Rozalén: “La libertad es ser tú misma, sin miedo”

-Naces en Albacete pero te crías en Letur, un pequeño pueblo de la Sierra del Segura. ¿Cómo fue tu infancia? ¿Cómo era esa María Ángeles Rozalén niña?
María Rozalén: Mi infancia fue super feliz. Fue una infancia marcada por la naturaleza, por la gente mayor, por los animales y por mi familia, claro… Son los valores que se tienen en los pueblos: libertad absoluta, muchos libros -yo leía muchísimo-, y luego pasaba mucho tiempo en silencio, escuchando a los mayores, porque no había tantos niños.
-¿Cómo llegas a la música o la música llega a tí?
Empecé con los instrumentos a los 7 años, la bandurria, muy típica del folklore manchego. Luego, más tarde, vino la guitarra. Pero canto desde que hablo. Recuerdo desde muy niña que mi madre, sobre todo, pero toda mi familia, en general, me cantaba desde pequeña. Tengo el recuerdo de estar cantando siempre.

“Egun, oraindike ere, jende askok bere bikotekidea ezkutatu behar du, beldurragatik, kritikaren beldur delako... Oraindik debekatutako harreman asko dago”.


-Y a partir de ahí, ¿cómo llegas a convertirte en Rozalén?
Como te decía antes, empecé a tocar instrumentos prontico, y como me gustaba mucho leer y escribir, a los 14 años empecé a componer. A ver, las cosas que se componen a esa edad... (risas).
Luego, a los 16, di mi primer concierto en un festival benéfico, en Albacete. A los 18 años me fuí a Murcia a estudiar Psicología. Y fue allí cuando empecé a tocar en bares, en el circuito de canción de autor, en la calle... Durante la carrera también me fui presentando a concursos de canción de autor. A la segunda o tercera vez que me presenté llegué a la final, y poco a poco fui haciendo mi pequeño público. Una vez terminada la carrera me vine a Madrid, donde explotó todo.
-Una cosa que llama la atención en  tus in- tervenciones y entrevistas es la importancia que le das a la familia. Lo mucho que hablas de tu abuela, tu madre, tu padre…
Sí, así es, tengo mucho arraigo. Me fui de casa a los 18 años, pero es verdad que sigo teniendo muy presente mis ancestros; no solo a mis abuelos y a mis padres sino también a los que no conocí.
Tengo una conexión con mis antepasados a la que no encuentro explicación; me emociona y me interesa mucho todo lo que les pasó. Para mí son muy importantes mis orígenes y mis raíces.

“Maitasun adierazpenak dira benetako sariak. Ondo sentiarazten zaituzte, baina kontuz ibili behar duzu, egoa gizentzen dutelako”.


-En tus discos desnudas tu vida familiar y personal. En “Amor prohibido” relatas la historia de amor de tu padre y tu madre: un joven sacerdote que se enamora de la mayor de seis hermanos en un pueblito de la Sierra del Segura a finales de los años 70. ¿Hay amores prohibidos?
Pues sí; para muestra, un botón (risas). No solo sacerdotes y monjas a los que les pasó lo mismo que a mi padre se han sentido identificados con esa historia, sino también gente del colectivo LGTBI. Aún hay gente en muchos sitios que tiene que tapar los amores, por miedo, por la crítica social... Por supuesto que sigue habiendo amores prohibidos.
-Me imagino que la historia de amor de tus padres sería un escándalo para la época en un pueblito como Letur. ¿Pagaste siendo niña, de alguna manera, las consecuencias de ese amor prohibido?
No. Eran los típicos comentarios de pueblo. Por ejemplo, yo sí he llegado a escuchar eso de “la hija del cura” al referirse a mí pero, por encima de todo, siempre me ha parecido una historia de amor increíble.
Lo que sí es cierto es que para ellos era muy doloroso, muy doloroso. Y hasta el último día en que mi padre vivió era un tema que daba cosica tocar porque lo pasaron muy mal en su momento. Aunque la mayoría de la gente les apoyó hubo otro porcentaje que no,  que criticó, insultó y que no se lo puso fácil.

“Zure aitona-amonak eta gurasoak galtzen dituzunean, zure haurtzaroa betiko galdu duzunaren sentsazioa duzu, bat-batean heldua zarela sentitzen duzu eta eta minarekin bizitzen ikasi behar duzu”.


-Tristemente, tu abuela y tu padre han fallecido en los últimos meses. ¿Cómo sobrellevas el duelo?
Vivimos en una sociedad que vive de espaldas a la muerte, y a las personas nos cuesta mucho gestionar los sentimientos de pérdida.
Lo que me está pasando es que el duelo lo invade todo. Y fíjate que yo hablo mucho de lo que duele, hablo mucho de la muerte, pero me he dado cuenta de que no, de que no estamos preparados: ni nos enseñan ni nos preparan para esto. Aún así, considero que aunque te preparen es algo que tienes que vivir y que no entiendes realmente hasta que te pasa.
Desde que no está mi padre la vida me gusta menos. Lo de mi abuela era algo más natural. Cuando pierdes a tus abuelos y a tus padres es como si tu infancia de verdad acabara, y maduras de golpe, y tienes que aprender a vivir con el dolor.
-Seguimos con la historia de tu vida... Estudias Psicología en la Universidad de Murcia y realizas un master en Musicoterapia. ¿Hasta qué punto tus conocimientos de sicología te sirven para tu carrera musical?
A mí cada vez se me ve más el plumero... Creo que la psicología y la terapia forman parte esencial de muchas de las canciones que hago;  y se nota, además. Y como soy cantautora y canto lo que yo escribo, lo que siento, lo que vivo y lo que observo, pues está muy unificado.


-En tus conciertos estás acompañada por Beatriz Romero. ¿Quién es Beatriz y cómo y por qué decides que forme parte de tu familia musical?
Beatriz es una de las personas que está conmigo en el escenario cantando en lenguaje de signos. Ella y yo nos conocimos en Bolivia haciendo un curso de cooperación internacional y nos hicimos fans mutuas. Ella a mí me descubrió la lengua de signos y el colectivo de personas sordas; a ella le gustaron mis canciones. Si una cree en otras vidas, claramente ella y yo fuimos hermanas, porque es que lo parecemos ahora.
No puedo tener determinado discurso y luego no llevar a cabo ciertas cosas, y más cuando me lo ponen delante. Así que tenía que ser así: Beatriz y yo cantando juntas. Y espero que lo siga siendo por mucho tiempo, por no decir para siempre.
-Haznos un recorrido breve por tu discografía. En 2013  sacas a la luz “Con derecho a”, tu  primer álbum, y surge el fenómeno Rozalén. Luego vinieron “Quién me ha visto… (2015)”, “Cuando el río suena… (2017)” y  “El árbol y el bosque  (2020)”.  
Mi primer disco está compuesto por las canciones que yo tenía de los últimos años, para mí y para los míos, para guardarlas. Nunca pensé que lo escucharía más gente.
El segundo disco fue como la sucesión del anterior. No sé, realmente es el primer disco que compuse pensando en que lo iba a escuchar mucha gente que yo no conocía.
“Cuando el río suena”, por su parte, supuso una catarsis total, unas constelaciones familiares, donde canté y conté muchas historias que dolían de mi casa, que tenían que ver con la historia política de este país.
Y “El árbol y el bosque” sale en 2020, el año del confinamiento, y yo creo que doy un pasito hacia adelante en cuanto a estilos musicales. Se nota mucho la influencia latinoamericana, fruto de tantas idas y venidas. Creo que es el disco más cuidado porque coincidió con todo el confinamiento.

“Sendatzen laguntzen didanari buruz idatzi eta abesten dut. Zorionez, musika eskuzabala da, niri mesede egiten didanak besteei ere egiten die”.


-Siguiendo tu historial discográfico, tocaría en 2022 otro disco...
No puedo decir mucho, pero a finales de este año tengo preparada una cosica en forma musical por mi décimo aniversario. Hasta ahí puedo leer... (risas).
-Recibiste el Goya a la mejor canción original por “Que no, que no”, de la película “La boda de Rosa”, de Iciar Bollain. ¿Cómo surge la idea de colaborar en esta película y cómo fue tu relación con la directora y con la protagonista, Candela Peña?
Mi primera incursión en el cine fue con la canción “Berlín”, que compuse para la película “Perdiendo el norte” .
La canción para  “La boda de Rosa” me la propuso  la propia Iciar. Ella me mandó un e-mail contándome que iba a hacer una película con Candela Peña, que hablaba de una mujer que se casaba consigo misma. Me pareció un tema super interesante y, además,  yo soy muy fan de las dos. Así surgió todo, de manera muy espontánea, muy natural.
En esta canción no solo cuento algo de la historia de la película sino que también hablo de la asertividad y de algo que yo trabajo con mi psicóloga que es esa incapacidad para decir que no, que tiene que ver con el personaje de Rosa de estar siempre por los demás y para los demás y olvidarse de tí.
-Analizando tu carrera y los proyectos en los que te embarcas da la impresión de que o eres una valiente o no sabes decir no... un poco como Rosa...
(Risas). Yo creo que es una combinación de las dos cosas. Pero sí, me cuesta mucho, mucho, decir que no a la gente. Por el sentido de complacencia, de que primero tienen que estar los demás, por la educación que he recibido, por el catolicismo… Por muchas cosas. Tengo como miedo al rechazo y a hacerle daño a la gente. Soy hipersensible y creo que se me nota.
-En estos 9 años de carrera has recibido discos de oro, un Goya, numerosos premios… ¿Cuál o cuáles son los que más ilusión te han hecho?
El Goya es como muy icónico en España. Lo tengo en el salón de casa y cada vez que viene alguien, siempre, se fotografía con el Goya y hace su agradecimiento al recibirlo (risas).
No solo los premios sino también las nominaciones son cosas que hace mucha ilusión. La primera vez que me nominaron para los Grammys latinos, por ejemplo, no me lo podía creer.
Todas las muestras de cariño, que al final las nominaciones y los premios son eso, sientan bien. Lo que pasa es que hay que hacerles el caso justo, porque si no son alimento malo para el ego.
-Eres de Albacete, manchega, y haces gala de ello. ¿Eres consciente de que has puesto a tu tierra en el mapa?
No, no. Albacete siempre ha estado en el mapa y siempre ha dado mucho que hablar. A mí me encanta que el primer adjetivo que me digan sea albaceteña manchega, serrana, castellano-manchega… porque es cierto que la gente de mi tierra tiene una personalidad y una autenticidad que marca la diferencia.
Y todo el mundo que conoce Castilla la Mancha o mi pueblo, que es super desconocido,  alucina, porque son paraísos. Puedo presumir, además, de que en mi ciudad son gente muy acogedora, con mucho sentido del humor; es una ciudad donde se vive muy cómodamente... Estoy muy orgullosa de mi tierra, es verdad.

“Euskal kultura maite dut. Sustrai desberdina duen hizkuntza bat da, historia geografikoa, historia soziala eta politikoa ere oso desberdina da gainerakoekin alderatuta... Gauza askok liluratzen naute Euskal Herriko kulturaz. Ez da euskaraz abesten dudan azken aldia izango. Argi daukat hori”.


-Analicemos algunas de tus canciones.  “Agarrarte a la vida”, una canción que visibiliza la salud mental y el suicidio. ¿Cómo surge esta canción y qué pretendes con ella?
Ojalá esta canción sea una herramienta más para seguir dando visibilidad a nuestro bienestar mental y emocional. Quiero visibilizar algo que es muy duro, de lo que no se ha hablado, porque ha estado muy estigmatizado siempre, como es el suicidio. Cuando a mi alrededor ha habido varias personas con intentos de suicidio, con ideas suicidas, con depresión, con enfermedades mentales ha sido cuando ha surgido la canción; y llego tarde.
Con la formación que tengo sentí que tenía que hacer una canción con esta temática. Lo he hecho con mucho cuidado, con muchos profesionales de la salud mental detrás. Y es una canción que no solo va dirigida a los y las que están en el pozo, sino también a los y las supervivientes, a quienes están cerca de personas a las que a veces no sabemos tratar, porque tampoco nos han educado para eso.     
-“Yo no renuncio”. Mujer y autocuidado.
Esta canción la hice con Malas Madres. Ellas trabajan mucho el tema de la conciliación familiar, de todas las cargas que supone ser mujer. La canción trata de la importancia de estar bien una misma para poder estar bien con los demás.
Vivimos en una sociedad en la que muchísimas mujeres, cuando se convierten en madres, tienen que renunciar a sus sueños, a sus vidas, por todas las dificultades: conciliación, brecha salarial, techo de cristal…
-"La Puerta Violeta…”, himno de la lucha contra la violencia de género.
Esta canción habla, sobre todo, del maltrato psicológico, muy difícil de ver porque no te deja moratón; y habla, también, de feminismo.  “La puerta violeta” es un símbolo, y una vez que la cruzas sabes que es realmente donde tienes que estar porque es donde te encuentras bien y en calma. Y, sobre todo, sabes lo que no debes permitir nunca en cualquier relación. “La puerta violeta” tiene vida propia.
-Has colaborado con ONGs en temas sociales, ecológicos… En tus canciones has tocado temas como  el SIDA, justicia social, derechos minorías, exclusión… Tus letras, tus canciones son pura revolución. ¿Cómo surge tu conciencia social? ¿Qué cosas le preocupan, le remueven las tripas a María  Rozalén?
La rama que escogí en psicología es la social, y me viene por la educación que recibí y por lo que me importa. La política me importa, lo que pasa en el mundo me importa y me duele. Pero no es algo que considero que se tenga que aplaudir. Lo siento y ya está. A veces me llama la atención que me lo destaquen tanto, porque es mi manera de entender la vida. Y no es mejor que otra, es la que es.
El amor adopta muchas formas. A mí los artistas que siempre me han gustado se han mojado, han sido comprometidos.
Yo creo que cuido mucho las formas para que sean lo más amorosas posibles. Aunque también entiendo perfectamente que haya otros muchos artistas que estén más enrabietados, porque lo cierto es que tenemos motivos para ello.
-¿Sientes como cantautora la necesidad de cambiar el mundo?  
Yo no hago canciones para cambiar el mundo. Las hago porque es mi vía de escape. Yo hablo, escribo y canto lo que a mí me sana, lo que a mí sirve. Lo que pasa es que la música es así de generosa: lo que le sirve a una le sirve a muchas. Pero no voy con la intención de cambiar nada.
A veces pienso: ¡ojalá ésta sea la herramienta para hablar de esto o de lo otro!, pero no es la intención primera.

“Pertsonaia publiko bat izateak badu onurarik: bozgorailu handi bat duzu eta gauza onak transmititzeko erabil dezakezu. Horrekin geratzen naiz, eta horrek konpentsatzen du”.


-Estás en una multinacional discográfica muy potente. ¿Te han intentado acallar alguna vez?
En mi caso, todo lo contrario. Jamás me han dicho “no hables de esto”. Al contrario, como veían que mis temas llegaban a la gente los han potenciado.
Todos los equipos de trabajo me han apoyado. Al final son mis canciones: yo decido y no hay nadie que me mande.
-En canciones como “El hijo de la abuela” o en la historia sobre tu tío abuelo “Justo” abordas temas rodeados de una cierta polémica, que visibilizan las dos Españas. ¿Cuánta gente te dice “María, ¡qué necesidad tienes de meterte en estos berenjenales!?
Quien me dice eso es que tampoco las ha escuchado bien. Si mi abuela acogió a un joven vasco, en las condiciones en las que llegó al pueblo, en plena dictadura, después del primer asesinato de ETA; si yo hablo de un desaparecido de mi casa en la guerra civil, un chaval de 18 años del que nunca se supo nada y del que acabamos de encontrar la fosa común en la que estaba enterrado, claro que son cuestiones políticas. Y como tales, son polémicas pero, sobre todo, humanas. Yo necesitaba hablar de estos temas, desde la perspectiva que yo los he vivido y dándoles muchas vueltas.
Quien escuche estas canciones, estas historias, y algo similar haya pasado en su familia  estará de acuerdo con lo que digo, porque son cuestiones humanas y de justicia social. Y quien se quede con el titular y no escuche más allá, es algo que no puedo controlar.
Yo tenía la responsabilidad de hablar de estas cosas que pasaban en mi casa y que dolían mucho.
-La palabra libertad es una constante en tus letras. ¿Qué es la libertad para tí?
La libertad, como decía Nina Simone, es no sentir miedo. Yo creo que la libertad es mostrarte tal y como eres, como sientes, sin hacer daño a los demás y sin miedo.
-Además de tus propios trabajos realizas numerosas colaboraciones con otros artistas. ¿Cómo surgen esas colaboraciones?
La gran mayoría de las 50 mil millones de colaboraciones que yo hago (risas) surgen de manera natural, por afinidad, porque me llevo muy guay con todo el mundo, y para mí la música es compartirla.
Por supuesto, también ocasionalmente desde la discográfica proponen algo. Son veces contadas pero también salen bien si hay afinidad, buen rollo… De todo el mundo aprendes, de todo el mundo.
En mi caso, además, me encanta colaborar con gente de estilos muy diferentes, de estéticas también muy distintas. Y me siento muy orgullosa de que no me etiqueten en nada y me sigan llamando.
-Siguiendo con colaboraciones… ¿Cómo surgieron los proyectos de cantar en euskera con Olatz Salvador y Zea Mays? ¿Cómo valoras la experiencia?
Para mí cantar en un idioma que no conozco es apertura mental,  respeto a una cultura, a los ancestros... Me motiva y me gusta mucho esforzarme por cantar en un idioma que no es el mío.
Y más en concreto, lo cierto es que amo la cultura vasca. Una lengua que tiene una raíz diferente a todas; la historia geográfica, social y política es muy diferente al resto... Hay muchas cosas que me fascinan de la cultura del País Vasco. No va a ser la última vez que cante en euskera, ya os lo digo...
-A Rozalén artista le escuchan y siguen cientos de miles de personas. ¿Quiénes eran tus referentes? ¿Cuáles son ahora?
Mis referentes han sido muy diferentes. Me encanta la música tradicional, me encanta el rock y el punk, me encantan los cantautores, que es de donde más bebo, el pop internacional… Me gusta todo lo que sea de calidad y lo que salga del corazón.
Y de la música actual, hay cosas muy modernas, hasta de lo urbano, que me molan, porque creo que me aportan algo, o tienen algún mensaje que me convence, o me hacen olvidar cuando quiero bailar... Creo que me quedo con todo lo bueno que hay.

“Kultura zaintzen ez baduzu, herrialde batek duen aberastasunaren zati bat hondatzen ari zara. Pandemian jende asko lanik gabe eta kale gorrian geratu zen”.


-Has realizado giras por América. ¿Qué siente una chica de Albacete cuando ve a miles de personas cantando sus canciones, gente que siente lo mismo que ella a miles de kilometros?
No solo en América, hemos tocado también por muchos países de Europa. Eso es una cosa muy loca porque, además, cuando yo era niña decía que quería dedicarme a algo que me permitiera viajar... y mira. Viajar te hace mejor persona, te hace ser más empática, conocer otras estructuras mentales, culturales…; es como hablar diferentes idiomas o probar comidas diferentes.
Es una pasada; es un regalo increíble que gente desde tan lejos te esté enviando energía bonita y conozcan absolutamente todo de tí y se emocionen con lo que tú haces. Es mágico.


-¿Cómo llevas lo de ser un personaje público?
Tiene cosas positivas, y otras, no tanto. El ser humano es un ser que se adapta, y yo me adapto cada vez más a las cosas. Por ejemplo, el tema de las fotos o estar siempre en el ojo crítico: es algo con lo que aprendes a convivir, aunque a veces son muy frustrantes ciertas cosas. Por una parte, hay que aprender a decir que no; por otra, intentar ser empática con la gente que se te acerca y saber que tampoco puedes reeducar a las personas. Por lo general, mientras yo esté bien y descansada suelo tener bastante paciencia y aguante.
Lo bueno de ser un personaje público es que tienes un gran altavoz y puedes usarlo para bien, así que me quedo con eso, que compensa.
-La pandemia ha supuesto un antes y un después para casi todo el mundo. ¿Cómo llevaste este tiempo de enclaustramiento forzado?
Para mí fue un descanso necesario, aunque al final no descansé tanto porque curré mucho en casa. Pero el hecho de hacer hogar, de cocinar, de leer mucho, de estar con mis animales, me sentó bien y me hizo valorar muchas cosas que tenía descuidadas.Esa fue la parte positiva.
La parte no tan positiva fue que la pandemia nos descubrió que había muchos asuntos y temas a nivel social, cultural, político o económico que no estaban bien hechos. Y yo pensaba que íbamos a tener un poco más de memoria e intentar cambiarlos, pero no.
-En el mundo de la cultura mucha gente lo pasa mal en el día a día; la precariedad laboral en el sector es bestial.  ¿Crees posible algún tipo de organización para intentar dignificar laboralmente el mundo de la cultura? ¿Es algo de lo que habláis entre vosotros y vosotras?
Precisamente una de las cosas que se destapó que no estaban bien cuidadas en el confinamiento fue el trato a los trabajadores y trabajadoras de la cultura.Comparado con otros países de Europa, el cuidado es mínimo, cuando la cultura es el alimento del alma. Si descuidas a las personas que hacen cultura te estás cargando algo muy importante de un país. Durante la pandemia  muchísima gente se quedó sin trabajo y con el culo al aire.
-Tras nueve años de exitosa carrera musical, ¿quién es Rozalén y quién quiere llegar a ser?
Yo soy lo que veis, sin trampa ni cartón. Y me encantaría que nunca me faltara la inspiración. Yo quiero que todo lo que salga sea algo honesto, quiero aprender y evolucionar… No sé… Es que yo me quedaría así toda la vida; me encantaría cantar muy viejita encima de un escenario, como Chavela Vargas. 

Elkarrizketa

Euskal kulturaren zalea

María Ángeles Rozalén Ortuño (Albacete, 1986)