“Los cuidados no pueden ser un negocio en manos de empresas privadas con ánimo de lucro”
-A grandes rasgos, ¿a qué nos referimos cuando hablamos de trabajo de cuidados y qué características comunes tienen?
Amaia: Habría dos ópticas para abordar los trabajos de cuidados. Una, más amplia, sería entenderlos como todos los trabajos que históricamente han estado asociados a las mujeres -aunque han sido ejercidos de manera desigual entre las propias mujeres-, que son los que permiten sostener día a día la vida, que históricamente han estado mal pagados o no pagados, y que han soportado al conjunto del sistema.
Otro planteamiento un poco más restringido sería entenderlos como aquellos trabajos que permiten reconstruir el bienestar físico y emocional día a día de las personas sobre todo de quienes están en momentos de la vida de mayor vulnerabilidad: personas mayores, personas con diversidad funcional, en situación de enfermedad, menores...
Silvia: En el cómo, destacar que han sido tareas tradicionalmente invisibilizadas, porque al sistema no le ha interesado demasiado mientras se hicieran. Como decía Amaia, han estado en muchas ocasiones feminizadas, en manos mayoritariamente de mujeres, familiarizadas -dentro de lo que se ha entendido por el núcleo prioritario en el que se cuidaba- y cuando han salido al mercado, precarizadas. Y, últimamente, un elemento muy importante es que están muy racializadas. La clase y la racialización son elementos importantes al analizar quiénes están, fundamentalmente, ofreciendo estos cuidados.
Bizitza erdigunean jartzen ez duen sistema ekonomiko batean gaude; erdigunean dagoena bizitzaren kontura negozioa egiten duten kapitala metatzeko prozesuak dira.
-¿Qué deficiencias o carencias véis en este sistema de cuidados?
A: Esa invisibilización de la que hablábamos antes refleja que los grandes temas económicos y de agenda no han colocado nunca el foco ahí. Y cuando lo han hecho, ha sido desde una perspectiva de cómo resolver un problema social que tenemos para poder llegar al mercado de trabajo mejor y seguir produciendo.
S: Nosotras creemos que hay problemas estructurales y profundos en la manera en cómo se organizan los cuidados. En términos muy simples podemos decir que cuida más quien está en una peor posición socioeconómica y tiene menos capacidad de elegir (las mujeres cuidan más que los hombres, la población migrada más que la autóctona) y, al mismo tiempo, quien más cuida recibe menos cuidados.
Hay flujos desiguales de mujeres a hombres, de mujeres migradas a autóctonas, de clases bajas populares a clases medias altas, del sur global al norte global... Pero estos flujos desiguales de cuidados -que implican, también, que las personas vivimos vidas de calidad muy desigual en función de los cuidados que recibamos y los que demos-, son, al final, muestra de problemas socioeconómicos más amplios.
Reflejan todo un sistema socioeconómico que no pone el sostenimiento cotidiano de la vida como su eje vertebrador, sino que esta reproducción y reconstruccion de la vida día a día la mete dentro de las casas, en manos mayoritariamente de las mujeres, y no construyen estructuras públicas y colectivas. Vivimos un sistema económico en el que la vida no está en el centro, no es responsabilidad colectiva; lo que está en el centro son los procesos de acumulación de capital que hacen negocio a costa de la vida.
Ordezko zaintza-sistema bat lortzeko, aldarrikapen zehatzak egin behar dira, hala nola zaintza-zerbitzuetako langileen lan-eskubideak defendatzea, pribatizatuta egon ala ez; orain eta dagoeneko etxeko langileen lan-baldintzak eskatu behar dira; pentsio duinak eta unibertsalak aldarrikatu behar dira.
-Muchos de los cuidados o están en la esfera privada o están privatizados. ¿Las tragedias que estamos viviendo en las Residencias por la pandemia es lo que nos espera cuando los cuidados se convierten en negocio, o hay mucho más detrás?
A: Para empezar, para nosotras economía no es solo lo que pasa en los mercados sino que comprende todos los trabajos que permiten sostener la vida diaria. Si pensamos que lo único económico es lo que vemos ahí fuera que mueve dinero nos dejamos gran parte de la economía. De hecho, nos dejamos más de la mitad de la economía medida en términos de tiempo de trabajo humano no pagado. Ésa es una idea fundamental.
Sí que creemos que cuando conviertes el cuidado de la vida en negocio te vas a encontrar lo que nos estamos encontrando: que hay cuidados de calidades radicalmente desiguales según lo que puedas pagar; que los cuidados que se dan se realizan a costa de explotar a las trabajadoras, de explotar el compromiso que la gente tiene con el bienestar de la persona a la que atiende, a costa, incluso, de sus propios derechos laborales, lo cual también repercute en la calidad de la atención que se presta. Efectivamente, lo que estamos viendo es lo que puedes encontrar cuando el cuidado de la vida se convierte en un negocio en vez de ser un derecho.
Y éstas son el tipo de cuestiones que nos ha permitido ver la pandemia. Nos ha permitido ver que si no tenemos estructuras colectivas para gestionar la vida, la vida está en riesgo; en riesgo directamente de muerte. Y nos ha permitido ver y cuestionarnos por qué los trabajos más importantes, los más esenciales, son los peor pagados, los más feminizados y los más racializados.
Nos ha permitido, en definitiva, ir entreviendo deficiencias fundamentales y básicas de nuestro sistema económico.
S: El asunto, que nos interpela muy directamente, es cómo estamos resolviendo la vida y también la muerte en esta sociedad. La pandemia ha dejado en evidencia que socialmente lo estamos haciendo mal. Además, estamos viendo que hay una falta de corresponsabilidad social, de pensar en cómo hacemos frente a una situación que sí o sí se va a dar, que es la vulnerabilidad, depender de otras, que nos tengan que cuidar...
Las residencias son un ejemplo muy potente para analizar muchas cosas: nos habla de qué tipo de administración pública queremos y de qué tipo de servicios públicos; nos habla de los derechos laborales; también nos habla de cómo queremos cuidar a nuestras personas mayores... Refleja muchos niveles de precariedad, de desigualdad y de conflicto que tenemos a nivel social para un tema tan vital como es cómo cuidamos a nuestras personas mayores o dependientes, cómo organizamos los cuidados a otros niveles. Seguramente, no todo va a pasar por las residencias, también pasará por qué entornos familiares tengamos, qué redes, qué servicios…
Gauza asko zehaztu gabe daude zaintza-eredu berri bat lortzeko bidean, baina argi dago zaintzak ezin direla egon irabazi-asmoa duten enpresa pribatuen esku, eta ezin dutela jarraitu jaiotzean emakume gisa onartua izateari lotutako erantzukizuna izaten. Mundu guztiaren ardura partekatua izan behar dute, etxetik kanpo atera behar ditugun gauzak baitaude, eta beste batzuk, berriz, ez.
-El confinamiento ha servido para visualizar estos trabajos y las caras de quienes lo ejercen y ha visualizado, también, la crisis de los cuidados. ¿Estamos ante una oportunidad de cambios radicales poniendo la vida en el centro o corremos el riesgo de que la salida a la crisis perpetúe el sistema actual?
A: A esta pregunta hay que responder que depende del día que nos pille (risas). Esto es como una montaña rusa, lo de ver el vaso medio lleno o medio vacío...
Durante el confinamiento se han puesto encima de la mesa preguntas muy potentes: lo de los trabajos socialmente necesarios, lo de cómo estamos cuidando, lo de que somos personas vulnerables e interdependientes...
La parte del confinamiento sirvió para reconocer algunas cosas que ya se venían diciendo. El virus es excepcional en sí mismo pero no es que nos muestre algo excepcional, nos muestra las costuras de un sistema que ya estaba haciendo agua.
Sí creemos que se abrió un debate o una posibilidad de repensar algunas cosas y de poner el foco y dar luz sobre situaciones que estaban pasando desapercibidas. Se convirtió en un problema más compartido: ¿qué hacemos, por ejemplo, cuando tenemos que cuidar en casa y nos venden el teletrabajo como la gran alternativa...?
Y también hubo un reconocimiento importante de esos cuidados y trabajos esenciales: ahí estaban los aplausos a los que nos cuidan, nos curan, nos dan de comer... Pero ahora deberíamos estar en el punto de pasar del reconocimiento a lo concreto; del aplauso al hacer.
Y volviendo a la pregunta: ¿estamos aprovechando la oportunidad para transformarlo radicalmente? Yo diría que no tanto.
Somos bastante críticas con la respuesta de las instituciones. Ahí tenemos, sin ir más lejos, diferentes colectivos que están en huelga (sanidad, residencias, subcontratas de educación...) que nos hablan del tipo de respuestas que se están dando ante demandas muy específicas, que no han cambiado; de hecho, han empeorado en los últimos meses.
Por lo que se refiere a la respuesta comunitaria y colectiva, que durante el confinamiento fueron muy potentes, las redes siguen ahí, con dificultades.
S: Durante el confinamiento se plantearon preguntas vitales como que si las residencias son tan importantes no pueden ser privadas; como que los trabajos esenciales no se pueden pagar tan mal; como por qué cuando sólo se podía salir de casa para hacer las compras muchos hombres eran quienes las hacían... Esas preguntas estaban, pero se está dando un cierre muy rápido: la mujer vuelve al hogar con el teletrabajo para encargarse de todo; no se cuestiona que las residencias sean privadas porque siguen siéndolo, y las trabajadoras tienen que retomar las huelgas porque no han variado sus condiciones laborales y sin que haya un apoyo social significativo.
Las instituciones no están aprovechando en absoluto el momento de oportunidad sino que se está dando un cierre reaccionario, donde se consolidan las deficiencias estructurales de ese fallido sistema de cuidados: la privatización de servicios esenciales, la precarización de esos trabajos, la desigualdad por sexos y por racialización del reparto de trabajo.
Y la situación es más preocupante porque vemos que no se ven presionados, no hay un empuje social en ese sentido. No hemos construido una fuerza política que reivindique derechos y mejoras pero que, al mismo tiempo, sea capaz de cuestionarnos el tipo de sociedad que hemos montado.
Entendemos que es responsabilidad colectiva y no solo de las instituciones. Parece que nos cuesta imaginar que podemos conseguir un mundo diferente, donde vivamos mejor, pero a costa de ciertas renuncias: desde el reparto cotidiano de los trabajos en casa hasta analizar que, en última instancia, a muchas personas les viene muy bien que las empleadas de hogar cobren tan poco…
Errentaren, lanaren eta eskubideen birbanaketa hobearen aldeko apustu erradikala egin behar da, migratuak baldintzarik gabe erregularizatuz, besteak beste, etxeko langile guztiak.
-¿Cómo debería ser un sistema de cuidados alternativo al actual? ¿Cuáles deberían ser sus bases?
S: Nosotras a veces utilizamos la imagen de que hay que pasar de la pirámide o del iceberg a la espiral. Es decir, ahora todo lo que tiene que ver con lo productivo está arriba, visible, y lo reproductivo, abajo, invisible; el mercado, arriba y las familias, abajo. Y hay que pasar a una espiral porque resolver eso que se llama cuidados supone organizar la vida de otra manera. Tiene que haber múltiples dimensiones. En algunos momentos se ha puesto más de relieve que hay que sacar de las familias los cuidados y que tiene que ser la Administración quien responda. Y siendo eso cierto, que la Administración debe entender que todas las personas tenemos derecho a recibir estos cuidados, creemos que ésa sería una visión un poco simplista del problema porque no todos los cuidados van a pasar única y exclusivamente por los servicios sociales.
Tenemos que complejizar un poco la mirada. Ese sistema que pensemos debe pasar, primeramente, por un reparto de la corresponsabilidad dentro de los propios hogares, donde van a suceder muchas de las actividades que tienen que ver con las cosas cotidianas de la vida. Debe pasar, también, porque tengamos unas administraciones fuertes, con unos servicios públicos de calidad, por sacar la privatización y el ánimo de lucro de este ámbito. Debemos revisar, también, elementos como el empleo de hogar, como una cuestión prioritaria, no solo de sus condiciones laborales sino también del propio hecho de su existencia.
También hay que revisar qué papel queremos que tengan las empresas, si es que queremos que tengan alguno. Y pasa, también, porque pensemos socialmente cómo construimos esas redes de apoyo vecinal y comunitarias.
Nosotras creemos que lo comunitario debe tener peso. Hay que definir qué entendemos por comunitario, qué experiencias sin ánimo de lucro entrarían en esa dimensión. Salir un poco de “yo me lo guiso, yo me lo como, yo me lo resuelvo” y empezar a entender que aunque todas y todos tenemos diferentes niveles de responsabilidad, todas y todos tenemos que responsabilizarnos de esto común.
En todo caso, será un sistema complejo, con múltiples dimensiones y, desde luego, ajeno a las lógicas de mercado y privatización. Entendemos que es un ámbito que no se puede privatizar porque las consecuencias son terribles.
Así mismo, este sistema debería poner en cuestión la diversidad de modos de convivencia y de espacios de cuidado elegidos, que no solo pasan por la familia.
A: Hay debates que todavía tenemos que hacer. Cuánto peso queremos que tengan los servicios públicos como tales, cuánto lo comunitario, o cómo establecer, incluso, hilos de continuidad entre lo público y lo comunitario, que no tienen que verse como ámbitos extinguidos.
Hay muchas cosas sin definir todavía en este modelo de cuidados alternativo, pero otras son muy claras: los cuidados no pueden ser un negocio privado en manos de empresas privadas con ánimo de lucro, lo cual no quita para que podamos pensar en el papel de la economía social transformadora, cooperativas, etc..
Otro concepto que tenemos muy claro es que los cuidados no pueden seguir siendo una responsabilidad vinculada al hecho de ser reconocida como mujer al nacer, sino que tiene que ser una responsabilidad compartida de todo el mundo, donde hay cosas que tenemos que sacar fuera de los hogares y otras que no. La gestión cotidiana de la vida tiene que ser responsabilidad de cada quien, y no “si puedo, compro tiempo de vida ajeno y se lo cargo a una trabajadora de hogar, que sale muy barata y vivo mucho más cómoda”.
Y eso implica muchos cambios, en los horarios laborales y en todo. Implica, también, que tiene que haber una inversión muy fuerte de recursos públicos y colectivos, hacer que las viviendas y las ciudades sean más habitables y vivibles...
Eso son horizontes, pero el camino hacia un sistema de cuidados alternativo pasa aquí y ahora por reivindicaciones concretas como la defensa de los derechos laborales de las trabajadoras de los servicios de cuidados, estén privatizados o no; pasan por exigir ahora y ya condiciones laborales para las trabajadoras de hogar; pasa por reivindicar pensiones dignas y universales….
Kontua ez da soilik nondik ateratzen ditugun zaintzeko baliabideak, baizik eta ikusezinak diren zein kostu asumitzen ari garen, eta batez ere, nortzuk ari diren euren denbora eskaintzen gaur egungo eredu honek, erdizka bada ere, funtzionatu dezan.
-¿Cómo se financiaría este nuevo sistema?
A: Lo de la falta de recursos financieros es un poco lo de siempre; la cuestión es dónde pones el énfasis. El coste es algo que debe venir posterior a que haya una voluntad política fuerte de ir hacia otro sistema de cuidados, que es lo prioritario.
Estamos en un momento en el que tenemos la oportunidad de hacer un cuestionamiento radical de la distribución tan desigual de los recursos para vivir. Hay que hacer una apuesta radical por una mejor redistribución de renta, del trabajo, incluso de los derechos, vía una regularización incondicional de las personas migradas, entre ellas, todas las trabajadoras del hogar.
Es imprescindible realizar una reforma fiscal profunda y progresiva, y luchar de verdad contra la evasión fiscal. También defendemos una auditoría pública de las deudas que tenemos como institución pública…
Si hay voluntad política hay dinero para asumir este proyecto.
S: Coincido con Amaia en que es un tema de prioridad de gasto. Cuando hablan de lo que cuesta el Tren de Alta Velocidad o lo que va a costar el metro de Donostia, con desvíos presupuestarios del 70%, yo me digo: “Madre mía, si dedicáramos esas cantidades a mejorar las condiciones de todas las trabajadoras de Euskal Herria...”. Fliparíamos, porque sobraría dinero.
A: Si como Administración no inviertes recursos públicos monetarios, lo que haces es que haya gente que esté pagando con su tiempo y con su calidad de vida. La pregunta no solo es de dónde sacamos los recursos sino qué costos invisibles estamos asumiendo como sociedad y quién los está asumiendo en términos de dar su tiempo de vida y su calidad de vida para que esto medio funcione.
Erakundeak ez dira aprobetxatzen ari Covid-19ak agerian utzi duen zaintza-sistemaren krisiari aurre egiteko. Egiturazko gabeziak finkatu dira: funtsezko zerbitzuen pribatizazioa, lan horien prekarizazioa, sexuen araberako desberdintasuna eta lan-banaketaren arrazazioa. Eta, gainera, ez dugu gizarte-bultzadarik eraiki, eskubideak eta hobekuntzak aldarrikatzen dituen eta, aldi berean, muntatu dugun gizarte mota zalantzan jartzeko gai den indar politikorik. Gure ustez, erantzukizuna kolektiboa da, eta ez soilik erakundeena.