Construyendo una sociedad más justa e inclusiva

Elkarrizketa Nerea Ispizua
Jeanne-Rolande Dacougna Minkette -senegalesa, feminista y experta en gestión de la diversidad cultural -rompe tópicos sobre la inmigración y advierte del auge del racismo y la xenofobia.

-¿Cómo y para qué vienen las mujeres migrantes a la CAPV?

-La mayoría viene para mejorar su vida; es decir, por razones económicas. Y a la pregunta de cómo vienen, la respuesta es que depende de los colectivos. Hay una gran diversidad.

Las mujeres latinoamericanas vienen de manera autónoma, a trabajar para sostener a su familia, que normalmente continúa en sus países de origen.
Las africanas, tanto las magrebíes como las del África Negra, normalmente vienen reagrupadas: llegan cuando sus maridos o parejas cumplen los drásticos requisitos exigidos para la reagrupación familiar. Han venido a hacer familia y, posteriormente, se insertan en el mercado laboral. Los primeros años se van a dedicar a tener y a criar a sus hijos; no buscan trabajo porque ese no ha sido su proyecto migratorio.

Las mujeres del Este, al ser europeas y blancas, tienen más libertad de movimiento y más facilidades.
También hay muchas mujeres, de todos los colectivos, que vienen por motivos de estudios. Y algunas que llegan engañadas por redes de trata de personas con fines de explotación sexual.

-¿Qué les empuja a venir?

-Europa es, objetivamente, una zona con los mayores índices de desarrollo y bienestar social. Por lo tanto, hay una imagen de Europa como del paraíso. Esa imagen la transmiten tanto quienes ya están aquí como los medios de comunicación: ¿quién no quiere vivir en países con una buena sanidad y educación públicas, paz y seguridad, llevar una vida digna…?

Está claro qué buscan las personas migrantes al venir, pero creo que la sociedad no tiene tan claro que Europa necesita esa mano de obra. Vienen porque se les necesita y se les llama. Prueba de ello es que durante la crisis el flujo migratorio bajó ostensiblemente, y muchas personas regresaron a sus países de origen al no tener trabajo.

-¿A qué problemas se enfrentan esas mujeres en función de su origen?

-Común a todas es la Ley de Extranjería: las personas que entran en el país sin papeles pasan 3 años, como mínimo, en situación de total vulnerabilidad.Las mujeres reagrupadas vienen legalmente pero dependen totalmente de sus parejas, lo que les deja, también, en una situación de dependencia.

-¿El origen también determina su carrera laboral?

-Las mujeres inmigrantes, normalmente, trabajan en el servicio doméstico y en los cuidados. Estas actividades tienen rostro de mujer latinoamericana, fundamentalmente. Según los estándares de esta sociedad, son mujeres cariñosas que encajan con el perfíl que espera la empleadora vasca.

Las mujeres negras y magrebíes, cuando se quieren incorporar al mercado laboral tras la crianza de sus hijos/as, se topan, sin embargo, con muchas dificultades. Sufren una discriminación terrible. Y no digamos ya si usan pañuelo o velo; asistimos a una islamofobia creciente.

Las personas negras sufren racismo por el mero color de su piel. Son vistas como ignorantes y poco vcariñosas, y si es joven se la percibe como prostituta: los hombres las acosan en la calle. Estos colectivos de mujeres viven una múltiple discriminación, y son invisibles, en muchos casos.

-¿Qué relación han establecido esas mujeres migrantes con el movimiento feminista?

-La Marcha Mundial de las Mujeres ha permitido un acercamiento entre el feminismo y las mujeres migradas, pero es un proceso en construcción, con intereses que pueden ser, incluso, contrapuestos. Hay que hacer pactos, porque las necesidades y las urgencias son diferentes. Para las mujeres migradas, igual es más importante el tema de los papeles o el acoso sexual dentro de los hogares vascos, mientras que para las mujeres nativas, estos pueden ser temas de segundo orden.

De este trabajo surgen también otras reivindicaciones, otros recursos y ser conscientes de los acuerdos y desacuerdos.

Es un proceso consciente e incómodo darse cuenta de que entre nosotras también hay explotación; de que hay mujeres que explotan a otras mujeres.

Pero lo más importante es que existe hoy una agenda común, compartida y construida colectivamente, basada en la lucha contra todas las formas de violencia y discriminación contra las mujeres. Y esto se ha visto en la huelga feminista del 8 de marzo de 2018, con la participación masiva de las mujeres migradas en las movilizaciones.

-¿Hay xenofobia y/o racismo en nuestra sociedad?                                                          
    
Existe rechazo y miedo al inmigrante. Tenemos que tener tolerancia cero ante la xenofobia y el racismo, porque de las agresiones verbales pueden pasarse a las físicas. Y creo que existe un caldo de cultivo que puede llevar a eso.

-Sin embargo, al mismo tiempo existe un movimiento importante de apoyo a las personas refugiadas.

-Hay una sensibilidad social indudable hacia las personas refugiadas. Para los inmigrantes económicos, ese apoyo, paradójicamente, no existe. Y tenemos que tener en cuenta que esas personas refugiadas, con el tiempo, acabarán siendo consideradas inmigrantes como el resto. Tampoco podemos olvidar que esos refugiados y refugiadas necesitan apoyo contínuo y sostenido, no sólo el primer año.

-Al hilo de las personas refugiadas... el caso Aquarius está todavía en la memoria colectiva. ¿Está perdiendo Europa sus valores?

-Europa no está cumpliendo ni la legislación internacional ni los derechos humanos más básicos. Su postura es de un cinismo absoluto. Europa no quiere a Turquía en la UE, porque no es lo suficientemente democrática, pero sí le sirve como muro de contención de las personas refugiadas...

El auge del racismo y los nacionalismos excluyentes va a generar problemas a esta vieja Europa que necesita, por otra parte,  gente y talento internacional.

-¿Qué es la integración?

-La integración es un proceso bidireccional. Las personas que han llegado de fuera tienen que realizar un esfuerzo de integración. Pero la sociedad que las recibe también tiene que ser capaz de moverse y de estar en transformación continua generando mecanismos para que esas personas que han llegado de otros países puedan ser ciudadanas de pleno derecho. Tiene que haber un movimiento por ambas partes.

La responsabilidad de la cohesión social depende de las administraciones, que deben aportar las medidas para conseguirlo.

-¿Qué nota le pondrías a la Administración vasca en este tema?

-Ha hecho esfuerzos importantes, poniendo servicios a disposición de las personas inmigrantes y de toda la sociedad para promover la convivencia intercultural, pero tiene que ir más allá y, entre otras medidas, debería recuperar la Dirección de Inmigración y pedir las competencias en Extranjería.

-¿Qué aportan las personas inmigrantes a esta sociedad?

-Me parece muy importante y necesario el reconocimiento de la aportación de la inmigración en términos de población, economía y cultura.
La primera y gran aportación es la propia gente: existe un problema de envejecimiento de esta sociedad, y la aportación demográfica de la inmigración es indudable.

A nivel económico, muchos sectores imprescindibles para la sostenibilidad de la sociedad, como los cuidados, emplean personas inmigrantes. Los inmigrantes trabajan en las 3p-s: trabajos precarios, penosos y peligrosos, pero que son necesarios para el buen funcionamiento de la sociedad y la sostenibilidad de la vida.

Este país necesita la emigración y hay que incorporarla a la sociedad en condiciones de igualdad. No nos vienen a quitar nada; al contrario, aportan. Nos dan, por ejemplo, otras formas de ver el mundo y el vivir. Tenemos que descolonizar nuestra mentalidad.

Sin duda, aportan, también, diversidad cultural, aunque a veces se vive más como un problema que como riqueza. Hay que articular mecanismos para que la diversidad tenga visibilidad en el espacio público y se perciba como propuesta crítica, como elemento de revisión social.

Etorkinek bizitza publikoan parte hartzea ezinbestekoa da. Jendaurrean agertzen badira, belaunaldi berriek erreferente positiboak ikusten badituzte, topaguneak eta parte hartzeko esparruak badaude, eta aukera-berdintasuna denentzat sustatzen bada, bizikidetzaren onerako izango da, eta gizarte hau denon artean eraikiko dugu.

-Llegan gentes de otros países, con otras lenguas, y aquí tenemos una lengua propia minorizada. ¿Cómo percibes el euskara en este proceso de integración que reivindicas?

-El euskara es un bien común. Es importante para la integración y, por tanto, se debe facilitar su aprendizaje.

El acceso al conocimiento del euskara, sin embargo, se ha convertido en un negocio. Es fundamental que sea accesible y gratuito. Hay que tener en cuenta que normalmente las personas inmigrantes están en situación de vulnerabilidad y sin dinero. Y si de verdad se quiere que aprendan euskara, habrá que facilitarlo. Mucha gente que llega desea aprenderlo.

-Para una senegalesa donostiarra, ¿qué es ser vasca hoy por hoy?

-Es otro debate que tiene que hacer esta sociedad. ¿Quién es vasco/a?: ¿quien vive aquí?, ¿quien tiene apellidos de origen vasco?, ¿quien habla euskara?...

Poco a poco deberíamos ir superando la percepción de uniformidad caucásica y de tradición cristiana. Yo soy una vasca negra nacida en Senegal. Y soy vasca porque vivo aquí, porque así lo he decidido, y porque aquí pago mis impuestos.

Hay que promover la vinculación afectiva y el sentimiento de pertenencia. Ser vasco/a puede ser muchas cosas a la vez.

-¿Qué medidas habría que tomar, en tu opinión, para avanzar hacia una sociedad más justa e inclusiva?

-Se deben articular medidas a dos niveles: ideológico y estructural. A nivel ideológico, tenemos que partir de los derechos humanos. A nivel estructural, elaborar leyes justas. Es vital reconocer a la otra persona como equivalente, como igual. Promover e interiorizar esa idea. En ese sentido, hay que empezar reconociendo la aportación social de las personas inmigrantes.

Otro paso importante que no está en manos de las instituciones vascas es la derogación de la Ley de Extranjería, que aboca a las personas en situación irregular  a la explotación y construye la vulnerabilidad de todas las personas inmigrantes.

Por otra parte, es vital un pacto social para poner límites a los discursos racistas y xenófobos.

También creo imprescindible la participación de los inmigrantes en la vida pública. Si existe una visibilidad pública, si las nuevas generaciones ven referentes positivos, espacios de encuentro y participación y se procura la igualdad de oportunidades para tod@s, la convivencia será posible y podremos ir construyendo juntos esta sociedad.

Todo el mundo: administraciones públicas, organizaciones sociales, ciudadanía, en nuestros espacios, podemos aportar algo a una construcción social, inclusiva y más igualitaria.