Garantía de independencia

Mirentxu Purroy y Mariano Ferrer son historia viva del periodismo vasco, siempre desde la independencia partidista pero con un compromiso personal y político con la justicia y la democracia. Han sido una garantía para sus oyentes y lectoras, una lección de honestidad y… un libro abierto, como se comprueba en esta entrevista.

-Hace poco se cumplieron 40 años del nacimiento de Egin: es uno de los nexos que os unen...

MARIANO FERRER (MF): Sí, yo fui el primer director, un cargo que afronté con muchísima ilusión, pero luego fueron prevaleciendo oscuros presagios. Salimos a la calle el 29 de septiembre de 1977, pero no pudimos cumplir el objetivo de ser los primeros en dar voz a la gente. Era un proyecto para luchar por la democracia y la libertad desde un medio que por primera vez iba a informar desde la realidad con un concepto de país, de toda la ciudadanía vasca… Eso se reveló muy difícil. Hacía falta mucho dinero, no había periodistas suficientes (y mucho menos euskaldunes…) y, por si fuera poco, Deia se adelanta por unos meses y las dificultades se duplican. Ya éramos dos periódicos que necesitábamos cosas y recursos parecidos. Se nos fueron a Deia las dos personas que iban a ser responsables de la redacción de Bizkaia… Ello impidió a Egin trabajar todo el espacio comunicativo abertzale. Y en esa situación, pues tampoco íbamos a hacer un periódico para los que iban a leer Deia, claro…

MIRENTXU PURROY (MP): Yo fui la cuarta directora de Egin, después de Mariano, Juan Ramón Martínez (que murió en accidente de tráfico a finales de 1978) y Luis Lacasa, que duró muy poco. Y después de mí, ya vino José Félix Azurmendi. Fueron años muy difíciles, con una tensión política enorme. A mí todo aquello me pilló en medio de disputas políticas muy duras.

Mirentxu, tú tenías experiencia como directora en la revista semanal Punto y Hora.

MP: Sí, Punto y Hora fue un proyecto que afronté con mucha sensación de vértigo. Para daros una idea de cómo estaban las cosas, cuando venía de Madrid a Iruña para arrancar el primer número, me quedé atascada en Gasteiz con las barricadas del 3 de marzo de 1976. Apenas un mes después, la revista salió a la calle, de forma muy humilde y con muchos riesgos. Toda la redacción firmaba con seudónimo, porque trabajábamos en otros medios y porque el peligro era enorme. Sufrimos muchos atentados de la ultraderecha, secuestros de la publicación, amenazas de muerte, y yo misma acabé en la cárcel por publicar una carta sobre la represión de la Guardia Civil en las fiestas de Lekeitio. Yo tenía que ir cada semana a enseñar las pruebas de la revista a Jaime del Burgo (padre de Jaime Ignacio), entonces el censor del Estado en Iruña, y él me decía: ‘Pero bueno, ¿como queréis publicar esto?’. Para él, lo que queríamos hacer era inconcebible.

¿Cómo véis la evolución de los medios de comunicación en estos 40 años?

MF: En los 70 y 80 entendíamos el periodismo como un servicio a la sociedad y la democracia, tanto aquí como en otros sitios del Estado. Luego se fue normalizando la fragmentación política en la profesión: del objetivo común de afianzar las libertades se pasa a defender opciones políticas determinadas. Más tarde, ya desde mediados de los 90 se acentúa la concentración de la propiedad de los medios y, con ello, la incrustación en poderes económicos muy concretos. Los medios fueron convirtiéndose en apéndice de intereses políticos partidistas, y más tarde, también económicos…

El ejemplo de El Mundo lo conoces bien, Mariano…

MF: Sí, yo fui jefe de opinión de El Mundo del País Vasco. Pedro J. Ramírez, cuando se va de Diario 16 y monta El Mundo, quiere hacer un nuevo El País. Empieza con una línea muy abierta –ahí estaba Javier Ortiz, por ejemplo–, pero se da cuenta de que no lo va a conseguir, y entre 1993 y 1996 (última legislatura de González) imprime un giro a la derecha y convierte El Mundo en lo que conocemos hoy. A mí, al principio, me dejaban escribir, luego me decían cómo tenía que hacerlo, y al final, los editoriales de la edición vasca los acaban haciendo directamente en Madrid.

En paralelo, se ha producido una creciente precarización del oficio.

MF: Sí, porque además de la crisis que ha sufrido todo el mundo, en nuestra profesión se gestionó muy mal lo digital. Eso provocó que la crisis fuera mucho mayor de lo necesario, y con ello la precariedad: sueldos bajos, ninguna seguridad laboral, y muy poco tiempo para informar. Ahora ya es muy raro encontrar noticias o exclusivas en los periódicos (no digamos en los demás medios), y por eso se tiende a la espectacularización de hechos que ya se saben… Y por ahí llega el bajón de la calidad informativa.

MP: Junto con la precariedad llegó el descrédito mayoritario de la profesión, que se ha ido agravando al ritmo de la profesionalización de la política. Hace no tantos años, las periodistas teníamos acceso a las fuentes originales de la información (políticos, fuentes fiables de primera mano, etcétera), pero poco a poco se fue imponiendo la dictadura de los gabinetes de comunicación, las notas oficiales…

MF: Hasta el punto de que la periodista ya no sale de la redacción, está enterrada entre notas oficiales, informaciones de agencia... Ya no se buscan noticias. Además, publicar la información institucional nunca te crea problemas, y eso va creando una profesión cada vez más acomodaticia.

¿Qué otras razones hay para el descrédito del periodismo?

MP: Sin duda, el periodismo declarativo. Yo no consentiría que las declaraciones de políticos o personas famosas tuvieran tanto espacio. Parece que lo importante es lo que dicen cuatro, y no lo que pasa de verdad. Cuatro aprovechados oportunistas deciden qué es noticia, y los demás... ¿tenemos que aceptarlo?

MF: Llega un punto en que no se distinguen las declaraciones de los hechos. Yo reservaría un espacio limitado para frases de políticos, para que no digan que se les censura, y el resto tienen que ser noticias y hechos relevantes para la ciudadanía, bien explicados. Pero, en fin, cuando ya se aceptan ruedas de prensa sin preguntas…

Radios, TV, webs, periódicos… Todo gira en torno a la información de los gobiernos, ya sean estatales o autonómicos…

MP: Ahí, sin duda, la televisión es el mayor ejemplo de vasallaje del poder, tanto canales públicos como privados. Pero hablando de lo de aquí, ETB podría llamarse perfectamente Arantxa Tapia Telebista. Tiene que vender una imagen de país próspero y todo eso, pero ¿tiene que ser noticia todos los días? El resto del país no existe. Y estamos hablando de un medio público.

MF: Ya sabemos que los grandes medios configuran el marco del debate social. Fijan lo que es debatible. En el fondo, la comunicación es la lucha por lograr el consenso en torno a las propias ideas y posiciones, lograr que la gente piense de la manera que nos interesa. Y en eso, los poderosos llevan ventaja; se impone continuamente el enfoque de los que mandan, con mensajes falsos que vamos interiorizando. Por ejemplo, que la crisis es culpa nuestra por haber vivido por encima de nuestras posibilidades.

Se atribuye a Orwell aquello de que “una noticia es algo que alguien no quiere que se sepa; todo lo demás es propaganda”. Pero en esencia, ¿qué es una noticia?

MP: Hoy en día, es el poder el que fabrica las noticias, y luego la machacan todo el día con todas las herramientas que tienen a mano: tertulias, chistes… Y es una rueda que gira sin parar, autorreferencial, hasta que todo el mundo asume que eso es relevante.

MF: Noticia es lo que tiene que saber la gente para que pueda actuar como ciudadanía consciente y activa en el terreno que sea (político, social, cultural…). Es decir, no basta con revelar un hecho o un dato nuevos, sino que hay que exponer las razones y las causas.

Contextualizad.

MP: La gente tiene que saber por qué pasan las cosas, hay un anverso y un reverso. Yo leo en papel, pero también mucho en digital, y siempre puedes encontrar islas informativas. Lo que echo en falta son las repreguntas cuando el entrevistado elude contestar. Siempre hay que apretar un poco más, es nuestra obligación como periodistas.

MF: Además, no podemos limitarnos a dar opiniones, y así cubrir el expediente. Personalmente, y ahora que he llegado a una edad (va a cumplir 80 años), he tomado la decisión de no ver la realidad exclusivamente a través de los medios. Ya no voy a leer tres periódicos al día. Y lo digo yo, que he llegado a emplear seis horas todos los domingos… Ahora mismo, basta con estar un poco al día para seguir cualquier debate. Están tan estancados, y se repiten tanto…

MARIANO FERRER
“Publicar la información institucional nunca da problemas; y eso crea profesionales acomodaticios”
“Noticia es todo lo que tiene que saber la gente para poder actuar como ciudadanía consciente y activa”
“El Teleberri se ha convertido en un salón de pinchos; es una vergüenza”
“El Estado es muy fuerte, pero la idea de España cada vez es más débil”
“Después de ETA, la sociedad vasca está como de resaca, y el PNV lo ha interpretado bien; Urkullu es el tranquilizante perfecto”
“En Euskadi no hay oposición política”
“La izquierda abertzale tiene bastante olvidada la cuestión social”

¿Cómo debe ser un medio público?

MF: Bueno, el Teleberri se ha convertido en un salón de pinchos. Es una vergüenza.

MP: Albert Camus decía que el periodista debía ser el vocero emocional del pueblo, y un medio público debe reflejar la realidad, le guste o no al Gobierno de turno. Lo que hay ahora son cuotas de partido. En EiTB así se reparten los minutos… Sí, una vergüenza, lo contrario al periodismo. Aquí lo público es partidista, no es público.

MF: Yo me voy a arriesgar. Yo no admitiría medios informativos públicos. Algo que depende de un Gobierno no puede ser imparcial. Por ejemplo, la TV pública debería limitarse a trabajar contenidos no rentables, que no va a hacer nadie más: cultura, documentales, arte… Cosas diferentes, no dependientes de la rentabilidad inmediata, pero necesarias para una sociedad.

¿Por qué la mujer no encuentra en las plantillas de los medios el sitio que debe corresponderle, a pesar de que son mayoría en las facultades?

MP: En estos últimos 40 años no estamos mejor, pero somos más hipócritas. Las mujeres siguen sin estar en puestos de decisión, y cuando están, seguramente cobran menos, como me pasó a mí en Egin: yo cobraba menos que los otros directores, que eran hombres. Persiste el sustrato cultural del franquismo. Hay mucho por hacer.

MF: En mi caso, en Radio Popular había bastante equilibrio entre sexos, pero lo cierto es que los programas de peso en todas las radios los han conducido hombres hasta hace muy poco, aunque ahora están Pepa Bueno, Julia Otero, Gemma Nierga… Desde luego, esta cuestión ha empezado a chirriar mucho más desde hace dos o tres años, por el auge del feminismo. De todas formas, no hace tanto hice una comprobación: cogí un día cualquiera El País, y la primera foto de una mujer aparecía en la página 39. A eso cuesta mucho darle la vuelta.

MP: Para empezar, la mujer no se ha podido desprender de las tareas domésticas, y eso es un freno. Por contra, a veces ocurre que en un medio concreto, después de un conflicto muy gordo, ponen a una mujer al mando, ¿quizá porque tenemos esa cualidad de recomponer puentes rotos? ¿o como último recurso porque nadie quiere ese puesto?

Muchas mujeres periodistas han dado el salto a la política (Uxue Barkos, Maddalen Iriarte, Jasone Agirre). ¿Por qué?

MF: En estos casos, está claro que la periodista ya es conocida, tiene una cierta visibilidad… Voy a contar una cosa personal. Un partido, no diré cuál, me propuso ir de candidato a alcalde en Donostia. Les dije que sí, con una condición: que necesitaba cuatro años de preparación fuera de la radio, para conocer los detalles de la vida política municipal. Y que si me pagaban un salario normal y corriente esos cuatro años de pretemporada, adelante… Evidentemente, no quisieron. Con esto quiero decir que hace falta estar muy preparado para dar el salto a la política…

MP: Bueno, ¿y qué te crees que saben los que están ahora? Lo que ocurre es que los periodistas ya tienen una relación fluida con políticos, y eso facilita el salto. Además, poniendo una cara conocida en mi candidatura, meto una cuña con la oposición… En fin, hay muchas tentaciones por ahí.

Ambos habéis trabajado en castellano. ¿Cuál es vuestra relación con el euskera?

MF: Yo siempre he tenido un entorno erdaldun, e ingenuamente creía que podía aprender euskera yo solo. Después de muchos intentos, hoy leo en euskera, lo entiendo bien y vivo en euskara dos o tres horas al día, pero me falta fluidez.

MP: Nosotras somos la generación perdida o, mejor dicho, prohibida del euskera. En mi Navarra era imposible encontrar una euskaldun. Yo trabajé desde muy joven, y pasé bastantes penalidades intentando aprender euskera. No tener fluidez en euskera me ha llegado a suponer humillaciones profesionales, y a veces me han ninguneado por eso. Leo euskera, lo entiendo, siempre con dificultad. Ahí está, todas las noches, en mi mesilla.

MIRENTXU PURROY
“En Punto y Hora, toda la redacción trabajábamos con seudónimo; yo misma acabé en la cárcel”
“El descrédito de la profesión es enorme; es la dictadura de los gabinetes de prensa”
“Yo no consentiría el periodismo declarativo; parece que lo importante es lo que dicen cuatro oportunistas”
“ETB podría llamarse Arantxa Tapia Telebista; el resto del país no existe”
“Siempre hay que apretar un poco más, es nuestra obligación como periodistas”
“¿El papel de la mujer en los medios? No estamos mejor que hace 40 años, pero somos más hipócritas”
“Nosotras somos la generación prohibida del euskara en Navarra”
“El poder franquista del Estado ha aflorado cuando se ha sentido desafiado”
“El país ha parado en seco y nos hemos dedicado a comer pinchos y poner las ciudades bonitas”
“En estos 40 años, los políticos vascos han sido unos burócratas vanidosos”

Hablando de política. ¿Creéis que el Estado español está en crisis, o sigue tan fuerte como siempre?

MF: Usando el ejemplo de Cataluña: no sabían que un Estado podía ser tan fuerte. Nosotros aquí, modestamente, ya lo sabíamos. En este sentido, el Estado es muy fuerte, como siempre, pero, en cambio, la idea de España es cada vez más débil. Hay una sensación de provisionalidad. Esa brecha tiene que ser atendida, porque puede envenenarse mucho, como estamos viendo.

MP: El Estado ha perdido mucho más que Cataluña. Pedir 30 años por rebelión es una muestra de debilidad. El poder del Estado franquista ha aflorado cuando lo ha necesitado, es decir, cuando se ha sentido desafiado. No tiene ni formas, ni soluciones ni justicia democrática. Ahora se ha demostrado que la Transición se cerró en falso. Y creo que esta generación no lo va a poder resolver, porque existe un supremacismo español.

¿Vivimos en el oasis vasco, o esa impresión es un efecto de la propaganda?

MF: Ahí ha tenido mucho que ver el final de ETA. Vivimos muchísimos años convulsos, preocupados, asustados… Los temas diarios eran la muerte, la cárcel, la represión, el miedo… Eso ha terminado, pero la sociedad vasca está cansada, como de resaca. Hay un pesimismo ante la posibilidad de cualquier cambio. Y el PNV lo ha interpretado bien: vamos a tomárnoslo con calma. Si a eso se le suma la crisis económica, pues el discurso es “virgencita, que me quede como estoy”. Para llevar todo eso a la páctica, Urkullu es el relajante, el tranquilizante perfecto.

MP: Estamos en hibernación, como a la espera de algo. Hay temor por la inseguridad económica, y a los/las jóvenes les hemos inculcado: no os mováis demasiado, porque no merece la pena. El país ha parado en seco y nos hemos dedicado a comer pinchos y divertirnos, a poner las ciudades bonitas. Quizá como reacción a lo que hemos pasado. En ese contexto, el PNV es un entramado de familias que colocan a sus miembros en la política. Poco más. Y con Urkullu como freno claro y manifiesto para cualquier iniciativa. El Lehendakari trae la tranquilidad de la sumisión.

¿Hay oposición política en Euskadi?

MF: No hay oposición, y en ese tren que podría ponerse en marcha, el del derecho a decidir, PNV, PSOE y PP son el freno que trae el parón.

MP: Podría ser la izquierda abertzale, pero aún le pesa mucho la mochila que traía… Están en esa fase de ir deshaciendo la mochila, de demostrar que pueden sentarse a la mesa con el resto de señores. Porque claro, si haces mucha oposición, ese sitio te lo quitan.

MF: La izquierda abertzale está neutralizada por su historia reciente. Están reuniendo méritos para una eventual batalla que ahora no pueden dar. Además, la izquierda abertzale tiene bastante olvidada la cuestión social, no la han articulado, y no la ejercen.

Toda vuestra vida profesional la vivísteis con ETA en el primer lugar de la agenda, y ahora ya no existe…

MF: ETA estaba ahí todos los días, pero fíjate que el primer día que salió Egin no había ninguna noticia y nos tuvimos que medio inventar que Leizaola vendría a Euskadi… Al margen de anécdotas, yo solo he conocido 40 años de franquismo y 40 años de ETA.

MP: ETA ha tenido muchísima repercusión en mi vida personal y profesional, y ha hipotecado el país. Yo, por haber sido directora de Egin, luego no pude encontrar trabajo durante muchos años.

¿En 1975 habríais firmado que Euskal Herria fuera en 2018 tal y como es hoy?

MF: No. Yo esperaba que la democracia española iba a ser de más calidad, y que en Euskal Herria no nos íbamos a limitar a reproducir el modelo burocrático español en nuestras instituciones. Y por supuesto, tampoco preveía que ETA iba a evolucionar así.

MP: Yo tampoco. Pensaba que los políticos vascos iban a tener mayor calidad humana y cultural, pero han sido unos burócratas vanidosos. Más no han podido fallar. Se han desperdiciado talentos y liderazgos naturales. Y sobre ETA, lo mismo, la confrontación que creó no permitió otra evolución del país.