A propósito del día internacional del racismo y la xenofobia
En muchos lugares del mundo nos organizamos el 21 de Marzo, para recordar a través de una manifestación o concentración el Día Internacional de la Eliminación de la Discriminación Racial. En esta fecha conmemoramos la tragedia racista ocurrida en 1960 en la ciudad de Sharpeville, en Sudáfrica. En memoria de los que perdieron la vida y de los que lucharon contra el gobierno racista de Sudáfrica, Naciones Unidas proclamó este día como una invitación permanente al compromiso de lucha contra la intolerancia racista y la violencia.
Pese a lo anterior, parece mentira que la historia no nos sirva para a ser más críticos/as. Es lamentable que durante los últimos años se hayan acrecentado los actos de discriminación y agresión, particularmente contra las personas inmigrantes, que junto a manifestaciones violentas, derivadas de las ofensivas, discriminatorias y excluyentes políticas, constituyan las nuevas expresiones de racismo y xenofobia.
Los hechos del día a día en diferentes escenarios sociales y la desinformación social, son la muestra de esta intolerancia convertida en permanente amenaza para el conjunto de la sociedad.
Son muchas las sogas conocidas que actualmente dan la vuelta a los cuellos de las personas inmigrantes, sólo por el hecho de ser valientes y querer labrarse un futuro mejor. Estas son algunas de ellas:
Para empezar, las políticas neoliberales. Éstas facilitan a los peces grandes que se traguen a los pequeños, es decir, que las multinacionales compitan con pequeños empresarios y agricultores, y que estos al no poder competir quiebran y abandonen sus negocios. Pero además estas políticas contribuyen a facilitar la explotación y hurto de materias primas en los países del sur. Un claro ejemplo de ello es la situación que se viene dando con Repsol en Bolivia.
La corrupción política y administrativa. Provoca la desmembración de las sociedades y la atomización de problemas: pobreza, delincuencia, contravalores y conflictos internos en varios países. Lo anterior da como resultado los desplazamientos forzosos a las grandes ciudades o a otros países.
Las leyes de restricción para salir de sus países (Visados y vallas) en busca de una mejor opción de vida, que no les ofrecen sus países de origen articulados con los grandes monopolios mercantiles. Pero como bien sabemos muchas personas dejan sus vidas allí -en el intento-.
El peldaño a seguir, es la Ley de extranjería. Modificada tres veces en muy poco tiempo. Este hecho quiere decir que cada vez se les tira más de la soga, porque a partir de aquí aflora de manera visible la discriminación, la violación de sus derechos humanos y las libertades fundamentales, en particular la libertad de pensamiento, de conciencia, de religión o de cualesquiera convicción, y es habitual que estos comportamientos vayan acompañados por disciplinas de diferenciación o superioridad que son teóricamente inexistentes, moralmente vergonzosas y socialmente, injustas y muy peligrosas. Esta Ley genera, los trabajos precarios: temporales, sin contratos, ausentes de buenas condiciones de salud laboral, la explotación y exclusión social. El trabajo dignifica o humilla. Es el soporte al proceso de la integración, desde él se desprenden todas las otras ramas sociales, y si este aspecto es frágil, la calidad de vida de los individuos no podrá ser buena.
Por todo lo anterior, desde ELA reivindicamos nuestra protesta en contra de esta Ley de Extranjería, que promueve todas las anteriores tendencias y actuaciones. Que condena a las personas inmigrantes a sobrevivir en situación de inferioridad. Así decimos con seguridad, que rechazamos el racismo de hoy día adoptado en heterogéneas formas en los distintos países aunque el nexo común, alimentado de prejuicios y estereotipos, siempre conlleva aislamiento, separación, rechazo a la cultura y a los valores ajenos, y se manifiesta en direcciones que van desde la omisión de derechos hasta el hostigamiento, inclusive al fanatismo y la limpieza étnica. Por esto remarcamos que la conducta de la tolerancia y la educación intercultural junto a la integración social y la garantía de los derechos humanos, son los aspectos obligatorios para avanzar en esta lucha permanente por la eliminación de la discriminación a favor de la convivencia democrática, para así labrar una sociedad con condiciones dignas para todas las personas.
Emérita Cuéllar Ibáñez
INMIGRAZIOA ELA