“Imparciales sí, neutrales no”

A la pregunta de si la justicia debe ser ciega, Biurrun responde con contundencia: “Neutrales no, debemos ser imparciales; no es lo mismo”.

»Eres miembro de Jueces para la Democracia. ¿La necesidad de crear una asociación así no evidencia la falta de democracia en la justicia?

La democracia es una utopia. Nuestra asociación tiene dos vertientes. Por una parte, pretende democratizar la justicia, pero va más allá, busca profundizar en la propia democracia. Hoy, resulta mas complicado democratizar la justicia y sus estructuras que la propia sociedad.

»Vas a cumplir 30 años en la justicia, justo cuando más se la cuestiona: La Manada, Altsasu...

Es cierto que la independencia judicial corre peligro. La mano del poder no llega a algunos niveles, al menos no de forma directa. En otros, sin embargo, resulta evidente: cómo se elige el Consejo General del Poder Judicial, cómo elige el Consejo General el Tribunal Supremo... Es obvia la intromisión de los partidos políticos en la justicia. El Estado está constantemente atenuando la libertad, también la de jueces y juezas.

»Somos iguales ante la justicia”. ¿Pura utopía?

No somos iguales en ninguna parte. La justicia nos trata de igual manera, en base a la ley, pero el punto de partida no es el mismo, porque no tenemos las mismas posibilidades ni los mismos recursos. Es imposible ser iguales cuando el punto de partida es distinto.

»“La justicia no debe ser ciega, no tenemos que ser neutrales”. Son tus palabras...

Neutrales no, debemos ser imparciales; no es lo mismo. La Constitución ordena que los poderes públicos deben disipar los obstáculos que entorpecen la igualdad entre personas. También es tarea del poder judicial. Eso implica que no podemos ser neutrales, que debemos ayudar a equilibrar las desigualdades, caso por caso.

»Las últimas reformas laborales han dejado desamparada a la clase trabajadora?

Siempre estamos en crisis, con una creciente pobreza, porque vivimos en una sociedad desigual. Se ha visto claramente con esta crisis, sobre todo con la reforma de 2012.

Yo no diría que la reforma deja desamparada a la clase trabajadora, pero es obvio que ha disminuido mucho su capacidad de protegerse; mas allá de las condiciones laborales, la reforma ha mermado la capacidad de las personas trabajadoras para organizarse. Y, por supuesto, ha aumentado el poder de las empresas, se les ha otorgado poder absoluto.