“China busca prosperar y modernizarse, no dominar el mundo”

Xulio Rios, ensayista gallego especializado en política internacional

En 2021 se cumplen 100 años de la fundación del Partido Comunista Chino, que gobierna el país más poblado de la tierra desde 1949. Aprovechando esta efeméride, ALDA entrevistó a Xulio Ríos (Moaña, Galicia, 1958), autor del libro ‘Metamorfosis del comunismo en China’, para analizar la evolución que ha vivido este inmenso país durante las últimas décadas.

 

-1921: 53 chinos, entre los que se encuentra Mao Zedong, crean un partido marxista. ¿Cómo llega un movimiento de 53 personas al poder de un país como China en tan solo 28 años?
-Hay circunstancias que hay que tener en cuenta. En 1921 se concreta la formación del Partido Comunista Chino (PCCh)siguiendo la consigna de la Tercera Internacional de organizar partidos comunistas en todos los países donde se pudiera. También está el impulso de la Revolución Rusa de 1917, que conectó con un movimiento propiamente chino, nacional, que surge a finales del siglo XIX, como es el movimiento en favor de buscar una vía para que China abandonara su situación de atraso y se encaminara a la modernización.
Es decir, en la cristalización del Partido Comunista Chino, además de esos factores internacionales, hay otros factores nacionales que tienen que ver con esos segmentos que en la sociedad china buscan la modernización y dejar atrás el feudalismo, el Confucionismo, esa parte de la cultura china que consideran responsable del atraso. Todo esto se desarrolla también en un contexto interno de autodestrucción: aparecen los señores de la guerra, la Guerra Civil y también la invasión de Japón, en 1937.
Todo esto propició una gran crisis nacional. En esa crisis había dos grandes proyectos: El Partido Comunista, de signo marxista o comunista, y el Kuomintang, de signo más liberal. Esa pugna se saldó con la victoria del Partido Comunista chino, que en 1949 tomó el poder.
-En tu libro dices que el PCCh, con sus aciertos y sus errores, es el artífice de la transformación de China. ¿Cuáles han sido las claves de esa transformación?
-La clave es que desde el primer momento se ha tenido claro el objetivo: conseguir la modernización del país y superar esa condición de atraso y de dependencia. En el libro hablo de tres etapas: el maoismo, el denguismo y el xiismo. Esas tres etapas tienen un nervio conductor común: la búsqueda de la modernización, la superación del atraso y volver a situar a China en la posición que le corresponde en función de su dimensión continental, territorial y demográfica. En 1820, China representaba el 32% del PIB global; hoy, el 22%. Su objetivo es que en 15 ó 20 años represente una posición equivalente a la que tenía en su mayor apogeo, en el siglo XIX.
-¿Qué diferencias hay entre esas tres etapas (maoismo, denguismo y xiismo)?
-Mao intentó conseguir la modernización del país de un golpe, de un solo salto, emulando, en un primer momento, la planificación y el modelo soviético, aunque luego lo abandonará y optará por soluciones propias.
En el denguismo (Deng Xiaoping fue líder supremo de la República Popular China de 1978 a 1989 ) se intentó conseguir ese objetivo dando un rodeo, a través del desarrollo de mercado o la propiedad privada, lo que se denomina reforma y apertura.
En la tercera fase -en la que estamos ahora- (Xi Jinping es presidente de la República Popular China desde 2013) se está operando en cierta medida una síntesis de ambos modelos, el maoísmo y el denguismo, con una idea expresada anteriormente: esa modernización debe realizarse en torno a 2049, cuando la República Popular China celebrará su primer centenario.

Txinaren helburua modernizazioa da. Eta badaki ez duela helburu hori lortuko munduko fabrika izanik, baizik eta munduko abangoardia teknologikoa izanik. Txinak badaki soldata txikiek ez dutela etorkizunik. Herrialdeak barne-kontsumoa garapen-faktore bihurtu behar du.


-China ya no es solo un país con salarios bajos y mano de obra abundante, donde las multinacionales occidentales engordaban sus beneficios para rebajar derechos aquí. Ahora China es el país que mejor está desarrollando la inteligencia artificial, telecomunicaciones, criptografía o guerra electrónica.
-El objetivo de China es la modernización. China sabe que no se acerca a ese objetivo siendo la fábrica del mundo, sino siendo la vanguardia tecnológica mundial.
El denguismo, que dura de 1978 hasta el 2012, permitió un gran desarrollo del país. En 1978, China era la 38ª potencia económica del mundo; desde el 2011 es la segunda. Esto se consiguió a partir de un modelo de desarrollo determinado: orientación de la producción hacia el exterior, mano de obra barata e inversión extranjera.
Ahora, el Partido Comunista considera que ese modelo no es el que le va a permitir convertirse en un país moderno, próspero…
-¿Qué significa ese nuevo modelo de desarrollo?
-Hay un cambio de política, que es el nuevo modelo de desarrollo. Determinados factores que antes habían sido despreciados –el factor social, el ambiental o el tecnológico– hoy pasan a primera plano. En China hay establecidas más del 70% de todas las estaciones de 5G en todo el mundo. Es un país que va muy avanzado en determinados ámbitos de la nueva revolución industrial. China aspira a liderar este proceso. Esto explica que las tensiones de China con los Estados Unidos de América en el sector tecnológico tengan una expresión contundente, como hemos visto con Huawei.
China ha conseguido una posición avanzada en el ámbito tecnológico en poco tiempo y contra pronóstico. Muchos decían que un sistema políticamente rígido ahoga la creatividad. Con inversión pública, con un discurso nacional, en muy poco tiempo ha logrado ponerse a la vanguardia y aspira a liderar ese proceso, porque sabe que la modernización que anhela se disputa en ese campo. Y, en paralelo, eso significa que los salarios bajos no tienen futuro.
China en estos momentos necesita que el consumo interno se convierta en un factor de desarrollo. Eso significa que hay que llenar los bolsillos de la gente. Los salarios en China han crecido en los últimos años a una media del 7 ó del 8%, y tienen que crecer mucho más, al igual que la inversión pública en el factor social. Lo mismo podemos decir del factor ambiental.
En China tienen claro que hay que cambiar el modelo de desarrollo. Y eso significa mejorar los ingresos, mejorar lo social, lo ambiental, lo tecnológico.
-¿En cuánto tiempo planea hacer ese cambio?
-Es un proceso a 30 años. Esa planificación le permite a China conseguir esos objetivos sin grandes alteraciones. Hay un plan trazado para 2035 y otro para 2049-50, con el objetivo de materializar el objetivo histórico de la modernización. Y tiene aspectos no solo en el ámbito económico, sino también en la transformación del sistema político.
Pero aquí la cuestión fundamental es el cambio del modelo de desarrollo. Y esto significa también conseguir un desarrollo de más calidad, lo que exige mucha veces moderar el crecimiento. Muchas veces decimos: ‘China ya no crece al 10%, al 9%… Ahora crece al 5, al 4 ó al 6%, y esto es un síntoma de que la economía china está en crisis’. No necesariamente. Cuando tienes que cambiar de carril tienes que reducir la velocidad, si no tienes el riesgo de descarrilar. En China muchas veces se plantea moderar el ritmo de crecimiento para operar el cambio de modelo con mayor seguridad.
-China quiere expandirse por el mundo, y para ello utiliza el comercio -La nueva Ruta de la Seda-, las inversiones en el extranjero o las finanzas -compra de deuda de terceros países-. Sin embargo, no tiene ninguna base militar fuera de sus fronteras.
-Bueno, tiene una, la de Yibuti. Es una base logística, no es una base exactamente militar. Esta política de expansión supone una gran ruptura histórica con la política de reforma y apertura que hasta ese momento, e incluso durante el maoísmo, prevalecía, como era una política autárquica. El nivel de proyección internacional del maoísmo era realmente bajo, y no era solo una cuestión de nivel de desarrollo. Hay una ruptura histórica, porque el sino-centrismo, la idea de China como Imperio del Centro, siempre ha sido muy orientada hacia adentro.
El sino-centrismo contemporáneo es interdependiente. China sabe que su estabilidad y desarrollo no puede verificarse al margen del resto del mundo, sino que tiene que comerciar, desarrollarse e intercambiar con los demás países. Hoy es el primer socio comercial de más de 120 economías. La cuestión central en la política exterior es la economía, por eso la Ruta de la Seda, etcétera, etcétera.
China sabe que a la larga lo que determina la primacía en el orden global es tu poder económico, no tu poder militar. Al final si tienes tu economía en ruina no puedes mantener a tu ejército. Pero, por otra parte, hay que tener en cuenta que a China aún le queda bastante.

Txinak badaki bere egonkortasuna eta garapena ezin dela egiaztatu munduko gainerako herrialdeetatik kanpo, baizik eta gainerako herrialdeekin komertzializatu, garatu eta trukatu behar duela. Gaur egun 120 ekonomia baino gehiagoko lehen bazkide komertziala da. Luzera begira ordena globalean zure lekua ezarriko duena zure botere ekonomikoa izango da, ez zure botere militarra. Ekonomia hondatuta baduzu, ezin duzu armada mantendu.


-¿Qué quieres decir?
-Muchas veces nos planteamos que China es la segunda economía del mundo. En términos absolutos puede ser la primera dentro de cinco o seis años, pero aún así a China le falta mucho recorrido. El PIB per capita es de poco más de 10.000 dólares; el de los Estados Unidos de América, de más de 60.000. Dentro de 15 años el objetivo del Gobierno es que el PIB per capita sea de 30.000 dólares, es decir, la mitad de lo que es hoy en los Estados Unidos de América. En China más de 600 millones de personas, dos veces la población de EEUU tienen unos ingresos mensuales de 1.000 yuanes, es decir, una cantidad inferior a los 150 euros.
A China le falta mucho para llegar a ser una sociedad estable y próspera donde esa riqueza que se ha generado en los últimos 30-40 años llegue realmente como una lluvia fina a impregnar a toda la población. En China hay mucha desigualdad. Hace 20 años el 1% de la población tenía el 20% de la riqueza; hoy ese 1% tiene concentrado el 30% de la riqueza. El índice de GINI en 1978 era del 0,16; hoy está en el 0,46-0,47, y ha evolucionado al alza a pesar del discurso de la prosperidad compartida.
China tiene unos desafíos tan grandes que necesita que gran parte de la gestión pública se oriente aún al interior, no al exterior. A veces se dice: ‘China es una potencia hegemónica que va a dominar y conquistar el mundo…’ Yo creo que ese no es el interés de China, ni mucho menos. No sabemos si en el futuro eso va a ser así, pero la agenda interna en los próximos 30 años en China va a ser tan importante que le va a exigir una enorme concentración en la gestión de todas esas tareas, aunque su papel internacional va a crecer.
Las escalas varían, pero la intención de China es que para 2035 haya unas 800-1.000 millones de personas que conformen lo que diríamos ‘clase media’. Si no hay clase media, no hay consumo. Si estás en una ‘guerra comercial’ con los Estados Unidos de América, Europa o Japón y cae el consumo y no tienes alternativa, pues…
El papel del mercado interno es muy importante, porque es una población muy numerosa. Si esos 600 millones de personas que cobran 1.000 yuanes al mes aumentan su nivel de ingresos es como si incorporaras de repente dos veces la población de los EEEUU.

Txina munduko bigarren potentzia ekonomikoa da, baina Giza Garapenaren Indizeari dagokionez, 189 herrialdetatik 85. postuan dago. 600 milioi pertsonak 150 euro baino gutxiago diru-sarrerak dituzte hilean.


-¿El mayor reto que tiene hoy China es la lucha contra la desigualdad?
-Las desigualdades es uno de los mayores problemas y donde quizá la actuación del gobierno haya sido más timorata. De los tres grandes retos que se marca el país –el tecnológico, el ambiental y el social– vemos que en los dos primeros campos ha habido una acción decidida, con resultados visibles, palpables y muy rápidos. Sin embargo, en el ámbito social, a pesar de que ha habido una retórica importante y compromisos ya durante la época de Hu Jintao, la actuación no ha sido tan contundente.
Por primera vez, con Hu Jintao se planteó que en paralelo al crecimiento del PIB tenían que crecer también los ingresos per cápita de la población. Y eso se enmarcaba también en la reivindicación de una sociedad armoniosa donde el factor social cobrara importancia. Se partía de la conciencia de que en el ámbito social China se había quedado atrás, y en el ámbito de los servicios públicos, de la educación o de la sanidad no se había avanzado en paralelo al crecimiento que había experimentado la economía del país. Por lo tanto, se exigía una acción decidida.
Esto no se produjo realmente; durante esos años de Hu Jintao mejoró el índice GINI, pero, durante los primeros años de Xi Jimping la evolución ha sido negativa. Por eso en estos momentos se habla tanto de la prosperidad común, de la necesidad no solo de elevar los ingresos sino también de una política social mucho más activa donde se implique no solo el sector público sino también el sector privado.
El retrato de todo esto es el Índice de Desarrollo Humano (IDH). China es la segunda potencia económica del mundo, pero en términos de IDH está en el puesto 85 de 189 países. Esto explica lo mucho que aún le queda por recorrer. Hay que tener en cuenta que es un país de 1.400 millones de habitantes y que no se pueden hacer milagros de un día para otro. Pero la cuestión de las desigualdades y la cuestión social es uno de los retos más importantes y que puede afectar incluso a su estabilidad política.
-¿Cómo afronta China el desafío del cambio climático?
-Ha habido un cambio visible y pronunciado. En los años 90 la política era: ‘primero manchar y después limpiar’. Como decían en China, ‘lo importante ahora es crecer y desarrollarnos, y de los efectos colaterales y secundarios ya nos ocuparemos más adelante’. Ahí ha habido un cambio de tendencia muy visible en el nuevo siglo. Primero, gestionando políticas a nivel interno que tengan en cuenta los desafíos ambientales y sus repercusiones en el ámbito industrial, ambiental, de la salud… Hoy existe un compromiso en afrontar ese problema, y también, obviamente, en la necesidad de asumir mayores responsabilidades y compromisos a nivel internacional. Ha habido una evolución muy rápida, bastante drástica, en la visión de China respecto al cambio climático.

Arazoa ez da Txinaren garapena, arazoa Txinak subiranotasun nazionalean duen enfasia da. Mendebaldeari ez litzaioke inportako Txina herrialde garatua izatea. Hau da, Japonia moduko bat, gaitasun ekonomiko eta industrial handikoa, baina politikoki nano bat dena eta Ameriketako Estatu Batuei edo mendebalde liberalari bere nagusitasuna borrokatuko ez diena.


-En Occidente mucha gente teme el ascenso chino. ¿Es justificado?
-Es evidente que hay tensiones, y que esas tensiones se han exacerbado los últimos años.
El problema no es el desarrollo de China, el problema es el énfasis de China en la soberanía nacional. A occidente no le importaría que China fuera un país desarrollado, una especie de Japón grande con una gran capacidad económica e industrial, pero que políticamente fuera un enano y no disputara a los Estados Unidos de América o al occidente liberal su hegemonía a nivel global. El problema está ahí, no en el desarrollo sino en la soberanía.
Si China se sumara al G-8 o compartiera los mismos enfoques que se plantean desde las economías liberales de occidente, no habría esta tensión. El problema es que China sigue un camino diferente e insiste en seguir un camino diferente de signo no liberal, no solo en el campo político-ideológico sino también en el ámbito económico, con un modelo estructural diferente al de occidente.
El mundo de 1945 no es el de 2021. China es un actor muy importante, pero esto no se refleja en la gobernanza a nivel global. Cuando China plantea tener una cuota de participación en el Banco Mundial o en el Fondo Monetario Internacional acorde con su dimensión siempre ha habido muchos obstáculos por parte de los países de occidente.

Esto puede tener repercusiones importantes en los próximos años. Si analizas cómo se han producido las alternancias en la hegemonía mundial en los últimos 500 años, en la mayor parte de los casos siempre se ha producido a través de una vía violenta. Si vemos el Auqus, el Cuad o todas estas estructuras de cerco militar que se está planteando en torno a China, –el auge del problema con Taiwan, del Mar de China meridional o del oriental con Japón…–, es un escenario que no podemos abordar a la ligera.
-Desde occidente se suele reprochar a China, con más o menos motivos, sus carencias en relación a los Derechos Humanos. ¿Cómo vive China esta críticas?
-En China, evidentemente, existen déficits clarísimos en materia de Derechos Humanos. Internamente, sin embargo, no es un asunto que esté encabezando la lista de prioridades: La prioridad fundamental sigue siendo la mejora en el nivel de vida y, por lo tanto, los sectores que en la sociedad china plantean cambios estructurales de sistema político, son sectores que tienen poca influencia en el curso real de la política.
Lo cual no quiere decir que en X años esa situación no cambie, y una vez que se produzca esa mejora en el ámbito social y económico se planteen otro tipo de demandas.