De cerca, Joseba

Joseba Irazu Garmendia (Asteasu, 1951)

En realidad, hablamos de Joseba Irazu Garmendia; como se sabe, Atxaga es uno de los apellidos de su familia que andan por ahí, perdidos. Si a la primera persona que pasa por la calle le preguntas el nombre de un escritor en euskara -hombre o mujer-, en el 90% de los casos dirá Bernardo Atxaga. Sin entrar en más profundidades, puede decirse que es la figura central de la literatura en euskara de los últimos 40 años, en especial desde que ‘Obabakoak’ recibió el Premio Nacional de Literatura en 1989. Ha escrito muchas más novelas (‘Bi anai’, ‘Sara izeneko gizona’, ‘Gizona bere bakardadean’, ‘Zazpi etxe Frantzian’, ‘Soinujolearen semea’…), además de poemas y cientos de artículos.

Visto desde lejos -por la tele, digamos-, es una celebridad de las letras, una figura de primera línea. Escuchado de cerca, destaca su calidez, la cercanía y el torrente de anécdotas y ejemplos con que ilustra sus ideas. Si además se tiene la ocasión de pasear por Asteasu con él -o entrevistarlo en el cuarto de estar de la casa familiar donde creció-, la impresión será la de estar charlando con un viejo amigo al que no veíamos desde hace mucho tiempo; uno de esos amigos con los que la confianza de siempre se recupera desde el primer saludo. Sin formalidades ni rigideces.

Entonces, Bernardo Atxaga -el autor de éxito- queda aparcado, y aparece Joseba Irazu, que comparte con su hermano Ramón recuerdos de la infancia y la juventud delante de una pareja de periodistas atrapada en aquellas historias de Asteasu, la materia prima de los relatos de Obaba que convirtieron a Joseba en Bernardo y que colocaron al euskara en el lugar que merece como vehículo cultural y literario.

Pero Bernardo no vive en una torre de marfil, no es un aristócrata de la literatura; la realidad es su materia prima, y se nota que mira las cosas de cerca. Como Joseba.