“Debemos reconocer el valor de esos trabajos que sólo queremos que hagan los humanos”

Elkarrizketa Esta entrevista fue publicada por ROAR Magazine, reproducida y traducida al euskera por Argia bajo la licencia Creative Commons, y publicada en castellano por ALDA
¿Tu trabajo no tiene sentido? ¿Crees que eliminando tu puesto de trabajo todo seguiría igual o, incluso, que la sociedad sería un poco mejor? Si dices que sí, tranquilo, no estás solo. David Graeber, profesor en la Escuela de Economía de Londres y autor del libro “Bullshit Jobs: a Theory (Trabajos sin sentido: una teoría)”, recientemente fallecido, defiende, entre otras cosas, que el capitalismo está creando puestos de trabajo que no valen para nada pero que, sin embargo, gozan de un gran reconocimiento social, mientras se invisibilizan los trabajos imprescindibles para mantener la vida. A continuación, por su interés, recogemos un amplio extracto de una de sus últimas entrevistas.

-En su libro diferencia entre los conceptos “shit jobs” y “bullshit jobs” (lo traduciremos como trabajos de mierda y trabajos sin sentido, que no valen para nada, respectivamente). ¿Puede explicárnoslo?

-David Graeber: Es bastante simple: los shit jobs o trabajos de mierda son trabajos malos que nadie quisiera hacer porque están mal pagados y se trata a quienes los realizan sin dignidad ni respeto. En la mayoría de los casos, estos trabajos son muy necesarios, esenciales: llevar a las personas de un lado a otro, construir cosas, limpiar y cuidar a personas dependientes...

Por el contrario, los bullshit jobs o trabajos sin sentido, que no valen para nada, son muchas veces trabajos bien pagados, que aportan beneficios personales porque la gente te trata como si fueras alguien importante, como si estuvieras haciendo algo imprescindible, aunque tú realmente sabes que eso no es así.

 

“Ziur nago egiten ari garen lanen erdia erraz ezaba dezakegula, eta horrek ondorio positiboak izango lituzkeela denetan, artearen eta kulturaren munduan hasi eta klima-aldaketaraino”.

-¿Se podrían eliminar muchos de esos trabajos que no valen para nada? ¿qué impacto tendría en la sociedad?

-Casi todos se pueden eliminar, ésa es la cuestión. Las personas que trabajan en lo que denomino trabajos que no valen para nada o sin sentido saben en secreto que si ese puesto desaparece -y a veces, aún desapareciendo toda la industria- no se producirían grandes cambios. Diré más: sin los que están en el negocio del marketing, los lobbystas o los gabinetes de abogados de las corporaciones, el mundo sería un lugar mejor.

Además, hay una enorme cantidad de gente que está haciendo un trabajo de verdad para garantizar los trabajos que no valen nada, ya sea limpiando sus oficinas, haciendo labores de seguridad, cuidando el dolor psicológico y social que causan a otros seres humanos aquellos que no hacen nada de provecho... Estoy convencido de que podemos borrar fácilmente la mitad de los trabajos que estamos haciendo y que eso tendría consecuencias positivas en todo, desde el mundo del arte y la cultura hasta el cambio climático.

 

“Finantza-kapitalismoari erabat funtsezkoak zaizkio araudiak eta lege-erregulazioak beren diru- irabaziak lortzeko; gobernuek babestea behar dute, zorpetutako jendea zigortzen duten bitartean”.

-Asocia a la proliferación de trabajos sin sentido el divorcio entre productividad y salario. ¿Cómo se ha desarrollado este proceso en las últimas décadas?

-No se trata de analizar la productividad en el sentido económico, sino del beneficio que hace a la sociedad. Si alguien está haciendo labores de limpieza, de enfermería o conduciendo un autobús sabemos exactamente qué está haciendo y por qué es importante su labor. En el caso de las marcas responsables o asesoras financieras de una empresa, eso no está tan claro.

Más que un cambio de tendencia, el número de trabajos que carecen de sentido y relativamente bien remunerados ha aumentado enormemente. Decimos tramposamente que el sector servicios ha crecido, pero la mayoría de los puestos de trabajo del sector servicios son útiles, mal remunerados -me refiero a las camareras, a los conductores de Uber, a las peluqueras, barberos y similares - y sus cifras no han variado mucho, en general. Lo que realmente ha crecido es el número de managers, administrativos y oficinistas, que se han triplicado en el último siglo respecto a otras categorías de trabajadores.

-Kim Moody dice que la productividad y los salarios cada vez más bajos no están relacionados tanto con la automatización como con las estrictas técnicas de gestión, la producción just-in-time y la tecnología de control de personal. Si esto es así, estamos atrapados en un círculo vicioso, creando cada vez más puestos de trabajo para controlar y dar órdenes a los trabajadores que sí hacen labores necesarias, al mismo tiempo que estos puestos de trabajo se hacen cada vez en peores condiciones laborales.

-Esto es así en empresas como Amazon, UPS o Wallmart, por ejemplo.

Se podría argumentar que los puestos de supervisión que hacen que los trabajadores trabajen más rápido tienen sentido porque se está haciendo algo concreto, aunque no sea muy agradable.

Los robots de fabricación han multiplicado su producción en la mayoría de los sectores y han reducido el número de trabajadores. Sin embargo, a las pocas personas que han quedado se les paga mejor que a la media de los que lo hacen en otros sectores.

De hecho, en todos estos sectores se está imponiendo una tendencia: la creación de numerosos niveles innecesarios de manager entre el jefe -o quienes gestionan el dinero- y los trabajadores. En gran medida, la labor de “supervisión” de estos nuevos managers no acelera nada sino que ralentiza. Esto se ve claramente en el sector del cuidado, la educación, la sanidad o los servicios sociales, por citar algunos. La creación de nuevos trabajos administrativos que carecen de sentido supone el deterioro de los trabajos reales. Obligando a enfermeras, médicos o profesores a rellenar diariamente no sé cuántos formularios están ralentizando la productividad.

Las estadísticas lo demuestran: en el ámbito de la salud o de la educación está bajando la productividad, suben los precios y bajan los salarios, para mantener las ganancias de las empresas. He ahí por qué están en huelga en tantos lugares del mundo personal docente y profesionales de la salud.

-Las estructuras de las corporaciones modernas se parecen más al feudalismo que a un hipotético capitalismo de mercado, dice usted.

-Cuando estaba en la universidad me enseñaron que el capitalismo significa que hay capitalistas, propietarios de los medios de producción, por ejemplo fábricas, que contratan a personas para hacer y vender cosas. No pueden pagar a los obreros tanto como ganan ellos porque se quedarían sin beneficios, pero tienen que pagarles, al menos, lo suficiente para poder comprar aquello que produce la fábrica. En el feudalismo, sin embargo, las ganancias monetarias se toman directamente, cobrando rentas, tarifas y cuotas, convirtiendo a las personas en siervos deudores.

Hoy las principales ganancias monetarias de las corporaciones no provienen de hacer o vender cosas, sino de las “finanzas”. Esto es un eufemismo que hace referencia a las deudas de otras personas: cobrar rentas y cuotas e intereses y remuneraciones. Es feudalismo en la definición clásica.

Esto significa que el papel de los gobiernos también es muy diferente: en el capitalismo clásico se limita a proteger la propiedad privada y vigilar que la clase trabajadora no dificulte los beneficios empresariales. Sin embargo, al capitalismo financiero le resultan absolutamente esenciales las normativas y regulaciones legales para conseguir sus ganancias monetarias; necesitan que los gobiernos les protejan mientras azotan a la gente endeudada.

-Los que defienden ciegamente el mercado se equivocan, por tanto, cuando proclaman que es imposible que el capitalismo cree puestos de trabajo que no valen para nada (bullshit jobs).

-Sí, exactamente. Es curioso porque liberales y marxistas me atacan en este punto porque ambos están funcionando con la concepción del capitalismo que existía en los años 60: muchas pequeñas empresas que son competencia fabricando y vendiendo cosas.

Eso es así, por ejemplo, si hablamos del restaurante en el que está trabajando el propio propietario. Y estoy de acuerdo en que ese restaurante no contrata a nadie si no lo necesita.

Pero las grandes empresas que dominan la economía actual funcionan con otra lógica. Si se obtienen ganancias monetarias mediante tarifas y rentas, generando deudas y haciendo pagar éstas, y si el Estado está completamente implicado en la extracción de la ganancia monetaria, se disuelve la diferencia entre la esfera económica y la política. Para estas empresas, en ese esquema de extracción monetaria, la compra de lealtad política es, en sí misma, un bien económico.

-¿La creación de puestos de trabajo que no valen para nada (bullshit jobs) tiene raíces políticas?

-Cuando sugerí que una de las razones para que los puestos de trabajo que no valen para nada permanezcan en el tiempo es que a mucha gente poderosa le son políticamente convenientes, me acusaron de ser un paranoico de las teorías conspiratorias.

Pero la realidad es que en EEUU el Partido Demócrata decidió como estrategia abandonar a la clase trabajadora -su base en los años 80- tomando, en su lugar, a las clases de los profesionales y de los gestores. Y, claro, ahí se acumulan la mayoría de puestos de trabajo que no valen para nada.

“Lan gehiena ez da gauzak egitea, garbitzea edo distira ateratzea, baizik eta joerak begiratzea eta ulertzea, laguntzea, elikatzea, konpontzea eta zaintzea. Edalontzi bat egingo duzu behin, baina mila aldiz garbituko duzu “.

 

-Afirma usted que también los sindicatos están impulsando este tipo de trabajos.

-Los sindicatos reivindican constantemente “más puestos de trabajo” para solucionar cualquier problema social. Ésa es una de las pocas reivindicaciones a las que nadie se opone, porque no están pidiendo un regalo, sino poder ganar lo que necesitas para sobrevivir.

Sin embargo, debemos pensar en el tema de forma más amplia: cómo han llegado los sindicatos, que en otro tiempo hacían campaña por trabajar menos horas, a aceptar el extraño cambio entre el puritanismo y el hedonismo que sustenta el capitalismo de consumo. En definitiva, que el trabajo tiene que ser “duro” (que la buena persona es “una persona trabajadora”), que el objetivo del trabajo es lograr bienes materiales, que tenemos que sufrir para ganar nuestro derecho de consumo.

-Cree que el concepto tradicional de trabajo de la clase trabajadora es erróneo. ¿Qué relación tiene eso con los trabajos sin sentido (bullshit jobs)?

-Vivimos obsesionados con ideas como “producción” y “productividad” (a la vez que todo tiene que “crecer”, todo es “crecimiento”). Creo que,
en el fondo, se trata de una cuestiónteológica: Dios creó el universo; el hombre está condenado a imitar a Dios, a crear su comida, sus vestidos, etc. Por tanto, pensamos el trabajo, sobre todo, como algo productivo, hacer cosas: cada sector se define a través de su “productividad”.

Pero la realidad es otra. La reflexión debería demostrarnos que la mayor parte del trabajo no consiste en hacer cosas, limpiar o sacar brillo, sino en mirar y comprender tendencias, ayudar, alimentar, arreglar y cuidar las cosas. Harás un vaso una vez, pero lo limpiarás mil veces.

A esto se ha dedicado mayoritariamente la clase trabajadora a lo largo del tiempo. Siempre ha habido más niñeras, limpiadores de zapatos, jardineros, limpia-chimeneas, trabajadoras sexuales, basureros o criadas que obreros de fábricas.

Sugiero, como proponen las economistas feministas, que entendamos que el trabajo en las fábricas también es una prolongación del trabajo de vigilancia o cuidado, porque se hacen coches o se asfaltan autopistas para que la gente pueda viajar y que lo haga de manera segura.

La gente debería empezar a analizar el “valor social” de su puesto de trabajo de esta manera. Estas cosas cobrarán importancia a medida que la automatización haga más importantes los cuidados. No quisiéramos que un robot fuera el encargado de tranquilizar a
una persona que está borracha o consolar a un niño que está perdido. Tenemos que empezar a reconocer el valor de esos trabajos que sólo queremos que haga un ser humano.

 

“Langile klasea beti izan da zaintza klasea. Ez bakarrik lan horietako gehienak egin dituelako, baita, agian horren ondorioz, aberatsek baino enpatia handiagoa duelako ere”.

-Según usted, es difícil imaginar cómo debería ser una campaña contra estos puestos de trabajo sin sentido, pero ¿puede dar algunas ideas para que activistas sociales y sindicalistas cojan el problema por los cuernos?

-Me gusta mencionar la idea de la “revolución de las clases de cuidado”. La clase trabajadora siempre ha sido clase de cuidado, no solo porque
ha realizado la mayor parte de esas tareas sino también porque, quizás, como consecuencia de ello, tiene más empatía que los ricos.

Por tanto, repensar el trabajo -no como un valor u objetivo en sí mismo sino como acciones vinculadas con el cuidado- es un buen comienzo.

En realidad, propongo sustituir “producción” y “consumo” por “cuidado” y “libertad”. Cuidar a alguien es, en definitiva, una acción encaminada a mantener o criar a otra persona, o a aumentar la libertad de otra persona, del mismo modo que las madres cuidan de sus niños, no sólo para garantizar que crezcan y se eduquen sanos, sino para que puedan jugar, que es la máxima expresión de la libertad. Estas son, no obstante, cuestiones a largo plazo.

En cuanto al presente, debemos pensar en cómo afrontar la hegemonía de los profesionales managers -no sólo en las organizaciones de izquierda que ya existen- para encontrar una manera eficaz de afrontar los trabajos que no valen para nada.

Las enfermeras neozelandesas han hecho huelga, y una de las principales razones ha sido que les han recortado los salarios y que pasan un montón de
tiempo rellenando formularios y documentos en lugar de cuidando a los residentes. Algunas enfermeras pierden más de la mitad de su tiempo en ello.

Tienen relación ambos problemas, claro. El dinero que podría servir para mantener sus salarios lo utilizan para contratar puestos de trabajo de administración innecesarios, y como estas personas tienen que justificar su trabajo, todavía les dan más trabajo. En muchas ocasiones, estos administrativos están representados por diferentes partidos o sindicatos.

¿Cómo hacer un programa práctico para luchar por estas cosas? Ésta es una pregunta estratégica y especialmente importante.