrés, ansiedad, afecta al clima laboral, lesiona la autoestima y conlleva la deshumanización y el aislamiento de quien trabaja en esas condiciones.

Expuestas las causas y los efectos que la denominada Industria 4.0 causa a quienes trabajan, procede, para finalizar, apuntar algunas soluciones, que desde luego no son mágicas, ni resuelven instantáneamente los problemas apuntados ni son desconocidas en materia preventiva.

1.-Los riesgos psicosociales tienen que ser evaluados en cada empresa y puesto y han de formularse las oportunas medidas para su prevención.

2.-Es preciso sensibilizar y concienciar a las personas trabajadoras sobre los usos, derechos y obligaciones vinculados a las herramientas tecnológicas, en particular respecto al derecho a la desconexión.

3.-La negociación colectiva ha de afrontar la regulación de la formación en el uso de las TIC en cada empresa; integrar los protocolos frente al tecnoestrés; negociar una política clara de usos de los dispositivos tecnológicos; y acordar protocolos de desconexión adaptados a las circunstancias de cada actividad y vigilar su cumplimiento.