Una actriz que vive improvisando
Edurne Azkarate no contesta a las preguntas al instante. Le gusta coger aire, repensar la pregunta y buscar las palabras adecuadas para cada cuestión. Habla de manera contundente, como quien tiene la experiencia necesaria para ello. Se expresa con una claridad y profundidad evidentes, yendo a la raíz de las cuestiones, alejándose de obviedades, como quien tiene espíritu crítico y rechaza la superficialidad.
Posee una personalidad y sensibilidad que, a la vista está, le ha impulsado en su carrera profesional. Tras graduarse en Interpretación vivió en Polonia y en los escenarios internacionales desarrolló la capacidad de adaptación. Algo que, inevitablemente, ha tenido que poner en práctica en un mundo laboral inestable con más interrogantes que expectativas.
Autoexplotación, pluriempleo e incertidumbre son palabras que también resuenan en su currículum. Un relato generacional del que no se salva casi nadie. A pesar de ello, reconoce su “situación privilegiada y estable”, gracias al apoyo emocional y económico de su familia, pero también por ser una mujer occidental y con apariencia normativa. Sabe que el ser mujer, joven y alavesa le ha abierto puertas y, lejos de avergonzarse por ello, ocupa su lugar con orgullo.
El futuro le preocupa y hablar de jubilación parece una utopía. Lleva la cuenta de los días cotizados, “demasiado joven para eso”, dice, aunque sabe que no hay derechos sin lucha y en ese proceso de cambio social, afirma convencida que la cultura es un elemento vertebrador. “A la gente siempre le ha importado el relato de la vida cotidiana y el foco cultural ahora está ahí”, entre el drama y la felicidad confluye lo personal y lo político.
Sin tomar demasiadas decisiones, prefiere descubrir lo que está por venir. Es así como ha ido cumpliendo sus sueños. Ha logrado ser actriz; trabajar en el extranjero; interpretar obras como Zaldi Urdina; ejercer de directora en el colectivo Formol Laborategia, en la obra Album, ser presentadora de televisión y en el último año, también debutar en la gran pantalla con Irati de Paul Urkijo.
Hacer una aportación al euskera y a la cultura vasca es uno de sus principales objetivos como actriz nacida en la Rioja Alavesa, como euskaldun empoderada de la periferia. Confiesa que vive con pena que actualmente no exista una montaña de producción audiovisual en euskera de todo tipo y afirma contundente que es momento de ser más valientes. Pese a que queda mucho por recorrer y aunque el camino no vaya a ser fácil como actriz y euskaldun, de momento, esta es su apuesta. Y a donde la vida le lleve.