Las elecciones de tu vida

Erreportajea Iván Giménez
Casi un millón de personas asalariadas tienen derecho a contar con representantes sindicales; el periodo concentrado para elegirlas ha arrancado en septiembre.

A nuestro alrededor hay nada menos que 23.501 personas elegidas por sus compañeras para defender sus derechos laborales y para resistir frente a abusos empresariales o recortes en las condiciones de trabajo. Son 23.501 personas que, en un momento de su vida, dieron un paso al frente para complicarse la existencia y convertirse -por vocación o por el empuje de sus compañeras- en referencia dentro de su empresa, dispuestas a resolver consultas, recibir quejas y enfrentarse a situaciones tensas y difíciles.

Dicho de otra manera, en Hego Euskal Herria había a finales de junio de 2018 un total de 23.501 representantes sindicales, personas elegidas en sus centros de trabajo para ser delegadas de personal (en empresas de menos de 50 empleados) o miembros de comité de empresa (cuando la plantilla supera las 50 personas).

¿Cuánta visibilidad pública tiene ese ‘ejército’ de 23.501 personas? ¿Cómo es posible que el proceso de elecciones sindicales reciba tan poca atención mediática?
Por comparación, algunos datos resultan, como mínimo, chocantes. Mientras que en Hego Euskal Herria hay 23.501 representantes sindicales, en las elecciones municipales ‘solo’ se eligen 4.637 concejales (2.633 en la CAPV y 2.004 en Navarra, según datos de 2015). Es decir, la presencia de delegados sindicales multiplica por seis la de ediles municipales. Aunque solo sea por cantidad, está claro qué elecciones son más masivas: las sindicales ganan por goleada a las políticas. Por no hablar de su influencia real y diaria en la vida de las personas que las eligen: ¿a quién sentimos más cerca y quién nos afecta más con su conducta? ¿un concejal o la delegada sindical de nuestra empresa?

¿Elecciones de segunda?

Entonces, ¿por qué las elecciones sindicales están consideradas las hermanas pequeñas de las elecciones políticas? De entrada, su resonancia mediática es muy inferior, y se desarrollan en un ambiente casi ‘underground’, con muy poco seguimiento, a excepción de grandes sectores públicos (Enseñanza, Osakidetza…) o grandes empresas (Mercedes, Volkswagen…). Y sin embargo, la implantación y celebración de elecciones sindicales es un requisito imprescindible para que una democracia merezca tal nombre: tan imprescindible como las elecciones políticas.

Hauteskunde sindikalak antolatzea eta egitea ezinbesteko betekizuna da demokrazia bat halakotzat hartu ahal izateko: hauteskunde sindikalak politikoak bezain beharrezkoak dira.

Larga historia

En Euskal Herria, las elecciones sindicales tienen una larga historia (un sindicato como ELA existe desde 1911) y, con un formato u otro, las plantillas de las empresas fueron eligiendo sus representantes hasta 1923, y de nuevo entre 1931 y 1936. Incluso durante el franquismo se celebraron elecciones sindicales, siempre dentro de la disciplina del Sindicato Vertical, y los enlaces electos en ellas pudieron negociar algunas condiciones laborales a partir de los años 60.

No obstante, fue un Real Decreto de finales de 1977 (RD 3149/1977, de 6 de diciembre) el que reguló -prácticamente como hoy las conocemos- las elecciones sindicales, una vez que las organizaciones habían sido legalizadas unos meses antes. Todos los partidos políticos, además de UGT y CCOO, acababan de firmar los Pactos de la Moncloa, duramente criticados por ELA -entre otros sindicatos- y el ambiente de la época no presagiaba grandes avances en cuestiones sindicales. Aquel Real Decreto de elecciones sindicales primó la confección de listas (incluso abiertas en empresas grandes), lo que favoreció la eclosión de las opciones no sindicadas, frente a la histórica posición de organizaciones como ELA, que consideraban más eficaz la representación en función del número de afiliados de cada sindicato.

Las votaciones se realizaron en un periodo concentrado del 16 de enero al 6 de febrero de 1978: es decir, en apenas tres semanas, todas las personas asalariadas debían votar a sus representantes. Las dificultades organizativas y la falta de control efectivo se tradujeron en unos resultados muy poco fiables, y con una tremenda fragmentación. En cambio, la segunda edición de las elecciones sindicales, ya en 1980, fue un proceso más normalizado, y ELA logró la primera posición en el conjunto de Hego Euskal Herria (23,39%).
Precisamente, ahí nació el concepto de “periodo concentrado”, al principio de tan solo tres semanas y hoy en día de varios meses. Si en 1980 todas las empresas debían elegir sus representantes sindicales en ese corto periodo, a lo largo de los años ello se ha ido flexibilizando (las elecciones no se pueden convocar antes de cuatro años, pero sí después; y los retrasos son muy usuales), y se han sumado las miles de empresas nuevas o que no votaron entonces (y sus comicios no tienen por qué realizarse en ese periodo concentrado).

Diseminación temporal

Esta diseminación temporal de las elecciones sindicales es otra de las razones por las que no reciben la atención mediática que su importancia merece. Al contrario que las elecciones políticas, no hay un día D, ni una campaña con plazos unitarios para todo el mundo ni en todos los territorios, y las legislaturas (por llamarlo así) en cada empresa duran tiempos distintos. En todo caso, lo que perdura de aquel periodo concentrado arranca precisamente ahora, en septiembre de 2018.

Además, los secretarios generales de los sindicatos, es decir, sus caras más conocidas, no concurren a las elecciones sindicales ni aparecen en carteles electorales ni se les entrevista pidiendo el voto, algo que sí ocurre con sus homólogos políticos. Los auténticos candidatos son personas trabajadoras, anónimas, sin ningún equipo de asesores mediáticos ni los recursos (tiempo, dinero…) que los candidatos de las elecciones políticas sí tienen. Las elecciones sindicales se juegan en la distancia corta, en el ámbito del centro de trabajo y prácticamente, sin exposición pública.

En busca del voto de un millón de personas

Sin embargo, hay que reivindicar la importancia de las elecciones sindicales, por mucho que sean mediáticamente ‘underground’. Para hacerse una idea, alrededor de un millón de personas pueden votar en las elecciones sindicales que se convocan en los cuatro territorios de Hego Euskal Herria (exactamente, 772.000 en la CAPV y 226.000 en Navarra), aproximadamente el 85% de la población activa.

Es un porcentaje que va en aumento, y que se incrementa en los países económicamente más desarrollados (el 90% en Alemania, Dinamarca y Japón, por ejemplo, según el Banco Mundial). A más población asalariada, mejores condiciones laborales y más bienestar social.

Tal y como recuerda el filósofo César Rendueles en su crítica a la ideología del emprendimiento, “en todos –pero todos– los países pobres hay muchísima más gente trabajando por cuenta propia que en los países ricos. En Ghana, el 67% de la mano de obra trabaja por cuenta propia; en Estados Unidos, el 7,5 %”.

De ahí la capital importancia de que las personas asalariadas defiendan sus derechos, no solo en beneficio propio, sino de toda la sociedad. Tal y como subraya Ekai Center en uno de sus últimos informes, “visiones tradicionales que consideraban a los sindicatos como representantes de un sector de la sociedad deben ser superadas (…). En el momento actual, se produce una práctica identificación entre los intereses de las personas asalariadas y lo que denominamos habitualmente ‘intereses generales’ de los ciudadanos”.

Zabalkuntza sindikala handiagoa da Euskal Herrian, gero eta hauteskunde sindikal gehiago antolatzen dira, eta ordezkaritzarik gabeko soldatapekoen poltsak gutxituz doaz. Aldi berean,  kontuan hartzen badugu Euskal Herria lehen postuetan dagoela lan-baldintzei dagokienez, erraza da bi parametroak alderatzea, eta ondorio hau ateratzea: zenbat eta hauteskunde sindikal gehiago, orduan eta lan-baldintza hobeak.

¡Ni una empresa sin representación sindical!

Sin embargo, aún quedan amplias bolsas de personas asalariadas sin representación sindical. De entrada, por ley no puede haber elecciones en empresas con plantillas inferiores a seis personas. Sólo en la CAPV, hay más de 100.000 empresas de estas características, donde está prohibido elegir representantes. Y en plantillas entre seis y 50 personas (es decir, las denominadas pymes), la penetración sindical sigue encontrándose con grandes dificultades, por la presión que las empresas ejercen sobre sus empleados (la cercanía física, aunque parezca mentira, sigue siendo un grave condicionante) y la evolución de un mundo laboral cada vez más fragmentado: centros de trabajo con una sola persona, diseminación de trabajadores, subcontratas, externalizaciones… y lugares donde comparten tarea personas que pertenecen a distintas plantillas por contrato y que, por tanto, no pueden unirse legalmente para convocar elecciones. Concretamente, el 34% de las personas asalariadas en Euskal Herria responden que no tienen representantes sindicales en sus empresas.

En cabeza

Aún así, Navarra y la CAPV son las comunidades autónomas donde mayor tasa de representación sindical existe, según datos recogidos en Cinco Días. En Navarra, el 2,5% de las personas asalariadas ejercen como delegadas sindicales, porcentaje que baja un poco en la CAPV (2,2%). Es decir, la penetración sindical en Euskal Herria es mayor, se organizan más elecciones sindicales, y esas bolsas de personas asalariadas sin representación van disminuyendo (ahora hay 200 delegados más que hace dos años, por ejemplo), en una tarea de ‘hormiguita’ con muy poco brillo, pero mucho ‘pateo’ tajo por tajo.

Si a ello se suma que Euskal Herria encabeza los ránkings de las condiciones laborales, es fácil asociar ambos parámetros: a más elecciones sindicales, mejores condiciones. Es decir, si los sindicatos son más activos, y las personas asalariadas se animan a presentarse y a votar en las elecciones sindicales, las cosas mejorarán… Y si los intereses de las personas asalariadas representan el interés general de la ciudadanía (como ya hemos visto), las elecciones sindicales se erigen como un acontecimiento de primera línea: la principal barricada para defender y mejorar la democracia.

Pero… ¿por qué son tan importantes los o las delegadas sindicales?

Para empezar, son la única representación legal de la plantilla, las únicas personas que pueden alcanzar acuerdos de obligado cumplimiento (y en el caso de los convenios con rango de ley, con publicación en Boletines Oficiales) con la empresa o la Administración, y solo ellas tienen competencia legal para actuar en caso de modificación de las condiciones laborales de la plantilla. Es decir, cada trabajador/a está en manos de sus representantes, así que le conviene mucho tenerlos y, sobre todo, elegirlos bien.

Cuando una persona es elegida delegada, asume una responsabilidad para la que es imprescindible el respaldo de un sindicato: asesoramiento laboral, respaldo jurídico, acceso a propaganda y formación, coordinación con otras delegadas del sector… Cualquiera se da cuenta de ello al repasar las competencias de la representación sindical:

a) Recibir toda información económica de la empresa, las copias básicas de todos los contratos (incluidos subcontratas y ETT), sanciones, estadísticas de absentismo, accidentes laborales…
b) La obligación de emitir informe propio en caso de reestructuración de la plantilla, traslados, nuevos horarios, planes y necesidades de formación…
c) Estar presente, si lo solicita la persona despedida, en la firma del finiquito…
d) Asumir la tarea de delegado de prevención en riesgos laborales, así como supervisar el cumplimiento de las normas legales (Seguridad Social, Empleo…) y tramitar las denuncias oportunas.

Lantokietan ordezkari sindikalak izatearen garrantziaz konturatzeko, nahikoa da ikustea patronalen (Confebask, batez ere) eta kooperatiba handien ahaleginak sindikatuak enpresetan sartzen eragozteko. Helburu horri —eta zerga gutxiago ordaintzekoari— begira dago “Enpresaren Kultura Berria” delakoa.

ELA, el sindicato cerca

¿Cómo va a cumplir semejante cometido sin el respaldo de una organización sindical? ¿Qué trabajador/a verdaderamente consciente de la importancia de las elecciones sindicales -y de la figura del delegado/a- votaría a una lista de las denominadas ‘independientes’ (es decir, sin siglas)?

En este sentido, y a pesar de la insistente y generalizada campaña contra los representantes sindicales difundiendo clichés injustos, lo cierto es que las personas asalariadas valoran positivamente el trabajo de sus compañeras delegadas.

Según la encuesta realizada por Siadeco en 2016 (Sindikalgintzari buruzko ikerketa soziologikoa Araba, Bizkaia, Gipuzkoa eta Nafarroan), el 77% de las personas preguntadas consideran bastante o muy necesaria la labor de los sindicatos, porcentaje que crece hasta el 88% en los estudiantes. Y en cuanto a la figura del delegado sindical en la propia empresa, se le pone una nota media del 5,70 (5,94 si la preguntada es mujer, y 6,55 entre las personas menores de 35 años). Es decir, las personas jóvenes y las mujeres son las que mejor valoran la labor de sus compañeras delegadas, desmintiendo el tópico de que los sindicatos solo se ocupan del ‘obrero tradicional’. Teniendo en cuenta, además, que el Euskobarómetro de 2018 daba al Gobierno Vasco un 5,4 y al lehendakari un 4,9 se contextualiza mejor ese 5,70 que reciben los y las delegadas sindicales.

Ese valor aún crece si se tiene en cuenta que la nota para el o la delegada sube hasta el 6,10 entre las plantillas de las pymes y se dispara hasta el 6,31 entre las personas con contrato temporal (5,78 entre las contratadas a tiempo parcial). Ello significa que quienes más sufren la precariedad valoran más la labor de sus representantes sindicales, anulando de nuevo ese tópico de que los sindicatos solo se ocupan del proletariado fijo y con buenas condiciones (o perteneciente a grandes empresas).

Según la misma encuesta, quienes responden así tienen mayoritariamente a representantes de ELA en su empresa (el 73%), por un 57% de CCOO, 55% de LAB y 44% de UGT. Estos porcentajes no son extraños si se tiene en cuenta la foto actual de las elecciones sindicales (ver cuadro en la págin anterior). En la CAPV, ELA lidera la representación de las personas asalariadas con un 40,82% (7.124 delegados/as). En el caso de Navarra, la pugna está mucho más apretada, con los tres primeros sindicatos en un puño: UGT (25,31%), CCOO (24,01%) y ELA (22,85%).

No son iguales

Si, como en el caso de ELA, a ello se suma una fuerza afiliativa de más de 100.000 personas, no es de extrañar que sea precisamente este sindicato el considerado por las personas encuestadas como la organización más eficaz para luchar contra las consecuencias de la crisis (con un 15%, tres puntos más que LAB, y muy por encima de resto).
En definitiva, la importancia de contar con representantes sindicales queda probada a la vista del empeño que las patronales y las grandes cooperativas ponen para evitar su implantación y funcionamiento en las empresas.

A ese objetivo -y a pagar menos impuestos- obedece la denominada ‘Nueva Cultura de Empresa’ (lanzada por Adegi) o el más reciente “Modelo inclusivo participativo navarro de empresa” (impulsado por personas del grupo Mondragón), en el que excluye a los delegados sindicales de la supuesta oferta de participar en las decisiones de la compañía.

Frente a ello, la primera tarea es votar. Y votar a ELA. 

 

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