“Con sueldos de mil euros no puedes independizarte”

Erreportajea Gorka Quevedo
Erika relata las dificultades que tienen miles de personas para acceder a una vivienda digna.

Erika nació en Colombia hace 27 años. Siendo adolescente se trasladó con su familia a Navarra, donde residió hasta que salió de casa para cursar sus estudios de educación social. Actualmente vive en Bilbao, de alquiler en un piso compartido. Ella es una de las miles de personas que sufre la problemática de la vivienda en primera persona.

“Mi objetivo era estudiar educación social, y el lugar más cercano para poder hacerlo en una universidad pública era Donostia. Mi idea era trasladarme allí, pero el desorbitado precio de los alquileres me hizo desistir, así que estuve un par de años yendo y viviendo todos los días desde Pamplona a Donostia. Al final, llegó un momento en el que tuve que irme a Donostia por proximidad a la universidad, porque el traslado diario también suponía un gasto, y por tiempo. Hice cálculos, y con el dinero que tenía ahorrado -trabajando en negro- me trasladé a Donostia, compartiendo piso de alquiler con otras cinco personas”.

Más barato pero en mal estado

Después de terminar la carrera, Erika se trasladó a Bilbao para realizar un postgrado. “Evidentemente, en Bilbao también necesitaba un lugar donde estar. Tras mucho buscar encontré un piso compartido bastante económico en La Peña. Vivíamos varias personas, todas estudiantes. El piso era bastante barato, pero era un desastre: estaba bastante mal, era un lugar muy precario, las ventanas no aislaban nada y nos entraba mucho frío... Además, estaba situado cerca de un lugar de ocio, y había mucho ruido. Así no podía estar. Por suerte, tuve la fortuna de conocer a otra persona que también buscaba gente para compartir piso y me fui”.

Con trabajo, también muy difícil

Tras acabar el postgrado, Erika ha estado trabajando la mayoría del tiempo. Sin embargo, hoy en día tener un empleo no es sinónimo de poder desarrollar una vida propia digna y autónoma. Erika da fe de ello. “Llevo cuatro años trabajando en el tercer sector, pero la realidad de este ámbito no es fácil. Los empleos son bastante precarios y los sueldos normalmente no llegan a los mil euros mensuales, debido a que los contratos son parciales y sin ninguna garantía de continuar”.

Una precariedad que tiene implicación directa a la hora de pagar el alquiler. “Actualmente estamos dos personas en el piso, pero hemos llegado a ser tres. Hubo un momento en que tenía un sueldo tan bajo que necesitábamos ser más para poder con el alquiler”.

“Esta inseguridad es muy dura- relata Erika. Mi contrato laboral se renueva anualmente. ¿Si no tengo garantía de seguir trabajando, qué proyecto de vida puedo planear? Una situación en la que se encuentra gran parte de su entorno. “No conozco mucha gente que no sufra la problemática de la vivienda”, rubrica.