“Nos tratan como indios idiotas porque nuestra defensa choca con sus intereses”

Erreportajea NAGORE URIARTE

Decía Eduardo Galeano que “el subdesarrollo latinoamericano es una consecuencia del desarrollo ajeno, que los latinoamericanos son pobres porque es rico el suelo que pisan y que los lugares privilegiados por la naturaleza han sido malditos por la historia. En este mundo nuestro, mundo de centros poderosos y suburbios sometidos, no hay riqueza que no resulte, por lo menos, sospechosa”.

Guatemala vivió una guerra abierta desde 1960, más de tres décadas que causaron la muerte de, al menos, 200.000 personas, además de miles de desapariciones, la gran mayoría en comunidades indígenas. Los pueblos resistieron y lucharon, y aún hoy siguen haciéndolo, enfrentándose a nuevas guerras y enemigos. Hablamos de las multinacionales transnacionales que saquean sus territorios mercantilizando la naturaleza para generar energía en nombre de un supuesto desarrollo. Podría llamarse capitalismo renovado o, simplemente, nuevo colonialismo.

Las grandes potencias vuelven a colonizar, saquear y violar, no sólo territorios sino también los cuerpos que los habitan, en nombre del mal llamado desarrollo, tal y como lo definen las defensoras de los pueblos. No en vano, el extractivismo energético es hoy una de las nuevas formas de guerra en Centro América, una guerra que ya se cobra la vida de miles de personas. Sobre esto y sobre la necesidad de relacionarnos con la naturaleza y los bienes naturales de una manera más justa y reparadora hablamos con Lolita Chávez en una de sus visitas a Euskal Herria.

Aura Lolita Chávez Ixcaquic, Lolita Chávez, defensora de los derechos de los pueblos originarios en Iximulew Guatemala, es miembro del Consejo de Pueblos K`iche de Guatemala, un consejo autónomo en el que participan más de 87 comunidades y zonas urbanas para defender los territorios de los ataques de las multinacionales. Se apresura a explicar que, en realidad, se trata de K`iche, con K y apóstrofe, “como reivindicación indígena”. Y es que K`iche no es una simple palabra, tiene un significado profundo, tal y como ella recuerda a todo el que esté dispuesto a escuchar.

Habla con orgullo de la importancia de resignificar, de otorgarle un nuevo significado a algo o, en este caso, de recuperar aquel que fue arrebatado, junto a los derechos individuales y colectivos de los pueblos, como camino vital hacia la descolonización. Y es que, el nombre no fue lo único que la guerra le arrebató a su pueblo -descendiente del pueblo maya-, sino la lucha que encarnaba. “Tras la invasión, las familias criollas se quedaron en toda la expresión administrativa, política, legislativa de la mal llamada Guatemala, mal llamada América, porque para nosotras es Iximulew Guatemala”, explica Lolita.
Entonces empezaron a escribir Quiché, con Q y u, quitándole así toda la referencia de contenido epistemológico, pero nosotras no olvidamos que K`iche viene de dos palabras: K`i quiere decir muchos y ché, árboles”. No queda la menor duda de que hablamos de una lucha intrínseca a la defensa de la tierra. “Es imprescindible reivindicar nuestra epistemología, nuestra historia”, concluye con determinación. Bien sabe Lolita que no hay reparación sin memoria.

 “Estatuak akordioak ditu narkotrafikatzaileekin, estruktura oso bat osatzen dute. Zeri buruz hitz egin dezakegu estatuarekin, berau enpresa bilakatu denean?.

“Niretzat Coca Cola krimenaren ikurra da. Hemen, ordea, normaltasun osoz kontsumitzen duzue. Multinazionalak zuriz jantzitako gorbatadun kriminalak dira”.

Del miedo a la rebeldía

Lolita nació en 1972, en Iximulew Guatemala (Centro América), en plena guerra. La guerra civil de Guatemala fue un largo conflicto bélico librado entre 1960 y 1996 dentro del marco de la Guerra Fría entre el bloque capitalista de los Estados Unidos y el bloque comunista de la Unión Soviética. “Fue una guerra impuesta por los yanquis de mierda, por la oligarquía vendida”, afirma con convicción. Fue una guerra impuesta, recalca, pero también profundamente ligada a las luchas sociales y territoriales en defensa de la tierra, la libertad y la justicia, añade, para referirse a todo ese movimiento revolucionario al que su pueblo decidió unirse en defensa de los territorios y la vida: URNG (Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca).

`Mujer bonita es la que lucha´, cantaba un grupo musical, el 8 de agosto de 2018, en el escenario instalado en la esquina de Avenida de Mayo y 9 de Julio, en Argentina. Miles de mujeres se manifestaban entonces exigiendo la aprobación de la ley por aborto, seguro y gratuito, reivindicando así el derecho a decidir sobre su propio cuerpo. Bien conoce Lolita la belleza de la lucha.

Atesora recuerdos bonitos de su infancia, pero también rebeldes y en guerra, se apresura a añadir, como si de un binomio inseparable se tratara: `Mujer bonita es la que lucha´. Cuando evoca su infancia, rememora el movimiento revolucionario en su pueblo, allá por los 80, pero a su mente también vuelven los bombardeos, la tierra arrasada y las desapariciones de niñas y niños. “El ejército nos llamaba chocolate. Teníamos un miedo profundo a que nos llevaran”, recuerda.

Con el paso de los años, ese miedo se transformó en rebeldía. Ya en la juventud, Lolita conoció de primera mano a los grupos juveniles. Se reunía en grupos clandestinos de mujeres. “Entonces no nos nombrábamos feministas pero nos juntábamos entre nosotras y, al menos, rompíamos nuestro silencio en el ámbito privado”. Más adelante la ruptura del silencio entre mujeres, hasta entonces resguardado bajo el amparo de la clandestinidad, transcendió hasta alcanzar la plaza pública.

“Las violaciones y las torturas sexuales llegaron a las casas y se metieron en nuestras camas. Ya no sólo se daban fuera. Ahora la guerra pasaba por nuestros cuerpos, con nuestras propias familias abusando de nosotras”. Entonces se vinculó a organizaciones de formación popular. Ahí surgió la conciencia y decidieron dar un paso más: romper el silencio, también en el ámbito público. “Fue entonces cuando, por primera vez, entendí que tenía derechos”.

“En las asambleas de mujeres presenciábamos casos de derecho de pernada, torturas... Una compañera, por ejemplo, fue torturada por su marido. A otra le machetearon su mano. Empezamos a reconstruir el debate. Teníamos claro que las violencias contra las mujeres nos las íbamos a trabajar sólo mujeres; nosotras no causamos esas violencias, cambiemos el foco”.

Lolita aboga por cambiar el foco, y que sean los hombres quienes den pasos, aprendan y se formen. “¿Quién genera, mayoritariamente, las violencias? Los hombres, los padres... ; sin embargo, somos nosotras las que tenemos que trabajar para cambiar eso que hicieron mal. ¿Por qué? Ellos deben asumir su compromiso, desarrollar nuevas masculinidades; de lo contrario, nosotras nos transformamos, sí, pero el opresor sigue en nuestra cama. Por eso decimos `el poder desde la cama´; por eso también comenzamos a reivindicar el clítoris. ¿Habrá otra forma de relacionarse también sexualmente?, empezamos a cuestionarnos”.

“Emakumeok formazio politikoa jasotzen genuen, baina geure lurralde propioa, geure gorputza, ezezaguna zitzaigun. Emakumeok meatzaritzaren aurka borrokatzeko indarrik ez genuela esaten ziguten gizonek. Klitoria eta plazera planteamendu politikoa bilakatu genuen: borroka.

Luchar desde el disfrute

“Nosotras nos formábamos políticamente pero desconocíamos nuestro propio territorio. A mí me daba pánico mirar mi propia vulva, conocer mi cuerpo, tocar mis senos... Las abuelas nos lo recordaban, pero el placer se entendía sólo para ellos”.

“A mi el clítoris me sonaba a gingivitis, a una enfermedad”, relata con humor. Entonces lo llevaron directamente a las asambleas. “Nos decíamos: vamos a hablar de luchar contra las mineras, sí, pero también del clítoris, de cómo entender su función de gozo y placer, también como fuente de vida y lucha. Los hombres nos decían que las mujeres no teníamos fuerza contra las mineras. Entonces el clítoris se volvió un planteamiento, un poder colectivo. Alimentar esas luchas desde el conocimiento y el disfrute de tu propio cuerpo. En las asambleas empezamos a hablar de lo que las mujeres llamábamos la cuarta jornada: estaban la jornada de la mañana, la comunitaria, la jornada de tarde y la de la noche. Cuando ya llegábamos bien cansadas a la casa y queríamos dormir, ahí estaba el hombre esperando una relación sexual que no deseábamos en ese momento. Para nosotras era trabajo”, afirma con seguridad.

Lolita no concibe la lucha contra las multinacionales y la defensa de los pueblos y la tierra sin la lucha feminista. Menciona Utz´ilaj Kaslemal, lo que se traduce en `el derecho de los pueblos al buen vivir´. Un camino que, añade, será feminista o no será. Y es que, en su opinión, un cambio de modelo energético es urgente, y la clave es preguntarse: energía, sí, pero, ¿para qué y para quién?

Aquí entra en juego el ecofeminismo. “Nosotras sabemos qué es la red de la vida y la necesidad de cuidarnos; conocemos las múltiples opresiones y vivimos en primera persona las situaciones de esclavitud laboral a la que somos sometidas, las desigualdades laborales, sociales, educativas... Y todo ese conocimiento ayuda a construir un modelo energético y de vida más justo. Si no tenemos claridad en la posición y condición de las mujeres no tendremos replanteamientos energéticos vinculados a la red de la vida, a los cuidados y, por ende, a las expresiones de no explotación de los territorios ni de los cuerpos”.

“Ezkerrak jatorrizko herrietako bizitza ereduarekin zerikusirik ez zuen energia eredua hautatu zuen eta akatsa izan zen hura. Potentzia izaera hartu zuen eta arriskutsua da hori, botere hori ordaindu eta mantendu behar delako, eta horrek herriak eta komunitatea ahaztera eramango zaitu, ezinbestean”.

 

Misma guerra, diferentes actores

Lolita habla de vida, pero también habla de muerte, de guerra. “El ataque frontal empresarial de las multinacionales no se ha entendido como una guerra, pero lo es; es una agresión directa. Las opresiones actuales, racistas, de despojo, saqueo, muerte y destrucción no se han entendido en Europa, por eso no nos `acuerpan´ como deberían. Pero esto es una guerra, una guerra con diferentes actores”.

Para entender esta nueva recolonización debemos remontarnos hasta los Acuerdos de Paz de 1996. Después de los 36 años de guerra, después incluso de los Acuerdos de Paz, de los genocidios sufridos, los pueblos trataban de entretejer, otra vez, redes de resistencia y lucha. En ese contexto llegaron los Tratados de Libre Comercio, con EEUU a la cabeza. “En los Acuerdos de Libre Comercio con EEUU se vio claramente que la democracia estaba sometida por un estado que tiene empresas. Eso es perverso. Pero eso es precisamente lo que ofrece el Tratado de Libre Comercio: privatizar salud, la educación, los medios de comunicación, la energía eléctrica y abrir las puertas para las empresas transnacionales que traían ese supuesto desarrollo. Todo era falso. Nosotras ya veníamos de una guerra que nos ofrecía eso mismo. Al fin y al cabo, ¿qué es el Tratado de Libre Comercio? Legislar para dar apertura a las empresas. La oligarquía sube al poder y nos despoja de las tierras. Esas mismas oligarquías se vinculan con las potencias y nos oprimen aún más. Contra eso luchamos”.

Sin embargo, a pesar del esfuerzo, no lograron detener el tratado. Fue entonces cuando entraron las empresas multinacionales, y la nueva guerra. “Entraron con el ejército, con el arma y la bala por delante”.

“Gu ez gaude energiaren kontra baina energiaren beste banaketa bat exijitzen dugu. Kontua da: energia norentzat eta zertarako? Europan mugimendu asko ikusten ditut baina alternatiba bateratu bakar bat ere ez”.

Saqueo de los territorios

El saqueo de Centro América puede explicarse analizándolo por áreas. La explotación del agua viene de la mano de Europa, quien introduce hidroeléctricas en los territorios indígenas, además de ser el mayor responsable, junto a EEUU, de la deforestación. “Introducen sus monocultivos bajo el paraguas del falso planteamiento de la economía verde”. El petróleo está más vinculado a EEUU y Canadá, a través de las mineras. China, por su parte, impone empresas de explotación textil.

Lolita habla constantemente de estructuras completas. “Existen pactos entre el ejército y los narcotraficantes, es toda una estructura. Los narcos controlan nuestro territorio. No sólo nos violan y nos torturan, también nos descuartizan. Forma parte de la cultura del miedo”.

La vía del diálogo y la negociación institucional es un camino estéril, abocado al fracaso, en opinión de Lolita. “¿Qué podemos hablar con el Estado si éste se ha convertido en empresa?”, se pregunta. “Además, se trata de una expresión empresarial ninguneada, en cuanto hace de intermediario. En el canal de comercialización, las empresas transnacionales están aquí, y el Estado, como empresa intermedia, se convierte en poder judicial, legislativo y ejecutivo. El ejecutivo, legislativo y judicial es empresarial en sí mismo, vinculado a la mega expresión transnacional transfronteriza que son las empresas extractivistas, las multinacionales. Entonces, ¿por qué vamos a hablar con Otto Pérez Molina, ex presidente de Guatemala, si son las propias multinacionales las que marcan su agenda? Los pueblos no somos idiotas”.

“Nos están matando”

Las vulneraciones de los derechos individuales y colectivos en Centro América son múltiples y constantes. Lolita habla de violaciones sexuales en serie. “Hay empresas transnacionales que han llegado a los territorios y han violado a compañeras. Han remilitarizado los pueblos para ejercer control sobre la población. “Los militares son expresión de opresión permanente”, subraya.

“El mundo tiene que saber que nos están matando. No solo con balas, sino también porque nos quitan el agua y el alimento”. No en vano una de las vulneraciones que sufre su pueblo es la pérdida del agua. “Tal vez acá, en Europa, tengan el agua como un derecho universal, que lo es, pero allá se está se ha convertido en un privilegio”. Prueba de ello es que el agua, un bien vital, ya cotiza en Bolsa, o dicho de otra forma, se ha mercantilizado casi del todo. El agua ya tiene precio y mucha gente pasará sed por no poder adquirirla.

Al ser preguntada por los responsables de la explotación de su pueblo, menciona nombres fácilmente reconocibles, como el de Florentino Pérez, responsable de la hidroeléctrica ACS en Guatemala, empresa responsable del desvío del agua que dejó a 30.000 personas sin agua. En la actualidad existen sentencias condenatorias en su contra. “Florentino Pérez llegó con paramilitares vinculados con genocidas, la mafia corporativa en Guatemala, y con influencias de relaciones de poder con la justicia y la legislación, es decir, con todo un aparato sosteniéndolo. Vino a Guatemala a masacrar y a saquear. Cuando llegó se vinculó con la estructura criminal dirigida por genocidas como Otto Perez Molina, ahora en la cárcel”.

“Multinazionalen erasoa ez da gudatzat jartzen, baina gerran gaude, aktore ezberdinen gudan. Jendeak jakin behar du hiltzen gaituztela, ez soilik balekin, baita ura eta janaria kenduta ere. Multinazionalak armadarekin batera sartu ziren gure lurraldeetara, armak eta balak aurretik” .

Nombres propios

Pero, ¿de qué empresas hablamos exactamente cuando hablamos de transnacionales que vulneran derechos individuales y colectivos? Lolita pone nombres y apellidos sobre la mesa: Monsanto, Nestlé, Enel, Coca- Cola, Apple, Telefónica, Repsol, BBVA, Banco Santander, Endesa, Basic Petrolium, McDonalds…

Coca-Cola, por ejemplo, está causando estragos en Chiapas (México), donde se le ha arrebatado el agua potable a las poblaciones hasta verse obligadas a comprarla embotellada. “Para mí Coca-Cola es referente inmediato de criminalidad; sin embargo, aquí lo tenéis normalizado, lo consumís con asiduidad. Las empresas son los criminales vestidos de blanco y con corbata”, enfatiza.

La propia legalidad vigente condena, en algunos casos, estas prácticas. Es el caso de la Hidroeléctrica Chixoy, una central hidroeléctrica que se extiende en el río del mismo nombre y que es la planta de mayor capacidad de generación eléctrica de Guatemala.

“Guatemalako ezkerrek, zaharkituta asko, autokritika egin behar dute. Energiaren estraktibismoaren aldeko haututa egin zuten eta hori izan zen, hain justu, herrien planteamendutik aldendu zituena. Zapaltzaile zuriaren influentzia handia izan zuen ezkerrak”.

Energía sí, pero ¿para quién?

Lolita rechaza el mantra interesado que asegura que los pueblos indígenas están en contra de la energía. “No estamos en contra de la energía pero exigimos otra redistribución de la misma. La cuestión es: ¿energía para qué y para quién? Nos tratan como indios idiotas, pero claro que entienden a qué nos referimos, el problema es que nuestra defensa choca con sus intereses”.

La cuestión es: ¿está Occidente preparado para un decrecimiento, con la consecuente pérdida de privilegios que ello implicaría?” Lolita tiene claro que no hay vuelta atrás. “Ecofeminismo es lo que toca. Ha llegado el momento de replantearse otro modelo de energía y vida. “En Europa no veo ninguna propuesta alternativa. Hay muchísimos movimientos, pero no convergen”, lamenta.

Habla también de la necesidad urgente de una transformación energética con perspectiva de género. “Más bien feminista”, apostilla. La nacionalización energética y no vinculada al entretejido empresarial es urgente como paso previo a la autonomía de los pueblos, subraya.

Recuerda que actualmente, solo en Guatemala, hay propuestas alternativas en marcha; replanteamientos de modelos energéticos que sustituyen al modelo de desarrollo y extracción que imponen las multinacionales: en primer lugar, un estado plurinacional desde los pueblos, y, en segundo lugar, el derecho al buen vivir.

Pero, ¿es posible la mercantilización de la naturaleza de una forma más justa y reparadora o debemos renunciar al modelo extractivista? Muchos son los gobiernos de izquierda que han tratado de combatir los problemas estructurales de América Latina, es decir, la extrema desigualdad y la pobreza endémica. Sin embargo, aquellos gobiernos tampoco rompieron con un modelo económico extractivista tan dependiente de los bienes naturales.

Recuperar la red de vida

“Desligarse del modelo de la vida de los pueblos originarios fue un gravísimo error, porque entras a la competencia de potencia, de poder, y eso es peligroso, porque es un poder que hay que costear, sostener y cuidar. Es entonces cuando te olvidas del pueblo, de la comunidad y lo comunitario, del territorio y, al fin y al cabo, de la vida”.

Por ello, Lolita considera importante analizar lo que ocurrió con los citados gobiernos de izquierda para afrontar los retos que están por llegar. Asegura que muchos gobiernos de izquierda asumieron recetas occidentales, obviando los planteamientos de los pueblos originarios.

“Las izquierdas en Abya Yala, (su pueblo) obsoletas muchas, necesitan una crítica en relación al modelo. El modelo extractivista por el que optaron fue precisamente lo que se desligó de nuestro modelo ancestral internacional, de nuestro planteamiento de vida en la red de la vida. Ahí no nos encontramos en los pueblos. Hubo bastante expresión de supremacía con influencias del blanco opresor”.

Pero, entonces, ¿cómo generar crecimiento económico que erradique la pobreza sin caer en un modelo depredador? Lolita explica que en las comunidades ya existen experiencias. “Las transnacionales vienen a extraer energía para vincularse con la minería y con las empresas industriales, megaturismo, las grandes empresas como Coca-Cola, MacDonalds… Nosotras decimos que no, y el no se respeta, con dignidad. Pero decimos sí a nuestro replanteamiento energético, no por una empresa de afuera, sino energía generada por la propia comunidad en su autonomía, con su territorio y sus bienes naturales. Si una comunidad no puede generar energía para la vida, para la comunidad, y necesita energía para, digamos, 65 casas, se la damos. Y la economía se genera remunerando, sí, pero de manera justa; no vamos a pagar por kilovatios de acuerdo al mega mercado, a la oferta y la demanda de la energía que controla Estados Unidos. Es brutal que paguemos más en Guatemala una tarifa energética que lo que paga Trump”.

Aboga por una economía comunitaria para la vida, una economía que genere toda una redistribución. Habla también de la redistribución de la tierra. “Que se nos devuelva nuestra tierra, la que los oligarcas nos quitaron”. Esa es otra de las propuestas de las comunidades: tierra y libertad. “No tenemos tierra. Si Europa no quiere sembrar que no lo haga, pero nosotras y nosotros sí”. La territorialización, las autonomías, la libre determinación, economía comunitaria para la vida y energía para la vida.

“En Colombia, Argentina, México, en todo Centro Ámerica vamos a encontrar una semillita de este entretejido. No necesitamos a Monsanto, Banco Santander, Coca-Cola…Tenemos modelo de vida comunitarios y territoriales que pueden salvar el mundo. Escúchennos”, exige.

“CPK-k (Consejo de Pueblos K`iche) Gobernuz Kanpoko Erakundeen papera zalantzan jartzen du. GEE-k garapenaren eta munduko bankuaren aldeko diskurtsoak ezarri nahi dituzte, baina mendebaldeko errezetak dira horiek, ez gureak. Harremana izango dugu baina autonomiari lehentasuna emanez”.

Sin recetas de Occidente

Lolita rechaza lo que define como “recetas impuestas por Occidente, lo que considera expresiones impuestas como verdades absolutas. “Europa tiene una supremacía perversa, tiene su verdad y parece incuestionable. No contextualiza”.

Habla, por ejemplo, de la formación que reciben por parte de las ONGs en su territorio. “Nos tratan de formar entorno a los roles y los enfoques de género. Pero el enfoque de género lo plantean como género y mujeres en desarrollo. Pero eso nada tiene que ver con nosotras, nosotras estamos en contra del desarrollo capitalista y patriarcal que nos presentaban. Nos preguntaban: ¿cuántas mujeres van a participar en la empresa? ¡Pero si nosotras no queremos participar en la empresa! Era un choque enorme”.

Reivindica la necesidad de crear su propia memoria, su propia genealogía feminista. “¿Cuándo empezaron las mujeres a luchar?, nos solían preguntar. `Con el sufragio´ decían, ¡pero si muchas de nosotras ni siquiera votábamos! No, les contestábamos, las mujeres no empezaron ahí, nuestras referentes de lucha son otras: las abuelas, las ancestras, las tejedoras, las sanadoras, las que daban vida... Tenemos nuestras propia genealogía”.

Reciprocidad versus supremacía

Lolita considera imprescindible diferenciar entre internacionalismos y ONGs. “Cuando tuvo lugar la guerra, muchos grupos internacionalistas vinieron a Guatemala a ayudar a los pueblos; era una vinculación de reciprocidad, mucho más que una simple cooperación internacional o ayuda humanitaria. A las CPR (Comunidades de población en resistencia) llegó gente de Euskal Herria. Vivían en los territorios, dentro. Existía una relación comunitaria, no era una relación de supremacía. Recuerdo que llegaban compañeras dispuestas a mojarse, a guerrear”. Después, lamenta, llegaron las ONGs. “La ONGzación o ayuda humanitaria vino como un paso después de lo que llamamos solidaridad. Yo creo que ahí algo no se tejió bien... con matices, claro... pero la prioridad era su propio su proyecto, su fondo económico...”

Explica que el propio CPK (Consejo de Pueblos K`iche) aboga por la paralización de la ONGzación. “El gran problema es que la ONGzación estaba generando discursos pro-desarrollo y pro-Banco Mundial, siguiendo las recetas occidentales. Vamos a relacionarnos, sí, pero la autonomía es más importante”, destaca.

Que germine la lucha

A pesar de los obstáculos, Lolita no cesa en su lucha. Y es que, tal y como le dijo Norita, de la Plaza de Mayo, “quien pierde la lucha es quien la abandona”.

Lolita pertenece a la misma generación de mujeres que Berta Cáceres, líder indígena, lenca, feminista y activista del medio ambiente hondureña asesinada por defender el río Gualcarque (Honduras) y un territorio ancestral.

Lolita habla de redes, de acuerpamiento. “Saber que tenemos expresiones de defensa hasta en el último rincón del mundo nos aporta vida, energía, es la constatación que no estamos solas. Hasta en el último rincón que te puedas imaginar hay una defensora. Nos encontramos en los caminos, en las luchas y en las movilizaciones”, sonríe.

“Berta es compañera. Lloramos por ella, pero nos levantamos y seguimos su historia. Su memoria, su vientre y su sangre camina con nosotras. Si me matan a mi se jodieron porque hay miles que van a sembrarme”. Que germine la lucha.

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