Koldo Zelaia bidelagun

Iritzia Luis Fernández
En el confinamiento, todo parecía como de ciencia ficción. En ese estado mental recibí la noticia de la muerte de Koldo. Lo que en 20 años no pudieron paradas cardiacas, neumonías, ingresos y UCIs lo ha hecho este bicho en menos de una semana. Las caídas y resurrecciones de Koldo han sido, como todo en su vida, intensas, llenas de pasión. A cada caída le siguieron nuevos retos... y no pocas juergas. Koldo parecía inmortal, y vamos a intentar que así sea.

Era el mes de enero de 1999. Llegué a Gasteiz con 25 añitos. Antes había sido delegado de ELA en una empresa durante 4 años, y hacía nueve meses que el sindicato me había liberado en Bilbo. De Bilbo fui a Gasteiz. Allí conocí a Koldo. Me pareció al principio arisco y un tanto inaccesible. Yo empecé con el sector de Limpieza. El era el líder del Metal. Una de nuestras primeras conversaciones fue para pedirle información sobre las contratas de Limpieza de las grandes empresas del metal alavés. Cuando se lo planteé, alzó la mirada y me dijo con su voz grave: “¿pero tú, no venías a enseñar?”. Estuve semanas sin volver a dirigirle la palabra. En esos momentos no me daba cuenta: era su estilo. Siempre poniéndote a prueba para que avanzases. Una buena forma de hacer crecer a la personas. A los pocos meses, pasé al Metal. Empezamos a trabajar codo con codo. No me cabe duda de que fue él quien propuso que entrase en su equipo. Para mi fue todo un halago. Fueron 6 años intensos. Me enseñó gran parte de lo que hoy sé.

Koldo llegó de Gipuzkoa a Gasteiz para organizar el Metal de Alava. Peleábamos entonces por ser primer sindicato. Aquel nivel de representación tenía mucho mérito pero también es verdad, como él contaba, que teníamos casi más delegados que afiliados. Nuestro nivel de organización era aun bajo. Eso vino a cambiar Koldo.

¡Y vaya si lo hizo!

Su obsesión por organizarnos en cada empresa era enfermiza. A finales de los 90, llegó la expansión industrial en Gasteiz de la mano de Gamesa, Daewoo, el Parque de proveedores de Mercedes y otras, repletas de gente joven… y de precariedad. Discutíamos sobre cómo entrar en esas empresas, cómo conectar con la gente joven, cómo organizar la sección sindical, repartir responsabilidades y boletines en cada empresa... El equipo era amplio: allí estaban también Zubi, Izaskun y Unai… Koldo sabía rodearse de gente impresionante. Debatíamos todo el día y gran parte de las noches... Fueron años de entrega y disfrute continuo. Años de ganar elección tras elección, de huelgas durísimas, de convenios rompiendo dobles escalas, de incrementos salariales del 20%.... Y Koldo siempre estaba allí. Día y noche. En el local, la fabrica, el txoko o el bar. Donde estaba el Metal de Gasteiz, estaba Koldo.

Quiero recordar dos buenas lecciones que Koldo no dejó, vitales para cualquier sindicalista.

1. Hacer hacer. No he conocido a nadie que tuviera tan claro que su trabajo era hacer que otros trabajasen sindicalmente. Era un organizador. No se trata de resolver los problemas de la gente, sino ayudar a la gente a organizarse.

2. Sin gente joven no hay correlación de fuerzas. Puso todo su ser al servicio de la gente joven. Conectar con ellos era su obsesión y lo consiguió. Y propulsó al Metal a las actuales cuotas de representación con esa nueva generación.

Tengo ahora la edad que tú tenías cuando nuestros caminos se cruzaron. Aplico las recetas que me enseñaste. Solo tres días antes de tu partida, tras una reunión de organización en mi comarca, rescaté un documento tuyo de hace quince años. Sigue plenamente vigente. Has entrado en club de las personas imprescindibles, las que luchan toda la vida. Mientras sigamos organizando a la gente contra las injusticias en empresas, pueblos y calle, tu llama seguirá viva.