No al negocio privado

Juani Céspedes, presidenta de la asociación de familiares de Bizkaia, Babestu, denuncia la escasez de personal en las residencias y reclama más tiempo de atención directa y cuidado

¿Qué valoración hacéis de la atención que reciben vuestros familiares en las residencias de Bizkaia?

Hay una escasez de personal enorme que condiciona muchísimo el servicio que se presta: las trabajadoras no tienen tiempo para dedicar a los ancianos y ancianas y personas dependientes. El aseo es precipitado y estresante; se apuesta por el pañal en vez de acompañar a las personas al servicio; se les da de comer como a pavos. La misma calidad de la comida deja bastante que desear: mucho congelado, poca fruta del tiempo, cada vez más catering...

La atención nocturna es inexistente. De media, hay una gerocultora para atender a 42 residentes. Son turnos de 10 horas durante las cuales, en muchos casos, esa trabajadora, además, tiene que colocar ropa, limpiar sillas de ruedas...

¿Qué es lo más urgente, en vuestra opinión?

Hace falta mucho más personal: gerocultoras pero también médicos y enfermeras, día y noche. Y cocineras, y personal de limpieza... Y otros profesionales como fisioterapeutas, para que trabajen la movilidad de nuestros familiares.

Hay muchos tipos de residentes. Hay personas que físicamente están muy dañadas pero mentalmente muy bien. Y esa gente se siente muy sola porque las profesionales de las residencias andan a la carrera y no tienen tiempo para ellas. Es duro decirlo, pero la mayoría de las residencias son un parking de ancianos y ancianas. Les ponen en la sala común, encienden Tele 5, y a pasar el día.

En Babestu creemos que las personas mayores residentes necesitan, por encima de todo, cuidado emocional y personalizado, atención, empatía, contacto físico y cariño, mucho cariño. La residencia es su casa en el final de la vida y la gente que allí trabaja y vive, su nueva familia.

Así las cosas, no es extraño que para muchos familiares la residencia acabe convirtiéndose en vuestra segunda vivienda.

Aunque socialmente todavía esté mal visto llevar a un familiar a una residencia, lo cierto es que es una decisión dolorosa e, incluso, traumática. En la mayoría de los casos no hay ningún abandono; al contrario: el objetivo es que esté mejor cuidado y atendido que en casa.

Y contestando a tu pregunta, yo diría que la presencia de la familia en las residencias es constante en parte de manera voluntaria y, en parte, obligados por las circunstancias, por estas deficiencias de atención que denunciamos. De hecho, muchas familias que solo pueden ir los fines de semana a la residencia están pagando a una persona para que vaya diariamente a movilizar, cuidar y acompañar a su ser querido. Paga el precio de una residencia y paga, además, a una cuidadora...

Gogorra da horrela esatea, baina zahar etxe gehienak adinekoen parking hutsak dira. Egongelan jartzen dituzte denak, Tele 5 sintonizatu eta hortxe uzten dituzte egun osoa, egonean.

Esta realidad que denuncias contrasta con las alabanzas de las diputaciones a nuestro sistema de dependencia.

No sé en qué mundo viven... De hecho, en Babestu vamos más allá: creemos que todo el sistema de dependencia es muy mejorable. Unos datos: en el papel, con grado 2 y 3 las personas dependientes tendrían derecho a residencia, pero como no hay plazas solo entran los de grado 3; los de grado 2 van al centro de día. Son derechos virtuales, no reales. Lo demás es propaganda. Como lo de la elección de la residencia... Si hay plaza, eliges; si no, a la que haya...

La apuesta de la Diputación es que las personas mayores o dependientes permanezcan el máximo tiempo posible en casa, ayudando económicamente a la familiar-cuidadora. Nosotros tenemos también muchas dudas sobre este modelo porque el amor no es suficiente. Esas personas que cuidan deben tener formación y medios, las casas deben estar adaptadas, y sabemos que muchas veces no es así.

Reivindicáis la publificación de este importante servicio social.

Las residencias deberían ser públicas, pero las instituciones han optado por un modelo de negocio privado en el que prima el beneficio por encima de la persona. Y mientras eso sea así, mal vamos.