Que baje la tasa de paro no tiene porque ser una buena noticia
Desde el año 2013, momento en que el paro alcanzaba su máximo en el Estado (26,66%), la creación de puestos de trabajo ha sido una constante hasta llegar al tercer trimestre del año 2019, cuando la tasa de paro se situaba al 12,23%. Aun así, las personas que se incorporaban al mercado de trabajo lo hacían en una situación diferente, especialmente las mujeres. Dos reformas laborales habían perfilado el nuevo mercado de trabajo: la creación de ocupación se ha concentrado en trabajos peor pagados, con contratos temporales, con un alto subempleo y con un despido muy barato. Este proceso de devaluación interna ha tenido un impacto en la distribución de la renta entre las personas trabajadoras y las personas propietarias del capital. Con datos de la contabilidad nacional, podemos ver claramente como las rentas del trabajo han tenido una evolución paralela a la tasa de paro: cuanto más ha caído el paro, más ha caído la porción del pastel que se lleva el trabajo. Y la otra cara de la moneda: el capital cada vez se apropia de más parte del total producido.
El aumento de la ocupación no genera una pérdida directa a los trabajadores en relación al capital, no sería acertado establecer una relación de causalidad directa entre estas dos variables.
De hecho, el incremento del paro coincide con el aumento de las rentas del trabajo no porque suban los salarios, sino porque en los primeros momentos de la crisis los beneficios de las empresas se desploman muy rápido; y, ante esta caída de beneficios, las empresas en lo primero que recortan es en puestos de trabajo. A medida que la economía mejora, el capital vuelve a enriquecerse. El pastel aumenta porque la economía crece, pero la parte del pastel que corresponde a una clase trabajadora cada vez más precarizada es proporcionalmente menor, aunque son las personas trabajadoras las únicas que realmente producen el pastel.
El aumento del paro siempre será una mala noticia para la clase trabajadora. Pero el aumento de la ocupación, en el marco del capitalismo español, no tiene porque ser una buena noticia.
Nota: Este artículo también se ha publicado en la revista ARGIA