"Sin la clase trabajadora el mundo se para"
Escribiste, a medias con Nega (cantante de Chikos del Maíz, entre otras ocupaciones), ‘La clase obrera no va al paraíso’. Afirmas que la clase trabajadora no ha desaparecido, que ha sido desaparecida. ¿Cómo y por qué se produce esa desaparición?
Sí, Nega y yo explicamos cómo se ha dado todo un proceso de desaparición forzada de la clase obrera o trabajadora. No ha sido por voluntad propia sino que otros la han hecho desaparecer, como sucedió con los militantes de izquierdas del Cono Sur bajo las dictaduras. ¿Cómo y por qué? La embestida neoliberal se inicia en los setenta para desmovilizar a una clase obrera que había conseguido derechos gracias a sus luchas y también, en buena medida, a la existencia de la Unión Soviética como cristalización de esas luchas, que ejercía de presión a las élites, porque la clase trabajadora tenía otro modelo económico, social y político en el que mirarse.
La derecha neoliberal empezó a negar la propia existencia de la clase trabajadora, y hasta la propia división social en clases. Ideas que se repitieron también desde la academia, luego se invisibilizó su existencia en el cine, la televisión o la publicidad. Cuando aparecíamos en series, o supuestamente representados por determinados personajes televisivos, era para denigrarnos presentando una imagen distorsionada de qué es la clase obrera, de tal manera que la gente no pudiera o quisiera sentirse identificada. En definitiva, igual que se ha ocultado el papel de las mujeres en la Historia, también se tratado de invisibilizar y hasta negar la existencia de la clase obrera.
Si no hay clases no hay lucha de clases...
Efectivamente. Las clases sociales configuran una relación social que, bajo un modo de producción capitalista, es necesariamente violenta, pues siempre está presente el conflicto, aunque sea latente. El capitalismo se basa en la explotación de la clase trabajadora por una clase dominante y el enriquecimiento de ésta por la extracción de plusvalía de los trabajadores y trabajadoras, es decir, en el robo de parte del producto de nuestro trabajo. Esto es no sólo injusto sino, además, violento, se mire por donde se mire. Por eso es tan importante para el poder evitar la toma de conciencia, aunque sea sólo en términos de identidad social.
¿Qué papel han jugado los distintos actores políticos y sociales en esa desaparición?
Un papel muy destacado. Como entes que pueden o deberían ayudar a la generación de conciencia de clase, la responsabilidad de partidos y sindicatos de izquierda es grande, al abandonar un discurso y una estrategia de clase. La relación de fuerzas desigual entre el capital y el trabajo solo puede mantenerse en un precario equilibrio (eso que llaman “paz social” o “concertación”) tapándola con mil eufemismos y, por supuesto, con la colaboración de aquellos que están más preocupados por el “diálogo social” que por defender los derechos de la clase a la que dicen representar. Tenemos, entonces, un sindicalismo de la renuncia, un sindicalismo del miedo o del “mal menor”.
¿Por ejemplo?
No quisiera ser sectaria con los grandes sindicatos en el Estado español, ni ser maximalista en los análisis pues conozco un montón de personas honestas y combativas militando en CCOO y UGT, pero no siempre sus direcciones han estado a la altura de esa militancia. Con su papel de concertación con el poder, olvidando que la visión de defensa de nuestra clase debe ir por delante de la “responsabilidad de Estado”, se han mostrado más preocupados por ser avalados por el poder como “actor social” en la “negociación colectiva” y toda esa terminología que le encanta a la patronal, que por conseguir derechos para nuestra clase. O se han escudado en la consecución de esos derechos para justificar negociaciones a la baja o lo que muchos trabajadores han visto como traición o abandono. El resultado ha sido la pérdida de medio millón de afiliados entre 2009 y 2015 que, me atrevo a decir, no es sólo por el efecto de la crisis económica ni por el tradicional bajo porcentaje de afiliación sindical existente en el Estado español. El crecimiento de otros pequeños sindicatos o el surgimiento de otras experiencias sindicales novedosas respaldan mi argumento, me temo.
“Elkarrizketa soziala abdikazioaren sindikalismoa da, beldurraren eta kalte txikienaren sindikalismoa”
"Historian emakumeen papera ezkutatu den bezala, langileriaren existentzia ukatzen ere saiatzen dira"
Si la clase trabajadora ha desaparecido, ¿qué somos?
Creo que la dirección de los grandes sindicatos, igual que la de algunos partidos de la izquierda, se ha creído que, como los medios nos han machacado, por activa o por pasiva, con la idea de que ya “todos somos clase media”, ya no hay clase trabajadora con una cultura, una identidad y unos intereses propios. En todo caso, tu papel de vanguardia ideológica te debería llevar a recuperar esa identidad y conciencia supuestamente perdida. En realidad, muchos líderes de partidos de izquierdas se lo han creído por otros motivos: no vienen de la clase obrera y la desconocen, pero ese es otro tema…
Termino marxista klasikoetan, langile klasea da bizi ahal izateko bere lan indarra saltzen duen edonor. Termino soziologikoetan, azpitalde desberdinak daude langile klasearen barruan. Negari eta niri interesatzen zitzaiguna zen langile klasearen definizio politikoa eskatzea, nahasteak mugiarazi eta argituko zituena.
¿Quién y qué es clase trabajadora hoy?
En términos marxistas clásicos, clase trabajadora es cualquiera que venda su fuerza de trabajo para poder vivir. En términos sociológicos, hay distintos subgrupos dentro de la clase trabajadora. A Nega y a mí lo que nos interesaba era apelar a una definición política de la clase trabajadora que movilizara y aclarara confusiones. Por ejemplo, una de las creencias más extendidas es que la clase trabajadora (o clase obrera, como nosotros decimos) es solamente el trabajador o trabajadora industrial clásico, obviando que la clase trabajadora ha mutado igual que lo ha hecho el capitalismo en este siglo XXI. Y que antes de que hubiera industrias, también había clase trabajadora con conciencia de serlo entre las criadas u otras profesiones que no necesariamente pertenecían a la industria. Entonces, debemos ampliar nuestra mirada, salir de los reduccionismos, también de los que nos tratan de convencer de que si una persona tiene un buen salario ya no puede ser clase trabajadora y debe ser “clase media”. Esto es muy peligroso porque asocia ser de clase trabajadora con la precariedad laboral y vital.
Vivir mejor no nos lleva a otra clase social, sólo nos da condiciones más dignas para poder vivir y seguir luchando para transformar este sistema de base, que es de lo que se trata.
Habláis de conciencia de clase, pero hay toda una generación de jóvenes -y no jóvenes- con estudios y sin ellos, que no llegan a mileuristas pero se ven a sí mismas como clase media. ¿Cómo se explica este hecho?
Es el espejismo de la clase media. Nos hacen creer que vivir bien, es decir, con unos mínimos básicos que quizás nuestros antepasados no tuvieron, es no pertenecer a la clase trabajadora. Quieren una clase trabajadora empobrecida y sin conciencia porque así es más débil y maleable. Una clase trabajadora que se avergüence de serlo porque ser clase trabajadora equivalga a ser un garrulo o garrula ridiculizable en la tele. Si tienes estudios y no cumples con el perfil de “princesa de barrio” nos dicen que ya no somos clase trabajadora. ¿Es esto así? Evidentemente, no. En nuestros barrios hay de todo: gente con estudios (no tanta, porque en la clase trabajadora siempre hemos tenido unos techos de cristal para poder formarnos y llegar a la Universidad), gente sin estudios, gente mileurista, gente que gana menos, otros algo más. Pero todos somos clase trabajadora y creo que, en términos generales, la mayoría sí sabe que pertenece a la clase trabajadora.
¿La crisis de 2008 y la actual del coronavirus pueden cambiar esta percepción?
Los que se siguen creyendo clase media después de la crisis de 2008, quizás despierten ahora con el impacto del coronavirus y se den cuenta de que para el capital somos solo mano de obra sustituible. Creo que, más allá de excepciones, en general la gente tiene muy claro a qué clase pertenece. Se trata de hacer las preguntas correctas y apelar a la ubicación subordinada de cada persona en el mundo del trabajo. Ahí poca gente se pierde, pues viven la falta de democracia en los centros de trabajo, aunque siempre hay quien se quiera engañar pensando que la empresa es suya. De todas formas, que la gente no luche para defender sus derechos no implica que no tenga conciencia de clase o que no exista la clase trabajadora, como algunos teóricos dicen.
¿Cómo se entiende que haya trabajadores y trabajadoras, incluso muy precarios, que voten a partidos de derecha o incluso extrema derecha? ¿Realmente hay una izquierda que defienda políticas de izquierda? ¿Existe la izquierda transformadora?
Por todo el proceso de desideologización y combate contra la toma de conciencia de la clase trabajadora. No obstante, quiero dejar muy claro que es un mito eso de que la clase trabajadora vota mayoritariamente a la ultraderecha o a la derecha. Si bien hay sectores de la clase trabajadora que prefieren esas opciones políticas, son una minoría dentro de nuestra clase. Hay un voto de clase en el Estado español a la derecha, pero no es el de la clase trabajadora, como defendemos Nega y yo y tantos otros. Esto es muy visible cuando se revisan los porcentajes de voto por barrios. Los partidos de la izquierda en sentido amplio (pues esto incluiría al PSOE), siguen ganando en los barrios obreros del Estado. Quizás el voto rural es un poco distinto, eso tendría que verlo con mayor detenimiento. Pero en las áreas urbanas la clase trabajadora no vota mayoritariamente a la derecha.
“Gure lanean zerbait gehiago irabazteak ez gaitu beste klase sozial bat bilakatzen, bizi ahal izateko baldintza duinagoak baino ez dizkigu ematen"
¿Cómo hemos llegado a una situación tal en la que tener trabajo no es garantía de no ser pobre?
Partidos como el PSOE, referente de la clase trabajadora española, emprendieron un desmantelamiento del Estado, privatizando empresas estratégicas e introduciendo, desde una supuesta izquierda, las políticas laborales de desregulación y flexibilización que supusieron pérdida de derechos y de poder adquisitivo de la clase trabajadora. Luego el PP llegó para rematarlo y, tras un espejismo producto de la burbuja de la construcción, bajó la marea y se vio el resultado: alto desempleo, es decir, ejército de reserva, lo que va de perlas para que el capital pueda bajar los salarios por el “exceso” de mano de obra disponible.
¿Y el modelo productivo?
Además, se ha producido en paralelo una desindustrialización del país, como se ha comprobado estos días cuando se veía que en España no había capacidad para producir mascarillas u otros insumos médicos. Tenemos un peso predominante del sector servicios, mucho de él externalizado y, por tanto, ultraprecario. Además, mucho del trabajo disponible es estacional y está vinculado al turismo, un sector de bajo valor agregado, como diría el ministro de Consumo. Es una vergüenza que una camarera de piso gane 2,50 euros por cada habitación, y el hotel cobra a sus clientes más de 100 o 200 euros por noche. Esto pasa en un país que presume de ser potencia turística mundial.
¿Hasta qué punto la división inducida de la clase trabajadora: fijos, temporales, de ETT, migrantes... está impidiendo una respuesta a la situación que vivimos?
La división entre distintas tipologías de contrato influye, igual que la atomización del trabajo y la introducción de los falsos autónomos, ocultando una relación salarial que debería estar mediada por un contrato. Dividir a la clase trabajadora, incluso pagando distinto sueldo por un mismo trabajo, ha sido siempre una estrategia del capital para confrontar a las personas trabajadoras entre sí. Tratan de que veamos el problema en el compañero o compañera que cobra más (o que vende su fuerza de trabajo por menos) y no en el empresario que utiliza esas tácticas para obtener mayores márgenes de ganancia y neutralizar las posibilidades de unión. Sin embargo, yo me quedo con los ejemplos de lucha concretos en los que la clase trabajadora ha sabido superar estas divisiones. Por ejemplo, en la lucha por conseguir dos días de descanso de los autobuseros de Transports Metropolitans de Barcelona (TMB) en 2008: uno de los puntos era la equiparación de condiciones laborales entre la plantilla que había llegado después y tenía menos derechos. Por tanto, el capitalismo no logra dividirnos cuando se topa con una clase trabajadora consciente y dispuesta a la lucha. No podemos salvarnos solas; los ataques son siempre colectivos, en realidad, porque la precarización de un sector actúa como efecto llamada: la falta de respuesta colectiva es una debilidad que les sirve para apretarnos las tuercas un poco más.
Kontratu mota desberdinen arteko banaketak eragina du erantzun sozialean, lanaren atomizazioak eta autonomo faltsuen sarrerak bezalaxe, kontratu batek tarteko izan beharko lukeen soldata harreman bat ezkutatuz. Langile klasea zatitzea, baita lan beragatik soldata desberdina ordainduzere, kapitalaren estrategia bat izan da beti, langileak elkarren artean alderatzeko.
¿Hacia dónde debería dirigirse la clase trabajadora? ¿Qué papel debería desempeñar?
Yo creo que la clase trabajadora tiene que seguir siendo la vanguardia social en la lucha por la emancipación humana, en términos generales. Siempre lo ha sido: encabezó las luchas por la autodeterminación de los pueblos, por la liberación de la mujer o por los derechos de los colectivos LGTBI. Aunque nos lo hayan presentado como luchas fragmentadas independientes del papel de la clase trabajadora, no pueden entenderse grandes conquistas de estos colectivos sin, por ejemplo, la instauración del primer Estado obrero y socialista de la historia, la URSS. En ese sentido, yo creo que nos queda todavía mucho por transformar, desde distintos ámbitos si se quiere, pero siempre con una perspectiva de clase que no olvide la necesidad de transformar de raíz este sistema, más allá de las pequeñas-grandes batallas laborales. Solo hace falta que nos demos cuenta de nuestro potencial y reconectemos con nuestro pasado y nuestra memoria, no para autosatisfacernos con batallas ganadas sino para coger fuerzas en las luchas del presente y el futuro, que son muchas y más lo van a ser tras el impacto del coronavirus.
“Sektore baten prekarizazioak gainerako sektoreen prekarizazioa dakar: erantzun kolektiborik ezean, ahuldu egiten gara, eta orduan gu pixka bat gehiago estutzen gaituzte”
El libro fue escrito hace un par de años. Analizábais el fenómeno de Podemos y esperábais que no cayera en el error de obsesionarse por el poder institucional en detrimento de la construcción de base. ¿Cómo véis la situación actual en Podemos?
El análisis de Podemos daría para una o varias tesis doctorales. No sé qué diría Nega al respecto pues hace tiempo que no he hablado con él del tema y, de entrada, él tiene una vinculación política con Podemos, cosa que yo no tengo. Por mi parte, entiendo que la realidad de cada territorio es distinta y habrá múltiples excepciones a lo que voy a decir pero, en términos generales, creo que una de sus virtudes fue atraer a la política a sectores que no se habían movilizado nunca antes, volver a ilusionar a otros que estaban desencantados con sus respectivos partidos y aportar aire fresco a la política a escala estatal. Pero la propia dinámica del partido, enfrascado en peleas internas, ha quitado energía a esa construcción de base. Por lo que sé, la idea de los círculos no ha acabado de cuajar y hoy existe bastante desmovilización en las bases. En algunos lugares, como Catalunya, hay varias familias aparentemente irreconciliables y pugnas de poder a lo Juego de Tronos porque donde hay poder, hay oportunismo y arribismo, por desgracia. En medio, me consta que hay algunos militantes de base que tratan de hacer esa labor de la política desde abajo.
En parte, ¿Podemos ha acabado siendo lo que tanto criticó?
Desgraciadamente, los conflictos internos y el desgaste de gobernar han puesto a Podemos frente a los mismos problemas y contradicciones que previamente criticó en otras fuerzas de la izquierda transformadora. En cierta medida, quizás era inevitable porque somos los seres humanos los que hacemos las organizaciones y nuestras respectivas miserias, o actitudes heroicas, son las que las inclinan hacia un lado u otro. En todo caso, en la confluencia Unidas Podemos se encuentran algunos de los mejores cuadros de la política del Estado y la mayoría de los pocos líderes políticos que provienen de la clase trabajadora. Y es ahora un instrumento que está sirviendo para que se ejerza algún tipo de dique de contención en el Gobierno español frente a la ofensiva brutal del capital que quiere cargar de nuevo los costes de esta crisis en las espaldas de los trabajadores y trabajadoras. Eso es un avance, pero si no hay una base sólida de respaldo a esas medidas, podemos asistir a la caída de este Gobierno y, con él, al ostracismo político de Podemos e, incluso, su desaparición a medio plazo. Siendo grave, no sería lo peor. Lo peor sería que la gente no volviera a creer en ninguna alternativa política surgida de un movimiento social.
Una medida que me ha llamado la atención: para volver a identificar a la clase obrera y a los partidos de izquierda proponéis una discriminación positiva de la clase trabajadora en los partidos y colectivos de izquierda. Al igual que se pide paridad de género o raza, pedís paridad de clase.
Esta idea fue una provocación en un principio, pero tiene su parte de sentido. Es tan sencillo como observar que la clase trabajadora está infrarrepresentada en las direcciones de los partidos o en los diputados en el Congreso. Sin embargo, esto no mueve a escándalo como nos asombraría que hubiera un movimiento de defensa de los derechos de los afroestadounidenses en EEUU con portavoces blancos o una organización feminista con una mayoría de hombres como cara visible. Aunque parezca algo estrambótico, no es un debate nuevo ni una idea que se nos haya ocurrido a nosotros. Tanto Álvaro Cunhal, en el Partido Comunista de Portugal (PCP), como Manuel Sacristán en el PSUC catalán, hicieron denuncias y propuestas en el mismo sentido en los 80. Décadas después, seguimos arrastrando un problema no resuelto.
“Harro egon behar dugu ogia inor esplotatu gabe irabazteaz, daukaguna, izan gutxi edo asko, gure ahaleginari esker lortzeaz, entxuferik eta pribilegiorik gabe, ez meritokrazia lezioak ematen dituzten beste batzuk bezala”
Para acabar, ¿hay un mensaje positivo y de empoderamiento? ¿Hay clase trabajadora para rato?
Creo que la clase trabajadora debe ir a la ofensiva. Debemos estar orgullosas de lo que somos, de nuestro sacrificio cotidiano, de ganarnos el pan sin explotar a nadie, de conseguir por nuestros propios medios lo mucho o poco que tenemos, sin enchufes ni privilegios de partida, no como otros que van dando lecciones de “meritocracia”. Empecemos por reclamar nuestra dignidad, los valores asociados a nuestra clase, que son los de la solidaridad, la generosidad, la fraternidad y el pensar en colectivo. Esta crisis del coronavirus ha hecho visible algo que nosotros ya sabíamos, que sin la clase trabajadora no se mueve el mundo. Pues bien, seamos conscientes de nuestra fuerza y unámonos para transformar este sistema al que no le importamos y que nos mata lentamente cada día.