“El PSN era una de las dos patas del régimen… y ahora gobierna Navarra”
Patxi Zamora es bastante conocido en Navarra por encarnar, de alguna manera, “la unidad de acción contra el régimen”, ese entramado de poder que ocupó el Palacio de Navarra desde siempre hasta 2015, y que sigue dictando las medidas políticas y económicas a pesar de que, estrictamente, UPN no gobierna. De todas formas, Zamora lo tiene claro: “El PSN era una de los dos patas del régimen, y ahí está, gobernando”. En todo caso, el tiempo no pasa en balde, y la acción política y social de Patxi Zamora y la asociación Kontuz, tampoco. Este año se cumplen 10 años de la gran manifestación de Iruña (22 de febrero de 2014) en la que Kontuz reunió a 30.000 personas contra las políticas del Gobierno de Navarra (entonces presidido por Yolanda Barcina) y las corruptelas que provocaron la ruina de Caja Navarra. El lema de aquel día fue: Regeneración democrática. Ustelkeriarik ez (No a la corrupción). Dadle la palabra al pueblo.
Con la perspectiva que dan estos diez años, Patxi Zamora rememora aquellas luchas y analiza el pasado reciente, el presente y… advierte sobre el futuro de Navarra, desde la legitimidad que le dan su independencia, honradez y, por qué no decirlo, un olfato periodístico demostrado desde los negros tiempos del urralburismo. Su activismo social y político le ha costado caro–fue despedido injustamente de Iberia, donde trabajaba como auxiliar de vuelo–, pero él lo tiene claro: “Volvería a hacer lo mismo”.
Después de tus trabajos periodísticos en Egin, Ardi Beltza o escribiendo libros como la biografía de Urralburu, el siguiente salto fue el ‘caso Caja Navarra’…
La Asociación Kontuz ya existía, y de hecho se personó como acusación particular en el juicio contra Gabriel Urralburu (presidente de Navarra encarcelado por corrupción). Sin embargo, hacia 2010 nos reactivamos al ver la gravedad de lo que estaba pasando en Caja Navarra. Formamos un equipo de investigación independiente (periodístico y jurídico), y lanzamos las primeras denuncias en la prensa. Desde el principio pensamos que con ese caso podía caer el Gobierno de Navarra (entonces el presidente era todavía Miguel Sanz).
¿No era una apuesta demasiado atrevida?
Lo que llamamos régimen –por cierto, una etiqueta que inventamos en Kontuz–, era una gestión caciquil que solo podía caer con un gran escándalo en la gestión, precisamente. El mejor ejemplo fue Caja Navarra, de donde fueron echando a todos los que no eran de UPN o de PSN. Acabó siendo un cortijo, y así lo demostramos y denunciamos en el libro El Banquete (Txalaparta) que escribí con los periodistas Alberto Gil y Aritz Intxusta. Abrimos los ojos a mucha gente, incluso a muchos que se movían dentro del régimen. Ahí se empezó a tambalear el Gobierno de UPN, que tenía pinta de ser perenne. En realidad, una cuadrilla dirigía Navarra sin ningún control.
¿Qué era Kontuz y cómo una asociación casi desconocida consiguió sacar a 30.000 personas a la calle?
Nuestra base era hacer denuncias públicas, de modo transparente y con movilizaciones pacíficas. Reunimos un equipo de activistas comprometidos y muy competentes, y entonces diseñamos una hoja de ruta para ir dando salida a todo el material informativo que teníamos. Nuestra estrategia fue progresiva, fuimos midiendo y nucleando los apoyos sociales en torno a principios comunes, y así se fraguó una unidad de acción contra el régimen: sindicatos como ELA, LAB, ESK, Steilas, EHNE, Solidari, CGT... la oposición política y numerosos movimientos sociales. El objetivo era regenerar el sistema.
¿Un balance personal rápido diez años después?
Pues detrás de nuestra pancarta reunimos a 30.000 personas… Y sin ninguna ambición personal por nuestra parte, como se ha demostrado con el tiempo.
¿Cuál fue la denuncia clave?
Sin duda, Caja Navarra. Probamos decenas de irregularidades, cometidas por políticos de primer orden, pero también por satélites del régimen y otras organizaciones. Hay que recordar que Caja Navarra tenía casi 100 años y era un patrimonio común, muy arraigado, nadie la veía como un banco… Y la utilizaron para sus chanchullos hasta que se la cargaron. Ese fue el chispazo que encendió la luz para que todo el mundo viera en manos de quién estábamos...
¿Qué queda más allá del cambio institucional (al año siguiente Uxue Barkos fue elegida presidenta, y UPN no ha vuelto al poder político)?
Kontuz fue clave para que eso ocurriera. Abrir esa puerta era un hito político impensable. Con perspectiva, ha habido resultados positivos, evidentemente, pero se han hecho muchas menos cosas de las que nos habrían gustado. Se demostró que el cambio era posible, que Navarra no era inamovible… Ahora se ganarán o se perderán elecciones. Por lo menos, se demostró que el cambio era posible.
Ahora bien, echo en falta mucha más contundencia contra quienes formaban parte del régimen. Por poner dos ejemplos: José Antonio Asiáin (último presidente de la CAN y antes vicepresidente del Gobierno con Urralburu) y Enrique Goñi (ex director de Caja Navarra) siguen en la dirección de la Caixa… Un dato: el primer director de la Caja tras integrarse en la Caixa me confesó: “Nosotros no somos como los de antes; no te imaginas lo que había aquí”.
Y el PSN, que gobernó en solitario y con UPN, lleva cinco años con la presidencia…
El PSN era una de las dos patas del régimen, sin duda. Veo con sorpresa y desconfianza que desde hace un tiempo se vea al PSN como parte central del cambio. Mi principal temor es que vuelvan a traicionar las esperanzas de la gente… Sin embargo, me esfuerzo en ser posibilista, y ahí están los últimos cambios, con Joseba Asiron de nuevo como alcalde en Iruña por una moción de censura apoyada por el PSN. Bienvenidos sean los giros si son hacia ese lado, pero que nadie lo dude: las decisiones del PSN se toman siempre en Madrid. Antes, ahora y mañana.
Tú también diste el salto a la política, como candidato al Senado en 2016…
Sí, lo que hablaba de la unidad de acción contra el régimen cuajó en una candidatura unitaria al Senado llamada Aldaketa (EH Bildu, Geroa Bai, Podemos, Izquierda-Ezkerra), pero yo me quedé a un 0,24% de votos de ser senador. Conocí de cerca el mundo interno de la política de partidos y, en fin, en lo personal la colaboración fue positiva.
En aquella época, y otra vez últimamente, la que parece que quiere tomar la calle es la derecha. ¿Cómo lo valoras?
Sí, nada más perder el poder, UPN organizó aquellas manifestaciones como la famosa de la txistorra, agitando el miedo contra el cambio, pero luego se han vivido unos años con las calles más tranquilas. Ahora parece que la derecha quiere copiar el modelo de Kontuz, pero con su ideología e intereses, claro: asociaciones civiles movilizadas, más allá de las siglas de los partidos.
¿Y les va a salir bien?
De momento no, porque no tienen contenido político propio, y su reivindicación de la capacidad de decisión en Navarra no es auténtica: al navarrismo de toda la vida se le ha caído la careta, ahora cualquiera se da cuenta de que son una sucursal de Madrid. Y esto último es lo que tiene que explotar la izquierda: la reivindicación de decidir aquí las cosas. Ahí la derecha ha dejado de ser competencia.
Navarra debe ser soberana, pero los autodenominados navarristas hacen lo contrario, y se han retirado de la calle. Solo salen si convocan PP o Vox; por ahí, UPN se va al carajo.
¿Qué coste personal ha tenido para ti esta trayectoria de activismo a cara descubierta?
Pues pasé de ser casi senador a ser despedido de forma fulminante e injusta en apenas unos meses. Tengo 31 años de servicio como trabajador de Iberia con un expediente impoluto, tal y como reconoce la compañía, pero la Guardia Civil, por orden de alguien, me retiró el permiso para moverme por los aeropuertos, indispensable para mi trabajo. Me lo denegaron sin motivo, e Iberia me despidió porque no podía ejercer mi labor.
¿Y no hubo manera de darle la vuelta?
Enseguida activamos la lucha jurídica a través de Kontuz, recibí el apoyo de más de 100 periodistas, el Parlamento de Navarra aprobó una declaración pidiendo mi readmisión, recibí el respaldo de miles de personas… Fuimos al Congreso, al Senado, a Bruselas. Nos negaron la información y nunca hubo una resolución judicial que sentenciara si la decisión de la Guardia Civil había sido legal o ilegal. El expediente me calificaba de “persona próxima a entornos peligrosos para la seguridad aérea”… Increíble. Marlaska dijo que mi caso era “un secreto oficial”. Mi despido fue improcedente por causa imprejuzgada. Bueno, para ilustrar la arbitrariedad que sufrí, siempre digo que me han renovado sin problemas el visado para entrar en EEUU… Pero no puedo moverme por los aeropuertos españoles.
Sin duda, fue una decisión política, pero ¿hasta donde estuvo implicado el Gobierno?
Nunca lo vamos a saber. Llegué a estar con el ministro del Interior, Juan Ignacio Zoido, y me di cuenta de que la Guardia Civil es un Estado dentro del Estado. Su impunidad es total. Incluso altos cargos del PP intentaron ayudarme, un notable del PSOE me reconoció que “era un abuso del Estado de Derecho”… pero el PSN me dijo que no podían hacer nada.
¿Cuáles han sido las consecuencias personales para ti?
Tres años de paro a una edad complicada para buscar salidas laborales y a un año de jubilarme en el puesto que tenía. Me echaron de un trabajo que gané en unas oposiciones y me inhabilitaron en la práctica.
¿Cómo es eso?
Me lo han dejado muy claro, en Navarra, en el ámbito privado, estoy vetado para trabajar en temas de Comunicación, pese a hacer pruebas en euskara, inglés y francés… Eso ha sido un desastre en mi vida y es cierto que lo pasé muy mal. Volví a estudiar en la Universidad y empecé de docente en la Escuela Oficial de Idiomas y en los institutos de Noáin y San Adrián, donde estoy ahora, como interino, dando clases de lengua y francés. Para los que quisieron arruinarme la vida, les quiero decir una cosa: he descubierto la docencia y es lo que más me gusta. Se me da mejor que todo lo demás, aunque no sé si eso es decir mucho…