Desmontando un capitalismo basado en el Trabajo gratuito de mujer

Cuatro generaciones de mujeres hablan de discriminación en primera persona

Pocos días después de la ya histórica jornada de paro y movilización del 8 de Marzo, cuatro generaciones de mujeres se juntaron en la sede de ELA y debatieron sobre discriminación, hombres, cuidados, violencia y feminismo durante casi dos horas. Mertxe Lopez de Gereñu, Lourdes Rodríguez, Marta Obregón y Lorea García cuestionan un sistema basado en el trabajo gratuito de cuidados de las mujeres, exigen un cambio radical, y en el ínterin plantean medidas concretas como que, a todos los efectos, se consideren años trabajados los dedicados a las tareas del hogar y cuidados.

El 8 de Marzo, una ola imparable

Lourdes, emocionada, no dudó en calificar de “hito” la jornada movilizadora del pasado 8 de Marzo, y asegura que ya nada será igual. “Llevo más de 40 años trabajando en el movimiento feminista, y el 8M supuso ver que todo el trabajo hecho ha empezado a socializarse; de repente ví la ola”. “Es una manifestación de fuerza que hay que organizar”, apuntó.

Mertxe estuvo en Andoain, y para ella fue también una gran sorpresa la respuesta social. “De repente se llenó la plaza, las calles, los comercios cerrados... Durante la semana el tema de conversación era la huelga feminista, pero para nada me esperaba lo que pasó. Marta, sin negar la emoción y todavía impresionada por el minuto del silencio que se vivió en la plaza Moyúa de Bilbao, al mediodía, rememora el 8 de Marzo con sentimientos divididos. “En mi ofi cina salimos a la huelga dos mujeres, y tuvimos que ver sonrisitas y oír comentarios que me molestaron, francamente. Hubo muchas mujeres que no pudieron hacer huelga por miedo a las represalias. Queda mucho por recorrer”, afi rmó.

Mertxe está de acuerdo. “Entre las mujeres de mi generación noto que hay muchas ganas de cambiar las cosas pero, al mismo tiempo, falta decisión, arranque. Toca seguir con lo que ha empezado”, animó.

Mujeres visibles y poderosas

En este camino hacia la igualdad que la sociedad quiere empezar a recorrer, nuestras interlocutoras coincidieron en señalar la importancia de que haya mujeres en puestos de responsabilidad, tocando poder. Sin embargo, para que eso derive en una transformación social hace falta un elemento más, “que sean feministas”.

Emakumeen aurkako indarkeria ez da lau zororen kontua. Banako konponbideek ez dute konponduko arazo kolektibo bat. Ez dugu kolektibo homogeneo bat osatzen.

“Si repiten moldes masculinizados sigue habiendo el mismo problema”, aseguraron.

Marta pone como ejemplo el caso del Banco Santander. “Su máxima dirigente es una mujer, Patricia Botín. Sin embargo, no se ha traducido en que las mujeres que trabajamos allí hayamos visto mejorada nuestra situación. Eso sí, algunos se llenan la boca diciendo que en nuestra empresa no hay discriminación porque la que manda es una mujer... “.

Lourdes defiende, sin embargo, que siempre es positivo que entren mujeres en puestos de responsabilidad porque marcan referencias. “Aunque lo hagan igual de mal que un hombre, su aportación es demostrar que nosotras también podemos estar ahí”.

El techo de cristal

La realidad es tozuda, y tal como relata Marta, el 61% de las 910 personas que componen la plantilla del Santander en el País Vasco son mujeres. Sin embargo, en los niveles más bajos hay 369 mujeres y 65 hombres. “Si eso no  es discriminación, si eso no es un techo de cristal, ¿qué es?” –cuestiona  Marta –, mientras las demás asien- ten. Esa realidad está claramente extendida en el tejido productivo, de ahí la brecha salarial.

“Cuando hablamos de la discriminación de las mujeres en el mercado de trabajo no hablamos de que a igual categoría e igual trabajo las mujeres ganemos menos, –continúa– eso ningún juez de lo social lo aceptaría; hablamos de otras cosas más sutiles: ¿a quién se contrata? ¿quién y por qué asciende? En Banca, por ejemplo, hay que regalar las tardes a la empresa. Si metes muchas horas gratis, el banco te premia. Si alguien considera que tiene una vida y una familia, además de un trabajo, no hay premio. Y casualmente, esas suelen ser mujeres. La pregunta es: ¿por qué nosotras ponemos límite a nuestro empleo y los hombres no? ¿por qué nosotras no nos podemos permitir
trabajar 12 horas al día fuera de casa y ellos sí? Nos evalúan cada año: parte es resultado y parte actitud. Pues bien, la actitud cuenta un 40%. Y todavía hay mujeres que justifican la situación y comentan que “nosotras no llegamos alto porque no queremos llegar...”

El mercado de trabajo, una jungla para las mujeres

Mertxe relata cómo su familia tenía un negocio, gestionado por su marido, en el que acabó trabajando: primero gratis, luego con un pequeño sueldo; al principio, sin cotizar; más tarde, dada de alta en Autónomos. Y todo gracias a una larga y no siempre pacífica pelea con su patrón, su propio marido. “Yo ya tenía trabajo de sobra en casa, con mis suegros y cinco hijos, pero llegó un momento en que vino bien que “también ayudara” en la tienda. Fue complicado conseguir esos derechos tan básicos porque a los hombres de nuestra época les asustaba mucho que la mujer tuviera ideas propias y que manejara dinero”, explica.

A los hombres de antes y a los de hoy, porque precisamente la independencia económica, que facilita también la personal, es una de las claves para que las mujeres no tenga que soportar situaciones no deseadas. “La independencia económica es básica en el camino hacia la igualdad”, resaltan todas de manera unánime.

El trabajo en casa no es trabajo, o los cuidados gratuitos en nombre del amor

Y surge el nudo gordiano en el debate: la necesidad de redefinir el concepto de trabajo. Lourdes pone el dedo en la llaga. “La madre del cordero es un sistema capi- talista que se basa en el trabajo que hacen las mujeres sin cobrar. Todas las mujeres trabajamos en casa, y algunos hombres ayudan. Y el sistema quiere que eso no se pague. Seamos conscientes de que el sistema saca de este trabajo una plusvalía bestial: es el trabajo que no pagan, los servicios que no prestan. ¿Cuántos trabajadores del metal estarían dispuestos a meter 16 horas diarias gratis? Pues eso es lo que las mujeres están haciendo en casa, históricamente. La responsabilidad del cuidado es del
sistema, pero el sistema no quiere asumirlo”. “Por eso, este sistema que tenemos que desmontar está empeñado en mantener ese trabajo como privado, no laboral y gratis, sobre todo, gratis”, –continúa Lourdes –, al tiempo que muestra su convencimiento de que “cuando los hombres se queden en casa, esto cambiará.

La conciliación laboral,  trampa para la mujer actual

La mujer antes, sólo trabajaba en casa. Como buscó la autonomía económica, ésa que sólo se puede conseguir en el sistema actual fuera del hogar, pasó a tener una doble o triple jornada laboral... Ponemos sobre la mesa el tema de la conciliación de la vida laboral y familiar y los ánimos se encienden.

“Emakume guzti-guztiok lan egiten dugu etxean, eta gizon batzuek “laguntzen” dute. Eta sistemak ez du horregatik ordaindu nahi. Jakin behar dugu sistemak lan horretatik gainbalio izugarria ateratzen duela: ordaintzen ez duten lana, ematen ez dituzten zerbitzuak.”

Ahalduntzeko esaten digute, baina emakume zurioi, enplegu ordaindu eta unibertsitate-ikasketak ditugunoi esaten digute... Galdera hauxe da: Nork elkartuko ditu paperik gabeko emakumeak, nork sostengatu eta ahaldunduko?
Emakumeok ez dugu kolektibo homogeneo bat osatzen.

Mertxe: Yo no he tenido tiempo ni para mirarme en el espejo, me esperaban demasiadas cosas. He metido tantas horas que a veces llegaba el mediodía y ni siquiera me acordaba de si había desayunado... Me parecía que aquello  era lo que tenía que hacer; hoy no veo así las cosas.

Lourdes: Vivimos en un sistema que nos ha impuesto como natural trabajar para vivir. Además, nosotras debemos hacerlo sin parar. Tenemos tres jornadas: trabajo, casa y militancia. Sin tiempo para nuestra persona. El tiempo libre, más allá de los cuidados, debería ser una reivindicación de la clase trabajadora.

Marta: En el Santander, el índice de peticiones de media jornada entre las mujeres se ha disparado. ¿Por qué? Porque es la única forma que tienen de irse a la hora sin represalias por no querer trabajar gratis por las tardes. Claro, eso tiene consecuencias: en el último ERE voluntario, las primeras a las que se les propuso irse fue a todas las que estaban con reducción de jornada, en baja por maternidad, mujeres a punto de dar a luz...

Lourdes: En la industrialización se dieron cuenta de que las mujeres no estaban asegurando la reproducción de la clase trabajadora,por eso las enviaron a casa. Esa medida la avaló tanto la derecha como la izquierda. Las cosas no han cambiado tanto: lo que antes denominaban vuelta al hogar, ahora lo llaman conciliación; es más políticamente correcto.

Yo pienso: ¿cómo vamos a liberar a las mujeres dentro del sistema capitalista? Es imposible. Como mujeres, como sindicalistas, el capitalismo es el enemigo.

¿Y qué hay de los hombres?

Al ser cuestionadas sobre el papel que juegan los hombres en este sistema tan injusto para la mitad de la población, la unanimidad es total.

Lourdes: Los hombres con un nivel crítico mínimo tienen que hacerse preguntas. La primera debería ser: ¿qué pinto yo en esto? En el mejor de los casos, los que analizan la cuestión se dan cuenta de que son cómplices de la opresión de las mujeres. Los hombres tendrán que hacer su camino y aceptar su complicidad. Lo mismo que las mujeres llevamos ya tiempo haciendo el nuestro.

Mertxe: A día de hoy están cómodos con sus privilegios, no les interesa que haya cambios. Habrá que ponérselo un poco más incómodo y difícil, ¿no?

El tan traído y llevado empoderamiento femenino

En ocasiones se afirma que las mujeres tienen un problema de autoestima o empoderamiento. ¿Qué opinan nuestras contertulias de esto?

Lourdes: Me da pánico que el empoderamiento se plantee como un proceso individual. Te dicen: mujer, métete al agua sola y con marea roja... Perdona pero no, mejor con la marea baja y acompañada, respaldada. A las mujeres nos dicen que nos empoderemos, pero nos lo dicen a las mujeres blancas, con empleo remunerado, estudios universitarios... La pregunta es: ¿quién colectiviza a las mujeres sin papeles, quién las respalda y las empodera? Las mujeres no somos un colectivo homogéneo.

Marta: A veces, entre nosotras también nos hacemos trampas. Yo no pertenezco a un sector laboral feminizado que lucha por un salario digno, y hay quien piensa, e incluso verbaliza, que de qué me quejo. El sistema quiere que compitamos entre nosotras y muchas veces lo consigue.

Violencia machista: ¿más o la de siempre visibilizada?

Mertxe: En mi época se decía que un buen marido era el que no te pegaba... Yo he visto muchas formas de violencia alrededor, y a veces la física no era la peor.

Lourdes: La violencia contra las mujeres se da en todos los espacios de la vida, en todas las etapas. A las mujeres se nos ha situado en un sitio, vivíamos y aún vivimos en función de los demás. Cuando eso no funciona, se emplea el castigo. Además, se denuncia la violencia que se ve, pero toda la que queda invisibilizada no se denuncia, se desconoce.

Lehen neurri gisa, gobernuak baliokidetu beharko zituen etxean lan egindako urteak, pentsioa jasotzeari begira edo, behintzat, senarraren pentsioa %100 subrogatzeari begira, zeren emakumeoi ez baitigute ordaindu etxean  egindako zainketa-lanengatik.

Luego está el miedo a contarlo, elcuestionamiento a una misma. El control social es bestial: te preguntan qué ropa llevabas cuando fuiste agredida... Por eso son tan importantes las campañas como Yo te creo. La violencia contra las mujeres no es cuestión de cuatro tarados. No hay que buscar soluciones individuales a un problema colectivo. En los últimos años el movimiento feminista se ha volcado en ampliar el concepto de violencia: chistes, comentarios sexistas, acoso callejero... Está habiendo una redefinición, muy necesaria, de lo que es violencia.

Todas: Sí, son todas esas pequeñas humillaciones,’ una violencia de baja intensidad’ que se da en todos las esferas de la vida, todos los días. Miras hacia atrás y te das cuenta de cuántas veces te has sentido violentada: cuando te mandan callar de forma aparentemente educada y discreta... “Tú de esto no entiendes”, “mejor te lo explico yo...”. Es violencia cotidiana, ejercida, en muchas ocasiones, por personas que quieres y que supuestamente te quieren.

A la vejez, más pobres y solas

En un sistema donde prima lo productivo, lo que crea beneficio económico, ¿con qué se encuentran las mujeres una vez dejan de trabajar?

Mertxe: Yo he notado que a partir de cierta edad mi opinión parece no contar; o contar todavía menos, porque a lo largo de mi vida en muchas ocasiones he sentido que se daba por hecho que yo no tenía nada que opinar.

Lourdes: Cuando eres mayor se unen dos factores: edad y género. Tu valor se devalúa aún más.

Mertxe: Más vieja y más pobre. Porque estás mayor, sin posibilidad de sacarte por tus medios las castañas del fuego, y tras toda una vida de trabajo te encuentras con pensiones que no llegan para vivir. Tiras de ahorros, si los tienes, claro. Yo cobro 400 euros por lo que he cotizado y poco más de 300 de viudedad...

Lourdes: Es increíble ver cuántas mujeres han trabajado en casa toda su vida y no tienen derecho a una pensión de jubilación. Las mujeres que no han cotizado han trabajado siempre, y deberían tener derecho a una vida digna y
autónoma. En el franquismo, los hombres solían decir: “mientras yo pueda, mi mujer no trabaja”. Y resulta que la buena mujer igual tenía 8 personas a su cargo en casa, pero oye, no trabajaba (comenta con sorna).

Marta: Mucha gente está complementando sueldo o pensiones con la renta basica. Trabajadoras y trabajadores pobres, viejas y viejos pobres. Como primera medida, el Gobierno debería convalidar los años trabajados en casa por
años cotizados y tener derecho a una pensión por ello; o, en el peor de los casos, subrogar al 100% la pensión del marido una vez fallecido, ya que a las mujeres no les han pagado por todo el trabajo de cuidados que han realizado.

Iritzia

Y después del 8 de marzo...

YAYO HERRERO, activista ecofeminista

Elkarrizketa

“Gauez etxera joan orduko hasten gara urduritzen: hor bukatzen da gure gozamena”

Lorea Garcíak (Etxebarri, 1988) argi izan du beti jendeari laguntzea dela bere bokazioa. Martxoaren 8ko uholdean izan zen bera ere, matxismoak eragiten duen itotasunetik ihes egiteko beste emakumeekin batera arraun egiteko prest.