En busca de los equilibrios liberadores entre el nosotros y el yo

Erreportajea Z. OLEAGA (Publicado en ARGIA. Traducción: ALDA)
Aumentan las sicoterapias en círculos militantes

No faltan psicólogos en empresas, colegios, equipos deportivos... Lo que antes era arte, humor o un baño se ha convertido en arteterapia, risoterapia e hidroterapia, y en nuestras conversaciones es común emplear términos como “bipolar”, “neurótico”, “depresivo” o “psicosomático”... Hemos pasado del Homo politicus al homo psicologicus, también en círculos militantes.

Partimos de una hipótesis: en la última década, y en el ámbito izquierdista-militante de Euskal Herria, ha aumentado notablemente el número de personas que está o ha estado en algun tipo de psicoterapia. Más allá de analizar los malestares, heridas o fantasmas ligados a las militancias y luchas, buscan afrontar, también, otros dolores y dimensiones vitales.

Hemos preguntado a cuatro personas acerca de esta percepción. Hemos estado con las psicólogas Nagore Lopez de Luzuriaga Comunión y Olatz Barrenetxea Larrondo, en Bilbao. Ambas tienen consulta privada y están vinculadas a la herrigintza. Nos hemos encontrado en Gasteiz con los hermanos Iban y Arkaitz Martinez de Albeniz Lopez de Subijana. Dedicados a la militancia desde jóvenes, hace mucho que emprendieron una terapia por motivos diferentes. Llevan años combinando las terapias con las formaciones. Nuestros cuatro interlocutores concuerdan con la hipótesis de partida, pero ¿a qué se debe el aumento de las psicoterapias? ¿Por qué antes se recurría menos a esta dimensión y análisis personal? ¿Por qué ahora con mayor frecuencia? ¿A qué puntos fuertes y débiles responde esta tendencia?

Sufrimendu oro ez da gaixotasun; autoezagutza eta terapia ez dira ezinbestean edo bakarrik psikoterapiatik pasatzen; bizitzaren zauriekin edo norbere mamuekin elkar-bizi ahal izateko, lagunak dira adituak baino beharrezkoagoak; gutasun eta kidetasun sendo eta malgurik gabe ez dago pertsonen minak arintzerik; eta alderantziz, pertsona sendo eta malgurik gabe ez dago min kolektiboak gainditzerik.

El “nosotros” se debilita... y se enriquece

Algunas de las razones de la psicologización están relacionadas con transformaciones y tendencias de Occidente. “En las sociedades posmodernas se ha producido una ‘revolución interna’: un enorme ‘movimiento de conciencia’, un interés nunca visto por conocerse a sí mismos y por la autorrealización (…) La sensibilidad política de los años 60 ha dado paso a la ‘sensibilidad terapéutica’. (…) La autoconciencia ha sustituido a la conciencia de clase, la conciencia narcisista a la conciencia política”, escribió el filósofo Gilles Lipovetsky. Pero ¿qué es narcisista, el fijarse en el yo o la manera de hacerlo? “Cuidar el individuo no es alimentar el narcisismo o el egocentrismo. Creo que se pueden combinar ambas (conciencias), la personal y la colectiva”, afirma Iban. Todos los entrevistados consideran importante el hecho de cuidar la dimensión personal y el autoconocimiento.

Euskal Herria ha estado sin normalizar durante décadas, al menos desde el paradigma de la democracia capitalista occidental. Podemos situar el tronco de la anormalidad -un tronco con numerosas ramas, por cierto- en la identidad nacional izquierdista y en las muy extendidas luchas radicales vinculadas a aquélla. Mientras que en occidente la posmodernidad disolvía el concepto de nostredad, en concreto el de izquierda, Euskal Herria se mantenía más firme, y las redes colectivas y comunitarias estaban más vivas. En torno a esas luchas se desarrolló toda una cultura política, y dentro de ella, un tipo concreto de persona. Sin embargo, la nostredad se ha ido debilitando; somos actualmente un pueblo más normalizado. Seguramente el cambio del ciclo político caracterizado por la lucha armada ha sido a la vez causa y consecuencia de ese debilitamiento.

Enpresetan, ikastetxeetan, kirol taldeetan... ez da psikologorik falta; artea, umorea edo bainua zirenak arteterapia, barreterapia eta hidroterapia dira egun, eta gure elkarrizketetan ohikoa da bipolar, naurotiko, depresibo edo psikosomatiko moduko terminologia erabiltzea... Homo politicusetik homo psicologicusera igaro gara, baita ingurugune militanteetan ere.

Desde esa perspectiva, el auge de las psicoterapias puede ser fruto de una pérdida, el de un sentimiento de “no pertenencia”. “Sí que veo ese colectivismo más débil. Ha habido una gran desorientación durante cinco o diez años, y en esa situación se han abierto puertas más personales, no solamente la psicoterapia”, dice Arkaitz. Entre las puertas personales terapéuticas que se han abierto, ambos hermanos citan las carreras de montaña, y no bromean. También se pueden citar, entre ellas, las oposiciones y las drogas.

Pero la transformación no solo implica una pérdida; también es liberadora. En opinión de Barrenetxea, “lo que ha traído la militancia y la lucha es un “somos” fuerte, pero en el que el yo desaparece”. Lopez de Luzuriaga afirma que durante muchos años el imaginario de esa nostredad ha sido el del hombre militante de la década de los 80: “Porque el hecho de no ignorar el ámbito emocional se asociaba con la debilidad; las emociones ‘negativas’ como el miedo o la tristeza, con dar la razón al enemigo; había que demostrar seguridad y firmeza”.

La nostredad que experimentaban en la militancia se les hacía con frecuencia rígida y asfixiante a los hermanos Martinez de Albeniz. Empezaron a militar en estructuras de la Izquierda Abertzale en la década de las ilegalizaciones. “Se me hacía muy cuesta arriba combinar por un lado la imagen y el modelo de la militancia, la necesidad de ser fuerte y seguro y, por otro, sentirme como una mierda y todas mis miserias”, admite Iban. Arkaitz habla en la misma línea: “Lo que viví en una época era contrario a la pluralidad de caracteres y tipos de militancia. Se me quedó grabado eso de ser militante las 24 horas. El valor principal era la dureza. Y en la cárcel era lo mismo. Salí a la calle en 2009. El cambio político me ayudó a vivir esa militancia de 24 horas de manera más pausada, permitió que aflorara mi dimensión frágil”.

Arkaitz tuvo su primer contacto, muy superficial, con la psicoterapia en la cárcel, con el psicólogo del Colectivo de Presos. Cuando salió decidió retomar la terapia. En principio, para trabajar sobre las heridas ligadas a la militancia y la cárcel. No obstante, pronto sintió que el autoconocimiento iba mucho más allá. Iban empezó con la psicoterapia más tarde, hará ocho años, con 26. “Empecé por una crisis personal. Al principio lo veía como un parche; ahora lo he integrado en mi vida”.

Iban tenía una sólida imagen pública de militante. Arkaitz recuerda la fase en que Iban “cayó”: “Para mucha gente fue ‘joder, si este se cae, si Iban es vulnerable, yo también puedo caer’. Algunas personas lo hacían en sentido positivo, ‘yo también puedo permitirme la caída’, y otras, desde el temor, lo vivían como el derrumbe de las seguridades”.

El yo se refuerza... y empobrece

Por tanto, tras un largo periodo de marginación, el yo gana presencia y respira con más libertad entre nosotros. En opinión de Iban, “como ahora todo se ha relajado, hay mejores condiciones para que afloren las carencias que vienen de antes”. “Se va extendiendo la lógica de que, cuanta más capacidad tengas de afrontarte a ti mismo y asumir tu totalidad, más fuerte eres”, cree Lopez de Luzuriaga.

Sin embargo, aunque dice fijarse en el individuo, el capitalismo vende egoísmo. Los problemas sociales se convierten en carencias y culpas personales. La ayuda más fiable es la autoayuda, y la manera de estar bien consigo mismo, trabajar la autoestima. Hay gran variedad de ofertas en el ámbito de las psicoterapias, pero las más habituales son las cognitivo-conductuales y las farmacológicas, centradas en la eficacia a corto palzo, en la perspectiva neuronal, la eliminación de síntomas y en no dejar de hacer.

“No se da una comprensión colectiva o social. El objetivo es no tener necesidad de nadie y arreglártelas por ti mismo, cuando precisamente es la soledad lo que nos enferma”, dice Lopez de Luzuriaga. “¿Son las personas las que están enfermas? Es la sociedad la que está enferma, y nosotros vivimos en ella”, dice Barrenetxea.

Porque la nostredad tiene también mucho de terapéutico. La misma nostredad que asfixiaba a Arkaitz le protegía: “Yo me he sentido muy protegido en muchos momentos. En la cárcel, a tope. Con todo el valor que ello implica”. “Mi profesor decía que lo que da más sentido a la vida es el sentimiento de comunidad, el compartir ideales comunes, que si nos dedicáramos a la revolución habría menos depresiones”, cuenta Lopez de Luzuriaga. No solo las grandes nostredades, también las personas cercanas de carne y hueso nos resultan terapéuticas. Esto es, si un empleo que me pone en concurrencia con las demás trabajadoras y me tiene totalmente explotada me deprime, seguramente será más terapéutico el vínculo cómplice con una compañera o un sindicato combativo que ir al terapeuta.

Norbanakoa zaintzea ez da nartzisismoa edo egozentrismoa elikatzea. Biak uztartu daitezkela, pertsonala eta kolektiboa. Dimentsio pertsonala eta kolektiboa zaintzeari eta autoezagutzari garrantzitsua da .

Feminismo y masculinidad

El feminismo ha contribuido a hacer sitio a las personas y su vulnerabilidad, entienden Barrenetxea y Lopez de Luzuriaga. Es significativo que el mundo de las psicoterapias esté, en general, muy feminizado, porque no solo la fragilidad está feminizada sino también los cuidados.

Aunque entre las personas que hacen terapia Lopez de Luzuriaga no advierta tanta diferencia. A la vista de la relación de negación de los hombres con la debilidad, podía esperarse, quizá, que fueran menos, pero, al mismo tiempo, en algunos casos, la dificultad de compartir la fragilidad puede hacer que la necesidad de ayuda profesional sea mayor. Y la terapia puede ser una forma de ayuda más aceptable, porque puede llevarse en silencio. En todo caso, en la última década se ha incrementado el porcentaje de hombres. ¿Es quizá una señal de que los modelos de masculinidad están cambiando?

Los hermanos Martinez de Albeniz se centran en la cuestión de la masculinidad. La caída de Iban, por ejemplo, no hubiera causado tanto asombro si no hubiese sido un hombre: “Solíamos comentar entre varios amigos militantes que también en algún momento hicieron crac que hemos solido aplicar el cojonímetro, modelo tradicional que tiene poco de revolucionario”. Arkaitz va más allá: “Yo he sentido cierta penalización en la militancia por desarrollar la vertiente personal. Es difícil gestionar esa dicotomía”.

Más allá del péndulo, el equilibrio liberador como meta
Durante decenios se ha impuesto la nostredad -que tiene sus virtudes, pero es demasiado represiva con el yo-, y ahora es el yo el que ha adquirido el mayor protagonismo -lo cual también tiene su parte positiva, pero disuelve los vínculos hacia la gente próxima y las nostredades transformadoras-. Ese es el movimiento de péndulo. “Eso tampoco es sano. Pero creo que debemos pasar por ese proceso, personalmente y como pueblo”, afirma Arkaitz.

La psicoterapia sirve para aliviar los dolores de las personas o para su autoconocimiento, pero también constituye una herramienta para construir sociedades más saludables y libres.

No obstante, para ello necesitamos otro tipo de terapias. Nuestros cuatro interlocutores critican la relación entre persona experta y lega, o el hecho de que se deposite la salud mental, emocional y la capacidad de decisión en manos de terapeutas. El autoconocimiento no es complementario de las “terapias express”; exige tiempo y esfuerzo.

Barrenetxea reivindica la terapia colectiva: “La psicología debería trabajar la dimensión psicosocial, no tanto la terapia individual. Ésa es la verdadera manera de llegar a una sociedad sana”. Sin olvidar que no todo sufrimiento es enfermedad; que el autoconocimiento y la terapia no necesaria o únicamente tienen que basarse en la psicoterapia; que para poder convivir con las heridas vitales o con los fantasmas personales necesitamos más amigos que expertos; que sin una nostredad y comunidad sólida y flexible no es posible aliviar los dolores de las personas, y que, al contrario, no hay manera de superar los males colectivos sin personas sólidas y flexibles.