“Familias y escuelas debemos enseñar que NO es NO”

Erreportajea Nerea Ispizua

Asun Casasola no olvidará nunca aquel 8 de julio del 2008. Unos timbrazos en la puerta de dos ertzainas de paisano a los que nunca abrió y una posterior llamada telefónica fueron la antesala de la terrible pesadilla en la que se convirtió su vida: la Ertzaintza les informó de que había sido encontrado cerca de Pamplona el cuerpo sin vida de una joven que podría ser su hija. Su hermana y su cuñado reconocieron el cadaver; Asun y Txomin, su marido, no fueron capaces. “Son momentos terribles, para los que nadie está preparado. Decírselo a mi madre, que vive en el mismo edificio y no sabía nada, los periodistas, el tanatorio, la iglesia, el entierro, la gente... No me acuerdo de nada, todo es una gran nebulosa...”, relata con serenidad la madre de Nagore Laffage.

El juicio

El 2 de noviembre de 2009 comenzó el juicio contra el autor confeso del crimen, José Diego Yllanes Vizcay, en la Audiencia Provincial de Navarra, donde un jurado popular compuesto por seis mujeres y tres hombres fue el encargado de ¿hacer justicia?. “Yo era optimista. ¡Había tantas pruebas e indicios...! Confiaba en la justicia. Porque nosotros nunca hemos buscado venganza, hemos buscado justicia”, explica Asun Casasola.

El miedo a un desenlace indeseado se apoderó de ella a raíz de su declaración en sala. “El juez propuso al jurado popular que me hicieran preguntas sobre Nagore. Le entregaron tres papeles. Los cogió y dijo: ‘Ésta no te la hago; esta segunda, tampoco’; y con el tercero de ellos comentó: ‘bueno, ésta tampoco te la debería preguntar, pero ... ¿era tu hija ligona?”. “Yo flipé. ¿A quién estaban juzgando, al asesino o a la víctima ? ¿Qué tenía que ver eso con que la mataran?” relata, y no puede evitar la indignación al recordarlo.

El juicio social paralelo también le ha dolido a Asun en ocasiones. “Algunas personas, durante este tiempo, me han preguntado que por qué Nagore subió a casa de Yllanes..., como si ella hubiera provocado en cierto sentido su asesinato... Subió porque era una persona libre y le dio la gana. Nagore no es responsable ni culpable de lo que ocurrió”, defiende su madre con pasión.

La sentencia: homicidio en vez de asesinato

El jurado debía dilucidar entre asesinato y homicidio. E, inexplicablemente, optó por lo segundo. Así las cosas, el juez condenó a Yllanes a 12 años y medio de prisión por un delito de homicidio con el agravante de abuso de superioridad y los atenuantes de reparación de daño y embriaguez.

La madre de Nagore Laffage recuerda con serena indignación una sentencia, que fue recurrida hasta el final, pero siempre con el mismoresultado. “No es justicia una justicia patriarcal que castiga a la víctima en vez de al verdugo. Tampoco creo que esta sociedad esté preparada para el jurado popular. Al menos, en casos de esta trascendencia”, afirma convencida. “El jurado popular es fácilmente manipulable -argumenta. “Un miembro del jurado llegó a decir que le daba pena Yllanes... Mi hija ya estaba muerta y parece que ella no le dio pena...”, rebate con ironía.

Cambios legales

El crimen de Nagore ni fue calificado como asesinato ni fue considerado un caso de violencia machista. Y Asun no puede evitar pensar que “si la víctima hubiera sido de buena familia y el verdugo de una familia normal, la sentencia hubiera sido muy distinta”. Justicia patriarcal y, además, neoliberal: binomio terrible.

No es extraño, por tanto, que la madre de Nagore Laffage reivindique un cambio legal y un endurecimiento de las penas para los crímemes sexuales. “No puede ser que la vida de una chica de 20 años valga poco más de 8 años de cárcel. Es una vergüenza”, denuncia con dolor.

El 3 de julio de 2017, poco antes de cumplirse el noveno aniversario de la muerte de Nagore, Yllanes consiguió que se le concediera el tercer grado penitenciario, por lo que ahora solo vuelve a la cárcel para dormir. Y en breve, estará libre. 

"Hedabideetan agertzen garen emakumeok emakume guztien ahotsa eta oroimena gara. Jendeak indartu egin nau. Horregatik, genero-indarkeriaren biktima guztiak eta haien familiak babesteko deia egiten dut".

Con las víctimas de la violencia machista

A raíz del asesinato de su hija, Asun Casasola se ha convertido en una luchadora contra la violencia machista, sin embargo, rechaza la etiqueta de madre coraje. “No soy una madre coraje. Soy una madre cualquiera a quien le ha tocado vivir una circunstancia horrible y a la que la gente, en general, y las asociaciones de mujeres, muy en particular, han ayudado muchísimo”, afirma.“Yo doy gracias por la aparición en mi vida de la asociación Andrea-Lunes Lilas, de Pamplona, y de tantas asociaciones de Irún, de Gipuzkoa... Ellas se enfrentan todos los días a las violencias machistas y arropan a las víctimas. Y yo intento aportar también mi grano de arena y estar disponible en la medida de mis posibilidades”.

“Al cabo del año matan en el estado español a unas 100 mujeres”, denuncia Asun. “Las que salimos en los medios de comunicación somos la voz y la memoria de todas. A mí la gente me ha hecho y me hace fuerte. Por eso, por ese efecto paliativo, hago un llamamiento a arropar a todas las víctimas de la violencia de género y a sus familias, porque ese apoyo les va a dar fuerzas para salir adelante y continuar con sus vidas”, asegura con rotundidad.

Punto de inflexión

Asun Casasola cree que las movilizaciones en torno al asesinato y la figura de Nagore supusieron un punto de inflexión a la hora de enfrentar las violencias machistas, especialmente la sexual. Al igual que también lo ha supuesto la reacción popular a la sentencia de La Manada. “Creo que la respuesta que se ha producido en torno a la sentencia de La Manada no puede entenderse sin las movilizaciones por Nagore”, afirma, para continuar señalando que “la sentencia de La Manada ha sido terrible. Son intolerables juicios y sentencias que cuestionan a la víctima y no empatizan con las mujeres”.

Asun, sin embargo, quiere quedarse con lo único positivo de lo sucedido, con la respuesta social a la sentencia. “Ha sido muy emocionante. En este sentido, quiero destacar el ingente trabajo de la asociación Andrea-Lunes Lilas, mujeres que llevan años luchando como jabatas, haciendo un trabajo enorme de sensibilización que se visualiza cada día más”.

Porque manadas han habido siempre, lo que está cambiado es, precisamente, la visualización del problema, gracias a las denuncias. “Hay que denunciar, siempre”, anima, al tiempo que vuelve a reivindicar cambios legales que protejan a la víctima y no al verdugo. “La víctima tiene que sentirse protegida; no cuestionada y señalada, como ocurre ahora en muchos casos”, afirma con pasión, al tiempo que defiende que la ingesta de alcohol u otras drogas deje de ser considerado como atenuante a la hora de cometer un delito.

Nagore en el corazón

Asun asegura que “no hay día en que no piense en Nagore”, pero hemos tenido que seguir viviendo. Después del asesinato de mi hija estuve casi dos años de baja; luego me incorporé a mi trabajo, en Lezo, donde siempre he contado con el apoyo total tanto de mis compañeras/os como de la empresa”, relata. La medicación también ayuda. “Hay periodos en los que tengo que coger la baja porque me suben la medicación, como ahora. Son malas fechas los Sanfermines, su cumpleaños y las Navidades...”, explica.

“Mi marido, mi hijo, mi hermana, mi madre... siempre hemos estado muy unidos, y a pesar de que los sicólogos nos comentaron que tragedias como ésta suelen romper familias, con nosotros no ha podido. Estamos juntos y seguimos adelante”, explica, al tiempo que destaca, también, el apoyo incondicional recibido por su grupo de amigas, “con las que voy al cine los viernes y realizo un viaje al año”.

Este 2018, el del décimo aniversario del asesinato de su hija, Asun ha dado el pregón de los Sanmarciales, en Irún, “unas fiestas que le encantaban a Nagore”. Asimismo, una asociación de mujeres de esta localidad ha solicitado al Ayuntamiento poner el nombre de Nagore a un parque que se está construyendo. “Estoy muy ilusionada con la idea. Es una manera de mantener vivo el recuerdo de todas las nagores del mundo”, cuenta.

Y hay más. “Txingudi Antisexista lleva tres años con un concurso de relatos breves sobre violencia de género; y siempre que puedo voy a colegios a comentar con chicos y chicas de 4º de la ESO y bachillerato el documental Nagore, realizado por la directora Helena Taberna. Trabajamos valores; algo importantísimo, porque es la educación la que debe cambiar la sociedad. Familias y escuela debemos enseñar que “no es no”. Como sociedad tenemos un reto enorme: el de la tolerancia cero a la violencia de género. Y todas y todos podemos y debemos aportar nuestro granito de arena”, afirma convencida.

La vida continúa

Con Nagore muy presente, Asun, Txomin y Javi (madre, padre y hermano) tienen que seguir viviendo. Sus planes de futuro son muy parecidos a los de cualquier familia normal, aunque hace diez años dejaran de serlo. Asun vislumbra la posibilidad de acogerse al contrato de relevo el próximo año, y espera, con ilusión, que le hagan amona. “Ponlo en el reportaje -me pide risueña- a ver si les presionamos un poco entre todos”.