Subrogación: para no empezar de bajo cero

Iris García y Sonia San Segundo han aprendido en muy poco tiempo qué significa la palabra subrogación. Trabajan limpiando habitaciones en hoteles de Bilbao, les conocen como las kellys vascas y son afiliadas de ELA.

La palabra subrogación ha llegado a su vida laboral al estilo de un salvavidas, como un parapeto que les protege de la espada de Damocles que sus empresas siempre tenían disponible para dejarla caer sobre sus cabezas. Para despedirlas limpiamente, sin indemnización ni complicaciones legales. La precariedad es legal, sí, no conviene olvidarlo. Las empresas tienen todo un arsenal de normas y leyes disponibles para despedir, abaratar salarios y alargar (o fragmentar hasta la asfixia) las jornadas laborales.

Externalización

Y entre ellas está la externalización o subcontratación de tareas. Una cadena de hoteles (o cualquier otra compañía) decide trocear su actividad principal y encomendar varias de esas tareas (hasta entonces propias) a las denominadas empresas de servicios: la limpieza de habitaciones, la gestión de la cafetería o restaurante, la recepción o la seguridad, la limpieza de todo el textil (ropa de cama, toallas, manteles, etc)... En fin, una espiral interminable para eludir responsabilidades y dividir a la plantilla, incluso enfrentándola en diversas empresas que compiten entre sí por adjudicarse esos servicios al menor precio. Si todo va bien habrá trabajo precario, mal pagado y la mayoría de las veces incompatible con una vida personal o familiar digna de tal nombre.

Pero aún puede ser peor. Cuando la compañía principal (la cadena de hoteles, por ejemplo) encuentra una empresa que lava su ropa o limpia sus habitaciones más barato, prescinde de los servicios de la anterior y contrata a la nueva, que trae su propia plantilla, con salarios más bajos y condiciones, si cabe, más leoninas. Eso es la competitividad real, la que funciona en el día a día, muy alejada de los colorines y los ‘power point’ que exhiben patronales y gobiernos.

¿Y las trabajadoras de la anterior contrata? No hay empleo para ellas, no hay ley que las proteja.

Al paro

Este fenómeno se ha extendido también a los servicios públicos –con la (ir)responsabilidad política correspondiente–, y se disfraza de una falsa competitividad empresarial (excelencia, optimización, innovación tecnológica, especialización... son algunos de sus clichés) para ocultar lo fundamental: cómo quitarse de encima -sin coste alguno- a unas trabajadoras para contratar a otras más baratas, más precarias, con más miedo.

Sólo introducir la subrogación en los convenios (del tipo que sean) puede neutralizar esa competitividad basada en precarizar las condiciones laborales. Es decir, que cuando una compañía cambie a alguna de sus empresas subcontratadas, la nueva adjudicataria deba asumir la plantilla que ya prestaba ese servicio.

¿Difícil? Pero no imposible, y ya existe gracias a ELA en los hoteles de Gipuzkoa (y en varios de Bizkaia)... Nunca lo verás en la agenda del diálogo social, o en los power point de los Gobiernos...