Ladrones de precariedad

La industria agroalimentaria de la Ribera navarra, encabezada por Uvesa, engorda sus beneficios a costa de las precarias condiciones de sus plantillas, compuestas básicamente por personas de origen emigrante, mujeres la inmensa mayoría

El mundo asiste, más o menos impasible, a un peligroso auge de la extrema derecha y sus mensajes xenófobos. Valiéndose de la crisis generalizada a nivel mundial han convertido a las personas emigrantes en la diana de sus ataques, con mensajes tan simplistas como falsos de que “los emigrantes vienen a robarnos el trabajo”. Por arte de birlibirloque se han convertido en los culpables de todos los males de los países del llamado primer mundo cuando, en realidad, son trabajadores y trabajadoras de usar y tirar que, en la mayoría de los casos, realizan los trabajos más duros, peor valorados y pagados. En la misma Euskal Herria tenemos ejemplos muy claros: un viaje a Tudela es suficiente para comprobarlo.

Fatiha

Fatiha Gamra Baggar nació hace 49 años en Casablanca, Marruecos. Llegó a la Ribera navarra hace 23 para reunirse con su marido, trabajador de la construcción, con un crío de la mano que ahora es todo un hombre. Aquí nacieron sus otros dos hijos, un chico y una chica, que ahora tienen 21 y 20 años, respectivamente.

Vinieron a Navarra en busca de una vida mejor, y dice haber cumplido sus expectativas, aunque su trabajo le ha costado. “Estamos contentos en Tudela”, afirma. De hecho, sus amigas de Marruecos le han intentado animar en numerosas ocasiones a emigrar a Francia y ella siempre ha descartado la idea. “Si estamos bien aquí, ¿para qué cambiar?”, se pregunta con su hablar y maneras tranquilas y serenas.

Fatiha y su marido han construido su familia y una vida en Navarra, pero en Marruecos permanecen sus otros seres queridos. La añoranza de sus padres y de su cultura les hace regresar todos los años, de vacaciones. De hecho, uno de los sueños de Fatiha es poder traer a sus padres a vivir con ellos “porque ya están muy mayores”.

Resulta imposible sacar de Fatiha ninguna queja respecto a su vida en Tudela. Asegura no haber tenido experiencias de discriminación por su origen, religión o por el hecho de llevar hiyab (velo), aunque reconoce que es difícil educar a los hijos en la cultura y valores de los padres cuando se vive en otro país, como es el caso. “Los mayores problemas que hemos tenido y seguimos teniendo son con la educación de nuestros hijos e hija. Son mezcla de dos mundos, y a veces surgen conflictos. El mayor se adaptó bien a vivir aquí, pero es el más marroquí de los tres, culturalmente hablando. En cambio, los otros dos son mucho más navarros”. Sus hijos no siempre han entendido y aceptado el deseo de sus padres de que conserven su cultura de origen. “En casa hablamos en árabe y mi hija contesta en castellano. Cuando vamos a Marruecos me pide, incluso, que con ella hable en castellano…”, relata. “Mis hijos son fruto de una mezcla de culturas. Espero que se queden con lo mejor de cada una”, concluye esperanzada.

Fatiha: “Gure arazorik handiena seme-alaben heziketa da. Bi munduren nahasketa dira, eta batzuetan gatazkak sortzen dira. Espero dut bakoitzaren onena lortuko dutela”.

Babacar

Babacar Jacques Sarr tiene 32 años y es originario de la Casamance, en Senegal, una región obstinadamente verde, llena de enormes manglares que decoran las orillas del río de su mismo nombre. Llegó a Navarra con 15 años cuando, al morir su madre, su padre solicitó el reagrupamiento familiar. Es el mayor de cuatro hermanos, dos chicos y dos chicas.

En África, un niño de 15 años es ya un hombre, y Babacar recuerda que para él fue muy difícil dejar a sus amigos y su vida para venir a Tudela. Cualquiera que conozca ese maravilloso rincón de Senegal lo entenderá.

“Llegué en pleno mes de julio, en fiestas. Y todo me pareció muy colorido y muy bonito. Sin embargo, cuando las fiestas se acabaron y mi padre empezó a trabajar me sentí totalmente fuera de lugar. El cambio era brutal”, recuerda muy serio, dejando entrever su dolor al revivir aquellos momentos.

La vuelta al colegio, en septiembre, lo que para muchos es una pesadilla, para Babacar fue el principio de todo lo bueno que llegó después. “En Senegal jugaba al fútbol; dicen que soy bueno”, relata con un poquito de falsa modestia. “Empecé a entrenar en el equipo del colegio y se me abrieron todas las puertas. El futbol también me sirvió para conocer gente y hacer amigos de aquí”.

Babacar se siente un privilegiado porque para él la integración fue fácil; de hecho, una parte importante de su círculo personal está formada por personas nativas de la Ribera. Otros emigrantes africanos no corrieron ni han corrido su misma suerte. “Tenía un amigo de Guinea, negro como yo, que no jugaba al futbol, y no le miraban ni trataban como a mí. El futbol mueve mucho”, explica no sin cierto pesar, aunque agradecido de su buena suerte. “Jugar en el Tudelano me ha abierto puertas y mentes que no se han abierto a otra gente”.

Sin ir más lejos, ni su hermano ni sus hermanas han conseguido integrarse del todo a pesar de llegar siendo más jóvenes que él. “Ellos se mueven y relacionan con otros emigrantes, básicamente. Para hacer amigos tienes que compartir gustos y valores, y nuestras culturas de origen son muy distintas a las de aquí. Es complicado”, razona.

Al ser cuestionado sobre si eso no facilita la creación de guettos, él no lo ve como algo negativo, a priori. “Mientras no se vaya contra nadie, yo entiendo que lo que se denominan ghettos es, simplemente, que la gente quiere estar a gusto con sus similares. Es como los fumadores y no fumadores. Si tú no fumas lo más seguro es que acabes con personas que no fuman. Y no tiene por qué ser algo malo”, explica.

Al hablar de racismo en Tudela, este joven de origen africano lo tiene claro. “Conozco gente que sí ha tenido y tiene dificultades por su condición de emigrante. Sí hay racismo y sí hay miedo. Y es algo que me preocupa porque en el mundo, en general, de la mano de la extrema derecha, se está extendiendo un sentimiento anti-emigrantes que no puede acabar trayendo nada bueno”, advierte.

En la actualidad, Babacar Jacques Sarr tiene pareja, una chica navarra, y son padres de una niña. La familia de su mujer le aceptó con los brazos abiertos y se siente feliz en Tudela, aunque no olvida Senegal. “La semana pasada acabo de volver de allí”, cuenta con una sonrisa no exenta de nostalgia.

Babacar: “Erriberan arrazakeria da eta beldurra dago. Migratzaileen kontrako iritzia zabaltzen ari da, eta ezin du ezer onik ekarri”.

Yoli

Yoli García tiene 45 años y es de Tudela, de toda la vida. Ella no ha dejado un país y una familia detrás para buscar unas mejores condiciones de vida, pero tampoco lo ha tenido fácil, laboralmente hablando. De hecho, es presidenta del comité de empresa de Uvesa, sindicalista, en definitiva, para intentar conseguir unas condiciones laborales dignas para ella y sus compañeros y compañeras. Dio el paso porque estaba harta de explotación y precariedad.

Yoli considera a Fatiha y Babacar sus amigos. Una amistad que se ha ido fraguando a fuego lento en la empresa y en la acción sindical. No en vano los tres son representantes de ELA y comparten ilusiones, peleas, alegrías y sinsabores.

Antes de conocerles, Yoli cuenta que en su círculo habitual no ha habido personas de origen emigrante. “En Tudela seremos en torno a 37.000 habitantes, y una cuarta parte serán emigrantes venidos de otros países. Yo era joven cuando empezaron a llegar.La gente se ponía en el muro y les miraba a lo lejos. Sobre todo, nos llamaba la atención las personas de la Africa negra, por el color de su piel. Había miedo y expectación”. “Que era por ambas partes, me he dado cuenta más tarde, de adulta”, añade.

Yoli no tiene ningún sentimiento contrario a los trabajadores y trabajadoras de origen emigrante que residen en Tudela. “Me imagino que una persona emigra de su país por necesidad, no por gusto, y que debe ser una decisión y una experiencia durísima. No seré yo quien les rechace por su origen, color o cultura”, asegura con rotundidad. “De hecho, –continúa– gracias al trabajo y al sindicato he conocido a muchas personas emigrantes que ya considero amigas. La mezcla, el ser capaces de ver lo que nos une y tenemos en común, desde el respeto a la diversidad, es fundamental para la buena convivencia”, rubrica.

Yoli: “Imajinatzen dut pertsona batek bere herrialdetik emigratzen duela beharragatik, ez gustuagatik, eta erabaki eta esperientzia oso gogorra izan behar duela. Ez ditut nik baztertuko jatorriagatik, koloreagatik edo kulturagatik”.

Uvesa, cruce de caminos

Y es que las vidas de Yoli, Fatiha y Babacar se entrecruzan en la empresa Uvesa, en Tudela, más concretamente en producción. Ellas trabajan en la zona de envasado, etiquetaje, despiece…; Babacar, por su parte, es informático y solventa los problemas que surgen con las máquinas. Yoli es la decana del grupo. Lleva trabajando ahí 20 años. Fatiha, 14, y Babacar, el último en llegar, va a cumplir cuatro.

El Grupo Uvesa es una de las empresas más importantes de Navarra. No es extraño, por tanto, que haya sido y siga siendo la niña de los ojos de los distintos gobiernos navarros. A pesar de ello –o quizás precisamente por ello– es una empresa en la que la precariedad, en el sentido más amplio de la palabra, es la norma.

Y el fraude. En 2019, la Seguridad Social (S.S.) y la Inspección de Trabajo, de oficio, demandaron a Uvesa por tener como falsos autónomos a una parte importante de su plantilla. La S.S. reclama a Uvesa cerca de 20 millones de euros por cotizaciones impagadas y otra serie de conceptos. La sentencia se espera en breve y, en caso de ser positiva, será una buena noticia para Yoli, Fatiha y Babacar, ya que podrán reclamar las cuotas de autónomos que han pagado a lo largo de los años y se les reconocerá la antigüedad.

A raíz de la denuncia de la S.S. e Inspección de Trabajo, los tres pasaron a ser trabajadores asalariados de Uvesa, pero empezaron desde cero.
Para personas como Yoli, que llevan dos décadas trabajando en Uvesa, es una sentencia muy importante, aunque no se quiere hacer ilusiones respecto al resultado del juicio. Hay unos 2.500 trabajadores y trabajadoras que han estado trabajando en Uvesa contratados como falsos autónomos durante años.

Emigrantes, mujeres, mujeres emigrantes

Que en el mundo laboral la precariedad tiene rostro de mujer es algo que a estas alturas nadie niega. En el caso de Uvesa, además, se le añade el adjetivo emigrante. De hecho, es algo buscado. “La empresa buscar ese perfil de plantilla. Personas emigrantes de género femenino, básicamente. El objetivo es pagar lo mínimo y aprovecharse de su situación de necesidad. Buscan un perfil de gente desesperada y asustada ante la posibilidad de organizarse, pedir lo suyo y perder su empleo”, afirman estos tres trabajadores.

“Cuando alguien dice que los trabajadores emigrantes nos roban el trabajo, yo me enciendo”, añade Yoli. “Busca los trabajos más precarios, los peor pagados, y allá encontrarás personas emigrantes”, asegura.

Sindicalizando la empresa

A raíz de la conversión de los falsos autónomos en trabajadores asalariados, en 2019 se realizaron elecciones sindicales parciales en Uvesa y ELA pasó a convertirse en el sindicato mayoritario (ELA, 8. UGT, 5. CCOO, 4). Fue un resultado fruto del hartazgo de la plantilla y la credibilidad de Yoli, Fatiha y Babacar entre sus compañeros y compañeras. “La gente se decantó por ELA por sus ideas, por las personas, por el eco de las peleas y victorias que está logrando en otras empresas de la zona… Para cambiar las relaciones laborales y la forma de funcionar de Uvesa, en definitiva”, explican. “Los trabajadores y trabajadoras de Uvesa, mujeres y hombres, emigrantes o nativos, todas y todos, queremos acabar con la precariedad que sufrimos”, afirman con contundencia.

Y en eso están desde hace dos años estos tres sindicalistas, junto a otros 5 compañeros y compañeras. Sin embargo, no han tardado mucho en darse cuenta de que el objetivo que se han propuesto no será fácil; algo que les preocupa porque no quieren decepcionar a la gente que ha depositado su confianza en ellos. “La empresa ha hecho siempre lo que ha querido, y va costar cambiar ese hábito”.

De hecho, una de las primeras iniciativas de estos sindicalistas fue plantear a Uvesa la negociación de un convenio propio. ¿La respuesta?: “Nos sacaron el dedo”, cuentan. Por eso, consideran importante en las próximas elecciones sindicales conseguir un representante más y lograr la mayoría absoluta.

Lo que sí han conseguido ya, y no es baladí, es democratizar el funcionamiento del comité de empresa e impulsar la participación del conjunto de la plantilla en la toma de decisiones. “Antes, el comité firmaba cualquier cosa que les presentaba la empresa sin consultarlo con los trabajadores y trabajadoras. ELA, sin embargo, ha optado por informar e implicar a la plantilla en la toma de todas las decisiones. Y, además, hemos arrastrado a UGT y CCOO en esa dinámica”, relatan. “Creemos que la información y la implicación es un primer paso para que la plantilla se vaya sindicalizando y, en un futuro no muy lejano, podamos llegar a plantear movilizaciones en Uvesa con garantías de éxito. La empresa no nos va a regalar nada; vamos a tener que arrancarle nuestros derechos”, explican, para, añadir a continuación que “la sigla por sí sola no cambia las cosas. Es la gente que hay detrás quien las cambia”, remarcan.

Su acción sindical ha conseguido, también, cambios en el Departamento de Recursos Humanos que se ha traducido en un mejor trato a la plantilla. “El clima en la empresa estaba muy enrarecido. Los mandos intermedios trataban muy mal a la gente. Hemos logrado que se trate a la plantilla con respeto y dignidad, algo que es básico pero que no existía”, concluyen.

 

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