"Hay dos salidas, la justa y la autoritaria, y tendremos que defender derechos muy básicos"

Elkarrizketa Joan B. Miner / Argazkiak: Davide Cabaleiro
Entrevistamos al secretario general, Mitxel Lakuntza. Son los últimos días del estado de alarma, y el sindicato debe abordar también su propia desescalada. Miramos a las primeras semanas del confinamiento, especialmente duras, y hablamos también de los desafíos para el sindicato en los próximos meses.

Recién pasado el confinamiento ¿qué le dirías a la clase trabajadora ya de cara al otoño?

Lo primero: que tenemos que cuidarnos. No bajar la guardia en la prevención y en seguridad. Nuestra vida y la de los nuestros es lo primero. Desde el primer momento algunos se dieron prisa por acelerar un proceso que tiene riesgos. Y nuestra apuesta es la cautela, la prevención. No bajar la guardia.

Lo segundo es que debemos prepararnos, anticipar un escenario complicado en lo económico, social y sanitario. Todas las crisis conllevan conflictos. Y queremos decir que hay dos salidas, la social y la autoritaria. Y vamos a tener que defender otra vez derechos muy básicos.

¿Cuáles fueron las primeras decisiones de ELA cuando comienza el estado de alarma?

Teníamos miedo de que nos paralizasen la propia actividad sindical. La prioridad era poder funcionar, y para ello revisamos nuestros procedimientos para poder priorizar el teletrabajo sin detrimento de la calidad en el servicio a la afiliación. Creo que lo conseguimos en muy poco tiempo. Habrá habido problemas concretos, pero hemos dado respuesta a las necesidades de las personas afiliadas y a las delegadas y delegados. Eso se ve en las consultas realizadas, y también en la propia acción sindical de defensa de la salud, que era lo prioritario.

Luego hemos tenido otros desafíos. Nos ha tocado abordar luchas concretas muy duras, como las del sector sociosanitario, la de Osakidetza, con la falta de material de seguridad... Las primeras semanas del comercio también fueron tremendas. Hay que recordar que llegó a haber avalanchas para poder comprar. Y algunas empresas pretendieron seguir abriendo sin considerar los riesgos. El sindicato estuvo ahí, en marcha.

Lo sindicalizado marca la diferencia también en una pandemia...

Hace unos días leía unas declaraciones de trabajadoras de Lidl en Miranda de Ebro (Burgos). Pedían que se aplicasen las condiciones de las tiendas de la CAPV, que son mejores. Detrás de esa demanda de justicia hay un problema de organización y de presencia sindical. No es “la foralidad” la que nos da derechos laborales: es la organización sindical de la gente la que nos da seguridad.

Los testimonios de los y las militantes de ELA en las primeras semanas reflejan que se dieron situaciones caóticas en general, y muy muy duras en sectores concretos, como en las residencias. Todo lo que hemos hecho en el sector sociosanitario, en la salud pública, o en el sector de ambulancias ha sido muy importante, como Ambuibérica, donde hemos ganado una sentencia muy importante.

"Ez da foralitatea lan eskubideak ematen dizkiguna; antolakuntza sindikalak ematen digu benetako bermea"

Por sectores ¿disponemos ya de una foto de lo que ha pasado?

En la industria un ejemplo gráfico es lo que pasó en Mercedes-Vitoria, donde los trabajadores y representantes sindicales decidieron parar la producción ¡cuando ya había 400 personas contagiadas! Ahí se ve para qué sirve el sindicato. Ha habido muchas empresas que pararon, pero también las hubo que no pararon ni para considerar lo que tenían que hacer en términos de seguridad. El caso de Sidenor fue especialmente doloroso.

La autoridad laboral, en términos generales, no ha existido. No paralizó la actividad de ninguna empresa. Ya veníamos denunciando la falta de inspectores. La lógica en la industria, y hasta en la construcción, era seguir, hasta el extremo de defender que la obra pública era esencial. Mientras faltaban EPIs en sectores sociosanitarios, se estaba dotando de material de seguridad a actividades no esenciales.

¿Y en lo servicios?

En lo servicios privados hay que subrayar lo sucedido en los sectores de la limpieza y en el comercio. Mucha gente trabajó en condiciones horrorosas. Ahora vemos mamparas, mascarillas, geles, guantes... Pero durante mucho tiempo no fue así. La limpieza de los hospitales y centros de salud se hizo también en condiciones deplorables. Esas trabajadoras fueron las últimas, y no recabaron la atención mediática que merecían.

Hace poco hablabas de que se estaba procediendo a un borrado de la memoria de lo sucedido...

La lección aprendida es parte de lo que se quiere disputar. Porque en poco tiempo hemos aprendido mucho. En la huelga general de enero hablábamos de poner en el centro la vida y en menos de dos meses estábamos confinados. Hablábamos de sanidad, cuidados, empleo seguro... Ahora, para que no cambie nada, es importante disputar ese relato. Ahora todo es acelerar la desescalada, y no sacar conclusiones de lo que ha pasado.

Pero tenemos memoria. Mucha gente ha tenido que ejercer su labor en un contexto muy adverso, muy peligroso. Y que el sindicato se haya sentido como algo útil en la defensa de la salud tiene mucho valor.

Hablando de lecciones aprendidas: ¿qué sensación te queda del enfrentamiento de ELA con Confebask y con los Gobiernos de Gasteiz e Iruña, cuando sacan una “nota aclaratoria” para ampliar lo que debe considerarse esencial?

En los momentos más extremos es cuando se ve qué cosas preocupan y cuáles no. Y lo que hemos visto al Gobierno de Gasteiz y al de Iruñea es precisamente esto. Nosotros no obviamos la dificultad de lo que las administraciones públicas tuvieron que afrontar. Pero cuando algo así ocurre hay cosas en las que no se puede fallar. Se podían haber priorizado unos sectores frente a otros; se podía haber hablado con los sindicatos y se nos podía haber escuchado... Pero nada de esto se hizo.

En sectores como las residencias, sucedió algo tremendo. Nuestras militantes desconvocaron la huelga de las residencias de Gipuzkoa y las delegadas con acumulación de crédito horario vuelven a sus puestos de trabajo. ELA entonces se dirigió a la Diputación para hablar sobre las medidas a tomar. Pues bien, no nos hicieron ni caso. Es imperdonable. Y al mismo tiempo, se decide que las obras del TAV son prioritarias. Dónde se sitúan las prioridades dice mucho sobre los actores políticos.

El lehendakari se quejaba del “mando único” de Sánchez

Eso del “mando único” es pura retórica. Frente a Sánchez el lehendakari ha hecho propaganda de la llamada “cogobernanza”. Pero el Gobierno vasco, más allá de la retórica, no ha compartido nada con nadie. Y ha practicado el mando único en el ámbito de su responsabilidad.

“Muturreko uneetan ikusten da zer gauzek kezkatzen gaituzten eta zeintzuk ez, eta Gasteizko Gobernuari eta Iruñekoari ikusi dioguna kezkagarria da. Guk ez dugu ukatzen administrazio publikoek zailtasunak izan zituztela. Baina horrelako zerbait gertatzen denean gauza batzuetan ezin da hutsik egin”

¿Crees que ELA ha sido más dura con Urkullu que con Chivite?

Entre ambos gobiernos hay diferencias. Creo que el gobierno de Gasteiz ha sido vanguardia en la desescalada exprés, en la falta de cautela, y en el autismo respecto al movimiento sindical... Posiblemente les ha arrastrado la necesidad de llegar a unas elecciones tratando de transmitir una falsa normalidad.

¿Por qué ELA tiene un acceso normalizado al Gobierno español y al de Navarra, y no así al Gobierno Urkullu, ni a sus consejerías?

Vivo esa realidad con frustración. No tener una mínima interlocución con un gobierno es preocupante. Y esto no sucede con todos por igual. Con Chivite, igual que antes con Barkos, también tenemos discrepancias. Ahí está lo ocurrido en el diálogo social recientemente. Ha hecho lo que Navarra Suma le pedía, volver al pasado, descartar consensos más amplios. Con el gobierno de Chivite nuestras diferencias son también de fondo; fiscalidad, empleo...Pero la diferencia es que al menos en Navarra el gobierno nos recibe y existe una minima interlocución.

Este es para nosotros el suelo democrático, un suelo que Urkullu no tiene. El lehendakari condiciona todo a que aceptemos las líneas generales de su política. Eso atenta contra la autonomía del sindicato. Condicionar el diálogo a que no haya crítica es inaceptable. Además, tampoco exigen eso a otros agentes sociales o políticos, comenzando por sus socios de gobierno. Es muy frustrante y es inaceptable.

Por un momento ¿el discurso de la patronal guipuzcoana Adegi y ELA en relación con los ERTEs ha sonado parecido?

Con los ERTEs hemos hecho una propuesta que tiene condiciones irrenunciables: que abarque a eventuales, la obligación de mantener el empleo y que los complementos sean financiados con un fondo que paguen las empresas. Esta última cuestión Adegi la plantea en otros términos. Dicho esto, es verdad que la patronal no tiene una única voz, ni en este tema ni en el fiscal. Confebask presentó una propuesta fiscal en la que por primera vez admitía que las empresas tenían que contribuir más. Esa propuesta fue corregida en pocas horas. En Confebask, incluso en momentos tan excepcionales, se sigue imponiendo la versión más clásica y ortodoxa, la que hemos conocido hasta ahora.

El otro día decías que o hacemos lo de 2008 o hacemos algo diferente. ¿Dónde crees que está el núcleo del debate que se abre?

En 2008 se sacrificó una generación. Y hay pocas cosas tan letales como no dar horizonte a una generación de jóvenes. El horizonte de precariedad y pobreza para la gente jóven es un enorme problema para el conjunto de la sociedad.

Esta crisis es de otra naturaleza si la comparamos con la de 2008, pero la salida que interesa al capital puede ser la misma: el camino de la desigualdad y la pobreza. Ya hemos visto adónde nos ha llevado la austeridad, aquí y de manera más dramática en Grecia...

“Gure herrian eztabaida fiskala badago. Eusko Jaurlaritzak 3.000 milioi euroko galera iragarri du dagoeneko, eta zorpetzeko beharra azaldu du. Agian zorra jaulki behar da, baina eztabaida da nork ordainduko duen. Guk izan ezik hemen inork ez du zerga-erreformaz hitz egiten”

¿Ves señales de alarma?

La primera son las ayudas anunciadas por la UE. Son cantidades insuficientes y ademas una gran parte de ese dinero va a ser condicionado.

En nuestro país tenemos el debate fiscal. El Gobierno Vasco ya ha anunciado una pérdida de recaudación de 3.000 millones de euros y plantea la necesidad de endeudarnos. Quizá haga falta emitir deuda, pero el debate es quién la va a pagar. Aquí nadie, salvo nosotros, habla de reforma fiscal. Bueno: la Diputación de Bizkaia hace unas semanas ya ha aprobado una moratoria para las empresas que tuvieron beneficios en 2019. Las mismas instituciones que dicen que no hay que tocar la fiscalidad, la tocan para beneficiar a las empresas y para recaudar menos cuando se va a recaudar menos. Es una barbaridad. Navarra por su parte es el territorio del Estado donde el impuesto de sociedades es más bajo. Y también dice que no es tiempo de revisarlo.

La pandemia ha transcurrido con aplausos a los servicos públicos... ¿se acabaron los recortes?

Si no hay reforma fiscal habrá recortes, se aplauda lo que se aplauda. Una señal importante es lo que vienen diciendo Egibar, Tapia y Urkullu. Hablan de “aportación” de los servicios públicos a la crisis, y de la “solidaridad” que los empleados públicos deben tener hacia los del sector privado. Esto, traducido, son recortes. Recordemos que los índices de interinidad y subcontratación en la administración vasca son enormes. ¿De qué solidaridad hablan?

Pero si con ese mensaje gana las elecciones (como apuntan las encuestas), también podrá sentirse legitimado para esa política ¿no?

Acepto que la derecha suele cumplir mejor su programa. Pero atacar al bien común no es legítimo. Será muy hipócrita aplaudir a los trabajadores y trabajadoras de la sanidad pública, a las subcontratas de limpieza, a las trabajadoras de residencias... para luego pedirles "solidaridad", como dice. En el sector público vasco se dobla la temporalidad del sector privado. Esta administración privatizaría todo si pudiese. Vamos a defender lo público, que como se ha visto en la crisis es nuestro gran muro de contención en la defensa colectiva.

El lehendakari está en contra de derogar la reforma laboral.

Cuando los votos del PNV no son necesarios en Madrid puede oponerse a cosas como la reforma laboral. Pero ahora, cuando sus votos son determinantes, lo que dice es que no debe derogarse. Ahora es cuando se pronuncia a favor de la patronal.

¿Por qué abandona ELA la llamada “Mesa de crisis” de la CAPV?

En la emergencia era difícil para el Gobierno Vasco no hacer lo que estaban haciendo otras autonomías y el Estado y quizá por eso convoca esa mesa. La cuestión de fondo es de qué contenido se dota. Nosotros creíamos que la situación requería de la participación de todos. Era una cuestión de responsabilidad, más allá de nuestros desencuentros con el Gobierno Vasco. Pero una vez allí vimos que aquella era una reunión puramente informativa. Ni había debate ni había algo que nos interesa aún más: que es abrir cauce normalizado con las consejerías más relacionadas con lo sindical (trabajo, industria, etc.). Teníamos demandas muy concretas que trasladar, y queríamos un foro y unos cauces para hacerlo de manera eficaz. Pensábamos que el momento tan extraordinario que vivíamos podía abrir vías hasta la fecha cerradas. Pero no ha sido así. El Gobierno Vasco no nos ha hecho ni caso. No han respondido a ninguna pregunta. No se ha abierto ninguna interlocución. Es una mesa inútil, un instrumento propagandístico. No hay ningún debate, ni compromiso de trabajar ningún tema.

¿Cómo valoras el acuerdo de EH-Bildu con el Gobierno español sobre la reforma laboral?

El acuerdo evidencia los límites de la política institucional. A buen seguro Podemos y EH Bildu tienen un compromiso inequívoco con esa derogación. Pero en el PSOE... Yo valoro en positivo que la legislación laboral esté en el debate. Por cierto, también está en juego la capacidad de negociar en Euskal Herria sin injerencias.

Si para algo ha servido el acuerdo es para dejar claro lo que es el diálogo social. Los que se oponen a la derogación dicen que el asunto hay que llevarlo al diálogo social. Lo dicen Urkullu, Sánchez, Garamendi... Es decir: cuando hay que frenar algo bueno para la clase trabajadora, lo que hay que hacer es diálogo social. Esa foto es tremenda. Hay que recordar que la reforma de Rajoy se aprobó por decreto, sin discusión parlamentaria. La derecha saca sus programas sin complejos. La izquierda da mil curvas para acabar diciendo que lo deseable no se puede hacer.

ELA ha hecho público un documento político...

Es una reflexión de continuidad con la Huelga general de enero. Y plantea una alternativa: o hablamos de reforma fiscal en profundidad o hablamos de recortes. Hay dos caminos, pero sólo uno supone una salida para la gente trabajadora. El nuestro es claro: reforzar lo público, un debate a fondo sobre los cuidados, publificar las residencias de ancianos, relocalizar la economía, construir un modelo productivo en el horizonte del cambio climático...

Queremos advertir sobre lo que viene, y señalar una salida, un horizonte... El debate es el reparto de la riqueza, y por tanto hay que hablar de fiscalidad. Y unido a esto hay otro debate fundamental: cómo se van a situar los partidos políticos de izquierda ante lo que viene, y qué grado de articulación puede darse entre movimiento social, sindical y político. Es uno de los grandes interrogantes. Venimos de un ciclo movilizador importante con el impulso del feminismo, los pensionistas y la huelga general. Ahora toca reactivar la movilización, porque los cambios empiezan en la calle.

“Pandemiak erakutsi digu neurri erradikalak har daitezkeela. Eta behar ditugu. Nik uste dut Euskal Herriak bere aukera duela. Baina propaganda alde batera utzita, trantsizio ekologikoko benetako agenda bat bultzatu behar da"

¿Cómo se construye esa articulación sociopolítica que apuntas? ¿Es compatible con un sindicalismo autónomo como el de ELA?

Yo creo que no se ha compartido un diagnóstico entre sindicatos y partidos, y a partir de ahí tampoco una acción política. Una de las críticas que hemos hecho a EH-Bildu y a Elkarrekin-Podemos es que no han ejercido una oposición real. Nosotros creemos que las cuestiones sociales, fiscales, etc. dan para una acción política con más intensidad y visibilidad.

Valga como ejemplo lo que sucedió en Nafarroa. El gobierno accede a firmar un papel y EH-Bildu declara que con eso se han conseguido las reivindicaciones de la huelga general de enero. Eso es un desatino. No se puede decir que has conseguido los 1.080 y los 1.200 por un documento voluntarista sin compromisos. A la gente se le debe contar lo que pasa y no vender buenas noticias si no las hay. Aquí crece la desigualdad y la pobreza, y la acción política debe ser coherente.

¿Qué nuevos retos se plantean ahora?

Nos va a tocar defendernos, en las empresas y en los recortes sociales. Pero no todo va a ser igual en todos los sectores. Por ejemplo, debe haber una ofensiva en los servicios esenciales, sostenidos en gran medida por gente que está en precario. Vamos a tener que reactivar luchas como las residencias e inaugurarla en otros muchos otros lugares. La economía tampoco irá mal para todos. Algunos sectores podrán ser activados y el sindicato deberá identificar bien las oportunidades para pasar a la ofensiva.

¿Cómo imaginas el otoño?

Tenemos que prepararnos mentalmente para disputar una agenda. La agenda de recortes, desmemoria y reseteo colectivo estará ahí. Nosotros deberemos recordar dos cosas: qué es lo esencial y que hay otro camino. Y prepararnos para una enorme adversidad allí donde la crisis golpeará más.

La reivindicación se dirigirá también a las administraciones públicas...

El debate principal, el debate fiscal, va a estar en el centro de nuestra agenda. Por lo demás, creemos que el compromiso político de nuestras instituciones está muy por debajo del de otros países en la defensa, por ejemplo, de su aparato productivo. Las instituciones deberían imaginar acuerdos para los cuales nosotros ponemos sólo dos condiciones: que haya contenidos reales y que se respete nuestra representación. Nos habría gustado un acuerdo de gestión de la desescalada. Y nos gustaría un acuerdo sobre el modelo productivo en el horizonte de la transición climática.

ELA ha propuesto crear decenas de miles empleos climáticos. ¿Es posible algo tan aparentemente radical?

La pandemia nos ha enseñado que se pueden tomar medidas radicales. Y las necesitamos. Y yo creo que Euskal Herria tiene su oportunidad. Podemos aspirar a una agenda real de transición ecológica en vez continuar con la "matraca" propagandística.