“Lo peor de Zaldibar es que puede repetir"

Elkarrizketa Joan B. Miner / Nerea Ispizua
Gorka es profesor en la Escuela de Ingeniería de la UPV/EHU en Bilbao y experto en energías renovables y tecnología fotovoltaica. También trabaja cuestiones como el transporte y la gestión y el tratamiento de residuos. Hablamos con él sobre vertederos, modelos de gestión, incineradoras, Zaldibar...

¿Nos "come la mierda" Gorka?

Yo diría que tenemos un problema gravísimo con los residuos. Los generamos en gran cantidad y de todo tipo. Sólo en la CAPV, son cada año casi 6 millones de toneladas de residuos sólidos. Más de la mitad de ellos, 3 millones, son industriales, de los cuales el 40% se derivan a vertederos. Luego hay 1,2 millones de residuos urbanos de los cuales un tercio acaba en vertedero y otro 20% se incinera, y por tanto van a la atmósfera. Otro millón largo vienen de la demolición y construcción: estos en gran medida se pueden tratar y reciclar, pero la mitad acaba en vertederos. Y después tenemos una fracción de 300.000 toneladas que son residuos peligrosos. Estos en parte se reciclan; otra va a los vertederos y otra, finalmente, se va fuera de la CAPV porque se tiene que tratar o verter en lugares especiales.

En resumen, casi el 40% de todo acaba en vertederos y 200.000 toneladas se vierten al aire por medio de las incineradoras. Tampoco podemos olvidarnos de todo el agua que usamos y ensuciamos y que acaba en el mar.

Se insiste mucho en la responsabilidad ciudadana cuando se habla de basura, pero los residuos industriales son la parte del león.

Cierto. El sector industrial es el principal generador de residuos. Y no pocos de esos residuos provienen de la obra pública y la construcción. La responsabilidad ciudadana es del todo necesaria para reducir los residuos, pero en muchos casos estamos atados también por cómo están diseñados y fabricados muchos productos. Aquí el sector productivo también tiene responsabilidad; y nuevamente las administraciones, que pueden y deben regular muchas cuestiones relacionadas con el consumo. Desde el uso de bolsas de plástico, hasta cómo se montan los productos para que sean más fácilmente reparables y reciclables.

A pesar de todo esto ¿no hay una percepción social de que hoy gestionamos mucho mejor los residuos?

Es posible. Está claro que si comparamos la actual gestión con lo que sucedía hace 50 años, la situación ha mejorado. Entonces el país estaba lleno de vertederos ilegales, sin olvidar los ríos, como la ría de Bilbao, que era probablemente el mayor vertedero de Euskadi. Se mejoró porque las administraciones entraron en estos temas; se regularon los vertidos; se impuso un mayor control a la industria; se contruyeron vertederos controlados y regulados con autorizaciones ambientales. Todo eso ha supuesto una mejora.

¿Significa eso que vamos por el buen camino?

Yo no diría tanto. La mejora alcanzada está ahí, pero es del todo insuficiente. Y a día de hoy necesitamos hacer cambios estructurales, no pequeñas correcciones.

“Nire ustez, oinarrizko eta aldez aurretiko arazo bat dago, tinte ideologikoarena. Gure kudeatzaileak nagusi dira nik "karma" neoliberala deitzen diodan horretan; badirudi enpresa pribatuei "egiten utzi" behar zaiela. Erantzukizunez jokatzea ez ezik, ustez, zer egin behar den eta nola egin behar den ondoen dakitenak direlako alegia."

¿Y cuál es el principal problema estructural?

Yo creo que hay un problema básico y previo que es de tinte ideológico. Nuestros gestores están dominados por lo que yo llamo el “karma” neoliberal según el cual hay que “dejar hacer” a las empresas privadas. No sólo se les supone responsabilidad… Se llega a decir que son las que mejor saben qué cosas hay que hacer y cómo hay que hacerlas. Tienen fe en el mercado y en la empresa privada. No sólo creen que el mercado funciona bien, sino que llegan a pensar que el propio mercado genera los incentivos necesarios en el ámbito medioambiental, en la seguridad, en la salud. Es el mito del mercado autorregulado que busca las buenas soluciones a los problemas. Esta fe –porque esto es pura creencia– lleva a una dejación y a un exceso de confianza que está en la base de desastres como el de Zaldibar.

Las creencias erróneas generan, por tanto, malas prácticas...

Claro. Se da una mala praxis por parte de las empresas que no hacen determinadas cosas si no se les obliga y se da una mala praxis de la administración que no controla, no sanciona... Además existen conexiones clientelares y hasta familiares entre quienes están en las empresas y en la administración. Ha habido avances, como he dicho, en la gestión y el tratamiento de residuos. Pero también se han dado cruces de intereses, algunos quizá legítimos, pero otros no: cruces entre empresas privadas, administraciones y partidos políticos. En estos procesos siempre hay una tendencia al amiguismo y un riesgo de prácticas corruptas, o al menos irresponsables... Lo de Zaldibar, efectivamente, ha sido muy duro. Pero es aún peor si tenemos en cuenta que puede volver a pasar si no se adoptan medidas radicales.

¿Hay alternativa posible a los actuales sistemas de gestión de residuos? ¿Qué es eso de la economía circular?

La economía circular es un sistema socioproductivo que no vierte residuos al suelo, la atmósfera o al agua, porque los utiliza como insumos de otros procesos. Esto exige una transformación, una metamorfosis; buscar procesos de reutilización y reciclaje que cierren los ciclos de materiales; buscar procesos y materiales alternativos que no generen residuos, o generar otros residuos diferentes que sí se puedan reciclar. En algunos casos la lógica circular exigirá, lógicamente, suspender determinadas actividades productivas.

Esto exige reformular muchos aspectos de nuestro modelo de vida, como por ejemplo la movilidad desbocada; impulsar una economía mucho más local, donde el movimiento de materiales a nivel global sea más reducido; reducir al mínimo el consumo de combustibles fósiles y el transporte… Hablamos de un cambio muy profundo que va más allá de lo que habitualmente llamamos transición ecológica.

¿Quién debe liderar estos cambios?

Implica a todos: agentes, instituciones, ciudadanía. Y tiene que ser regulado por las instituciones y los gobiernos. Y debe prestarse también atención a lo que dice la ciencia. Nos guste o no, la realidad y la naturaleza funcionan en base a leyes que la ciencia estudia, y no a leyes que nosotros podemos debatir y cambiar. La naturaleza no es democrática, por así decirlo. Eso no significa que la política deba ser un mero apéndice de la ciencia, pero hay cosas que son de una manera y debemos adaptarnos, por difícil que sea de gestionar políticamente. Y los responsables políticos deben trasladar esa urgencia a la ciudadanía.

Volviendo a los residuos industriales. ¿Qué opinión tienes sobre la ecotasa? ¿Es la solución al problema?

Las ecotasas y los impuestos ambientales forman parte de los instrumentos de política fiscal y son herramientas válidas para impulsar la economía circular y la transformación de nuestro sistema socioproductivo en otro más sostenible. Sirven, en definitiva, para internalizar costes que el capital siempre quiere externalizar. Hoy sale muy barato verter residuos en un vertedero o llevar a la incineradora, porque los cánones son muy reducidos. Y eso no cubre el coste ambiental, social y económico que se deriva de esas actividades de gestión de residuos. Las ecotasas, en alguna medida, tratan de compensar esa externalización, pero no dejan de ser herramientas que deben complementarse con otras muchas medidas, con un enfoque integral. Es una cuestión de control. Si tenemos claro que determinadas actividades tienen un impacto inasumible y un coste desorbitado la administración debe regular esa actividad, limitarla o prohibirla. Y buscar alternativas a esas actividades.

"Atmosferara isurketak egitea onartu dugu, bereizi gabe bildutako hondakinak erraustuz. Bizkaiko Aldundiak, bereziki, hiri hondakinei buruzko datuak manipulatzen buru da"

¿Tenemos datos de cuánta basura generamos diariamente en el ámbito doméstico?

En los hogares se genera casi 1 kg por persona y día, pero casi el 40% es residuo orgánico que se recoge mezclado. En la CAPV, por cierto, cada día se generan 800 toneladas de residuo orgánico, y 600 toneladas acaban en vertederos y en las incineradoras. Esto es una barbaridad, porque si la fracción orgánica se recogiera separada, con ella se podría producir compost y utilizarlo como abono. Ese es el camino: extender la recogida separada de todas las fracciones posibles, para convertirlas en otros materiales de valor.

¿Qué tasas de reciclaje tenemos?

El reciclaje de residuos urbanos no llega al 50%, aunque la normativa europea nos obliga a superar ese umbral antes de 2020. Y luego hay objetivos para años sucesivos a nivel europeo que van más allá. Está claro que no vamos a llegar a cumplir esos objetivos. La principal razón es que los residuos se recogen sin separación, en grandes instalaciones, orientado sobre todo a la incineración y al vertedero. Esto es así porque se ha dejado la gestión de residuos en manos de grandes empresas, con un diseño de grandes infraestructuras y escasa mano de obra, y con inversiones grandes de capital. Ese diseño no se adapta bien a los objetivos de valorización material y reciclado. Se recicla pero hay un margen de mejora enorme que exige cambiar el sistema de gestión y tratamiento.

Se ha priorizado el vertido a la atmósfera mediante la incineración de residuos recogidos sin separación. La Diputación de Bizkaia, en concreto, tiene un auténtico historial de manipulación de datos sobre residuos urbanos. En 2015, por ejemplo, anunció que la tasa de reciclado había superado un 67% cuando en realidad era inferior al 40%. Todavía, incluso, computa como residuos reciclados muchos escombros de obras que no deberían incluirse en el cálculo.

¿Se reciclan en la misma proporción todos los residuos?

Hay diferencias según el tipo de residuo. En el caso de los residuos industriales el reciclaje se sitúa ligeramente por encima del 50%. El reciclaje debería ser mucho mayor en la construcción, la siderurgia y la industria del papel. El 40% de residuos industriales generados acaban en vertederos como el de Zaldibar. A las empresas les resulta más barato pagar una tasa de vertido y despreocuparse que buscar procesos alternativos.

Parece entonces que la gestión de los residuos está muy condicionada por la forma de recogerlos. ¿Adónde va la basura que generamos diariamente?

En el modelo de gestión actual prima la recogida de residuos mezclados y su tratamiento indiscriminado en grandes instalaciones de vertido al suelo (los vertederos) y a la atmósfera (las incineradoras). Los residuos industriales acaban sobre todo en vertedero, y los urbanos en vertederos y en la atmósfera. En el caso de los residuos urbanos, los residuos mezclados se pasan antes por plantas de pretratamiento que apenas reciclan. La TMB de Bizkaia, por ejemplo, menos del 7%. Y de ahí, todo a vertedero y a la atmósfera.

Hay que impulsar la recogida separada de las diferentes fracciones. En pequeños núcleos urbanos el puerta a puerta es viable, y permite unas tasas de recogida separada excepcional, y minimiza mucho la fracción “resto”. En los grandes núcleos urbanos se pueden utilizar contenedores con acceso controlado por tarjeta. La clave es retirar los contenedores que permiten echar diariamente los residuos mezclados sin control. Este modelo de gestión y tratamiento es el ideal, y el que hay que potenciar. El problema es que es un modelo más complejo, que exige gran organización a las empresas y la administración, que involucra a muchos más actores, y sobre todo que desplaza a los que más dinero están ganando ahora con los residuos.

¿Qué nos puedes decir de los vertederos e incineradoras que existen en Hego Euskal Herria (y las previstas)?

Existen hoy en Euskal Herria dos plantas de incineración de residuos urbanos; Zabalgarbi en Bizkaia, y la planta de Zubieta en Gipuzkoa. Estas generan un residuo sólido que acaba en vertedero, las escorias. En la CAPV hay más de una docena de vertederos activos; el más grande era el de Zaldibar. La tragedia de Zaldibar ha demostrado que la mayor parte de los residuos que acaban en vertedero son residuos industriales y de la construcción. Unas semanas después del desastre el Gobierno Vasco puso en marcha medidas para que los sectores industriales más importantes (construcción, papeleras, siderurgia) valoricen 700.000 toneladas anuales que hasta ahora están yendo a vertederos. ¿Por qué no se ha hecho esto antes? Porque era más cómodo y más barato para las empresas.

Hay vertederos públicos y privados. ¿Debería haber un sistema público para un mayor control?

De la docena de vertederos de Bizkaia solo dos (Artigas y Jata) son de Garbiker (titularidad pública). Gardelegi en Araba es del Ayuntamiento de Gasteiz; en Gipuzkoa, Epele y Aizmendi son de las mancomunidades y el tercero es privado, el de Mutiloa, que está a punto de cerrarse. Un caso curioso es el del que ahora está activo en Igorre; lo construyó Garbiker, para después traspasarlo a una empresa privada. Las conexiones público-privadas de las incineradoras de Zubieta y Zabalgarbi darían para un libro.

Un sistema público integral de gestión de residuos sería más democrático y más transparente. El sistema actual de gestión tampoco es privado, ya que al no internalizar gran parte de los costes ambientales y sociales, estos acaban recayendo en el sistema público, que tiene que afrontarlos en última instancia. Ahí tenemos el ejemplo de Zaldibar: en algún momento tendremos que saber qué coste está teniendo la gestión del desastre, y quién la está cubriendo.

¿Pero, es posible acabar con los vertederos?

Es muy difícil eliminar los vertederos, porque siempre nos quedará una pequeña fracción de rechazo que habrá que almacenarla en algún sitio. Pero esa pequeña fracción sí se puede minimizar; la clave es extender la recogida separada de los diferentes tipos de residuo, y buscar tratamientos materiales específicos a cada uno de ellos.

La incineración no es una alternativa válida al vertido, porque también es un vertido: a la atmósfera; incluidas sustancias muy contaminantes como dioxinas y furanos, sintetizadas allí mismo. También se generan residuos que acaban en vertedero, las escorias. Y residuos sólidos peligrosos, como las cenizas.

¿Por qué se habla de valorización energética en vez de incineradoras?

La incineración de residuos, referenciada como “valorización energética”, es una trampa. No cierra los ciclos de materiales, produce enormes vertidos a la atmósfera (el equivalente al 80% de lo incinerado) y al suelo (el otro 20%) y genera sustancias muy contaminantes (dioxinas, furanos y otros compuestos peligrosos). Genera electricidad, es cierto, pero es muy sucia. Hay alternativas mejores. Y en algunos casos, ni eso: Zabalgarbi incineró en 2006 y parte de 2007 300.000 toneladas de residuos sin valorización energética, con el pleno conocimiento de las administraciones, que le permitieron cobrar 9 millones de € de primas a la generación eléctrica a partir de residuos, absolutamente imposible en esos 17 meses porque la turbina de vapor estaba averiada.