El lado subjetivo de la huelga
La huelga es un mecanismo para superar la atomización de la vida desde la des-individualización de los problemas laborales, ya que implica la participación directa en procesos de organización y acción colectiva, la orientación colectiva de los intereses individuales y la creación relaciones significativas entre compañeros y compañeras de trabajo basadas en lo personal y en lo político. Así, la huelga permite generar vínculos personales sólidos desde la organización, la acción, y la creencia de poder lograr objetivos colectivos a través de la lucha y la unidad.
Observándola desde otro vértice, la huelga se presenta como un proceso de empoderamiento de clase en el lugar de producción. Esto implica una serie de mecanismos psicológicos ligados a conocimientos, creencias y valores sobre las relaciones económicas y el lugar que ocupan los y las trabajadoras, a la conciencia sobre la propia fortaleza colectiva, y al establecimiento de vínculos de solidaridad, apoyo mutuo y compromiso.
Uno de los grandes debates sobre la huelga está relacionado con los determinantes psicológicos que nos disponen a participar. La decisión de formar parte de un proceso de huelga está sujeto a la expectativa de mejora de las condiciones de vida y de trabajo, a la eficacia del sindicato y apoyo de este en términos económicos, técnicos y personales, pero también a una serie de cuestiones relacionales y de identificación grupal. El apoyo de personas y compañeras significativas, su participación en la huelga y la importancia del vínculo con el colectivo de trabajadores son elementos que promueven la solidaridad obrera y el apoyo mutuo, y a través de ellos, la disposición a la huelga. La ideología de los y las trabajadoras y la coincidencia ideológica con el sindicato también son elementos que juegan un papel importante en la disposición a participar, especialmente en personas trabajadoras con fuertes niveles de politización, y en sindicatos de confrontación que presentan un programa político y una praxis sindical de oposición a la gobernanza neoliberal.
A partir de la interrelación dinámica de estos elementos simbólicos, relacionales y organizacionales, se desarrolla el elemento central de la acción colectiva de huelga desde una perspectiva subjetiva, la identidad huelguista. El proceso de identificación como huelguistas incluye la elaboración y expresión de problemas, intereses y objetivos comunes, la creación de un marco de significado compartido sobre la propia empresa y el conflicto que nos atañe y la promoción de una orientación colectivista de la acción. Estas cuestiones se producen en una dinámica de polarización nosotros-ellos que explicita la divergencia de intereses entre empleadores y empleados, la des-identificación con la empresa, las fronteras intergrupales y los mecanismos normativos de solidaridad y lealtad. El choque intergrupal en el lugar de trabajo promueve la formación de voluntades colectivas de carácter politizado, sobre todo en los contextos generalizados de protesta y huelgas. Así, la huelga genera identidades grupales apegadas a elementos ideológicos como el cuestionamiento de las relaciones económicas, la necesidad de transformar el modelo productivo o el antagonismo y la identidad de clase. También contribuye al desarrollo de habilidades políticas y el liderazgo obrero.
¿Cómo amortiguar el impacto psicosocial de la huelga?
Un elemento central de esta construcción colectiva del nosotras y nosotros es la dimensión afectiva. La construcción de la identidad grupal huelguista se produce bajo un clima emocional colectivo de gran intensidad. La dinámica de la huelga se caracteriza por el tránsito constante en buenos y malos momentos, lo que determinan un clima afectivo en forma de montaña rusa emocional. El proceso de conflicto intergrupal que simboliza la huelga hace que se oscile entre momentos de rabia, insatisfacción, deslegitimación e inconformismo, situaciones marcadas por el miedo, la desesperanza y la frustración, y momentos de alegría, orgullo, ilusión y esperanza.
En el otro lado de la moneda, esta misma intensidad emocional provocada por el conflicto y polarización puede derivar en malestar psicológico. La huelga es un proceso potencialmente traumático, ya que supone una grieta en la vida cotidiana de las personas y, además, implica hostilidad y confrontación, lo que puede resultar en alternaciones psicológicas, malestar, menor salud mental y sintomatología ligada a la depresión, la ansiedad o el estrés, además de un deterioro en las relaciones dentro de la empresa, y menores niveles de satisfacción y motivación laboral. La huelga incluye muchas situaciones de sufrimiento, miedo, frustración y desesperanza que requieren de una repuesta responsable por parte de quien tiene herramientas para contribuir a hacerles frente.
Apoyo, solidaridad y unidad
Sin querer establecer una relación mecánica y simplista, el impacto psicosocial de la huelga puede ser amortiguado por la participación activa, directa y democrática, por el empoderamiento personal desde la satisfacción de necesidades sociales, por el apoyo integral de las organizaciones sindicales y por la creación de vínculos significativos basados en el apoyo mutuo, la solidaridad y la unidad. De este modo, es necesario recalcar que no es la huelga en sí misma la que puede favorecer la aparición de impactos psicosociales negativos, sino las condiciones organizativas, relacionales, simbólicas y afectivas donde ésta se produce.
En este sentido, algunos elementos que pueden optimizar los procesos psicosociales de la huelga y favorecer el bienestar de los trabajadores en sus organizaciones de clase son:
- Estructurar la actividad de huelga y dotarla de sostenibilidad; proveer de recursos materiales, simbólicos y relacionales; favorecer la participación activa a través de procesos democráticos de toma de decisiones.
- Favorecer la elaboración simbólica de la huelga en espacios de reflexión colectiva donde construir percepciones, creencias y valores compartidos.
- Contribuir a satisfacer necesidades sociales desde la creación de vínculos significativos basados en el conocimiento, el apoyo mutuo y la solidaridad.
En este sentido, lejos de situarnos en una orientación psicologista e individualizadora del afrontamiento de procesos que pueden entrañar malestar psicológico, asumimos la necesidad de optimizar los procesos psicosociales de la huelga y el fortalecimiento de la participación sindical, la acción colectiva y la solidaridad obrera como mecanismos para favorecer el bienestar de las y los trabajadores en sus organizaciones de clase.