Tablas y salarios reales

Iritzia Iván Giménez

En principio, no hay nada más real que una tabla: es algo sólido, donde se apoyan cosas, que se puede tocar, que no se dobla… Da sensación de seguridad y de permanencia. Además, en su acepción matemática, nos dibuja en la mente cierto orden, con sus filas y sus columnas, sus cálculos automáticos e infalibles.

Quizá por eso, el concepto de tabla se ha utilizado desde siempre para reflejar las retribuciones salariales de los acuerdos entre sindicatos y empresas (o patronales, o Administraciones, según el caso). En una tabla se reflejan, cada año, los conceptos y cantidades que cobramos.

De hecho, se llama fuera de tablas al personal de dirección que queda al margen de esos acuerdos, o a aquellos pluses que unas personas tienen y otras no, y que por definición quedan a voluntad de la empresa. ¿Pero qué pasa cuando la plantilla en su conjunto ya cobra por encima del convenio sectorial y éste se renueva? Por poner un ejemplo, eso es lo que ocurrió hace un año con el convenio del Metal de Araba.

Tauletan soilik adostutako soldata igoerak ez dira nahikoak, paperean baino ez dira existitzen.

¿Y cómo se hace para que todo el mundo se beneficie del incremento salarial firmado en un sector? De entrada, si ELA ha firmado un acuerdo en una empresa es para lograr (entre otras cosas) un salario más alto que el del sector. Por eso, cuando se firma un convenio sectorial para todo el territorio (Metal en Araba, por ejemplo) no basta con incrementar el salario que viene reflejado en las tablas de ese sector, porque habrá un porcentaje alto de personas que ya perciben en sus empresas salarios por encima de esa base (en el Metal de Araba, por ejemplo, más del 80%). Entonces, acordar solamente un aumento salarial en tablas es claramente insuficiente y, además, a las empresas les sale prácticamente gratis: ese incremento sólo existe sobre el papel, pero no llega a los bolsillos de la mayoría. Es lo que hicieron en 2022 sindicatos como CCOO, LAB y UGT.

Ahí entra el concepto de salario real, el que efectivamente cobra la gente, y sobre el que habría que aplicar el incremento salarial pactado. No es una tarea matemáticamente fácil, ni jurídicamente exenta de trabas, pero no hay otro camino. Cualquier otra cosa es quedarse en la propaganda y favorecer la acumulación de beneficios para las empresas. 

Tablas y salarios reales, a veces son lo mismo, pero otras muchas veces, no. Y conviene distinguirlas. ELA siempre lo hace.