“Tenemos el deber de ser activistas y feministas”

La escultora Dora Salazar reivindica en sus obras públicas el papel de la mujer en la historia y en el mundo del trabajo. Exponente de ello, entre otras, son “Las Sirgueras” -remolcadoras de gabarras y barcos mal pagadas, explotadas y olvidadas del Bilbao de finales del siglo XIX- o “Lavandera” -un homenaje a las mujeres lavanderas de las Riberas de Loiola, en Donostia-. Y es que esta artista no cree en el arte por el arte. Aún más, en este momento de su vida afirma que “tal como están las cosas es obligatorio ser activista y feminista, y en la medida de las posibilidades de cada cual, intentar incidir en el mundo que nos rodea”

Naces en Alsasua (Navarra) en 1963. Franco y el franquismo, muy vivos todavía. ¿Cómo recuerdas tu infancia?
Dora Salazar: Tengo un recuerdo bonito de mi infancia. Alsasua es un lugar con monte, con calle...El barrio era un espacio inolvidable: chicos y chicas mezclados, de todas las edades, inventándonos juegos y jugando… Fue una buena infancia, en general.
Decía Pablo Picasso que “cada niño es un artista. El problema es cómo seguir siendo artista una vez que crezca”. ¿Cómo era esa Dora niña artista y cómo y cuándo dio el salto y decidió estudiar Bellas Artes?
Esa niña era una salvajilla, y todavía sigo siéndolo (risas).
Estudiar una carrera me parecía bien pero, sobre todo, quería salir de casa. Alsasua se me estaba quedando pequeña. No tenía que ver con Alsasua, tenía que ver conmigo. Ahora que tengo una vida más tranquila me parece un pueblo perfecto, pero entonces, con 18 años, necesitas otras cosas.
A Bilbao fuimos juntos un grupo de 5 chicas y chicos de la Sakana. Unos, a Periodismo; otras, a Bellas Artes. Vivimos juntos los cinco en un piso, tuvimos una relación muy buena... Tengo recuerdos estupendos.
¿Por qué me decanté por Bellas Artes? Tuve mis dudas: a ratos pensaba en el periodismo... Pero, por un lado, siempre se me habían dado bien los juegos de construcción. Por otro, te presentas a concursos de dibujo y los ganas... Todo fue una cadena de relaciones. Aunque de eso a dedicarte a ello va un trecho, empecé y ahí sigo.

“Eremu guztietan: sozialean, ekonomikoan, politikoan… nolabaiteko etikaz bizitzen saiatu behar gara: gutxiago kontsumitu, birziklatu, planeta zaindu… Zaintzaren etika dugu, betidanik bereziki emakumeona izan den zerbait, etika zoragarria litzateke munduaren martxa zuzentzeko”.


Estudias en la Facultad de Bellas Artes de Bilbao. ¿Cómo recuerdas tu época de estudiante, ese Bilbao de los años 80…?
En Bilbao apenas había estado, y de repente se convirtió en mi sitio. Era algo a descubrir, a conocer. Al principio también me perdía, no te creas. Tuve mis conflictos porque era mucha la libertad que tenía de repente. Conoces a gente, te lías… (risas).
En la facultad teníamos un grupo muy activo que se llamaba “Bellos grupos de arte”, con el que hacíamos exposiciones. Nos pasábamos el día en Leioa: después de clase íbamos al bar y seguíamos trabajando...
Fueron tiempos, además, de revueltas, manifestaciones….. Había mucha vida más allá de lo que eran las clases.
Bellas Artes me sirvió para mucho. Si no hubiera pasado por la Facultad no estaría hoy aquí: adquirí el convencimiento de que podía dedicarme al arte.
Aunque eres una artista multidisciplinar, te especializas en escultura. ¿Por qué?
Escogí la escultura porque me manejo mejor en el espacio. La pintura, aunque también hago mis incursiones, me parece más conceptual. Me identifico mucho más con el espacio y cómo se despliega el material en el espacio.
¿Cuáles son tus referentes en el país de Oteiza y Chillida?
Es indudable que Oteiza y Chillida son los referentes dentro de la escuela vasca; están ahí todo el rato. En la facultad nos pasábamos la vida asumiéndoles y negándoles.
Respecto a las mujeres referentes, aquí no tengo ninguna. A nivel internacional, sí, y han ido cambiando a través del tiempo: Rebecca Horn, Louise Bourgeois, Eva Hesse…. En general, son los clásicos.
En este momento, aunque estoy menos al día, me interesan cosas que no tienen que ver muchas veces con lo que yo hago. Sin hacer un seguimiento me encuentro con obras de artistas que me agitan. No es tanto que yo siga la trayectoria de alguien como que me los encuentro. Aunque tambien los encuentros son buscados porque en tu cabeza tienes una tendencia que te empuja más hacia un lado o hacia otro.
En la serie de figuras que estoy trabajando últimamente (Las Sirgueras, por ejemplo) es evidente la huella de Juan Muñoz.

“Inoiz, ironiaz, entzun izan dut sortzaile artistikoei buruz: “Gustokoa egin eta gainera kobratu egin nahi duzue?” Ba, bai. Prekaritateak beldurtu egiten nau, gure munduan oso presente dago eta konponbide zaila du. Nahiz eta nik ez dudan bizimodu txarrik izan”.


¿Cómo resumirías tu visión del arte?
El arte es mi vida. Así de sencillo y de complicado. Es mi manera de vivir, mi manera de entender el mundo.
Desde el mundo del arte se entiende la vida de una manera más subjetiva, desde muchos lados. Y me parece algo muy interesante porque me parece que esta sociedad entiende el mundo con unos cánones demasiado pequeños y estrechos. Creo que el mundo hay que verlo desde un prisma artístico, que te permite mirar desde muchas perspectivas distintas, y eso siempre es interesante.
Artista comprometida, siempre has dicho que no te gusta la idea del arte por el arte. ¿Cuáles son tus compromisos como persona y, por ende, como artista?
Vivir es complicado, fantástico, y también es muy duro. Tiene esas dos caras.
Antes no lo tenía tan claro, pero ahora creo que todas y todos tenemos que ser activistas; es obligado ser activista, cada una y cada uno desde donde tenga posibilidades de incidir en lo que le rodea. Tal y como está todo, es un deber.
A nivel social, a nivel económico, a nivel político, a todos los niveles tenemos que intentar vivir con una cierta ética: consumir menos, reciclar, cuidar el planeta…La ética de los cuidados, que es algo históricamente muy de las mujeres, sería la ética idónea a aplicar en el funcionamiento del mundo. Hemos ido demasiado a saco: arrasando, arrasando, arrasando... En general, el compromiso debería de ser intentar cuidar en la medida en que puedas, en la medida de lo posible.
Eres feminista.
¿Y quién no? Si para mí es obligatorio ser activista, también lo es ser feminista.
Tu visión de la mujer y la femineidad es una constante en tu obra. ¿Por qué? ¿Qué buscas?
Busco parámetros distintos de los que me inculcaron; busco otras vías para expresarme. A mí me llega tarde ya lo del cisgénero, pero en mi época había unos parámetros de lo que se suponía que era ser mujer que yo no cumplía... Me salí de ese parámetro en mi vida, y en mi obra entro y salgo también en esos parámetros.
También me parece interesante no sólo crear nuevas formas sino también darles otros significados a formas ya establecidas. Es complejo revertir los significados que tienen las cosas a lo largo del tiempo.
¿Cómo es tu dinámica de trabajo? ¿La inspiración te encuentra trabajando?
No tengo horario fijo, pero cuando tengo proyectos entre manos sí es cierto que me encierro en el estudio todo el rato.
De normal me gusta madrugar y trabajar toda la mañana. A la tarde procuro dedicarme a otras cosas: la casa, pasear con el perro, hacer deporte...

“Adituen komitea delakoa dibertsifikatu ahala badirudi merezi duten gero eta emakume artista gehiago daudela, bestelako begiraden ondorioz”.

¿Qué es lo que quieres comunicar con tu obra?
El arte tiene capacidad de contrariar, de conmover, de conquistar, de interrogar, más que de dirigir.
En una ocasión un profesor me dio un consejo que me pareció super sabio: “Haz lo que tienes tú”, me dijo. Y eso me empoderó.
En otra, otro profesor me aseguró que “yo no veo lo que me estás contando. Veo otras cosas”. Entonces, yo hago y luego miro.
Creas para tí, pero ¿hasta qué punto te importa la opinión del público?
En principio tu experiencia es contigo misma, pero es cierto que establezco un diálogo con las personas que ven mi obra. Tampoco me interesa estar haciendo obras para luego almacenarlas; quiero sacarlas al mundo.
Puede parecer una cierta contradicción pero no lo es. Hablas desde tu voz, pero luego parece que siempre hay gente que se identifica contigo.
Antes, cuando esperábamos a hacer las fotos junto a Las Sirgueras, he observado cómo había gente que pasaba de largo, pero otra se paraba, las disfrutaba y les interesaba...
Parece que no... pero sí importa la opinión de los demás sobre tu trabajo. Hay usos sociales: te gusta que te valoren, que te quieran, que te acepten.
¿La crítica especializada es un mal necesario?
Todo el mundo puede opinar de arte, y a veces eso fastidia. En otras disciplinas, supuestamente más técnicas, a la gente no se le ocurre opinar, pero de arte parece que todo el mundo entiende, y no es así.
En este sentido, yo creo que es positivo que exista un comité de expertos. Eso sí, siempre que sea diverso, versátil, amplio…. porque el arte es diversidad.
Ya no me peleo con estos temas porque es una pérdida de energía. Intento ir por donde yo veo que puedo ir. Ya tengo casi 60 años y es distinto de cuando tenía 30, que me daba de cabezazos contra el status quo.
Eres una artista ampliamente galardonada. ¿Para qué sirven los premios?
Bueno, tampoco tanto... Los premios te dan reconocimiento, te dan luz, tienes más miradas. Y, económicamente, te permiten seguir trabajando. Va unido.
Pero, ¿realmente hay un artista mejor que otro? ¿Quién determina el valor de una obra?
Volvemos a lo que hablábamos antes. El valor de una obra lo determina el comité de expertos y el paso del tiempo, normalmente.
El problema es que durante mucho tiempo se han valorado ciertas obras de una manera porque el comité de expertos era muy limitado. Por ejemplo, las mujeres artistas apenas hemos estado valoradas porque el comité de expertos estaba compuesto casi exclusivamente por hombres.
En la medida en que el llamado comité de expertos se ha ido diversificando parece que cada vez hay más mujeres artistas que merecen la pena, fruto de otras miradas distintas.
El arte debe ser algo representativo de cada momento histórico, de cada época, y para que sea así tiene que haber muchas y distintas miradas.

“Artea nire bizitza da. Hain sinplea eta konplikatua da. Nire bizitzeko era, munduaren ikuskera da. Nire ustez, mundua prisma artistiko batetik behatu behar da, horrek ikuspegia zabaltzeko aukera ematen dizulako, eta hori beti da interesgarria”.


¿Hay que ser muy valiente o hay que estar loca para querer vivir del arte en aquella época? ¿Cómo te ha ido?
No me ha ido mal. Y valiente no fui, más bien inconsciente, o simplemente apasionada. ¡Disfruto tanto con cada proyecto! Soy feliz haciendo lo que hago.
Tienes ya un legado. Además de en las galerías de arte y en los museos, podemos encontrar esculturas tuyas en las calles de Donostia, Zarautz, Bilbao… ¿Hasta qué punto te parece importante que muchas de tus esculturas formen parte del paisaje de nuestras ciudades? ¿Es una manera de democratizar el arte, que no sea algo sólo para ciertas élites?
Lo de la escultura pública tiene un punto de popular que me gusta mucho. La ciudad es un espacio artificial donde hemos ido poniendo casas y cosas, y esas esculturas -no solo las mías, por supuesto- se acaban convirtiendo en un punto de encuentro y transmiten la historia de la ciudad, como en el caso de Las Sirgueras. Son lugares simbólicos, algo muy bonito cuando sucede.
La precariedad en el mundo del arte es algo generalizado. ¿Por qué?
Alguna vez, irónicamente, he oído decir, en referencia a los creadores artísticos: “¿Encima de que hacéis lo que os gusta pretendéis cobrar por ello? Pues sí. Nos gustaría poder vivir dignamente de ello.
La precariedad me da miedo, y ahí está. Hay una plataforma de artistas visuales y otra plataforma de mujeres artistas que están intentando dignificar nuestro trabajo. Fíjate lo que está costando lograr una dignidad salarial en los sectores laborales tradicionales... Pues en el mundo de la cultura, en general, todavía es más complicado.
Una, cuando está haciendo el trabajo que le gusta, es mucho más productiva. Lo ideal sería que todo funcionara así en esta sociedad, que todos trabajáramos en lo que nos gusta y que recibiéramos una compensación económica por ello que nos permitiera vivir con dignidad.
A nivel personal, ahora que estoy con las piezas de calle sí siento que estoy más reivindicativa y más consciente de la dignidad laboral, y hay unas tarifas de las que no me voy a mover porque vivimos una precariedad insoportable. Y repito: yo soy una afortunada.
Tienes casi 60 años. ¿Piensas en la jubilación?
Como trabajo en lo que quiero, no creo que la jubilación vaya a suponer un cambio grande en mi vida. En unos años yo me imagino una vida alternando entre campo y ciudad, y con una mascota, por supuesto.
A nivel económico, sí tengo una cierta inquietud sobre la pensión que me pueda quedar, porque hay
muchas lagunas en mi historial de cotización a la Seguridad Social.
Los artistas vivimos al día y me imagino que tendré que seguir haciéndolo en el futuro. Son cosas que no te planteas cuando eres joven.
Eres una artista consagrada. Cuando echas la vista atrás, ¿qué ves?
Si miro hacia atrás, me gusta mi vida. No soy una persona que haya planeado nada, he ido haciendo cosas sobre la marcha. Me he dejado llevar por la corriente de la vida. Y no me ha ido mal. Hay algunos momentos que no te gustan tanto y no los entiendes pero pienso que he tenido bastante suerte.
Finalmente, ¿qué le dirías a cualquier persona joven que esté pensando dedicarse al mundo del arte?
Que haga lo que quiera… porque lo va a hacer (risas).

 

Altsasuarra zara. Zer deritzozu han izan zen auziari: 8 gazteri guardia zibilekin izan zuten borrokaldi bategatik ezarri zieten zigorrari?
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Nire ustez biktimak alde guztietan izan dira, baina aipatzen denean biktimei zor zaien aitortza, inon ez dira guztiak aintzat hartzen. Bloke bakoitzak bereak ditu gogoan.
Nik ez dut etengabe erresuminduta egon nahi. Beste garai batean gaude.