El efecto mariposa

La cineasta navarra Helena Taberna -autora de películas como ‘Yoyes’, ‘Nagore’ o ‘La Buena Nueva’- aborda en su último proyecto, ‘Varados’, el drama de las personas refugiadas que siguen llegando a las costas griegas incesantemente.

Según el efecto mariposa, si se parte de dos mundos o situaciones globales casi idénticos pero en uno de ellos hay una mariposa aleteando y en el otro no, a largo plazo, el mundo con la mariposa y el mundo sin la mariposa acabarán siendo muy diferentes. Así las cosas, no es difícil entender la mirada valiente, feminista, comprometida y, al mismo tiempo, poética de la directora y guionista Helena Taberna, la mariposa de Alsasua, y su empeño en transformar el mundo que le rodea armada de una cámara.

-Dicen que la infancia es la que nos construye. Acércanos a tu niñez: naces en Altsasu en ¿...? No he encontrado el dato en ninguna parte...

HELENA TABERNA: Ni lo encontrarás (risas). Es un pequeño guiño que me encanta seguir haciendo porque, además, aquí nos conocemos todos...

Mi aita era músico, concertista de órgano. Y la ama no trabajaba fuera de casa pero era muy feminista, tal vez no consciente, pero sí en sus acciones. Mi padre era el famoso –llegó a realizar una gira de 6 meses por EEUU y daba conciertos en Europa con frecuencia– pero ella siempre tuvo peso específico en casa.

Fuimos cuatro hermanos. Dos chicos y dos chicas. Yo soy la tercera en edad y la primera chica. Con respecto a mi nacimiento, tengo una anécdota bonita: mi padre siempre había querido tener hijas, algo que no era lo habitual para los hombres de la época, y cuando yo nací, él explicó que ya sabía que iba a ser niña porque esa mañana, mientras se afeitaba, había visto volar una mariposa...

Mi familia, ideológicamente, estaba en el bando perdedor de la guerra. De hecho, nada más terminar, mis padres se casaron e intentaron irse de gira de conciertos a EEUU vía Portugal, pero las autoridades no se lo permitieron y tuvieron que regresar a Alsasua. No estuvieron en peligro de muerte –excepto mi tío, el cura Marino Ayerra– pero estaban señalados. Tuvo que ser una época terrible.

-Se puede decir, entonces, que has mamado el compromiso social y político, el feminismo, el arte...

Es cierto que en casa había libros, música y, a menudo, se ponía Radio Paris para saber lo que ocurría aquí y fuera de nuestras fronteras; mis padres amaban la cultura, el intercambio de ideas... Pero, al mismo tiempo, mamamos también el miedo. Mis padres siempre nos advertían que tuviéramos cuidado: ‘Estos no sabéis cómo son’... Es una frase que tengo grabada y que, en estos tiempos, vuelve, tristemente, a cobrar vigencia en el mundo.

-¿Eras una niña de cine y palomitas?

Devoraba todas las películas que se estrenaban... y pipas; todavía no había llegado la invasión de las palomitas al cine. Los jueves ponían la cartelera en el cine Bengoetxea, y a la vuelta de la escuela siempre me paraba allí para ver los cuadros y empezar a construir mi película. Con la perspectiva que da el tiempo me doy cuenta de que aquello fue una especie de aprendizaje de cómo elaborar un guión.

Al salir de la sala, yo ya me había identificado con los protagonistas de la película de ese día: con Tarzán, con un astronauta, con cualquier personaje masculino de las películas de aventuras que veíamos, pero luego venían los chicos y me excluían de los juegos con esa frase tremenda: ‘Tú no puedes, que eres chica’... Y yo me enfadaba muchísimo. Creo que ahí se empezó a gestar la Helena feminista y rebelde.

Seguramente, por ser mujer, en ese tiempo yo nunca pude soñar con ser directora de cine. Eso llegó mucho más tarde.

“Nire zinemaren bidez ikusleei baliabideak ematen saiatzen naiz, eta gero nork bere ondorioak atera ditzala, filmearen amaiera ikusleek irudikatu behar dute beren buruan eta bihotzean. Zineman den-dena azpimarratzen denean, egiatasuna galtzen da”.

-Sales de Altsasu para estudiar magisterio, en Pamplona. Más tarde, pedagogía terapéutica. Y, finalmente, sociología, en Bilbao. ¿Cómo acabas convirtiéndote en directora de cine?

Fue un paso paulatino y está muy ligado a la aparición del video, que es un medio mucho más democrático para la realización de cine.

En mi trabajo en la escuela pública de Etxabakoitz (Iruña), yo estaba desarrollando una experiencia didáctica con el cine a través del cómic y el vídeo. A finales de los años 80 hubo un proyecto educativo de incorporación del ordenador y el video en la enseñanza, y me propusieron ir a Madrid a formarme. Estuve yendo una semana al mes, durante varios meses, y aprendí la técnica. Empecé, después, a probar a rodar pequeñas historias de manera autodidacta... Existía, también, una muestra de cine y mujer en Pamplona, que se hacía en los Golem, que también me puso en marcha...

Y el primer día de mis vacaciones del verano de 1990 rodé mi primer corto en las Bardenas: La mujer de Lot, un canto a la libertad creativa y a la mujer. Ese primer corto tuvo varios premios y una cierta repercusión. Me encuentro, después, con Emiliana de Zubeldia, un personaje que me apasiona, y también recibo varios premios...

Y en 1994 realizo Alsasua 1936 y Recuerdos del 36, dos mediometrajes (ficción y documental) sobre la historia de mi tío, el cura Marino Ayerra. Esta historia tenía que haber sido mi primera película de largometraje, pero no pude realizarla entonces porque al productor le preguntaron ‘si tenía permiso de la Iglesia...’

Ese mismo año dejé mi trabajo de coordinadora de Nuevas Tecnologías del Gobierno de Navarra para dedicarme exclusivamente al cine.

-¿Por qué Elena pasa a convertirse en Helena?

Me parecía más auténtico... La belleza de la H...

-Mencionas a menudo a Jorge Oteiza, al que admiras profundamente...

Oteiza era un artista en el sentido completo de la palabra. Tanto por su obra escultórica como por su poesía y su forma de vida. El Quosque Tandem ha influido en el arte y el pensamiento contemporáneo vasco de modo muy profundo. Yo tuve la suerte de conocerle personalmente y de disfrutar de alguna tertulia memorable. Y siempre recuerdo su frase: ‘Los premios son creados por los galeristas para propiciar la docilidad del artista’.

-En tu obra hay unas constantes que se repiten: pegada a la realidad, compromiso social, feminista y con la historia... ¿Cómo definirías tu cine?

A mí me importa contar buenas historias y hacer buen cine, pero desde mi elección de contenido y forma. Según se es, así se ama decía el poeta, y yo creo que pasa lo mismo con el cine. Mi mirada está cargada con mi infancia, con mis experiencias vitales y con mi deseo de transformar, aunque sea sólo un poquito, el mundo.

Cuento la otra historia, la no oficial, desde una exigencia personal ética grande; no creo en los atajos.
Me gusta hacer un cine pegado a la realidad, un cine que cuente verdades siempre poliédricas. También me importa mucho construir la parte poética del cine. Creo que esa mezcla de reflexión, poesía, recreación de las atmósferas y la fidelidad a la verdad histórica hace que mis películas traspasen el espacio y el tiempo: son películas que están envejeciendo muy bien.

-¿Para una creadora, ¿qué supone la crítica?

Para mí el crítico más grande es el público. Un público al que respeto muchísimo, por eso no me gusta darle subrayadas las cosas. En mi cine me empeño en dar elementos para que el espectador analice y saque sus propias conclusiones. Me gusta que terminen la película en su cabeza y en sus corazones. Cuando se subraya, el cine pierde verdad.

“Biziki maite dut euskara, eta euskal kultura orokorrean. Horregatik ezin dut ulertu milaka urtetako kultura baten adierazle horren alde, mirari bat bezalakoa den hizkuntza horren alde, gehiago ez egitea, batez ere hemen, Nafarroan”.

-¿Qué tiene que tener una historia para que te enganche? ¿Te ves llevando al cine la reciente historia de los 8 jóvenes de Alsasua? Bernardo Atxaga ya ha adelantado que va a escribir un libro...

¡Vaya historia! ¡Es tremendo! Yo quiero ser optimista y espero que el recurso ante el Tribunal de Estrasburgo sea positivo para ellos, pero, aunque sea así, ¿quién les devuelve su vida, los años pasados en prisión injustamente?

Navarra tiene los dos extremos: una gente maravillosa, de vanguardia, que ha dado frutos y, al mismo tiempo, lo más casposo y retrógrado. Navarra es un banco de pruebas; nada de lo que pasa aquí es casual.

Me encantó la anécdota de las campanas de Alsasua que sonaron al modo del cura Ayerra cuando llegaron los provocadores al pueblo. Pero volviendo a Atxaga y la película...En cuanto esté el libro lo miraré con ganas para ver si lo veo adaptable al cine.

-¿Qué proyecto tienes ahora entre manos?

El 20 de septiembre estreno en el Zinemaldia –y el 4 de octubre, en salas– una película documental sobre los refugiados titulada Varados. La rodamos en Grecia la pasada primavera y ha supuesto una auténtica aventura. Me fui en plan guerrilla con un equipo mínimo: un director de fotografía y un sonidista. En Atenas estuvimos con los refugiados y refugiadas de larga duración y, en Lesbos, viendo las llegadas atroces.

Sigue llegando gente, pero ha dejado de ser noticia. Con Varados he tratado de devolver dignidad a todos los personajes que transitan en la película. Y creo que tenemos una película hermosa. Os animo a que vayáis a verla.

-Aunque muy laureada, eres una cineasta con no demasiadas películas en tu haber . Te propongo un breve recorrido por tu filmografía. ¿Qué supone en tu vida ‘Yoyes’?

Yo necesitaba hacer esa película porque amo a mi pueblo y creía que estaba pasando algo muy grave que teníamos que analizar y ver desde dentro; que teníamos que poner remedio al espanto en el que nos estábamos convirtiendo. Siempre han dicho que soy una cineasta valiente, pero yo no me considero tan valiente... Yo necesitaba contar la historia de Yoyes y la pinza que acabó con su vida. Una pinza con dos manos: una es ETA y otra el GAL, el terrorismo de estado. Asimismo, también me pareció que era una historia muy cinematográfica, con una protagonista trágica.

Me costó muchísimo levantar el proyecto... Podría haber optado por hacer una película complaciente para buena parte del poder, pero no lo hice... El propio título era un riesgo de prejuicio por una parte importante de la población. Yo tenía mucho sentido de la responsabilidad cinematográfica y temática, por eso cuidé mucho todos los detalles.

No sé cómo finalmente conseguí rodar Yoyes. ¡No puedes imaginarte los millones de obstáculos de todo tipo por lo que tuve que transitar; los años de dedicación...!

“Hondamendiak gertatzen direnean komunikabideak eta premiazko laguntzak iristen dira, baina gainerako egunetan, zer? Niri, gehien axola zaidana gizakien egunerokotasuna da”.

-Estuvo a punto de no estrenarse, incluso.

Yo sabía la película que había hecho; era un cine con verdad, con fuerza, y eso me contagió también a mí. Pero me encontré que ninguna sala quería estrenarla aquí... Fue un momento muy duro y complicado.

En una reunión de equipo que tuvimos para abordar la situación propuse estrenarla en el museo Guggenheim. Un formato diferente para llamar la atención de la prensa y enfocar el cine desde la cultura y no desde la política. Y bueno, la idea funcionó. Los distribuidores vieron la película y gustó mucho. Empezó a visionarse en salas pequeñas, luego pasó a las grandes...Y es una película que tuvo mucho éxito de taquilla durante esa Semana Santa, superando, incluso, al cine norteamericano.

Yoyes me ha dado mucho, en todos los sentidos. Y, muy modestamente, creo que ha contribuido al proceso de paz. Es algo que siempre admiraba del cine irlandés, y me alegró mucho comprobar la catarsis que la película produjo aquí y cómo supuso un avance en el análisis sobre la realidad del momento.

-En la película, el personaje de Yoyes, interpretado magistralmente por Ana Torrent, repite una idea recurrente: soy mujer, yo elijo, y quiero ser libre... ¿Eso es tuyo?

Es mío, era de Yoyes, y también de todas las mujeres de nuestra generación en este país. Ahí se apuntaba también algo que entonces no sabía y es la dualidad que existe en mi cine, que siempre habla de la elección entre la libertad individual, el desarrollo personal, y la pertenencia al grupo. O sea, la obligación como ser humano de crecer al máximo sin corsés y, por otra parte, la importancia del grupo como avance social.

-‘Extranjeras’.

Cuando termino de hacer Yoyes, viendo el éxito de mi ópera prima, esperaba que todos los productores del país se pelearan por producir mi siguiente película, cosa que había ocurrido con otros compañeros masculinos. Pero lo cierto es que no fue así.

Extranjeras fue un ejercicio de humildad, y sirvió, también, para darme cuenta de que o producía yo misma mis películas o nunca haría cine.

Con Extranjeras me marqué un reto como cineasta. Mientras Yoyes era cine en estado puro, una historia muy cinematográfica, hablar del sur del sur era lo menos interesante a priori: era hablar de mujeres, de mujeres emigradas en el barrio de Lavapiés.

Realicé una construcción cinematográfica con el concepto de dar la vuelta al mundo sin salir de este barrio madrileño, ahora de moda pero entonces bastante marginal. Con ese planteamiento fui montando un mosaico, pretendiendo que ellas sirviesen de espejo para nosotras, y darles voz. Nunca hubiera podido hacer Extranjeras si no hubiera entrado de ser humano a ser humano, de mujer a mujer, de complicidad a complicidad.

Y la verdad es que el resultado fue una película luminosa que se ha convertido en referente en muchas universidades del mundo sobre el tema de emigración y mujer.

-La importancia de la memoria en tu obra es clara. ‘La Buena Nueva’ es prueba de ello.

Es que el cine es memoria siempre. Hasta las películas más desideologizadas aparentemente son un material impagable para los historiadores.

Al segundo intento, y no sin pasar mil vicisitudes, conseguí hacer el largometraje de ficción en torno a la figura de mi tío, el cura Marino Ayerra, y su enfrentamiento con la jerarquía de la iglesia católica por su posicionamiento durante la guerra civil. Otro ejercicio de persistencia que me ha dado, también, muchas satisfacciones, con premios en todo el mundo, emisiones en televisión con altísimos niveles de audiencia y el agradecimiento de los perdedores de quienes sufrieron la dictadura y el silencio, que ha llegado hasta hoy.

“Lan-baldintzak oso txarrak dira. Industria horren alderdi nagusiak (gidoia eta zuzendaritza) oso gutxi ordainduta daude; eta gainera prozesua errepikatzen da: idazteko edo zuzentzeko aldi baten ondoan langabeziaren aldia dator, harik eta beste gidoi bat egin arte edo beste filme bat zuzendu arte. Hortaz, enplegu-aniztasuna ohikoa da sektore honetan, bizimodua aurrera atera ahal izateko”.

-Y llegó ‘Nagore’...

Cuando me llega la noticia del asesinato de Nagore Laffage en los Sanfermines de 2008 siento la necesidad de abrazar a Asun, la madre de Nagore. Una madre coraje que estaba luchando para que se hiciera un juicio justo para su hija.

Mi planteamiento fue desde el inicio que todo el público que viera la película se convirtiera en jurado popular. Dar a la espectadora y al espectador todos los datos para que determine si el estudiante de siquiatría era inocente o culpable. Y el veredicto es demoledor: Diego Yllanes es absolutamente culpable para todos los públicos que ven la película.

En un principio pensé en hacer ficción, pero cuando tuve acceso a la reconstrucción de los hechos me pareció que ese material era más potente que cualquier otra cosa.

También con está película se está produciendo ese efecto tan interesante de conexión con la realidad social y con el avance de la sociedad en la percepción de la violencia de género. Durante los sanfermines del 2018 y 2019 dejamos en abierto los derechos de exhibición pública de Nagore y fue muy emocionante ver las numerosas proyecciones con debate autogestionadas que se realizaron en lugares conocidos o recónditos de todo el estado.

-Y el último largo, por el momento: ‘Acantilado’.

En esta película me adentro en el mundo de las sectas. Son personajes perdidos probablemente porque carecen de ilusiones, de ideología. Están vacíos. Es la Europa rica y guapa; la Europa sin problemas que demanda afecto pero que, a la vez, es incapaz de dar nada.

Es una película que me ha salido bastante desoladora. En el resto de mi filmografía los personajes, a pesar de las dificultades, no han perdido el alma en el camino, mientras aquí están marcados por la incapacidad de mirar nada más allá del propio ombligo.

En esta película también subyace esa lucha entre la libertad individual y la pertenencia al grupo, en el que la secta sería la máxima expresión. El miedo a la soledad nos lleva muchas veces a aceptar relaciones tóxicas.

-Amas y defiendes la cultura vasca aunque no eres euskaldun. ¿Qué relación tienes con el euskera?

Con el euskera tengo una relación de amor imposible porque he tratado de aprenderlo, pero cuando llego al nor-nori-nork me atasco. Lo he salvado con mis dos hijos, que no solo han aprendido euskera sino que son multilingües, lo que demuestra que el euskera no solo no quita sino que aporta.

Tengo un amor enorme por nuestra lengua y por la cultura vasca, en general, y no puedo entender que un idioma que es un milagro, que pertenece a una cultura milenaria, no sea más defendido y apoyado por todos los intelectuales europeos como manifestación artística o cultural viva. Me duele muy especialmente el olvido de nuestras raíces en Navarra porque es mi origen y la raíz del pueblo al que pertenezco.

“Euskal Herriko zinemagintzan, gizonen eta emakumeen berdintasunari dagokionez, oso egoera tamalgarrian gaude. Diru-laguntzen %50 emakumeen proiektuetarako izatea eskatzen hasi beharko gara. Ezin dugu gehiago onartu munduaren gaineko begirada bakar bat izatea”.

-¿Cuáles son tus referencias cinematográficas? ¿Qué cine te gusta?

Tengo influencias muy diferentes entre sí: desde Dreyer hasta Bergman, Margarette von Trotta o Clare Denis. Me gusta Costa Gavras y siento debilidad por Agnès Varda y su película Los espigadores y la espigadora.
Más recientemente me encantó la película El club, de Larrain. Y hay muchos cineastas que me siguen emocionando. Afortunadamente, se sigue haciendo buen cine y es un placer verlo en salas.

-¿Una directora de cine, por ser mujer, lo tiene más difícil?

Sin ningún género de dudas. Lo único que debería hacer falta para poder hacer cine debería ser el talento del director/a, el talento para contar historias. Sin embargo, a pesar de que todas mis películas han tenido repercusión nacional e internacional y he recibido innumerables premios, me sigue costando que me concedan una ayuda pública que me permita empujar un nuevo proyecto.

Por otra parte, creo también que el propio movimiento feminista debe apostar de manera más activa por el arte hecho por mujeres e ir facilitando que la industria apueste también por las mujeres directoras. Hay que acabar con la invisibilidad de muchas de las mujeres directoras. La mayor parte de las mujeres cineastas nuevas no pueden hacer cine de ficción, hacen cine documental, porque es más barato, pero es un cine que apenas tiene difusión pública y eso impide la visibilidad de las mujeres cineastas que empiezan.

En Euskal Herria estamos muy mal en cuanto a la igualdad de hombres y mujeres en el cine. Habrá que empezar ya a reivindicar el 50% de las ayudas para proyectos de mujeres. Hay que hacer una revolución muy grande en los departamentos de cultura de todos los gobiernos y todas las televisiones públicas para determinar cambios muy radicales. El mundo debe ser contado por las dos miradas, no solo la masculina.

-¿La decisión de crear tu propia productora, Lamia, en 2002, tiene que ver con esta situación que denuncias?

Evidentemente. La industria del cine se ha complicado mucho y es muy difícil encontrar productores para cualquier proyecto medio. En 2002 vi claro que dadas las circunstancias generales y personales tenía que montar mi propia productora. Cada proyecto supone un esfuerzo ímprobo y se alarga muchísimo en el tiempo. A mí se me han quedado proyectos y películas en el camino, sin hacer, y siempre ha sido por falta de financiación.

“Zinemagintza garai bitxi batean dago orain, zeren telebista pribatuek eta kate indartsuek (HBO, Movistar edo Netflix) merkatua baldintzatzen baitute”.

-¿Cómo se financia una película hoy en día?

Las fuentes de financiación más importantes son las televisiones... También hay una base importante de las instituciones públicas: ayudas a desarrollo, ayudas a guión y producción. Y también hay financiación privada: en Euskadi y en Navarra, por ejemplo, se han creado deducciones fiscales para los inversores.

-¿Cuál es el estado de salud de la industria del cine en nuestro país?
La industria del cine está en un momento raro porque las televisiones privadas y las cadenas poderosas están determinando el mercado. Es evidente que las películas que van a existir y están teniendo público son las que tienen el apoyo de Antena 3, Tele5, HBO, Movistar y Netflix.

Esta situación está provocando mucha autocensura entre los y las cineastas. No se piensa qué historia quiero contar y luego decido el género, sino que directamente los cineastas pensamos que o hacemos thriller o comedia o no hay película, porque nadie la va a financiar.

-¿Qué medidas se podrían adoptar para proteger e impulsar nuestro cine?

El ejemplo perfecto es el caso francés. Me encantaría que se nos aplicaran tan solo la mitad de las leyes del cine francés de protección de su cinematografía, de amor al cine, de funcionamiento de la industria y que tuviéramos la misma implicación de las televisiones públicas y de los Ministerios de Cultura con el cine...
La cultura y el cine es vida, es pensamiento, es todo. Un país que no defiende su cine, su cultura, en general, no tiene nada. Y eso lo saben nuestros vecinos. Copiemos.

-Vivimos un momento en el que cultura es sinónimo de precariedad. ¿Cómo sobrevive Helena Taberna en este mundo, en este negocio tan complicado?
Las condiciones laborales no son buenas porque las partes esenciales de la industria como son el guión y la dirección se pagan como si hubiese una continuidad en el trabajo, cuando existe un periodo que escribes o diriges y luego un periodo de paro hasta que estás con otro guión u otra dirección. El pluriempleo es muy habitual entre la gente del cine.

-¿Existe el llamado cine vasco?

Yo me considero cineasta vasca. En este momento, además, existe un cine vasco en euskera que está teniendo una repercusión importante, internacional y también en el estado. En este sentido, creo que cara al futuro puede jugar un papel importante la reciente creación de una asociación de mujeres cineastas en Euskadi, Hemen, de la que formo parte. Lo ideal sería que, a través de la asociación, tengamos una mayor interacción artística entre mujeres cineastas y la nueva generación de cineastas vascos.

-¿Qué ves cuando vuelves la vista atrás?

Puedo decir que he hecho las películas que he querido, como he querido, y espero seguir haciéndolas así, en libertad. Aunque también es cierto que he pagado un gran peaje por ir a mi aire eligiendo el pájaro y el camino.

-¿Crees que si hubieras hecho un cine menos comprometido tu relevancia sería distinta?

Creo que he conectado muy bien con el público, que ha agradecido y respetado mi honestidad. Pero, probablemente, con la misma obra, si yo hubiera sido hombre hubiera tenido mayor repercusión. Probablemente, si hubiese sido algo más dócil, también.

Sin embargo, haber podido romper el techo de cristal y tener varias películas hermosas que siguen conmoviendo, me hacen estar en el mundo de la industria de un modo agradecido y muy contenta de afrontar la pelea para armar mi nuevo proyecto.

“Egin nahi izan ditudan pelikulak egin ditut, nahi izan dudan moduan. Hori esan ahal izatea handia da, baina ordaindu behar izan dudan bidesaria ere handia izan da”.

-Durante los últimos años se han cerrado numerosas salas de cine en pueblos y ciudades. ¿Está desapareciendo la afición al cine?

Es cierto, se han cerrado muchas salas; ahora hay pocas y la mayoría ofrece un cine bastante banal.Yo creo que la alternativa y el futuro pasa por las Filmotecas, bibliotecas y casas de cultura. En Euskal Herria tenemos unas casas de cultura con equipos de proyección fabulosos que hay que empezar a llenar de buena programación y de público de todas las edades. Estaría bien que en un futuro próximo se pueda llevar la programación de Filmoteca Vasca a todas esas casas de cultura y bibliotecas públicas.

Es urgente la recuperación de espectadores de cine a lo largo del año y no sólo en eventos como el Zinemaldia.
Hay que potenciar el cine visto en salas porque la energía que se genera es diferente y se abre la puerta a la reflexión y al debate. Hay que ofrecer buenas carteleras y a precios asequibles para atraer a la juventud a las salas de cine.

-En estos momentos estás recibiendo un reconocimiento importante, tanto de crítica como de público. Acaba de publicarse, incluso, un libro sobre tu obra. “La luz de un sueño. El cine de Helena Taberna”. ¿Cómo te sientes?

La verdad es que estoy viviendo un momento muy dulce. El libro sobre mi filmografía ha sido presentado en muchos foros, lo mismo que el ciclo Retrospectiva, que me ha permitido conectar con el público en los debates y sentir la fuerza del cine. Además, voy a estrenar mi última película en el Zinemaldia; ahora empiezo con otro proyecto... Sí, estoy contenta.

-El sueño de Helena con H no fue una locura...

Por lo menos yo me sigo empeñando en esa idea de perseguir la luz de los sueños. Creo que es una locura maravillosa. Por eso sigo haciendo cine, sigo amando la vida, sigo amando a mi pueblo, y creo que todavía existe esa posibilidad transformadora del cine que añade un plus a la creación de historias para el cine.

-¿Qué consejo le darías a alguien que quiera seguir tu estela, dedicarse a este complicado y, a la vez, apasionante mundo?

Le animaría, sin duda. Sobre todo si eso es lo que le apasiona de verdad. Eso sí, que sepa que va a tener que poner de su parte muchísimo aprendizaje, trabajo, pasión y persistencia. Y si es mujer, tiene que empezar desde ahora a saber que tendrá que ser una gran corredora de fondo, además de buena cineasta.

-Para finalizar, regálanos otra primicia: ¿para cuándo tu próxima película de ficción?

Estoy trabajando ya en una película intimista sobre el amor y el desamor. Los dos polos en la misma palabra.

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Helena Taberna, gidoigile eta zinema-zuzendaria